La supremacía de Shiva
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sta historia es relatada
por Brahma en respuesta a una pregunta de los dioses y los rishis:
«En la noche de Brahma, cuando todos los
seres y todos los mundos concuerdan juntos en un igual e inseparable silencio,
el gran Narayana, alma del universo, con mil ojos, omnisciente, siendo y
no-siendo indistintamente, reclinándose en las aguas informes, soportado por
Infinito, la serpiente de mil cabezas; y yo, movido por su encanto, toqué el
ser eterno con mi mano y pregunté: “i,Quién eres tú? Habla.” Entonces el de los
ojos de loto me miró con una mirada somnolienta, y entonces se levantó sonrió y
dijo: “Bienvenido, mi niño, tú, brillante gran señor.” Pero ante esto recogí la
ofensa y dije: “Oh dios sin pecado, ¿me llamas niño como un maestro a un
discípulo, a mí, que soy la causa de la creación y la destrucción, constructor
de los innumerables mundos, la fuente y el alma de todo? Dime por qué me dices
tontas palabras.” Entonces Vishnu contestó: “¿No sabes que yo soy Narayana,
creador, preservador y destructor de los mundos, el varón eterno, la inmortal
fuente y centro del universo? Dado que tú has nacido de mi propio imperecedero
cuerpo.”
»Siguió
una acalorada discusión entre ambos sobre el informe mar. Entonces para
terminar nuestra disputa apareció ante nosotros un glorioso y radiante lingam, una feroz columna, como de cien
fuegos capaces de consumir el universo, sin inicio, mitad, o fin, incomparable,
indescriptible. El divino Vishnu, perplejo por sus mil llamas, me dijo a mí que
estaba tan atónito como él: “Busquemos sin demora de dónde proviene la fuente
de este fuego. Yo descenderé; asciende tú con todo tu poder.” Entonces se
convirtió en un verraco, como una montaña de colirio azul, de unas mil leguas
de ancho, colmillos afilados, gran morro, fuerte gruñido, cortos pies,
victorioso, fuerte, incomparable, y se zambulló abajo. Durante unos mil años
corrió así hacia abajo, pero no encontró ninguna base del monolito (columna).
Mientras tanto yo me convertí en un cisne, blanco y con ardientes ojos, con
alas a cada lado, rápido como el viento, y subí unos mil años, buscando
encontrar el fin del pilar, pero no lo encontré. Entonces volví y encontré otra
vez al gran Vishnu, agotado y desconcertado, en su camino hacia arriba.
»Entonces
Shiva se paró frente a nosotros y nosotros nos inclinamos a él, cuya magia nos
tenía engañados, mientras se alzó alrededor de ellos en todos los lugares el
sonido bien articulado de “Orn”, claro y duradero. A él Narayana le dijo:
“Feliz ha sido nuestro conflicto, dado que tú, Dios de los dioses, has
aparecido para terminarlo.” Shiva contestó a Vishnu: “Tú eres realmente el
creador, preservador y destructor de los mundos; tú, mi niño, mantienes el
mundo tanto en movimiento como en quietud. Dado que yo, el indivisible Señor
Superior, soy tres, Brahma, Vishnu y Ru-dra, quienes crearon, mantienen,
destruyen. Saluda a este Brahma, dado que él nacerá de ti en una edad
posterior. Entonces seremos ambos vistos por ti otra vez.” Con eso el Gran Dios
desapareció. Luego de eso se estableció el rezo de la columna (monolito) en los
tres mundos.»
Sati
Hace
mucho tiempo hubo un jefe de los dioses llamado Daksha. Él se casó con Prasuti,
hija de Manu; ella le dio dieciséis hijas, de las cuales la más joven, Sati, se
convirtió en esposa de Shiva. Ésta fue una cuestión desagradable para su padre,
dado que él tenía un resentimiento contra Shiva, no sólo por la mala reputación
de sus hábitos, sino porque en la ocasión de un festival al que había sido
invitado, no ofreció homenaje a Daksha. Por esta razón Daksha había hecho el
juramento, en contra de Shiva, de que no recibiría porción alguna de las
ofrendas hechas a los dioses. Un brahmán del grupo de Shiva, sin embargo, hizo
el juramento contrario: que Daksha desperdiciaría su vida entre placeres
materiales y ritos ceremoniales, y que tendría la cara como de cabra.
