El primer hombre que se creó se llamó Aikut. Su mujer se llamó
Yototowi.
Con el tiempo, la mujer cayó enferma y Aikut la atendía tiernamente,
pero ella languideció y murió. Los sufrimientos de Aikut fueron
enormes, su corazón quedó roto y amargo.
Cavó una tumba para ella entre llantos. Su dolor no puede describirse.
La vida era una gran carga para él; sus ojos no tenían luz. Quería
morir, para seguir a su amada Yototowi.
En lo mayor de su angustia, cayó en trance. Se escuchó entonces un
gran ruido, y el espíritu de su mujer vino a su lado.
Cuando Aikut despertó, quiso hablar a su mujer, pero ella se lo prohibió;
por eso cuando un indio habla con un fantasma muere. Ella se
apartó, para irse a la tierra de los espíritus, «la casa de danzas de los
espíritus», pero Aikut la siguió y juntos avanzaron por un país grande
y oscuro hasta que llegaron a un río que los separaba de la tierra de los
espíritus.
Sobre el río se hallaba, como puente, una soga, tan fina que una
araña difícilmente podía andar sobre ella y cruzar el río. Ante este río
la mujer debía separarse de su esposo, decirle adiós, y seguir sola por
la tierra de los espíritus. Pero cuando Aikut vio que se iba, en su gran
angustia no supo hacer otra cosa que estrecharle con fuerza entre sus
brazos para que no se le escapara. Y ella regresó al mundo con Aikut.
Al poco tiempo, Yototowi intentó regresar a la tierra de los espíritUN,
pero Aikut no la dejaba. Entonces ella le permitió hablarle, y él le
habló, y en eite mismo instante Aikut murió, y juntos emprendieron el
largo vln)e U través de la tierra de los espíritus.
Aikut, en el mundo invisible, se convirtió en un ser muy bueno, que
no de jaba de observar a sus descendientes sobre la Tierra, pues Aikut y
Yototowi dejaron una niña y un niño. Para ellos creó Aikut otra pareja,
y de ambas parejas surgieron los indios nishinam.
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