Manasa
Devi era la hija de Shiva y una hermosa mujer mortal. Ella no era la favorita
de su madrastra, Bhagavati, o Parvati, la esposa de Shiva; por eso ella cogió
su morada en la Tierra con otra hija de Shiva, llamada Neta. Manasa deseaba
recibir la adoración debida a las diosas; ella sabía que no sería fácil obtener
esto si ella pudiera una vez afianzar la devoción de un príncipe-mercader muy
poderoso y rico de Champaka Nagar, llamado Chand Sadagar. Durante largo tiempo
ella intentó persuadirle, pero él era un resuelto devoto del mismo Shiva, a
quien no iba a abandonar por una diosa de serpientes. Dado que Manasa era diosa
y reina de las serpientes. Chand había hecho un hermoso jardín en las afueras
de la ciudad, un verdadero paraíso terrenal, donde acostumbraba tomar el aire y
disfrutar de las flores cada tarde. La primera cosa que Manasa hizo fue
enviarle sus serpientes para reducir su jardín a cenizas. Pero como Chand había
recibido del mismo Shiva el poder mágico de restituir los muertos a la vida,
era para él una cuestión fácil restituir a los jardines toda su belleza
meramente pronunciando los hechizos apropiados. Manasa apareció seguidamente a
Chand en la forma de una niña hermosa, tan plateada y radiante que incluso el
mismo mediodía se escondía detrás de las nubes cuando la veía. Chand se enamoró
locamente de ella, pero ella no oiría una palabra de él hasta que le prometió
conferir sus poderes mágicos sobre ella; y cuando lo hizo, ella se desvaneció y
apareció en el cielo con su propia forma, y dijo a Chand: «Esto no es
casualidad, ni tampoco el curso de la naturaleza.» Pero él no escucharía.
Entonces ella destruyó otra vez su jardín. Pero Chand ahora envió por su amigo
Shankara, un gran mago, que muy pronto revivió las flores y árboles e hizo al
jardín tan bello como antes. Entonces Manasa consiguió matar a Shankara con
astucia, y destruyó el jardín por tercera vez; ahora no había remedio. Cada vez
que uno de esos infortunios caía sobre Chand ella susurraba en su oreja: «No es
por casualidad…»
Entonces ella envió serpientes para matar
cada uno de sus seis hijos; a la muerte de cada uno ella susurraba en la oreja
de Chand diciendo: «Adórame ahora y yo me portaré bien.» Chand era un hombre
obstinado y, triste como estaba, no se rendiría. Por el contramo, preparó sus
barcos para un viaje comercial y partió. Éste fue muy exitoso, y estaba
aproximándose a casa, con un cargamento de tesoros y bienes, cuando una
tormenta cayó sobre sus barcos. Chand inmediatamente rogó a Bhagavati, la
esposa de Shiva, y ella protegió sus barcos. Manasa, sin embargo, protestó ante
su padre que esto no era justo. «¿No está suficientemente contenta con
desterrarme del cielo, sino que además tiene que interferir en todas mis
acciones?» Entonces Shiva persuadió a su esposa a regresar con él al cielo.
Comenzó a gritar: «Por las cabezas de tus hijos favoritos, Ganesh y Kartikkeya,
debes venir inmediatamente, Bhagavatio…»
«¿O
qué?», dijo ella.
«Bueno,
no importa», respondió el; «pero, mi querida, deberías ser razonable. ¿No sería
justo que Manasa tuviera su propio camino por una vez? Después de todo, ella ha
sido muy malamente rechazada y tú puedes permitirte ser generosa.»
Entonces
Bhagavati se marchó con Shiva, el barco se hundió, y Chand fue dejado en el mat
Manasa no tenía intención de dejarlo ahogar, de modo que ella echó su trono de
loto dentro del agua. Pero Manasa tenía otro nombre, Padma, y esto también es
el nombre del loto; entonces Chand que vio que el objeto flotante con el que se
iba a salvar era realmente padina lo
dejó sólo, prefiriendo ahogarse a recibir ayuda de algo que llevara el odiado
nombre de su enemigo. Pero ella susurró: «Adórame ahora, y yo me portaré bien.»
Chand
podía estar totalmente deseoso de morir; pero esto no conformaría a Manasa en
absoluto; ella lo llevó hasta la costa. Observando, vio que había llegado a la
ciudad donde un viejo amigo, Chandraketu, tenía su casa. Allí fue tratado muy
amablemente, y comenzó a recobrarse un poco; pero muy pronto descubrió que
Chandraketu era devoto a Manasa, y que su templo estaba adjunto a la casa.
