Mientras
los Pandavas vivían con su madre disfrazados de brahmanes en el pueblo de
Ekachakra, vinieron dos fieles amigos de su vida pasada silenciosamente a
visitarlos. Y por uno de ellos los príncipes supieron que Drupada, rey de los
Panchalas, había anunciado el swayamvara de
su hermosa hija Draupadi. Unas pocas palabras más fueron dichas acerca del
extraordinario encanto y dotes de la princesa de los Panchalas, y a la tarde,
cuando su visitante se había marchado, Kunti notó que sus hijos se habían
vuelto callados y apáticos. Entonces, adivinando la causa de su cambio de humor
mejor de lo que ellos mismos podrían haberlo hecho, dijo, con amable tacto, que
ella estaba cansada de Ekachakra y le agradaría reiniciar sus vagabundeos, si
sus hijos quisieran, en el país de los Panchalas.
Al
día siguiente todos se despidieron de su anfitrión, el brahmán de Ekachakra, y
partieron para Kampilya, la capital de Dmpada. Y mientras marchaban se
encontraron con un cierto brahmán que llevaba el mismo camino, quien les contó
acerca de la gran elección de pretendiente que se iba realizar para la princesa
del reino y del obsequio real que se daría a los sabios que se acercaran en esa
ocasión. Y los príncipes, haciendo como si oyeran estas cosas por primera vez,
se unieron a su grupo y anunciaron su intención de presenciar el swayamvara. Cuando llegaron a la ciudad
la recorrieron por un tiempo como visitantes y terminaron cogiendo sus
habitaciones en el cuarto de húespedes de un cierto alfarero.
Sucedía
que, desde la incursión de Drona y sus discípulos, Drupada había abrigado el
secreto deseo de que su hija Draupadi pudiera casarse con Arjuna. Pero nunca
había mencionado este deseo a nadie. Más aún, sin tener conocimiento de la
notoria muerte y pensando secretamente en él, hizo hacer un rígido arco e hizo
suspender un anillo a una considerable altura, anunciando que el que pudiera encordar
el arco y disparar una flecha a través del anillo tendría a la princesa por
esposa. Con estas palabras proclamó el swayamvara,
y los reyes, príncipes y grandes sabios comenzaron a surgir de todos
sitios. Incluso Duryodhana fue con su amigo Karna. Y a todos Drupada los
recibió con igual hospitalidad. Mientras tanto, los Pandavas estaban viviendo
como mendigos en la casa del alfarero, y nadie en la ciudad los reconoció.
Las
festividades inherentes de la boda real comenzaron y día tras día crecía el
entusiasmo, hasta que después de dieciséis días, cuando todo estaba en su
apogeo, el gran momento llegó. Entonces la princesa Draupadi, vestida y
adornada con joyas, entró en el recinto, sujetando un plato dorado sobre el
cual había una guirnalda de flores. Al entrar, toda la música fue detenida y
los brahmanes reales encendieron el fuego de sacrificio. Cuando todo estaba en
silencio, Dhrishtadyumna, su hermano gemelo, caminó hacia adelante junto a la
princesa y dijo en una voz tan grave y rica como la del mismo trueno: «¡Oh
vosotros monarcas que estáis reunidos hoy aquí, contemplad el arco, y allá está
el anillo! ¡El que pueda disparar cinco flechas a través del anillo —habiendo
nacido bello y con fuerte personalidad— obtendrá hoy a mi hermana por esposa!»
Entonces
volviéndose hacia la princesa, nombró a todos los reyes que eran candidatos a
su mano y le dijo que aquel que acertara el blanco debía ser el escogido por
ella. Y primero dijo el nombre de Duryodhana, y Karna fue mencionado, pero
nadie dijo los nombres de los Pandavas, quienes, irreconocibles para todos,
estaban presentes entre la multitud como brahmanes.
