Juancito hacía mucho tiempo que lo quería comer al suri y nunca lo podía pillar porque era muy ligero y se disparaba. Un día se encontraron en el campo y le dice el zorro al suri:
Oiga, compadre, a usted le hacen falta unos zapatos para que no se lastime las patas cuando corre en el campo, ¿no le parece?
Cierto - le respondió el suri-; pero no encuentro zapatero que me los haga.
¡Ah! Si es por eso no se aflija, que yo se los puedo hacer.
Y ahí no más le tomó las medidas de las patas.
El zorro había robado de un puesto un pedazo de cuero crudo y muy contento se puso a fabricarle los zapatos. Se los hizo bien ajustados a los pies y antes de colocárselos los humedeció; se los colocó y lo mandó a que corra un poco al sol.
El suri salió muy ufano con sus zapatos nuevos y al rato el cuero crudo mojado le fue retobando los pies, los dedos se le juntaron y no pudo correr más y ahí quedó plantado. El zorro, que lo iba siguiendo, aprovechó para comerlo.
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