Inmediatamente él partió, tirando incluso las vestimentas que su amigo le había
ofrecido para cubrirse.
Mendigó
comida y, yendo río abajo, tomó un baño. Pero mientras se estaba bañando Manasa
envió un gran ratón, que comió toda su arroz, de modo que él no tenía nada para
comer salvo algunas cáscaras de banana crudas dejadas por unos niños en la
orilla del río. Entonces consiguió trabajo como cosechero y trillador en la
familia de un brahmán; pero Manasa se le subió tanto a la cabeza que trabajó
con total estupidez, y su jefe le despidió. Pasó mucho tiempo hasta que
encontró su camino de vuelta a Champalca Nagar, y odiaba a Manasa Devi más que
nunca.
Ahora
Manasa tenía dos grandes amigos, apsaras de los cielos de Indra. Ellos se
dedicaron a convencer al obstinado mercader. Uno iba a renacer como hijo de
Chand, el otro como hijo de Saha, un mercader de Nichhani Nagar conocido de
Chand. Cuando Chand llegó a su hogar encontró que sus esposas le habían
obsequiado con un hermoso niño, y cuando llegó el momento de su matrimonio no
había nadie tan hermosa y rica como Behula, la hija de Saha. Su caza era como
un loto abierto, su cabello caía hasta sus tobillos y sus puntas terminaban en
los más hermosos rizos; ella tenía los ojos de un ciervo y la voz de un
ruiseñor, y podía bailar mejor que cualquier joven bailarina en toda la ciudad
de Champaka Nagar.
Desafortunadamente,
los astrólogos predijeron que el hijo de Chand, cuyo nombre era Lakshmindara,
moriría de la mordida de una serpiente en la noche de su boda. Todo ese tiempo,
por supuesto, los dos apsaras habían olvidado su naturaleza divina, y sólo se
consideraban a sí mismos comunes mortales muy enamorados; también eran muy
devotos al servicio de Manasa Devi. La esposa de Chand no permitiría que el
matrimonio fuera pospuesto, de modo que Chand debió continuar con los
preparativos, aunque estaba totalmente seguro de que Manasa intentaría meterse
en este asunto para satisfacer sus deseos. Sin embargo, hizo construir una casa
de acero, teniendo cuidado de que no hubiera fisuras lo suficientemente grandes
para permitir que entrase un alfiler. La casa fue vigilada por centinelas con
espadas desenvainadas, ocas y pavos reales fueron dejados sueltos en el parque
alrededor, y todos saben que estas criaturas son enemigos mortales de las
serpientes. Aparte de esto, hechizos, antídotos y venenos para serpientes
fueron esparcidos por todos los rincones.
Pero
Manasa se presentó al artesano que construyó la casa y le amenazó con matar a
él y a su familia si no hacía un pequeño agujero en la pared de acero. Él era
muy reacio a hacerlo, dado que decía no poder traicionar a su patrón; fmalmente
se rindió por puro miedo, e hizo el agujero del tamaño de un cabello,
escondiendo la abertura con un poco de carbón en polvo.
Entonces
llegó el día de la boda, y fueron muchos los malos augurios: la guirnalda de
boda del novio se cayó de su cabeza, el poste del pabellón de la boda se
rompió, Behula accidentalmente se borró la marca de su propia frente después de
la ceremonia como si ya se hubiera convertido en una viuda.
Finalmente
las ceremonias acabaron, y Lakshmindara y Behula fueron dejados solos en la
casa de acero. Behula escondió su cara entre sus manos, ya que era demasiado
tímida para mirar a su esposo y dejarle abrazarla, y él estaba tan cansado por
el largo ayuno y ceremonias del matrimonio que se dunnió. Behula estaba igual
de cansada, pero ella se sentó junto a la cama y observó, dado que le parecía
demasiado bueno para ser cierto que algo tan hermoso como Lakshmindara fuera
realmente su marido; él le parecía a ella un dios en un santuario. De repente
vio aparecer una abertura en la pared de acero, y una gran serpiente se
arrastró adentro; algunas de las serpientes de Manasa tenían el poder de
apretarse dentro del espacio más minúsculo y luego expandirse a voluntad. Pero
Behula ofreció algo de leche a la serpiente, y mientras estaba bebiendo,
deslizó un cordón sobre su cabeza y lo ajustó. Lo mismo sucedió con otras dos
serpientes. Entonces Behula se sintió tan cansada que no pudo mantenerse
despierta; se sentó en la cama con los ojos cerrados, abriéndolos
intermitente-mente con una sacudida para mirar el agujero en la pared.
