jueves, 28 de febrero de 2019

Los cuatro jóvenes y la mujer

Cuenta que había en otro tiempo cuatro jóvenes. Había también una mujer. Esta mujer vivía en la vertiente de una colina pequeña. Los cuatro jóvenes vivían en otra colina, y se dedicaban a cazar animales fieros. La mujer no sabía cazar; permanecía sentada, sin hacer nada, sin tener qué comer. Los jóvenes cazaban animales fieros y se alimentaban de su carne.

  Uno de ellos dijo:

  —Allí hay un ser semejante a nosotros. ¿Quién caza para él, puesto que se pasa el día sentado?

  Otro respondió:

  —No es un semejante. Es un ser que no puede cazar animales como nosotros cazamos.

  Replicó el primero:

  —Tiene manos, pies y cabeza, como nosotros. ¿Por qué no ha de ir también de caza?

  Otro dijo:

  —Voy a ir a ver qué clase de persona es:

  La encontró sentada, como siempre. Le preguntó:

  —¿Cómo eres tú?

  Ella respondió:

  —No como nada; me alimento de agua.

  —¿De veras?

  —Sí.

  Volvió donde sus compañeros y les dijo:

  —No es un ser de nuestra especie; es de una especie muy diferente; es un ser que no puede ir de caza.

  Le preguntaron:

  —¿Qué forma tiene?

  —Tiene, como nosotros, manos, pies y cabeza; en lo demás no se nos parece.

  —¿Enciende lumbre?

  —No, vive sin lumbre.

  —¿Qué come?

  —Bebe agua; no come absolutamente nada.

  Los otros jóvenes se maravillaron. Y, después de acostarse, se durmieron.

  Al día siguiente fueron de caza y volvieron con las piezas cobradas. Entonces uno de ellos dijo:

  —Compañeros, voy a dar un pedazo de carne a esa persona, a ver si la come.

  Convinieron en ello. Cortó un pedazo de carne, tomó lumbre, reunió estiércol seco y se fue donde estaba la mujer, echó lumbre, asó la carne y se la ofreció, diciendo:

  —Toma y come.

  La mujer tomó la carne y se la comió. El joven la vio comer y se maravilló. Entonces le dio otro pedazo de carne y le dijo:

  —Toma y ásalo tú misma.

  Después regresó junto a sus compañeros y les relató:

  —Esa persona ha comido carne igual que nosotros; pero no es de nuestra especie; porque no puede matar caza.

  La mujer estaba desnuda; también los jóvenes, pero ellos se cubrían con pieles frescas de los animales que mataban; no sabían curtirlas ni conservarlas. Llevaban las flechas enredadas en la cabellera. Al día siguiente el joven volvió a visitar a la mujer y le llevó carne. Los otros dijeron:

  —Si vas a estar cazando para esa persona, no te daremos ya parte en nuestras presas.

  Cuando la mujer se hartó de carne tuvo sed; entonces tomó arcilla y formó una vasija pequeña; la puso al sol para secarla, y enseguida fue a tomar agua en la vasija; pero esta se rajó. La mujer, maravillada, fue a beber, como siempre, de bruces en el agua.

  Empezó a hacer otra vasija de arcilla, después otra, la secó al sol, reunió estiércol seco y encendió lumbre para cocer las vasijas; cuando estuvieron terminadas, fue a buscar agua y vio que el agua no las destruía. Puso en una de ellas agua y carne y la arrimó a la lumbre. Cocida la carne, la sacó de la vasija, la puso en una piedra lisa y se la comió; pero dejó un pedazo en el recipiente.

  El hombre llegó, con la caza que acababa de matar.

  Ella le dijo:

  —Come un poco de esto, verás lo bueno que está.

  El joven comió la carne, bebió el caldo y quedó agradablemente sorprendido. Después regresó junto a sus compañeros, y les dijo:

  —Compañeros: aquella persona moldea la arcilla; toma agua en una vasija, en otra cuece la carne; prueben la carne que ha cocinado. Seguramente, esa persona no es de nuestra misma especie.

  Maravillados, fue otro de ellos en busca de la mujer, la miró, comió la carne, bebió el caldo, y se quedó estupefacto al ver los recipientes de arcilla que había moldeado. Cuando estuvo de nuevo junto a sus compañeros les dijo:

  —Es un ser de otra especie.

  Entonces, el joven que se había ocupado primero de ella, permaneció con la mujer, y le llevaba todos los día la caza que mataba; ella, por su parte, se la preparaba lo mejor que podía.

  Los otros tres se fueron, dejando a su compañero con la mujer.

  De este modo vivieron juntos.

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