Al
igual que las leyendas del Ciclo del Ulster giran alrededor de la mítica figura
de CuChulainn, así las del Ciclo de Finn McCumhall, conocido también como Ciclo
de los Fianna o de Ossián (fon.: Oissín) lo hacen en derredor de la imagen de
Finn, hijo de Cumhaill, bardo a la vez que guerrero, y considerado el autor
material de la mayoría de los relatos. Respecto de la ubicación histórica,
mientras que los hechos del Ulster se asume que han ocurrido en forma
contemporánea al nacimiento de Cristo, los acontecimientos fennianos se suponen
ocurridos durante el reinado del rey Cormac McArt, quien vivió estimativamente
alrededor del siglo III de nuestra época.
Durante este período, los Fianna de Irlanda, especie de Orden Militar
integrada básicamente por miembros pertenecientes a dos clanes dominantes, el
de los Bascna y el de los Morna, fueron, según la tradición, los encargados de
servir al Eminente Monarca de Erín,1 y de repeler a los invasores
foráneos, bajo la capitanía, a lo largo de casi toda su existencia, de Finn
McCumhaill.
La llegada
de Finn a la jefatura de los Fianna
Al igual que la mayoría de los héroes irlandeses, Finn McCumhaill
tenía una ascendencia parcialmente relacionada con los
clanes de la diosa Dana; su madre, Murna (La Dama del Níveo Cuello), era nieta
de Nuadha El de la Mano de Plata, y su padre, Cumhaill, hijo de Trenmór (fon.:
Tremmuir), era jefe del clan Bascna cuando fue derrotado y asesinado durante la
batalla de Knock, que tuvo lugar entre su clan y el de los Morna por el
liderazgo de la Orden de los Fianna.
Murna, luego de la derrota y muerte de Cumhaill, se refugió en la
foresta de Slieve Bloom, donde dio a luz a un niño al que ella bautizó Demna.
Por temor a que los integrantes del clan Morna lo localizaran y lo mataran, su
madre lo entregó para su crianza a dos ancianas campesinas de Wildwood,
mientras que ella se unía en matrimonio al Rey de Kerry. Con el correr del
tiempo, sin embargo, el joven, al llegar a la pubertad, fue rebautizado Finn
(el Rubio), a causa de la blancura de su piel y su dorado cabello, y con ese
nombre se lo conoció de allí en adelante.
Su primer hecho de guerra conocido fue el de matar a Lia, custodio del
tesoro de los Fianna, y de apoderarse de él, tras de lo cual partió en busca de
Crimmal, un hermano de su padre quien, junto a otros pocos ancianos,
sobrevivientes de los jefes del clan Bascna, habían escapado a la matanza de
Knock. Los encontró viviendo una vida miserable en los bosques de Connaught, y
les entregó el botín perteneciente a los Fianna, proporcionándoles, además, una
guardia armada integrada por un grupo de jóvenes que reclutó en los pueblos
próximos y que serían los encargados de formar las nuevas falanges Fianna.
Por su parte, se dirigió a estudiar poesía y ciencia bajo la tutela de
un viejo druida, de nombre Finnegas, que solía frecuentar los bosques de robles
de las riberas del río Boyne. Allí, en un tranquilo remanso, bajo los bosques
de avellanos de los cuales caían a la corriente los Frutos del Conocimiento,
vivía Finntan, el Salmón de la Sabiduría, del cual se decía que "quien
comiera de su carne sería el depositario de toda la sabiduría del
Universo".
Durante muchos años había tratado infructuosamente Finnegas de atrapar
este salmón, sin lograrlo hasta que Finn llegó a convertirse en su discípulo.
Pero a los pocos días de hacerlo, el druida logró pescar el pez, y lo entregó a
su alumno para que lo cocinara, pidiéndole que no comiera ni una porción de él,
sino que se limitara a avisarle cuando estuviera listo. Sin embargo, cuando el
muchacho le trajo el pez, Finnegas advirtió que su apariencia había cambiado.
—¿Has probado el salmón? —preguntó a su discípulo.
—Ni una pizca —contestó el muchacho—, pero cuando intenté darlo vuelta
en el asador, me quemé el pulgar con él y lo llevé a mis labios para calmar el
dolor.
—Pues toma el Salmón de la Sabiduría y termina de comerlo —le dijo
entonces el druida—, pues la profecía se ha cumplido en tu persona. Y luego
vete, pues ya no tengo nada que enseñarte.
Y cuentan los hombres sabios —asegura la leyenda— que al término de
aquella comida Finn se había convertido en un hombre tan sabio como fuerte y
valiente era de joven, y que cuando quería adivinar lo que iba suceder, o lo
que estaba pasando en algún lugar distante, sólo tenía que llevarse su dedo
pulgar a la boca y morderlo, para que el conocimiento de lo que quería saber se
hiciera accesible para él sin más demora.
Por aquel entonces el liderazgo de los Fianna de Erín recaía en manos
de Goll, un integrante del clan Morna, pero Finn, habiendo llegado a la
madurez, deseaba ocupar el lugar de su padre Cumhaill a la cabeza de la Orden,
para lo que se dirigió a la ciudad de Tara y, durante la Gran Asamblea, se sentó
junto a los guerreros del rey y las tropas de los Fianna. El rey lo aceptó de
buena gana y Finn le juró obediencia eterna, juramento que tuvo ocasión de
confirmar poco tiempo después, al llegar la época del año en que Tara se veía
atacada por un duende o demonio que llegaba hacia el anochecer, arrojando sobre
la ciudad bolas de fuego que provocaban incendios por doquier. Para agravar el
problema, ninguno de los guerreros del rey podía combatirlo, porque el maligno
demonio llegaba precedido por la música de su arpa, la cual tañía tan
dulcemente que todos los que la escuchaban se sumían en un sueño inefable,
olvidando todo lo demás sobre la tierra. Cuando Finn se enteró del problema, se
dirigió al rey y le dijo:
—Si derroto al duende, ¿tendré el cargo de mi padre como capitán de
los Fianna?
—¡Por supuesto! —aceptó inmediatamente el soberano—. Lo aseguro bajo
solemne juramento.
Una vez obtenida la promesa, Finn se reunió con un antiguo e
insobornable hombre de armas de su padre, de nombre Fiacha, que poseía una
lanza mágica con la propiedad de que, si se tocaba con su hoja desnuda la
frente de un hombre antes de comenzar una batalla, éste se veía
instantáneamente poseído por una furia guerrera de tal magnitud que lo hacía
invencible en combate.
Con esta arma en las manos y ansioso por usarla, Finn se apostó a
esperar la llegada del duende en las murallas de Tara, y allí se encontraba
cuando el sol comenzó a ocultarse y las nieblas del crepúsculo empezaron a
levantarse de los prados alrededor de la sagrada colina de Tara.2
Sin embargo, una inquietante visión dispersó violentamente el encanto de la
hora: una sombra ominosa se movía sigilosamente hacia el castillo, precedida
por las notas mágicas de un arpa.
Un suave sopor comenzó a invadir insidiosamente sus músculos, pero un
toque de la hoja de la lanza sobre su frente lo liberó del hechizo,
permitiéndole ver la figura del duende que se abalanzaba sobre él. Rápidamente
Finn se recuperó y, tomando la lanza, mató al engendro y le cortó la cabeza,
que presentó al rey, reclamando lo prometido.
Así fue como Cormack McArt nombró a Finn McCumhaill al frente de la
Orden de los Fianna, exigiendo a sus hombres que juraran obediencia a su nuevo
jefe, o que buscaran ocupación en otro servicio.
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