Al acordar el Gran Espíritu que debía crear la raza humana, hizo
el primer hombre, y éste le salió negro. Lo contempló un rato y no le
gustó. Entonces decidió hacer otro hombre. Su segundo esfuerzo fue
mejor: esta vez hizo al hombre rojo.
Aunque quedó contento con su segunda prueba, al mejorar el color,
el Gran Espíritu decidió hacer otra prueba más. Volvió al trabajo y creó
al hombre blanco, y esto lo dejó satisfecho.
Llamó entonces a los tres hombres, y les enseñó tres cajas, que puso
ante sus ojos.
La primera caja contenía libros y papeles; la segunda estaba llena
de arcos y flechas y hachas; la tercera guardaba palas, hachas, azadas y
martillos. Entonces el Gran Espíritu les dijo:
-Éstos, mis hijos, son los instrumentos con los cuales ustedes han
de vivir. Escoged entre ellos.
Al hombre blanco, que era el más joven y por ello el favorito, le fue
permitido escoger el primero.
Pasó junto a las herramientas de trabajo sin notarlas; cuando vio
las armas de caza y de guerra, dudó, y las examinó cuidadosamente.
El hombre rojo tembló porque su corazón estaba lleno del deseo de
poseerlas y tenía miedo de perderlas. Por fortuna, el hombre blanco,
después de pensar algún tiempo, eligió la caja de los libros.
El próximo tumo para escoger fue el del hombre rojo y éste escogió
la caja de arcos, flechas y hachas, y su alma se alegró con ellas.
Entonces el hombre negro, que no había tenido oportunidad de elegir,
humildemente tomó la caja de las herramientas.
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