Finalmente se durmió del todo estirada a los pies de Lakshmindara. Entonces
entró la serpiente Kal-nagini, la misma que había destruido el jardín de recreo
de Chand, y mordió al novio dormido; él gritó a Behula, y ella despertó justo a
tiempo para ver la serpiente saliendo por el agujero en la pared.
Por
la mañana la madre de Lakshmindara fue a la cámara nupcial y lo encontró
muerto, mientras Behula sollozaba a su lado. Todos culparon a Behula, dado que
no creyeron que una serpiente pudiera entrar en la casa de acero; pero un
momento más tarde vieron las tres serpientes atadas y luego vieron que el novio
había muerto de mordida de serpiente. Pero Behula no atendía a lo que ellos
decían, debido a que ella hubiera deseado por lo menos no haberse negado a la
primera y última petición de su marido cuando ella había sido demasiado tímida
para dejarle abrazarla.
Era
la costumbre que cuando alguien moría de mordida de serpiente su cuerpo no
fuera quemado, sino botarlo sobre una balsa, con la esperanza de que, tal vez,
un habilidoso físico o encantador de serpientes encontrara el cuerpo y le
devolviera la vida. Pero cuando la balsa estuvo lista Behula se sentó junto al cuerpo
y dijo que ella no lo dejaría hasta que el cuerpo fuera restituido a la vida.
Nadie quería en realidad que eso pudiera pasar, y ellos pensaban que Behula
estaba totalmente loca. Todos trataron de disuadirla, pero ella sólo dijo a su
suegra: «Adorada madre, la lámpara aún está encendida en nuestra cámara
nupcial. No llores más, sino que ve y cierra la puerta de nuestra habitación, y
sabe que mientras la lámpara esté encendida esperaré que mi señor sea devuelto
a la vida.» De modo que no hubo caso: Behula se fue flotando y pronto Champaka
Nagar estuvo fuera de su vista. Pero cuando ella pasó junto a la casa de su
padre sus cinco hermanos la estaban esperando, y trataron de persuadirla de que
abandonara el cuerpo muerto, diciéndole que aunque ella era una viuda ellos
querían tenerla de vuelta, que la cuidarían mucho y que la harían muy feliz.
Pero ella dijo que no podía soportar la idea de vivir sin su marido, y que
prefería quedarse con su cuerpo muerto a ir a algún otro sitio. De modo que
ella se alejó flotando lejos río abajo. No pasó mucho tiempo antes de que el
cuerpo comenzara a hincharse y pudrirse; sin embargo, Behula continuó
protegiéndolo, y la vista de su inevitable cambio la hacía totalmente
inconsciente de sus propios sufrimientos. Ella pasó pueblo tras pueblo
flotando, y todos pensaron que estaba loca. Ella rogaba todo el día a Manasa
Devi, y aunque no devolvió la vida al cuerpo, la diosa, sin embargo, lo
protegió de tormentas y cocodrilos, y apoyó a Behula con fuerza y coraje.
Behula
estaba totalmente resignada; sentía un poder sobrehumano en ella. Ella parecía
saber que tanta fe y amor no podían ser en vano. Algunas veces vio visiones de
diablos que trataban de asustarla, a veces veía ángeles que la tentaban a una
vida cómoda y segura, pero continuaba quieta e indiferente; seguía pidiendo por
la vida de su esposo.
Finalmente
pasaron seis semanas, y la balsa tocó tierra justo donde vivía Neta, la amiga
de Manasa. Ella estaba lavando ropa, pero Behula pudo ver por la gloria
alrededor de su cabeza que no era una mujer mortal. Un niño de hermoso aspecto
jugaba junto a ella y estropeaba todo su trabajo; de repente alcanzó al niño y
lo estranguló, y dejando el cuerpo en el suelo junto a ella continuó con su
trabajo. Pero cuando el Sol se puso y su trabajo estuvo hecho, salpicó unas
pocas gotas de agua sobre él, y él despertó y sonrió como si hubiese estado muy
dormido. Entonces Behula desembarcó y cayó a los pies de la lavandera. Neta la
llevó arriba hasta el cielo para ver si los dioses podían ser convencidos de
otorgarle un deseo. Ellos le pidieron que bailara, y su baile les agradó tanto
que le prometieron que le devolverían a su marido a la vida y restituirían
todas las pérdidas de Chand. Pero Manasa Devi no estaba de acuerdo con esto
mientras Behula no consiguiera convertir a su suegro y le persuadiera de honrar
y adorar a la diosa. Behula lo prometió.
