Llegó
el momento en que Drona pensó en solicitar a quienes había estado enseñando lo
que se le debía como maestro. Entonces reunió juntos a todos sus discípulos, y
dijo: «Coged a Drupada, rey de Panchala, en la batalla, y traedlo aquí atado
hasta mí. Ésta es la única recompensa que deseo como vuestro maestro y
preceptor.»
La
iniciativa fue totalmente aceptada por los ansiosos jóvenes, y con alegría
juntaron un imponente conjunto de carros, armas y seguidores, y partieron hacia
la capital de Drupada, sin olvidar en su camino que iban a atacar a los
Panchalas. Príncipes y nobles avanzaban encantados de poder ostentar a su paso
su valor y sus habilidades. Y nunca esto fue más notable que cuando entraron
por las puertas de la ciudad y recorrieron con estrépito las calles de la
capital Drupada.
Oyendo
el clamor, el mismo rey se asomó a los balcones del palacio para ver el
espectáculo. Pero estos caballeros, dando gritos de guerra, le dispararon una
lluvia de flechas. Entonces Drupada, acompañado por sus hermanos, saliendo
ahora por las puertas del palacio sobre su blanco carro, se enfrentó él mismo a
la fuerza invasora. Sin embargo, a partir de ese momento Arjuna contuvo a sus
hermanos y a sí mismo de participar en lo que parecía una mera melée. Se dio cuenta de que el rey
Panchala, luchando en su propia capital, no sería vencido con tácticas de este
tipo, sino que éstas podían tener el efecto de fatigarlo y entonces sí sería la
oportunidad de los Pandavas para actuar.
Tal
como él lo había predicho, el carro blanco del rey era visto, ahora aquí, ahora
allí, siempre hacia adelante, y acercándose hacia el punto donde el peligro y
las incursiones de los invasores eran mayores, y durante esos rápidos
movimientos no dejaba de descargar sobre la tropa una tan constante y rápida
lluvia de flechas que los kurus comenzaron a ser presa del pánico y a pensar
que se estaban enfrentando, no a uno, sino a muchos Drupadas.
Para
entonces la alarma se había esparcido por la ciudad, y tambores y trompetas
comenzaron a sonar en cada casa, mientras los hombres salían, con sus armas
listas, para asistir a su rey. Entonces surgió de la gran multitud de los
Panchalas un terrible rugido, mientras el sonar de las cuerdas de los arcos
parecía hendir los mismos cielos. Una nueva y feroz respuesta surgió por un
momento de los guerreros invasores, pero siempre que se disparaba una flecha
parecía estar Drupada en persona para contestarla. El estaba aquí, allá y en
todas partes, y moviéndose a toda velocidad sobre el campo de batalla, como una
feroz rueda, atacó a Duryodhana, y también a Karna, y les hirió, amainando con
verdadero derecho su sed de batalla, tanto que, viendo a la multitud de
ciudadanos a que se oponían, los Kurus quebrantados huyeron con un gemido hasta
donde estaban los Pandavas esperando.
El poder de Arjuna
Apresuradamente
los Pandavas, venerando a Drona, subieron a sus carros. El liderazgo cayó sobre
Arjuna, como por instinto, y él, prohibiendo a Yudhishthira luchar o exponerse,
rápidamente asignó a los gemelos, sus hermanos menores, protectores de las
ruedas de su carro, mientras que Bhima, siempre luchando en la vanguardia,
corrió hacia adelante, maza en mano, para liderar el ataque. Así, como la
figura de la muerte, Arjuna entró en la multitud de los Panchalas. Bhima con su
porra comenzó a matar los elefantes que los cubrían. Y la batalla se volvió
feroz y terrible de observar. Arjuna eligió al rey y a su general para
atacarlos personalmente. Entonces consiguió voltear su mástil, y cuando éste
había caído saltó del carro, y dejó a un lado su arco para cambiarlo por la
espada, y con ella cogió a Drupada, el rey, con tanta facilidad como un gran
pájaro coge a la serpiente de agua.
Habiendo
así exhibido su poder en la presencia de ambas multitudes, Arjuna dio un fuerte
grito y avanzó saliendo de entre los Panchalas, llevando con él a su cautivo.
Ante esta visión los Kurus enloquecieron y hubieran devastado toda la capital
de los Panchalas, pero Arjuna con una fuerte voz les cohibió. «Drupada», dijo,
«es nuestro amigo y aliado. Lo hemos vencido a él personalmente para satisfacer
a Drona. ¡Bajo ningún concepto vamos a matar a su gente! »
Entonces
todos los príncipes juntos, trayendo con ellos a sus cautivos, volvieron adonde
se encontraba Drona, y dejaron ante él a Drupada, junto con muchos de sus
ministros y amigos.
La venganza de Drona
Drona
se rió tranquilamente ante el rey que una vez había sido su amigo. «No temas,
oh rey», dijo; «tu vida será perdonada. Pero ¿no te interesaría cultivar mi
amistad?» Entonces, por un momento, hubo un silencio. Abriendo otra vez sus
labios dijo: «En realidad, Drupada, yo te amo hoy tanto como antiguamente en
nuestra niñez y aún deseo tu amistad. Tú me dijiste, ay de mí, que sólo un rey
podía ser amigo de un rey, y por esa razón te restituiré sólo parte de tu
territorio, de modo que, siendo rey yo mismo, podré disfrutar de tu afecto en
condiciones de igualdad. Tú serás rey de todas las tierras que se encuentran al
sur del río Ganges, y yo reinaré sobre las del norte. Y ahora, Drupada, ¿te
humillarías a distinguirme con tu amistad?»
Con
estas palabras Drona liberó a Dmpada y le confirió la soberanía de la mitad de
su propio reino, aquellos territorios que se encontraban al sur del Ganges.
Drupada,
con muchas disculpas, le aseguró su profunda admiración y respeto. Pero en su
propia mente la lección que el mortificado rey llevó al corazón fue la de la
superioridad de recursos de su viejo amigo, y desde ese momento deambuló en
todas direcciones, aun como Drona había ido a Hastinapura, con la esperanza de
descubrir algún poder oculto u otro medio, por devoción u otra forma, para
obtener un hijo que pudiera tener éxito en una venganza contra el hombre que le
había humillado. Y sucedió que su enemistad hacia Drona creció con el tiempo
hasta ser uno de los principales motivos en la vida de Drupada, rey de los
Panchalas.
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