En
cierta ocasión Buda evitó una guerra que estaba a punto de estallar entre los
shakyas y los kolis. Entre las ciudades de Kapilavastu y Koli corría el río
Rohini; a través del río había sido construido un dique que permitía a la gente
de ambos territorios irrigar sus campos. Sucedió que hubo una gran sequía y los
campesinos de ambos lados reclamaban el único derecho a la poca agua que
quedaba. Los rivales reclamantes se trataron unos a otros de la peor forma
posible, y el asunto, llegando a los oídos de los príncipes de cada territorio,
muy exagerado por los rumores, llevó casi a un estallido de guerra, y la
cuestión fue tan lejos que los ejércitos de los shakyas y los kolis acamparon
contra cada una de las orillas opuestas del disminuido río. En medio de esta
crisis Buda percibió lo que estaba sucediendo, y yendo por el aire, y al mismo
tiempo haciéndose visible, llegó al lugar de la batalla. Los shakyas bajaron
sus armas por respeto a él, a quien consideraban la joya de su raza, y los
kolis siguieron su ejemplo. Buda preguntó si estaban reunidos para una fiesta
del agua, y, siendo informado que era para una batalla, preguntó la causa. Los
príncipes dijeron que ellos no estaban bien seguros, pero que le preguntarían a
sus generales; éstos a su vez preguntaron a sus oficiales subalternos, y así
hacia abajo hasta que llegaron a los campesinos vulgares. Cuando Buda fue
informado de la causa preguntó por el valor del agua, y habiéndosele dicho que
era muy bajo, preguntó cuál era el valor del hombre, y le dijeron que era muy
alto. «¿Por qué entonces», preguntó, «proponéis tirar lo que es de mayor valor
por el bien de lo de pequeño valor?» Este convincente argumento fue suficiente
para terminar el asunto.
Al
mismo tiempo se decidió que doscientos cincuenta príncipes de cada bando se
convertirían en discípulos de Buda. Lo hicieron involuntariamente y no por su
propia elección. Sus esposas no bien supieron de ello protestaron amargamente.
Buda, sin embargo, pudo persuadir a los príncipes de que lo pensaran otra vez,
y no pasó mucho tiempo hasta que entraron por las sendas de la Liberación y se
convirtieron en arhats. Ellos
permanecieron totalmente indiferentes cuando sus esposas enviaron otra vez mensajes
implorándoles que regresaran a sus hogares.
La admisión de mujeres
Este
asunto llevó a la primera admisión de las mujeres al sacerdocio: las esposas de
los quinientos príncipes, junto con la reina-madre Prajapati, coesposa con
Mayadevi y ahora viuda de Suddhodhana, quien había muerto recientemente. Ella
pidió que fueran admitidas al sacerdocio. Buda denegó la petición tres veces,
después de lo cual ella no quiso volver a insistir. Después de volver a casa,
las damas, sin embargo, decidieron actuar vigorosamente; cortaron sus cabellos,
se impusieron vestimentas pobres y partieron a pie hacia el lugar donde residía
Buda. Ellas, que estaban acostumbradas a caminar sobre alisado mármol y a ser
protegidas del calor del sol y de la violencia del viento, pronto quedaron
exhaustas y llegaron a la ermita en una condición verdaderamente de desamparo y
desvanecimiento. Otra vez Prajapati pidió ser admitidas. Ananda ahora suplicó
por ellas teniendo en cuenta los esfuerzos que habían soportado. Buda todavía se
negó. Entonces Ananda preguntó si una mujer, si era admitida, podría entrar por
las sendas y alcanzar la Liberación. Buda sólo pudo responder preguntándo silos
budas nacían en el mundo solamente para el beneficio del hombre. «El camino
está abierto tanto para los hombres como para las mujeres», diio. Otra vez
Ananda le recordó que en un ocasión anterior él había anunciado que en un
postrer momento la mujer sería admitida. Buda entonces vio que había llegado el
momento de establecer la orden de las monjas. Su resistencia había sido causada
por su conocimiento de que el hacerlo así conduciría a dudas de habladurías
escandalosas de su orden por aquellos que aún no eran sus seguidores.