La contienda
Cuando
Dhrishtadyumna terminó de decir sus nombres, los reyes y príncipes se
levantaron de un salto, cada uno ansioso por ser el primero en encordar el
arco. Y al saltar a la arena y agruparse juntos en el punto de prueba, alguien
dijo que se veía a los mismos dioses en sus divinos carros confundiéndose en el
concurso. Uno detrás de otro, con sus corazones latiendo fuertemente, bajo la
mi-rada de Drupada y del mundo entero, cubiertos de gloria, los candidatos se
acercaban al lugar de tiro. Y algunos con los labios hinchados y los músculos
en tensión trabajaron mucho para encordar el arco, y uno detrás de otro, con
las coronas aflojadas y las guirnaldas quitadas, tuvieron que desistir sin
éxito, cayendo al suelo por la resistencia del arma. Entonces Kama, viendo la
mortificación de sus amigos y ansioso por mostrar la gloria de la
caballerosidad, se adelantó al sitio donde estaba el arco. Y viéndolo, cinco
supuestos brahmanes que estaban entre los espectadores respiraron hondo y
dieron a la princesa por perdida, porque no tenían duda de que Kama podía
encordar el arco de Drupada.
Pero
cuando los ojos de la princesa se posaron sobre el héroe ella exclamó con un
frío tono de desdén: «¡Yo no desposaré al hijo de un cochero!» Y oyéndola, Kama
sonrió un tanto amargamente, miró hacia el Sol y dejó a un lado el arco, que ya
había curvado hasta formar un círculo.
Pero
cuando el último de los monarcas estaba haciendo su intento y su consecuente
fracaso estaba siendo comentado acaloradamente por los espectadores, Arjuna,
con su manta de piel de ciervo, sus mechones enmarañados y su sagrado cordón,
se salió de entre la multitud de brahmanes que estaban sentados como
espectadores alrededor de la arena y se adelantó en dirección al estrado de
tiro. Fuertes murmullos, algunos de aprobación, otros de desaprobación, se
alzaron desde los brahmanes a derecha e izquierda de él. Dado que, viéndolo
como a uno de ellos, interpretaron mayormente su actitud como una inquietud
infantil que traería desgracia sobre todos ellos. Sólo unos pocos, notando su
clase y porte, tuvieron el coraje de gritar: «¡Bien, bien! ¡Haz el intento! »
Pero
mientras sus amigos hablaban, Arjuna llegó hasta el arco y se paró ante él como
una montaña. Luego, inclinando su cabeza en oración, caminó lentamente a su
alrededor. Entonces en un abrir y cerrar de ojos lo encordó, y entonces disparó
cinco flechas en rápida sucesión a través del anillo, derribando el blanco que
había sido colocado a gran altura.
La
algarabía que sucedió pareció venir de los cielos más que del anfiteatro. Los
brahmanes se levantaron excitados agitando sus pañuelos. Llovían flores desde
el cielo en todas direcciones. Y los bardos estallaron en alabanzas al héroe
que había ganado. Desde los asientos reales sobre la palestra el rey Drupada
sonrió en aprobación al joven brahmán que había acertado el blanco, y la
princesa Draupadi alzó sus ojos a Arjuna y así expresó silenciosamente que ella
lo cogía a él como su señor.
Pero
cuando el alboroto estaba en su apogeo Yudhishthira, con los gemelos Nakula y
Sahadeva, temiendo ser reconocidos si permanecían todos juntos en un sitio, se
levantaron y dejaron la reunión, dejando a Arjuna y Bhima solos. En menos
tiempo en que se esparcen las nubes por el cielo, el ánimo de la reunión
pareció cambiar.
Arjuna
había sido vestido por Draupadi con ropas blancas y la guirnalda de matrimonio,
y la aprobación del héroe por Drupada era evidente a todos los observadores.
Viendo esto, los reyes y príncipes que habían fracasado se llenaron rápidamente
de cólera. Ellos habían sido rebajados a la nada. Habían sido invitados para
ser insultados. Habían sido abiertamente rechazados con desprecio y, en cambio,
un brahmán había sido elegido por encima de sus cabezas. Cogiendo sus mazas,
los enojados contendientes se precipitaron juntos sobre Drupada, quien
retrocedió en ese momento entre la multitud de brahmanes. Pero viendo el
peligro de su anfitrión, Arjuna y Bhima se adelantaron a cubrirlo: Arjuna con
el todopoderoso arco, y Bhima, arrancando de raíz un gran árbol, blandiéndolo
listo para el asalto. Incluso Arjuna, acostumbrado como estaba a ver las
grandes hazañas de su hermano, se asombró al verle arrancar el árbol, mientras
que los monarcas retrocedieron absolutamente pasmados.
Los Pandavas son
reconocidos
Pero
había uno en la tribuna real, de nombre Krishna, un príncipe de los vrishnis y
primo por nacimiento de los príncipes Pandavas, que viendo esa proeza supo
rápidamente quiénes eran los supuestos brahmanes.
