Esta
antigua historia, mejor conocida para los lectores ingleses por la traducción
de la obra de Kalidasa, es un episodio del Mahabharata,
dando un relato del mismo Bharatha, el ancestro de los príncipes en guerra
del gran poema épico, de quien, también, el nombre de India, «Bharatvarsha»,
deriva. La historia de Shakuntala dada aquí es cogida casi literalmente de la
versión javanesa publicada más tarde por D. Van Hinloopen Labberton —una
versión superior en franqueza y simplicidad que la del Mahabharata sánscrito, y como historia (no por supuesto como obra
teatral) superior a la de Kalidasa:
Había un rajá, Dushyanta, cuyo imperio se
extendía hasta las costas de cuatro mares. Ningún error era cometido en su
reinado: prevalecía la virtud, debido a su buen ejemplo. Un día él estaba
cazando en los bosques del Himalaya, y se introdujo más y más en los bosques;
entonces llegó a una ermita, con un jardín de hermosas flores y todo tipo de
frutas, y un arroyo de aguas claras. Había animales de todo tipo; incluso
leónes y tigres estaban bien amansados, dado que el espíritu pacífico del
ermitaño los condicionaba. Los pájaros cantaban en cada rama, y los gritos de
los monos y osos sonaban como una recitación de los rezos védicos, deleitando
el corazón del rey. Él ordenó a sus seguidores mantenerse detrás, dado que
deseaba visitar la ermita sin alterar el pacífico retiro. El jardín estaba
vacío; pero cuando miró dentro de la casa vio una hermosa niña, como una apsara
sobre la Tierra. Ella le dio la bienvenida y le ofreció agua para lavar sus
pies y enjuagar su boca, de acuerdo con la costumbre de las visitas. El rey le
preguntó de quién era la ermita y por qué estaba vacía. Ella respondió: «Con
permiso de su alteza, es la ermita del sabio Kanva. Él ha salido a recoger
combustible para el fuego de sacrificio; por favor, maharajá, esperad aquí
hasta que él regrese, pues volverá muy pronto.»
Mientras
la doncella hablaba el rey fue sacudido por el amor hacia ella. Pero él
contestó con una pregunta: «Perdón, hermosa madre», dijo, «he oído acerca del
santo Kanva. Pero se dice que él no tiene nada que ver con mujeres; ¿en qué
relación tú estás con él?» La doncella de la ermita contestó: «Con perdón de su
alteza, él es mi padre; y cuál es la forma en que esto ha sucedido, aquí hay un
brahmán huésped que se lo puede informar; por favor, pregúntadle a él acerca de
la historia de mi nacimiento.»
El
brahmán contó la historia del nacimiento de la niña. El gran yogui Vishvamitra
había sido una vez rey, pero él renunció a su condición real, deseando alcanzar
la misma dignidad espiritual que Vashishtha. Practicó penitencias tan severas
que el mismo Indra temió que su propio reino le fuera arrebatado. Entonces llamó
a una de las más hermosas bailarinas del cielo, Menaka, la perla de los
apsaras, y la envió a tentar al santo hombre. Ella aceptó la misión, después de
recordar a Indra que Vishvamitra era un hombre de inmensos poderes ocultos,
capaz de destruir, si lo deseaba, los Tres Mundos; a lo que él respondió
enviando con ella a los dioses Viento y Deseo. Ella fue a la ermita y se hizo
la inocente, y cuando Vishvamitra la miró el Viento vino y reveló su hermosura,
y al mismo tiempo el dios Deseo solió su flecha y le golpeó en el corazón, de
modo que Vishvamitra amó a la apsara. Cuando ella se encontró con un niño pensó
que su trabajo estaba hecho; ella podía volver al cielo. Así que se fue lejos
siguiendo el río Malini hasta el Himalaya; allí dio a luz a una niña, dejó al
bebé sólo, vigilado por los pájaros, y volvió otra vez a Indra. Kanva encontró
a la niña, sólo atendida por pájaros shakuni,
y la llamó Shakuntala. «Esta Shakuntala», dijo el joven huésped brahmán,
«es la misma doncella de la ermita que ha dado a vuestra alteza la bienvenida.»
