jueves, 28 de febrero de 2019

Una canasta llena de hijos

Un hombre y una mujer. Ella da a luz unos cuantos niños, una canasta llena.

  El hombre dice:

  —Mujer mía, ya no me convienes.

  Su mujer, entonces, se pone en camino. Anda, anda, anda, hasta que encuentra un pájaro grande que la aguardaba escondido. Llega la mujer; el pájaro dice:

 
    Llora, llora, udeyandeya;

    llora, udeyandeya.

    Dame a comer un niño,

    a comer, udeyandeya.

    Llora, udeyandeya.
 

  Ella le da un niño; el pájaro se lo come, y va a esconderse más lejos, para aguardarla. Y dice:

 
    Llora, llora, udeyandeya;

    llora, udeyandeya.

    Dame a comer un niño,

    a comer, udeyandeya.

    Llora, udeyandeya.
 

  Le da otro hijo; se lo come, y va a esconderse más adelante en el camino. Y dice:

 
    Llora, llora, udeyandeya;

    llora, udeyandeya.

    Dame a comer un niño,

    a comer, udeyandeya.

    Llora, udeyandeya.
 

  Ella dice:

  —Tómalo tú mismo y cómelo.

  El pájaro lo toma y se lo come. Todos los niños corren la misma suerte. El Pájaro va a esconderse más adelante y dice:

 
    ¿Adónde vas tú, mujer?

    ¿Adónde vas, udeyandeya?

    Llora, udeyandeya.

    Ven aquí que te coma, udeyandeya.
 

  Se apodera de ella y se la come. Muerta la mujer, la canasta sigue su camino por sí sola. El pájaro se esconde más adelante para esperarla. Y dice:

 
    Canasta, ¿adónde vas?

    ¿Adónde vas, udeyandeya?

    Llora, udeyandeya.

    Ven aquí que te coma, udeyandeya.

    Llora, udeyandeya.
 

  Se apodera de ella y se la come. La canasta le desgarra las entrañas. La canasta sale, echa a correr y llega a la aldea.

  Entonces dice:

  —La mujer ha muerto; los niños, también.

  Se acabó.

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