«¡Mira,
mira!», dijo a su hermano, que estaba a su lado. «Había oído que los Pandavas
habían escapado de la casa de resma, y tan seguro como que me llamo Krishna que
allí hay dos de ellos: Bhima y Arjuna!»
Mientras
tanto, los brahmanes, agitando sus vasijas de agua de cocotero y sus pieles de
ciervo, cerraron un círculo en torno a Drupada para protegerlo del ataque de
los caballeros, mientras Arjuna y Bhima se enfrentaron a ellos uno por uno en
combate individual. Y tal fue el disparo de flechas entre Karna y Arjuna que
durante varios minutos, cada uno era invisible al otro; y Karna se desvaneció
por pérdida de sangre, pero se recobró con mayor entusiasmo para la batalla que
antes. Todos admiraban la fuerza y agilidad de Bhima, quien podía coger un
héroe y lanzarlo a distancia y además lo hacía cuidando de no lastimarlo
demasiado.
Finalmente,
sin embargo, los reyes y los príncipes, con todo su buen humor restituido por
la lucha, se rindieron con alegría a sus oponentes brahmanes. Y llegó el
momento en que, Arjuna y Bhima, dejaron la muchedumbre y seguidos por la
princesa se diiigieron a encontrarse con su madre. Kunti mientras tanto había
estado esperando con gran ansiedad el regreso de sus dos hijos. ¡El día había
terminando y cuántas desgracias podrían haberles ocunido! Al fm, sin embargo,
en medio de una multitud de brahmanes, vio venir a Arjuna y Bhima. Llegando a
la puerta, ellos dijeron: «¡Ah, madre, observa lo que hemos conseguido como
limosna hoy!» Kunti, desde dentro de la casa, no habiendo visto todavía a la
ruborizada princesa que ellos le estaban enseñando, contestó: «¡Disfrutad todos
vosotros de lo que habéis traído!» Entonces vio a Draupadi y, abrazándola
cálidamente, le dio la bienvenida como hija. Así la princesa de los Panchalas
se convirtió en la novia de los Pandavas.
Pero
cuando todos estaban sentados juntos y en silencio en la casa del alfarero
llegaron dos visitantes —Krishna, el príncipe de los vrishnis, y Balarama, su
hermano—, quienes risueñamente les saludaron a todos como Pandavas, tocando los
pies de Yudhishthira como muestra de su alegría por ver que habían escapado de
la casa de resina. Entonces, para evitar que alguien los reconociera y el
disfraz de los Pandavas fuera descubierto, rápidamente se marcharon. Y la
princesa Draupadi procedió humilde y amorosamente bajo la dirección de Kunti a
preparar la comida para la cena de toda la familia. Y nadie advirtió que su
hermano, el príncipe Dhrishtadyumna, estaba escondido en una habitación
contigua para escuchar la conversación secreta de los supuestos brahmanes.
Y
cuando llegó la noche, los Pandavas, ya despiertos, discutieron entre sí de
armas divinas, carros de batalla, elefantes y temas militares. Y Dhrishtadyumna
partió con el amanecer para regresar con su padre e informarle sobre la
naturaleza del héroe que había arqueado el arco. Pero Drupada se adelantó
corriendo y salió a su encuentro, diciendo: «¡Dime! ¡Dime! ¿Era Arjuna el que
acertó el blanco?»
Sin
embargo, sólo después de que la boda se hubiese realizado en el palacio de
Drupada, admitiría Yudhishthira que él y sus hermanos eran en realidad los
príncipes Pandavas. Así, hasta que estuvo debidamente casada, Draupadi los
conoció sólo como los disparadores del arco, y quienesquiera que fueran, reyes
o brahmanes, ella los aceptó sobre esa base.
Pero
cuando Drupada supo que estaba ahora en alianza con los Pandavas, su alegría
era ilimitada y ya no temía a nadie, ni siquiera a los dioses. Y el rumor de la
huida de los Pandavas de la casa de resína y de su victoria en el swayamvara comenzó a esparcirse en los
reinos vecinos, y todos los hombres comenzaron a mirarlos como a aquellos que
han retornado de la muerte. Vidura mismo llevó la noticia a Dhritarashtra de
que los Pandava ahora estaban vivos y bien, y además dotados de muchos y
poderosos amigos.
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