La liebre dijo un día a la Tierra:
—¿Es que tú no te mueves nunca? ¿Estás siempre en el mismo sitio?
—Te engañas —replica la Tierra—, ando más que tú.
—Eso es lo que está por ver— repuso la liebre, que salió corriendo.
Cuando se detuvo, después de dar una gran carrera, con la certidumbre de haber vencido, comprobó que aún tenía la Tierra bajo los pies. Repitió la prueba, de tal modo que cayó agotada y murió.
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