La historia mítica de la célebre pareja, formada por Hero y Leandros, se
forjó en la oscura noche de los tiempos, cuando el embravecido océano se tragó
la vida de uno de los dos amantes para, llegada la mañana y la calma, arrojar su
cuerpo a los pies del otro que ya desesperaba ante su ausencia. El dios Neptuno,
dueño y señor de las aguas, ¿cómo permitiría tan execrable crimen? Acaso los
mortales no deban fiarse de los dioses pues, en realidad, nada malo hacía
Leandros cruzando cada noche el mar, para reunirse con su amada Hero, y
retornar al lugar de origen cuando el alba era llegada.
El relato de los hechos lo narra el gran cantor Ovidio con la fuerza lírica
que le caracteriza. La tragedia de Leandros y Hero comienza, no obstante, de
forma feliz. Aquél era un joven valeroso que vivía en una ciudad situada en el
lado asiático del estrecho de los Dardanelos. Mientras que la segunda era una de
las más hermosas sacerdotisas que formaban la corte de la diosa del amor, y
vivía en otra ciudad situada en la zona europea del estrecho. Ambos se querían
por encima de fronteras convencionales o geográficas y hacían todo lo posible
por reunirse diariamente.
Era Leandros quien, henchido de valor, cruzaba a nado cada noche las frías
aguas del Helesponto para encontrarse con su amada. Esta, desde la otra orilla,
mantenía siempre avivada la llama de un farol, colocado en la torre más alta de
su propia morada, para orientar a su amante. Mas, una noche tormentosa, en la
que el mar aparecía embravecido, y soplaba un viento huracanado, el farol de
Hero se apagó y la muchacha no pudo encenderlo. Mientras tanto, Leandros
nadaba sin rumbo alguno, y era zarandeado con fuerza por el temporal hasta
que, cansado y exhausto, se ahogó sin ver la luz que, en vano pretendía encender
su amada. A la mañana siguiente, Hero se hallaba en la atalaya atisbando el
horizonte y como intuyendo un mal presagio, cuando descubrió, allá abajo, el
cuerpo exánime de su amado flotando sobre aquellas fatídicas aguas. La joven
no pudo sobreponerse a su desdicha y, presa de desesperación, con el sólo
propósito de reunirse con su amado, se tiró al mar desde la alta torre en que se
hallaba subida, y se ahogó.
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