Mientras
tanto Sati creció y entregó su corazón a Shiva, adorándolo en secreto. Ella
alcanzó la edad de casarse, y su padre celebró un swayamvara, o propia elección, para ella, al que invitó a dioses y
príncipes de sitios lejanos y cercanos, excepto a Shiva. Entonces Sati fue llevada
a la gran asamblea, con la corona en la mano. Pero en ninguna parte, ni entre
hombres ni dioses, se veía a Shiva. Entonces, con desesperación, ella arrojó la
corona al aire, llamando a Shiva para que la recibiera; y entonces sí se le
pudo ver parado en el medio de la pista con la guirnalda alrededor de su
cuello. Daksha no tuvo otra opción que realizar el matrimonio, y Shiva se largó
con Sati a su hogar en Kailas.
Kailas
estaba muy lejos, más allá del blanco Himalaya, y allí Shiva vivía con pompa
real, adorado por los dioses y los rishis; pero más frecuentemente pasaba su
tiempo vagando por las colinas como un mendigo, sucio de cenizas, y con Sati
vistiendo ropas hechas jirones; algunas veces él era también visto en las
tierras crematorias, rodeado de diablillos y participando en horribles ritos.
Un
día Daksha organizó un gran sacrificio de caballo, e invitó a todos los dioses
a venir y a compartir las ofrendas, omitiendo a Shiva. Las principales ofrendas
serían hechas a Vishnu. Poco después Sati observó la marcha de los dioses, al
partir a visitar a Daksha, y, volviéndose a su señor, ella preguntó: «¿Por qué
motivo, oh señor, parten los dioses, encabezados por hidra? Yo me pregunto:
¿Hacia dónde van?» Entonces Mahadeva contestó: «Radiante dama, el buen
patriarca Daksha ha preparado un sacrificio de caballo, para allí marchan.»
Ella le preguntó: «¿Por qué no vas tú también a esa gran ceremonia?» Él
contestó: «Ha sido decidido entre los dioses que yo no participe en esas
ofrendas como las que son hechas en sacrificios.» Entonces Devi estaba enojada
y exclamó: «¿Cómo puede ser que él, que vive en cada ser, que es inalcanzable
en poder y gloria, sea excluido de los sacrificios? ¿Qué penitencia, qué
obsequio debo hacer para que mi señor, que trasciende todos los pensamientos,
reciba una participación, un tercio o una mitad, del sacrificio?» Entonces
Shiva sonrió a Devi, contento por su afecto, pero dijo: «Estas ofrendas son de
pequeña importancia para mí, dado que sacrifican para mí aquellos quienes cantan los himnos de Samaveda; los sacerdotes son los que ofrecen el sacrificio de real
sabiduría, donde no hace falta ningún brahmán que oficie; ésa es mi porción.» Dcvi contestó: «No es
difícil para mí disculparme ante mujeres. No obstante, deberías permitirme por
lo menos ir a la casa de mi padre en esta ocasión.»
«i,Sin
invitación?», preguntó él. «Una hija no necesita invitación para ir a la casa
de su padre», respondió ella. «Entonces que así sea», contestó Mahadeva, «pero
ten presente que esto traerá problemas; dado que Daksha me insultará en tu
presencia.»
Entonces
Devi partió a la casa de su padre, y allí ella fue recibida, pero sin honores,
dado que ella cabalgaba sobre el toro de Shiva y vestía un traje de mendigo.
