El cóndor, el puma, el jaguar y la llama, eran los totems de los antiguos kollas. Al presente sólo prestan múltiples reverencias a los tres primeros, siendo imposible que los cazen; invocándoles, por el contrario, protección en sus empresas cuando los ven. La llama, ya no es tomada en cuenta por los indios; si bien, en épocas pretéticas adoraban una llama blanca, hoy el animal de este color, sólo lo emplean para ofrecerlo en sacrificio al rayo.
El zorrino (Mephitis suffocans) que es un pariente de la comadreja y que se le conoce con el nombre de añathuya, es tenido por animal completamente de mal agüero, y el que siente el olor fétido que exhala el líquido que expele por sus glándulas situadas cerca del ano, espera, con seguridad que le sobrevendrá alguna desgracia y coincidencias no faltan. Al individuo perseguido por contínuos infortunios y que sale mal en todo, lo suponen orinado por aquel nefasto animal.
El zorro indígena o kamake (Canis Azarae), es considerado comúnmente, como animal funesto, y cuando el indio o mestizo lo ven de improviso, o momento en que están formando algún plan, o al comienzo de algún negocio, escupen rabiosos al suelo, lanzan una dura interjección, le muestran los puños cerrados en amenaza, pero después, se apodera de ellos el desaliento; la desconfianza principia a dominarlos.
La influencia del zorro en las determinaciones de aquellos componentes étnicos es de gran peso, y sólo vuelve la esperanza a sus corazones cuando han logrado matarle, entonces se reaniman, dicen que la felicidad les sonríe, porque la mala suerte se ha cumplido en quien la presagiaba. El historiador Santiváñez refiere, el caso siguiente: «Cuéntase que pocos días antes de la victoria de Ingavi, un zorro que había penetrado en la torre de la iglesia de Calamarca, royendo la correa atada al badajo de una de las campanas, produjo un repique extraño. Alarmado el sacristán con esta novedad, acudió al campanario para averiguar la causa y se encontró con el animal que le había remplazado en su oficio. Salió inmediatamente de la torre dejando cerrada la puerta, y dió aviso a los vecinos, que acudieron armados de palos y mataron al intruso campanero. Terminada la ejecución, uno de los concurrentes que la daba de augur, pues nunca falta augures en las aldeas, tomó la palabra y dijo: «Este zorro representa a Gamarra y su muerte anuncia que este caudillo ha de perecer en el campo de batalla».
«Añádese que los indios que andaban un tanto desalentados con la superioridad del enemigo, cobraron aliento con este augurio y se dirigieron en tropel al cuartel general, a participar del botín de la próxima victoria».[14]
Efectivamente el general Gamarra fué derrotado y murió en el campo de batalla.
Al zorro lo tienen también por muy astuto y antojadizo. Cuentan de él, que una vez, se enamoró de la Luna y con objeto de verla de cerca, logró subir al cielo y la abrazó y besó tanto, que dejó estampadas las manchas que hasta ahora se notan en su brillante faz.
Cuando el zorro se para y fija mucho en una persona, es para que a esta le ocurra una desgracia.
Los que pretenden ser listos y hábiles ladrones, toman la sangre del zorro. También comen su carne, para ganar de las pulmonías.
Por los muchos daños que ese animal causa a los pastores, devorando las crías de corderos, llamas y aun de vacas, lo buscan con ahinco, no excusando medio alguno para capturarlo y darle muerte. Antes acostumbraban sorprenderlo en su madriguera y por medio del humo hacerlo salir afuera y matarlo a palos, o asfixiarlo allí mismo. Como tiene mucha pachorra para andar, suelen enredarle los pies con lihuiñas y matarlo. Otras veces cazan zorros envenenando las carnes para que se las coman y mueran.
Pero tienen mucho cuidado en no perseguir de noche al zorro, porque dicen que este animal es muy querido por el Huasa-Mallcu, quien le hace servir de su perro, y que suele favorecerlo en casos de peligro convirtiendo a todas las piedras y prominencias de terreno en zorros, que rodean a sus perseguidores y los enloquecen.
La mina en la que se cría un zorro irá mal en su explotación.
El zorro es centro de un ciclo de narraciones indígenas, en las que el ingenio y la inventiva de los indios campean a sus anchas. En todas ellas, el zorro sale siempre airoso, merced a la astuta malicia con que procede y a los múltiples recursos que, inagotables, brotan de su solapado y artero ingenio. Ya engaña a la mujer casada durante la ausencia del marido, dándose modos para representar a éste; ya seduce a la oveja más gorda y de vellón coposo y blanco que hay en la majada, y la conduce por riscosos lugares para devorarla a su gusto, y después cuenta a sus compañeras que aquella habita en praderas matizadas de verde y jugoso pasto y duerme en mullido y abrigado lecho; ya engaña a los perros que vigilan el aprisco, con promesas que nunca las cumple. Veces hay en que celebra sus esponsales con la cuidadora del rebaño y cuando ha satisfecho su voracidad la deja burlada. El zorro es temido por el indio, a la vez que en sus veladas es objeto de alusiones divertidas y picantes.