Entonces
Behula y Lakshmindara partieron de vuelta a casa. Después de largo tiempo
llegaron a la casa de su padre y pararon a visitar a su padre y madre. Pero no
se quedarían, y partieron el mismo día para Champaka Nagar. Sin embargo, ella
no entraría a casa hasta que no hubiese cumplido con la promesa hecha a Ma-nasa
Devi. La primer persona que vio fue a su propia cuñada, quien había ido a la
orilla del río a buscar agua. Behula se había disfrazado como una pobre
navegante, y tenía en su mano un hermoso abanico sobre el cual tenía el retrato
de cada miembro de la familia Chand. Ella le enseñó el abanico a su hermana, y
le dijo que su nombre era Behula, una joven navegante, hija de Saha, una
navegante, y esposa de Laskhmindara, hijo del navegante Chand. La hermana
corrió a casa a enseñar el abanico a su madre, y le dijo que el precio era cien
mil rupias. Sanaka estaba muy sorprendida, pero pensó en la lámpara en la casa
de acero, y cuando fue comendo a la cámara nupcial que había estado cerrada
firmemente durante un año, vio que la lámpara aún estaba encendida. Entonces
corrió a la orilla del río, y allí estaba su hijo con Behula. Pero Behula dijo:
«Querida madre, aquí está tu hijo; pero no podemos ir a casa hasta que mi
suegro acepte adorar a Manasa Devi; ésta es la razón por la que te he traído
hasta aquí con un ardid.»
Chand
no pudo resistir más; Manasa Devi había vencido. Él la adoró el día undécimo de
la Luna menguante de ese mismo mes. Era cierto que el ofrecía flores con su
mano izquierda, y que apartó su cara de la imagen de Manasa; pero, a pesar de
todo, ella estaba satisfecha, y le confirió riqueza y prosperidad, y felicidad,
y restituyó a su amigo Shankara a la vida. Desde entonces la llamada de Manasa
Devi a la adoración de los mortales ha sido aceptada libremente.
Nota sobre Manasa Devi
Esta
leyenda de Manasa Dcvi, la diosa de las serpientes, que debe ser tan antigua
como el estrato Mykeneo en la cultura asiática, refleja el conflicto entre la
religión de Shiva y las deidades femeninas en Bengala. Posteriormente Manasa, o
Padma, fue reconocida como una forma de Shakti
(L,no se dice en el Mahabharata que
todo lo que es femenino es parte de Urna?), y su adoración aceptada por los
shaivas. Ella es una fase de la divinidad-madre, quien para tantos devotos es
más cercana y más querida que el alejado e impersonal Shiva, aunque aún él, en
estas leyendas populares, es tratado como uno de los olímpicos con un verdadero
carácter humano.
«En
el mes de Shravana [julio - agostol», escribe Babu Dinesh Chancha Sen, «los
pueblos del bajo Bengala presentan una escena única. Éste es el momento en que
Manasa Dcvi es adorada. Miles de hombres en Sylhet, Backergunge, y otros
distritos atestan las orillas del río para recitar las canciones de Behula. Las
vigorosas regatas que participan en la festividad y el entusiasmo que
caracteriza la recitación de estas canciones no puede sino hacer evidente ante
un observador la vasta influencia sobre las masas. A veces hay cien remos en
cada uno de los estrechos botes, los remeros cantan fuerte a coro mientras los
empujan toda la noche. Los botes se mueven con la velocidad de una flecha,
incluso dejando atrás a embarcaciones de vapor. Estas festividades de Manasa
Puja a veces ocupan un mes entero... Qué amplia es la popularidad de estas
canciones en Bengala puede ser imaginada a partir del hecho de que el sitio de
nacimiento de Chand Sadagar es revindicado por no menos de nueve distritos», y
por el hecho de que Manasa Mangal, o
Historia de Manasa, ha sido contada en hasta seis versiones por poetas cuyos
nombres son conocidos, desde el siglo xii en adelante hasta el presente.
«Debe
recordarse», agrega Dinesh Babu, «que en un país donde la mujeres
frecuentemente buscan la muerte en la pira funeraria de su marido, esta
historia de Behula puede ser vista como el tributo natural de un poeta a los
pies de sus ideales.»
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