Un día dijo la chocha a la tortuga:
—Estoy mejor dotada que tú, puesto que no sólo camino de prisa, sino que puedo volar.
—Dichosa tú —exclamó la tortuga—. Yo gracias que pueda, arrastrándome, atender a mis asuntos.
Pero sucedió que un hombre, para cazar, prendió fuego a las hierbas de la llanura; el fuego estrechó su círculo en torno a los dos animales, expuestos a un peligro seguro. La tortuga se escondió en el hoyo que había dejado la pata del elefante, y se salvó del riesgo; pero la chocha, que quiso remontar el vuelo, cayó asfixiada por el humo y murió.
Quien mucho se alaba, perece en la prueba.
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