jueves, 7 de marzo de 2019

Procesión De Las Ánimas

Esto le sucedió a mi mama, una noche cuando la luna

estaba grande y redondita, iluminaba como que estaba
amaneciendo, mi mama se levanta quién sabe a qué, su
cama quedaba pegada en la parte de la casa que daba a
la calle, mira entre las rendijas de las tablas unas luces,
abre la ventana y ve que estaban pasando un grupo de
personas encapuchadas, iban en fila a cada lado de la calle,
cada uno llevaba en sus manos una candela encendida,
caminaban sin hacer nada de ruido, sin hablar, todo
en silencio y es por eso que nadie se daba cuenta de que
estaban pasando y no salían a ver, todos estaban dormidos
pues eran casi la media noche, sólo mi mama que nos
despierta para que fuéramos con ella, abrimos la puerta
para ver la procesión que pensábamos que era de algún
santo, en eso uno de los encapuchados, el último de la fila
se nos acerca y le da una candela a mi mama, extrañadas
nosotras cerramos la puerta y nos fuimos a dormir todas
acurrucadas muertas de miedo, mi mama no dijo nada,
sólo apagó la candela que le habían dado y la guardó en
una gaveta de una mesita en donde tenía encima una imagen
de San José.
Bueno, al día siguiente comentamos sobre la rara procesión
y nadie nos creyó, tal parecía que sólo nosotras
fuimos testigo de lo que pasó, en eso mi mama se acuerda
de la candela regalada y al abrir la gaveta mira que en vez
de la candela estaba un hueso y dice con asombro: «¡Lo
que vimos anoche fue La Procesión de las Ánimas Perdida!»
Y nos quedamos con la boca abierta y el corazón que casi
se nos salía. Esto sucedió porque la cruz de madera que
estaba puesta en el tope de la calle, se había caído hace
algunos días, hasta que pusieron la cruz de cemento que
es la que está ahora.

Mi abuelo Perfecto —siguió hablando y recordando a
su abuelo— era un hombre con una voz gruesa, blanca su
piel, hasta a veces se veía rosado, era chele de ojos azules,
no se parecía nada a un indio, pero todo lo demás era
igual a cualquier campisto, bien trabajador, de todos los
hijos sólo José le ayudaba en la finca, hasta que el viejito
se puso mal por una caída que tuvo, ya estaba muy
viejo, ese día estaba lloviendo cuando él salió a limpiar
la maleza en los cultivo de frijoles, sandías, chiltomas y
otros más que tenía en un terreno cerca del Chonco, se
deslizó y calló sentando golpeándose la columna, es que
él para entonces ya no tenía un brazo, le dieron un balazo
cerca del codo, eran tiempos de guerra, tuvieron que
cortarle el brazo pero a los meses por la “gangrina” se lo
tuvieron que cortar más hasta que quedó con un mochito
nada más, pero así siempre trabajaba, se ponía un calabazo
lleno de agua colgado en el hombro, donde no tenía el
brazo, para equilibrarse y así andaba.
A pues cuando se calló no andaba con el calabazo, se
regresó a la casa “renquiando” y con dolores, se postró
en la cama y ya no se levantó hasta que murió, estaba
todo fregado, sangraba por dentro y cuando tosía volaba
la sangre. Cuando ya sintió que se iba, despachó a todos,
a los que estaban a su alrededor:
Cesaria, le dijo él a mi abuela, andá molé el maíz que
quiero un tiste.
—Pero Perfecto si hay tengo —le dijo mi abuela.
—Pero es que lo quiero recién molido, andá.
Entonces mi abuela se fue. Y así a cada uno les mandó
a que hicieran algo. Cuando mi abuela regresa le dice:
—Perfecto aquí está tu tiste, tomá —pero él ya no le
contestó, así como lo dejó, así lo encontró, mirando hacia
la puerta con un rostro sereno como pensativo, no parecía
que estuviera muerto, ya mi abuela llamó a los demás y
después llamaron al cura, cuando éste llegó, como eran
buenos amigos, comenzó a regañarlo como si estuviera
vivo, le decía:
— ¡Ve que lindo él!, ¿por qué no me mandaste a llamar?
Hubiera venido para despedirnos.
Lo velaron esa noche y lo enterraron al día siguiente,
había comenzado a ponerse inflado, tan soplado estaba
que ya ni alcanzaba en la caja, por eso lo sacaron a media
calle, para que cogiera fresco. ¡Pero ve!, ¡un montón de
gente vino!, ¡gentillales se veía en el entierro del viejito!

No hay comentarios:

Publicar un comentario