El tabaco ha sido desde la antigüedad, planta muy apreciada por los brujos. Usaban sus hojas en inhalaciones y zahumerios, aspirando el humo por las fosas nasales y la boca y cuando caían en un estado de éxtasis y arrobamiento, hacían sus predicciones o se adormecían, y después de volver en sí, contaban cuanto suponían haber visto en ese estado.
Al presente, usan los laykas, al principio de sus operaciones, y los thaliris, para simular su estado cataléptico.
El tabaco convertido en cigarro se emplea, con objeto de preparar al cliente, o como amuleto, fumando los viernes y martes en la noche. El humo del cigarro en tales noches, destruye o enerva los efectos de cualquier brujerío.
Al supaya conceptúan los laykas gran vicioso a la coca y al cigarro, por cuyo motivo, en sus operaciones piden siempre esas dos cosas al que va a consultarles, para ofrecer a aquél.
El cigarro que se apaga en medio uso, lo tienen de mal agüero y repiten la siguiente estrofa:
Cigarro que se apagó,
no lo vuelvas a encender.
Mujer que te olvidó,
No la vuelvas a querer.
La insistencia en estos casos, creen que trae más males que bienes. «Insistir en el vicio, cuando el destino se opone», dicen, «es buscar su ruina»
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