Dushayanta
habló otra vez a la niña: «Bien nacida tú eres», dijo, «hija de apsara y un
gran sabio; tú, hermosa, conviértete en mi esposa, por el rito de mutuo
consentimiento.» Pero ella no lo haría, ilusionada en esperar a que Kanva
regresara; sólo cuando el rey le había insistido demasiado, ella consintió, con
la condición de que su hijo fuera heredero y sucediera en el trono. El rey
estuvo de acuerdo, y ellos fueron unidos por el rito gandharva de
consentimiento mutuo. Entonces el rey partió a su ciudad, diciendo que enviaría
a buscar a Shakuntala sin demora. Pronto llegó Kanva, pero Shakuntala no podía verlo por su timidez; pero él
sabía todo lo que había sucedido y se acercó a ella, y le dijo que había hecho
bien, y le predijo que llevaba un emperador. Después de muchos meses ella dio a
luz a un perfecto niño, hermoso varón, y Kanva practicó para él el rito
kshattriya. Mientras crecía él estaba siempre con los ermitaños, y compartía un
poco de sus poderes, de modo que era capaz de someter a toda bestia salvaje,
aun leones y tigres y elefantes, y se ganó el nombre de Domador de Todos. Él
llevaba las tres marcas de nacimiento de un emperador.
Pero
hasta ese momento no había llegado ningún mensajero del rey Dushyanta. Entonces
Kanva envió a Shakuntala con el niño a cargo de ermitaños a la corte; ella se
presentó ante el rey mientras daba audiencia, y le requirió que proclamara al
niño sucesor. Él respondió: «¡Nunca
me he casado contigo, oh mentirosa joven de la ermita! Nunca he visto antes tu
cara. Entonces, ¿crees que no hay hermosas jóvenes en la ciudad? Vete, y no
pidas que se te haga emperatriz.» Ella volvió: «¡Ah, rey, qué grande es vuestro
orgullo! Pero vuestras palabras son indignas de vuestro linaje. Vos pensasteis:
“No había nadie allí cuando yo desposé a Shakuntala.” Ese fue vuestro ardid.
Pero ahora que el mismo divino que vive en el corazón estaba allí, si y el Sol
y la Luna, y el Viento y el Fuego, el Cielo, la Tierra, las Aguas y el Señor de
la Muerte estaban allí juntos; esos trece testigos, contando al Día y la Noche,
los Crepúsculos y la Ley, no pueden ser engañados, sino que son conscientes de
todo lo que pasa. Yo no sé si será una penalización por un previo pecado por lo
que soy rechazada. Pero aquí está vuestro hijo totalmente perfecto; sin
embargo, ¡ ningún padre lo hace feliz! ¿No sentís amor hacia él que es vuestra
propia carne y tan apuesto como vos mismo? Realmente vuestro corazón es
malvado.»
«Ah,
Shakuntala», dijo el rey, «si fuera mi hijo yo estaría feliz. Pero mira, él es demasiado grande; en tan
poco tiempo ningún niño podría haber crecido tanto. No tengas esta pretensión
de mí y marcha.» Pero mientras el rey hablaba vino una voz del cielo:
«Maharajá»,
gritó, «este niño es tuyo. Shakuntala ha dicho la verdad.» Entonces Dushyanta
bajó desde su trono de león y cogió al Domador de Todos en sus brazos; a
Shakuntala le habló con lágrimas: «Madre Shakuntala, yo realmente me sentí
feliz cuando te vi. Fue por mi condición real que te rechacé; dado que ¿cómo
hubiera creído que éste era mi hijo y sucesor? Ahora la voz del cielo ha hecho
que la paternidad esté clara para todos, y él se sentará sobre mi trono de león
y me seguirá luego a mí como protector del mundo, y su nombre no será más
Domador de Todos, sino que será Bharata, debido a la voz divina», y le rogó a
Shakuntala que le perdonara; pero ella estaba quieta con las manos unidas y
mirada baja, demasiado contenta para contestar y demasiado tímida, ahora que
estaba todo bien.
El
valor de Bharata es la causa de que hoy exista el país de Bharata; la historia
por tanto es llamada el Mahabharata.
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