Devadatta planea maldades
El
ministerio de Buda no estaba completamente libre de oposición. No sólo los
filósofos brahmanes eran frecuentemente sus fuertes oponentes en las
controversias, sino también su primo Devadatta, quien a través de incontables
pasados nacimientos había sido su amargo enemigo. incluso intentando
asesinarlo. Aunque Devadatta había alcanzado grandes poderes mediante
meditación y ascetismo, todavía estos poderes, debido a su malvada naturaleza,
en lugar de ayudarle a alcanzar la Liberación, lo involucraban en absoluta
ruina. Él se estableció a sí mismo en la corte del rey de Sewet, con quinientos
monjes suyos, y, apoyado por el príncipe Ajasat, obtuvo mucha influencia. Por
consejo de Devaratta. Ajasat primero intentó matar a su padre con violencia y
posteriormente provocó su desnutrición hasta la muerte, para obtener el reino
para sí mismo. No mucho después de la asunción de Ajasat, Devadatta le pidió
una tropa de quinientos arqueros para matar a Buda. Eligió entre ellos treinta
y uno, y ordenó al primero matar a Buda, a los dos siguientes matar al primero,
a los cuatro siguientes matar a los dos, y a los últimos dieciséis los designó
para matarlos él mismo, de modo que el asunto pudiera ser mantenido en secreto.
Buda, sin embargo, aunque bien consciente de sus intenciones, recibió al
primero y a todos los demás arqueros a su turno muy amablemente les predicó, de
modo que ellos entraron en la senda para liberarse y se convirtieron en
sacerdotes. En otra ocasión Devadatta mismo proyectó una gran roca hacia Buda
cuando éste iba caminando bajo un alto acantilado, pero ésta se ronipió en
pedazos y sólo hizo una herida insignificante al pie de Buda.
Devadatta
elaboró un plan secreto. Había un feroz elefante llamado Malagiri, acostumbrado
a beber cada día ocho medidas de cerveza. Devadatta ordenó que un determinado
día debía recibir dieciséis medidas; una proclama real también fue emitida para
evitar que alguna persona permaneciera en las calles; se esperaba que el
elefante destruyera a Buda cuando éste saliera en busca de limosna. La noticia
de esto llegó hasta Buda a tiempo, pero él no cambiaría su costumbre: y al día
siguiente todos los balcones estaban llenos de amigos y enemigos de Buda, los
primeros deseosos de ver su victoria, los últimos esperando su muerte. Cuando
Buda se aproximó, el elefante fue soltado, y pronto comenzó a destruir las
casas y a mostrar su malvado temperamento de otras formas. Los monjes
suplicaron a Buda que escapara, dado que el elefante desconocía evidentemente
sus méritos. Entonces muchos de los monjes pidieron permiso para ponerse
delante de Buda a fin de protegerlo; pero él respondió que su propio poder era
una cosa y el de sus discípulos otra. Cuando al final Ananda se aventuró a
ponerse al frente, Buda con autocontrol le obligó a mantenerse atrás. Poco
después una pequeña niña corrió fuera de una casa y el elefante casi la mata,
pero Buda gritó: «No se pretendía que atacaras a otro que no fuera yo; no
desperdicies tu fuerza en otro.» Pero cuando el elefante vio a Buda toda su
furia amainó, y se aproximó a él de la forma más amable y se puso de rodillas
ante él. Buda encargó al animal que nunca hiriera a nadie otra vez, sino que
fuera amable con todo el mundo, y el elefante repitió los cinco mandamientos en
voz alta en presencia de toda la gente; realmente, si él no hubiera sido una
criatura de cuatro patas, podría haber entrado por la senda para liberarse.
Cuando la gente vio esta maravilla el ruido de aplausos y gritos fue como el
mar o la tormenta. Cubrieron al elefante con joyas, y ochenta y cuatro mil
personas entraron en la senda. No mucho tiempo después de esto Ajasat se
convirtió y se volvió un partidario del grupo de Buda. Cuando Ajasat partió del
monasterio después de este evento Buda señaló: «Si el rey no hubiese asesinado
a su padre, podría haber entrado hoy por la primera senda. Dado que lo ha
hecho, será salvado del más bajo infierno, donde si no hubiera debido
permanecer una época entera. Él pasará sesenta mil años en los otros infiernos;
entonces después de largas épocas pasadas con los dioses nacerá en la Tierra y
se convertirá en un buda.»
Devadatta
ahora estaba en desgracia, pero odiaba a Buda aún más. Sin embargo, juntó otro
grupo de discípulos, en número de quinientos. Pero Buda envió dos de sus
seguidores más sabios para predicar a los de Devadatta, y citando él dormía
todos partieron para seguir a Buda. Devadatta entonces cayó enfermo y
permaneció así durante nueve meses, después de los cuales se decidió a ir a
pedir el perdón de Buda. Buda no tenía mala voluntad hacia Devadatta, pero
infonnó a los monjes: «Devadatta no verá a Buda; tan grandes son sus crímenes
que ni siquiera mil budas podrían salvarlo.» Devadatta, sostenido en su
palanquín. se acercó más y más al monasterio de Buda: pero cuando puso pie en
tierra en la entrada se alzaron llamas desde lo más profundo del infierno y
envolvieron su cuerpo en sus pliegues, primero los pies, luego su tronco, luego
sus espaldas. Llamó a Buda pidiendo ayuda y repitió un verso de un himno, con
el cual aceptó las tres piedras: el Buda, la Ley y la Iglesia; y esto le ayudó
eventualmente, aunque de todas formas fue al infierno y recibió un cuerpo de
fuego de mil seiscientas millas de alto.
