jueves, 14 de marzo de 2019

El comandante Dyeheuti

Las campañas militares del faraón Tutmosis III (1490-1439 a. de C.) impusieron
la autoridad egipcia tanto por medio de fuerzas de ocupación como por medio de
tácticas comerciales en un área que iba desde Sudán hasta Siria. En particular, su
batalla contra una coalición del Oriente Medio frente a la ciudad canaanita de
Megido, y el consiguiente asedio de siete meses, ocasionó la capitulación de 330
príncipes enemigos. Pero el faraón aún se veía regularmente obligado a hacer alardes
de poderío militar en el Levante y dirigir continuos golpes de castigo contra los
ejércitos sirios. Ocasionalmente poseemos alguna información sobre este personal
militar, como en el caso de Amenemhab, que mató al elefante que amenazó la vida
del rey en una cacería cerca del Éufrates.
De igual manera, podemos deducir que el comandante de guarnición Dyeheuti era
un famoso guerrero del Estado Mayor del faraón. Las inscripciones de su tumba en
Tebas nos dan una idea de su status histórico:
Seguidor del rey en toda tierra extranjera… supervisor de los países septentrionales… proveedor de
los almacenes de lapislázuli, plata y oro.
Según esto, su carrera como gobernador en el Oriente Medio tuvo lugar en un
momento de máxima extensión de la soberanía egipcia y de control sobre las riquezas
extranjeras —el lapislázuli venía, a través de las rutas caravaneras, desde Afganistán,
y la plata de las minas de Anatolia. Su fama póstuma lo llevó a convertirse en el
héroe de una aventura datada en la época de las conquistas de Tutmosis III, aunque
probablemente sea ficticia. La fuente del relato es un papiro ramésida del Museo
Británico, escrito como mínimo ciento cincuenta años después de la muerte de
Dyeheuti.
El contexto es un asedio egipcio del puerto de Joppa, en la costa de Palestina.
Dyeheuti está entrevistándose con el príncipe de Joppa en un intento de persuadirlo
de que él, Dyeheuti, pretende cometer traición y, junto con su esposa e hijos, pasarse
al enemigo. Como prueba de la sinceridad de Dyeheuti, el príncipe de Joppa exige
ver el cetro de soberanía de Tutmosis III, que se guardaba en la tienda del alto mando
egipcio. Dyeheuti trae el cetro, pero sólo para asestarle al príncipe de Joppa un golpe
en la cabeza que lo aturde, y después lo ata con grilletes metálicos. La artimaña
utilizada en esta ocasión por Dyeheuti tiene una gran semejanza con el cuento de Alí
Babá y los cuarenta ladrones. Dyeheuti dispone de 200 soldados con grilletes y
cadenas y se los lleva en 200 canastas selladas y transportadas por 500 escuadrones.
Sus órdenes son entrar en Joppa y encadenar a sus habitantes. Dyeheuti ordena que se
le dé falsa información al heraldo del príncipe de Joppa, según la cual las tropas del
príncipe habrían capturado a Dyeheuti y a su familia, y que las 200 canastas serían
parte del tributo destinado a la ciudad. El príncipe de Joppa recibe el mensaje y
ordena que las puertas de la ciudad se abran para acoger las 200 canastas. Las tropas
egipcias invaden así Joppa y toman a sus habitantes como prisioneros,
encadenándolos con grilletes. El papiro acaba con Dyeheuti escribiéndole una carta a
Tutmosis III informándole de la victoria, en la cual le sugiere que el éxito debería
utilizarse para llenar de esclavos el templo de Amón-Re.

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