Ella protestó por el desdén de su padre hacia Shiva; pero Daksha estalló en
furiosos insultos y lo ridiculizó como el «rey de duendes», el «mendigo», el
«hombre de las cenizas», el «yogui de cabello largo». Sati contestó a su padre:
«Shiva
es el amigo de todos; nadie salvo tú habla mal de él. Los devas saben todo lo
que tú dices, y sin embargo lo adoran. Pero una esposa, cuando su señor es
insultado, si ella no puede matar a los malvados que lo han hecho, debe
abandonar el lugar, tapando sus oídos con sus manos, o, si ella tiene poderes,
debería entregar su vida. Esto es lo que haré, dado que estoy avergonzada de
deber este cuerpo a alguien como tú.» Entonces Sati liberó el fuego interior
que la consumía y cayó muerta a los pies de Daksha.
La ira de Shiva
Narada
llevó la noticia a Shiva. Él se encendió de ira y tiró violentamente de un
mechón de cabellos de su cabeza, ardiendo con energía, y lo lanzó al suelo. El
terrible demonio Virabhadra saltó de él; su alto cuerpo alcanzó la altura de
los cielos, era oscuro como una nube, tenía unos mil brazos, tres encendidos
ojos y ardientes cabellos; llevaba una guirnalda de calaveras y terribles
armas. Este demonio se inclinó ante los pies de Shiva y le preguntó cuál era su
voluntad. Él respondió: «Lleva mi ejército contra Daksha y destruye su
sacrificio; no temas a los brahmanes, dado que tú eres una porción de mí
mismo.» Entonces este temerario mensajero apareció con los ganas de Shiva en el medio de la asamblea de Daksha como una
tormenta de viento. Rompieron las vasijas de sacrificio, diseminaron las
ofrendas e insultaron a los sacerdotes; fmalmente Virabhadra cortó la cabeza de
Daksha y los suyos, pisotearon a hidra, rompieron el bastón de Yama y
esparcieron dioses por todos sitios; después regresaron a Kailas. Shiva estaba
sentado inmóvil, sumergido en los más profundos pensamientos, olvidado de lo
que había sucedido.
Los
dioses vencidos buscaron a Brahma y le pidieron consejo. Él, lo mismo que
Vishnu, se habían abstenido de ir al festíval, porque habían previsto lo que
sucedería. Brahma aconsejó a los dioses hacer la paz con Shiva, quien podía
destruir el universo a su antojo. Brahma mismo fue con ellos a Kailas.
Encontraron a Shiva sumergido en profunda meditación en el jardín de los
kinnaras llamado Fragrant, bajo un gran gomero de unas cien leguas de altura,
con ramas que se esparcían cuarenta leguas a cada lado. Brahma le rogó que
perdonara a Daksha y que devolviera la salud (sanara los brazos y piernas de) a
los dioses y a los rishis, «dado que», dijeron, «las ofrendas son para ti;
recíbelas y permite que los sacrificios sean completados». Entonces Shiva
respondió: «Daksha no es sino un niño; no pienso en él como en alguien que ha
cometido pecado. Su cabeza, sin embargo, ha sido quemada; pondré sobre él una
cabeza de cabra y los miembros destruidos serán sanados.» Entonces los devas
agradecieron a Shiva por su amabilidad y le invitaron al sacrificio. Daksha le
observó con reverencia, el rito fue celebrado debidamente, y también apareció
Vishnu cabalgando sobre Garuda. Él habló a Daksha diciendo: «Sólo los incultos
me consideran a mí y a Shiva como diferentes; él, yo y Brahma somos uno,
asumiendo nombres diferentes para la creaciÓn, preservación y destrucción del
universo. Nosotros, como el mismo triple, esparcimos a todas las criaturas: el
sabio por ello considera a todos los de--más como a ellos mismos.»
Entonces
los dioses y rishis saludaron a Shiva y Vishnu y Brahma, y partieron a sus
sitios; pero Shiva volvió a Kailas y cayó otra vez en su sueño.
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