La liberación final de
Buda
Ésta
fue la forma en que murió Buda, llamada Parinirvana,
o Liberación Final. En el año cuarenta y cinco de su ministerio Buda sufrió
una severa enfermedad y declaró que no viviría más. Mientras vivía en la ciudad
de Pawa fue recibido por un buen herrero llamado Chunda. Éste preparó una
ofrenda de cerdo, que fue la causa de una enfermedad que concluyó con la
muerte. Buda se puso muy débil y partió para Kushinagara, pero tuvo que
descansar muchas veces en el camino. Todo esto fue soportado para que otros
pudieran recordar que nadie está exento de la avanzada edad, decaimiento y
muerte. Al final Buda llegó a la ciudad, y allí se dirigió a Ananda como sigue:
«Informa al herrero Chunda que su ofrenda traerá una gran recompensa, dado que
será la causa inmediata de que yo alcance Nirvana.
Hay, realmente, dos ofrendas que traerán gran recompensa: una fue dada por
Sujata antes de que yo alcanzara la suprema sabiduría, la otra fue justo ahora
habiendo sido hecha por Chunda. Éstos son los dos más destacados obsequios.»
Buda habló así para que Chundra no sintiera remordimiento, o fuera culpado por
otros; pero él había dado órdenes estrictas de que el sobrante de la ofrenda
fuese enterrado. Buda se tumbó en un carro en un bosque de árboles sal cerca de
Kushinagara. Envió un mensajero informando a los príncipes de Malwa de su
llegada, sabiendo que su remordimiento sería muy grande si él muriera sin que
ellos pudieran verlo una vez más. Así fue como una gran compañía de reyes y
príncipes, nobles y damas de la corte, junto a innumerables sacerdotes, y los
devas y brahmanes de los diez mil mundos, se reunieron alrededor del lecho de
muerte de Buda. Todos lloraban y retorcían sus manos, y se inclinaban hasta el
suelo por su pena. Esta ocasión ha sido objeto de incontables cuadros, similar
en sentimiento a la Pietas cristiana.
Buda
preguntó si los sacerdotes tenían alguna última pregunta que hacer, pero como
ellos no tenían dudas en ningún punto permanecieron callados. Un brahmán de
Kushinagara, sin embargo, llegó deseando discutir algunos asuntos; Buda no se
negaría y al final él se convirtió en un discípulo. Ninguno de sus discípulos
estaba más comnovido por la pena que Ananda. Buda le había dado instrucciones
acerca de su entierro y de las reglas que debían ser observadas por los monjes
y monjas. Entonces dijo: «Ahora parto para Nirvana; dejo mis ordenanzas; los
elementos del Todo-lo-Sabe realmente pasarán, pero los tres grandes valores
permanecerán.» Pero Ananda se abatió y lloró amargamente. Entonces Buda
continuó: «Oh Ananda, no te atormentes; no llores. ¿No te he enseñado que
debemos partir de todo lo que nos es más querido y placentero? No ha nacido o
ha sido creada criatura alguna que pueda vencer la tendencia a la disolución
inherente a sí mismo; una condición de permanencia es imposible. Por un largo
tiempo, Ananda, tu amabilidad en la acción y en el pensamiento te han acercado
mucho a mí. Siempre has hecho el bien; persevera y tú también ganarás la
perfecta libertad de esta sed de vida, esta cadena de ignorancia.» Entonces se
volvió a los otros deudos y les encomendó a Manda. Dijo también que ninguno de
los presentes que ya hubiese entrado en la senda de la Liberación fallaría
totalmente, sino que al final triunfaría y alcanzaría Nirvana. Después de una
pausa dijo otra vez: «Mendigos, yo ahora les digo que las riquezas y poderes
del hombre deben desaparecer; conseguid vuestra salvación con diligencia.» Poco
después Buda se quedó inconsciente y falleció.
Los
príncipes Malva, en cuanto se recobraron un poco de su pena, envolvieron el
cuerpo pliegue sobre pliegue de finísima tela y durante seis días el cuerpo
yació presente. Luego fue quemado en una magnífica pira en el salón de
coronación de los príncipes. Ellos no fueron capaces de encender el fuego de la
pira, sin embargo se encendió espontáneamente. El cuerpo se consumió
completamente, dejando sólo restos como un montón de perlas. Lo principal de
esto, posteriormente, fue sepultado en un monumento glorioso: los cuatro
dientes, dos huesos del carrillo y el cráneo.
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