Un gallo y un asno se enredaron en una disputa.
—¡Ah! —dijo el gallo—. No me hagas hablar tanto, porque, como ves, he de azotarme los ijares y eso me fatiga.
—¡Oh! —dijo el asno—. A mí eso me sienta muy bien, porque, antes de rebuznar, me peo, y quedo muy desahogado.
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