El Katekate, conceptúan que es la cabeza desprendida de un cadáver humano, que saltando de su sepultura, va rodando en busca del enemigo que en vida le causó males y lanzando a su paso gritos inarticulados y muy guturales, que en el silencio de la noche hacen un ruido extraño y espeluznante. Cuentan que, cuando encuentra al individuo perseguido, le liga las manos y los pies con el cabello crecido en su sepulcro, el cual es duro y resistente; le derriba al suelo y se coloca sobre el pecho del enemigo; le hinca los descarnados y afilados dientes y le chupa la sangre, mientras sus miradas de fuego están fijas, siempre fijas, en el rostro del perseguido. La cabeza, conforme succiona, toma mayores proporciones y con su volumen, que no cesa de crecer y aumentar de peso, ahoga paulatinamente a su víctima, haciéndole antes sufrir una agonía dolorosa, y cuando ha conseguido darle muerte vuelve, rebotando de contento por el suelo, hasta el lugar de su eterno descanso, la cabeza vengativa.
Sugestionadas con la idea de este mito macabro, suelen las mujeres que odian a sus esposos, aprovecharse del estado de embriaguez en que se encuentran, para cortarles la cabeza, y después, cuando la justicia las persigue, disculparse del crimen con que eran aquéllos, brujos, y que en momentos de hechicería, por haber errado en algún accidente o fórmula, la cabeza desprendida del cuerpo, se fué como una ave fugitiva, huyendo por los aires, sirviéndole de alas los cabellos esparcidos y que está voltijeando ya, de Katekate; la prueba de lo dicho, aseguran tenerla, en que vuelve a la casa en las noches lóbregas, rebota al techo, espía con ojos de fuego por la abertura estrecha de la chimenea, alumbrando su interior con sus miradas fosforescentes; laméntase con gemidos tristes y lastimeros, en momentos el que el viento silba y la lechuza grazna por ahí cerca. Si entonces no salieron a su encuentro, fué por temor de que la temible cabeza diera el ósculo de cariño al miembro de su familia, a quien quiso mucho en vida, causándole la muerte con ese beso, según ellas, frío y penetrante como la hoja acerada de un puñal.
Cuando un individuo se acuesta con sed, también creen que, mientras duerme, se desprende su cabeza y va a la fuente próxima a beber agua.
El antiguo gato de fuego, que solía presentarse de tiempo en tiempo, a media noche, sobre el techo de la casa, en la que habitaban uno o varios individuos perversos, y que lo tenían por el alma de éstos, que tomaba tal forma por voluntad de sus divinidades, se ha convertido, desde la venida de los españoles, en gallo de fuego, que representa al dueño que se encuentra condenado en vida a las penas del Infierno.
La cabeza humana, particularmente en estado de calavera, objeto de varias aplicaciones supersticiosas. Los brujos y los que no lo son, entre la gente del pueblo, la emplean para averiguar los robos, introduciendo dentro de su armazón huesosa uno o dos reales, y pidiéndola con lágrimas en los ojos y fe en el corazón, que les haga devolver lo sustraído. La calavera, suponen que conmovida con el caso, irá a saltos a deshoras de la noche, a la casa del ladrón y le causará pesadillas en sus sueños, o lo tendrá constantemente inquieto, hasta hacerle restituir lo ageno, o causarle la muerte por consunción si no lo hace.
Otras veces, en iguales casos y con el mismo objeto, hacen arder velas a una calavera, durante tres días martes y tres días viernes, en las noches, haciendo que, en esta única ocasión, se consuman por completo las velas.
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