miércoles, 13 de diciembre de 2017

El mariscal Pero Pardo de Cela

Per treyzón tamén vendido
Jesús, nosso Redentor,
e por aquestes treydores,
Pero Pardo, meu señor.

(Lamento de Frouseira.)

Del noble mariscal Pero Pardo de Cela Aguiar y
Ribadeneyra cuenta la leyenda cosas diferentes a
las que refieren Vasco de Aponte y otros historia-
dores.
Señor de la Torre de Cela, de la Frouseira y
otros lugares, Pero Pardo era uno de los más pode-
rosos señores feudales del obispado de Mondoñedo,
poder que hacían más digno de cuenta su paren-
tesco con la casa de Saavedra y su matrimonio con
doña Isabel de Castro, de la casa de Lemos, y
descendiente de don Fadrique, hermanastro de don
Pedro el Cruel. Por todo ello, hacía sombra a la
mitra mindoniense, en cuyos titulares tuvo siempre
encarnizados enemigos.

Quiere la leyenda que Pero Pardo se pusiese al
frente de los famosos «Hermandinos», enarbolando
el conocido estandarte con el lema Deus fratresque
Gallaeciae,
y que, guiando a aquellas huestes ar-
madas con bisarmas, espadas, hoces y mallos, de
un modo semejante a los husitas de Bohemia, se

dedicase a derribar los caballos de sus enemigos 
y rivales a incendiar sus campos y apoderarse de sus
cosechas, ejercitando de este modo una despiadada
justicia popular. Otros dicen que tomó el partido de
la infanta doña Juana la Beltraneja, llamada la
«Excelente Señora», y de su esposo, el rey don
Alfonso de Portugal. Y, por fin, hay quien pretende
que su intención era alzarse por rey independiente
de Galicia, en contra de los Reyes Católicos de
Castilla.
El caso es que don Fernando y doña Isabel deci-
dieron reducirlo (inducidos principalmente —dice
una versión muy extendida— por el Obispo y
Cabildo de Mondoñedo), y fue entonces cuando
enviaron a Galicia a Acuña y Chinchilla, con un
cuerpo de tropas francesas mercenarias, al mando
de un aventurero llamado Luis Manso Mudarra.
Pero Pardo se resistió y se sostuvo durante años,
hasta que Mudarra, después de muchos fracasos,
consiguió encerrarlo en la fortaleza de la Frouseira.
Todavía se defendió allí bravamente el Mariscal;
tanto, que Mudarra veía ya la empresa perdida.
Entonces acudió a la traición. Alfonso de Santa
Marina y otros criados de Pero Pardo fueron so-
bornados mediante cierta suma de dinero para que
entregasen a su señor.
En efecto, los traidores facilitaron a las gentes de
Mudarra la entrada en la Frouseira; pero el Ma-
riscal se había trasladado a la de Castro d'Ouro,
que pertenecía a su parcial y pariente Pedro de
Miranda. Allí lo siguió la traición: cuando com-
partía sus planes con el señor de Castro d'Ouro, se
encontraron rodeados, en el mismo salón de la
casa, por los soldados de Mudarra. Fueron hechos
prisioneros Pero Pardo, su hijo, de veintidós años,
y Pedro de Miranda. Conducidos a Mondoñedo,
fueron juzgados y condenados a muerte como re-
beldes.
La esposa del Mariscal, doña Isabel de Castro,
con algunos de los suyos, marchó, reventando ca-
ballos, a entrevistarse con la Reina Católica, y
obtuvo el indulto de su esposo y de su hijo, así
como del señor Castro d'Ouro.
Pero no contaba con la enemistad del Obispo y
Cabildo de Mondoñedo. Noticiosos éstos de lo que
pasaba, por sus espías en la Corte, se ingeniaron
para que el indulto no llegase a tiempo.
Amaneció, por fin, el día en que había de ejecu-
tarse la sentencia. Doña Isabel de Castro se acer-
caba a uña de caballo y debía llegar aquella mañana
misma. Si se daba lugar a que llegase, trayendo de
su mano la carta real, estaba todo perdido. Entonces,
tres canónigos de Mondoñedo, disfrazados, salieron
a esperarla a la entrada de la villa, donde hay un
puente sobre el río. Al llegar la dama, hiciéronle
gran acatamiento, confiáronle fingidos secretos,
ofreciéronle viandas, y de este modo se ingeniaron
para entretenerla, hasta que cuando la desgraciada
se quiso dar cuenta.de su tardanza, doblaban a
muerto las campanas de todas las iglesias por los
que acababan de ser ejecutados.
En efecto, en la plaza de Mondoñedo acababan
de caer las tres nobles cabezas de Pedro de Miranda,
del joven hijo del Mariscal y de Pero Pardo de
Cela. La cabeza de éste, al rodar sobre el cadalso,
dio tres botes, y profirió tres palabras: «¡Credo!
¡Credo! ¡Credo!».
La fortaleza de la Frouseira fue arrasada. A
doña Isabel de Castro le fueron devueltos todos
 los bienes de ella y de su esposo. Pero el lugar de la
sepultura de éste y de su hijo se ignora. En el
Museo Provincial de Lugo se conserva una larga y
pesadísima cadena de enormes eslabones, que se
dice fue la que sujetó los pies de Pardo de Cela en
su prisión, y que por ello es llamada «la Maríscala».
El puente donde se frustró el indulto se llama aún
hoy «Ponte do Pasatempo».

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