Un día, el leopardo entrega sus tres crías al perro, prometiéndole, a cambio de que las cuide, tal cantidad de carne, que el perro no tendría que roer más huesos. Las cosas marcharon bien durante algún tiempo. Pero el perro cede una vez más a la tentación y una astilla del hueso que estaba royendo mata a una de las crías. Sin dificultad engaña a la madre, y le da los otros dos a amamantar, sucesivamente, uno, dos, tres. El mismo percance le ocurre una segunda vez. Entonces el perro se da a la fuga, y pide auxilio y protección al hombre. El hombre consiente, a condición de que el perro no abandone nunca la cabaña. El perro acepta el trato; pero poco tiempo después descubre un montón de huesos a cierta distancia de su albergue, y se lanza sobre ellos, a pesar de la palabra empeñada. El leopardo, que lo buscaba por todas partes para vengar la muerte de sus crías, salta sobre él y lo devora.
Desde entonces el leopardo no cesa de hacer guerra a los perros y de comérselos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario