En Rosales, León, existe una fuente en la que hay escondido un tesoro que nadie ha
podido encontrar. El testimonio más reciente de su XX, y fue transmitido por un
existencia viene de principios del siglo venerable padre agustino.
Una pastora estaba una tarde lavándose las manos en la fuente cuando descubrió
que entre el agua, y con el vaivén de la corriente, se movía un hilo que parecía tener
su origen en el propio manantial. La pastora empezó a tirar de aquel hilo y pudo
comprobar que, en efecto, salía de la boca de la fuente. Y tiró del hilo, y tiró, y el hilo
no dejaba de salir, hasta el punto de que la muchacha buscó un palo para irlo
devanando, y continuó tirando y devanando hasta que tuvo en las manos un ovillo
grandísimo.
Sin embargo, el hilo no terminaba, la tarde crecía y la pastora debía reunir el
rebaño y regresar a la casa en que trabajaba, de manera que decidió dar por terminada
aquella labor que parecía no tener fin, sacó de su faltriquera unas tijeritas y cortó el
hilo. Entonces, el extremo que salía del manantial empezó a retroceder hasta perderse
del todo en la boca de la fuente, y la pastora pudo escuchar una voz burlona que, en el
dialecto de la comarca, le dijo:
Devanar, devaneste,
pero no acabeste;
si una vuelta más hubieras dau,
una devanadera de oro hubieras sacau.
Así son las cosas con ciertos encantamientos.
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