La araña o cusicusi, representa la alegría y cuando la encuentran casualmente, al menos si es blanca, la tienen como buen presagio. Desde los tiempos remotos a la araña se ha empleado como instrumento para las brujerías. «También usan para las suertes de unas arañas grandes, dice Polo de Ondegardo, que las tienen tapadas con unas ollas, y les dan allí de comer, y cuando viene alguno a saber el suceso de lo que ha de hacer, efectúa primero un sacrificio el hechicero y luego destapa la olla y si la araña tiene algún pie encogido ha de ser el suceso malo, y si tiene todos extendidos el suceso será bueno».[15]
Débese a esta preocupación que los indios en la actualidad, apenas notan una araña, lo primero en que se fijan es en los pies para de la situación en que se encuentran deducir sus presagios.
El armadillo o quirquincho, lo emplean para ejercitar sus venganzas, derramando sobre su escamosa concha azufre molido, combinando con los cabellos, o suciedad pertenecientes al individuo que tratan de hacer daño; cuyo rostro y cuerpo, dicen que, desde ese momento, se cubren de granos y aun de escoriaciones.
Poner cara, llaman el volver un lado del rostro de una persona, de blanca o rubia, en color negro, por medio de sapos, que crían con ese objeto y a causa de haber traicionado aquél a sus compromisos de amor.
La bestia se inquieta y se espanta, cuando se aproxima a ella un ladrón, o una persona que tiene que morir pronto, o cuando algún fantasma o espíritu maléfico la persigue, o cuando las piedras, pastos y arbustos se han tornado ante su vista en otros animales.
Al ginete, cuya bestia tropieza o se cae al franquear la puerta de su casa, o en presencia de su rival o enemigo, le irá mal en los negocios que proyecta, o en sus asuntos con aquel.
Los que se ponen en los ojos las legañas del perro, ven almas en las noches oscuras.
El feto del gato atrae la mala suerte en la casa donde se entierra, o produce la enfermedad del dueño de ella.
El feto de la llama, al revés de lo que ocurre con el de gato, atrae riquezas y es mayor su bondad si lo entierran inmediatamente después de sacarlo del vientre de la madre.
El chinchol o pfichitanca (Zonotrichia pileata) pía constante en la cumbre del techo de una casa cuando alguien tiene que llegar; mas, si el momento en que se está formando mentalmente algún proyecto, o se está conviniendo algún negocio, silba o canta estridente, es presagio de que fracasará lo que se piensa o proyecta.
Sorprender peleando dos animales es para tener disgusto o reyerta, particularmente si son canes.
El ser cruzado en el trayecto que se atraviesa por una víbora o culebra, o algún otro reptil, presagia desgracia.
Cuando las golondrinas vuelan junto a la tierra o al agua, rozando con las alas la superficie del agua o del suelo, anuncian fuertes ventarrones.
Cuando los patos se estiran y atesan las plumas con el pico denotan vientos; si se ponen contentos y aletean con frecuencia indican lluvias. También es señal de un próximo aguacero el sentir punzadas en los callos del pie.
Cuando los gallinazos graznan presagian huracanes.
Cuando el gato corretea, anuncia lluvia, si maulla constantemente en el techo, sin querer descender, o tiene frecuentes luchas con otros gatos, es para que fallezca alguien de la casa.
El canto de la gallina es de pésimo augurio, atrae y arraiga la mala suerte. De aquí dimana el conocido dicho «desgraciada la casa en la que canta la gallina», refiriéndose a la familia, en la que domina la mujer al hombre y asume la dirección de ella.
El perro ladra delante de un individuo y quiere embestirle, cuando éste tiene costumbre de robar; siendo imposible que permanezca quieto y callado delante de un ladrón.
El silbido del cuy anuncia la muerte de algún individuo de la casa.
Cuando el ruiseñor o gilguero cantan de noche, presagian que habrá riña al siguiente día.
[14] Vida del General José Ballivián, por el doctor José María Santiváñez.—New York.—1891.—Pag. 353.
[15] Información acerca de la Religión y Gobierno de los Incas, por el licenciado Polo de Ondegardo.—Edición de Horacio H. Urteaga.—Tomo III.—Pag. 32.
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