viernes, 1 de marzo de 2019

La vasija rota

En cierto lugar vivía un brahmán llamado Svabhavakripana, que significa «avaro de nacimiento». Había reunido una gran cantidad de arroz limosneando y, después de cenar un poco, llenó una vasija con lo que le quedaba. Colgó la vasija de un clavo de la pared, colocó su catre debajo y la miró fijamente durante toda la noche, pensando: «Ah, la vasija está llena de arroz hasta los bordes. Si hubiera una hambruna, sin duda conseguiría cien rupias por ella. Con eso compraría un par de cabras. Estas tendrían cabritas cada seis meses, y de este modo acabaría teniendo un rebaño entero de cabras. Entonces, con las cabras compraría vacas. Tan pronto como tuvieran terneros, los vendería. Y con los terneros compraría búfalos, y con los búfalos, yeguas. Cuando las yeguas tuvieran potrillos, tendría un montón de caballos; y, cuando los vendiera, un montón de oro. Con ese oro me compraría una casa con cuatro habitaciones. Y entonces un brahmán vendría a mi casa y me entregaría la mano de su hermosa hija, junto a una magnífica dote. Entonces tendríamos un hijo al que llamaríamos Somasarman».

    «Cuando fuera lo suficientemente mayor para cabalgar en las rodillas de su padre, me sentaría con un libro en la parte de atrás del establo y, mientras estuviera leyendo, el chico me vería, saltaría del regazo de su madre y correría hacia mí para que lo subiera en mis rodillas. Pero se acercaría demasiado a los cascos de los caballos y, furioso, gritaría a mi esposa: “¡Coge al niño, cógelo!”. Ella, distraída con alguna tarea doméstica, no me oiría. Y entonces me levantaría y le propinaría una buena patada». Al pensar esto, dio una patada y rompió la vasija; todo el arroz cayó sobre él, cubriéndolo de blanco. Por tanto, yo digo: El que haga planes ingenuos para el futuro terminará tan blanco como el padre de Somasarman


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