Horus, el hijo
con cabeza de halcón de Isis y Osiris, nació en el pantanal de Tshemmis y se
cuentan muchas historias sobre la peligrosa infancia que allí pasó.
Isis y su
hijito fueron capturados por Seth fuera del pantano. Haciendo ver que actuaba
de tal forma para protegerla, Seth encerró a Isis en una casa de hilados y la
obligó a hilar durante todo el día. La princesa era estrechamente vigilada y,
sin ayuda, no se atrevía a intentar la huida, pues junto a ella estaba su
hermoso y pequeño chiquillo.
No pasó mucho
tiempo, pues, antes que Thot descubriera dónde estaba escondida Isis. El sabio
dios entró en la casa sin ser visto por los guardianes y pudo hablar con Isis.
-Tienes que
partir rápidamente y regresar a los sagrados pantanales de Tshemmis, donde Seth
no podrá seguirte. Espera allí hasta que Horus tenga edad suficiente para
reclamar el trono de su padre y entonces ¡veremos cómo se hace justicia!.
Thot explicó
detalladamente a Isis cómo tenía que hacerlo para poder huir y le dejó siete
escorpiones mágicos para que le sirvieran de escolta durante el camino hacia el
Norte. Esa noche Isis se escapó de la casa de hilados con Horus en brazos,
abriendo los escorpiones la comitiva.
Después de
andar durante toda la noche y buena parte del día siguiente con su hijo
durmiendo en su cuello, Isis estaba extenuada y suspiraba por encontrar un
sitio para poder descansar. Finalmente, ella y sus escorpiones llegaron a un
pueblo e Isis se paró delante de la casa más grande esperando que le invitaran
a entrar. Cuando la rica propietaria de la casa vio a los escorpiones, se
asustó y cerró la puerta en las narices de la pobre madre agotada y su hijo.
Isis estaba ya
dispuesta a continuar su camino cuando la hija de un pobre pescador abrió la
puerta de su cabaña y rogó a los viajeros a que compartieran con ella lo poco
que tenía.
Mientras Isis
descansaba en la pobre y humilde choza de la joven, y compartía con ella su
cena de pan duro con pescado seco, los escorpiones murmuraban contra la rica.
Las mágicas criaturas juntaron su veneno en el aguijón de su jefe Tefen, quien
se coló por debajo de la puerta de la casa rica.
El hijo único
de la mujer adinerada dormía cerca de la ventana abierta, al lado de su
nodriza. Tefen se arrastró hasta la cuna y picó al niño, el cual se despertó
dando un fuerte chillido. La nodriza saltó de la cama lo suficientemente
deprisa para ver cómo un enorme escorpión escapaba corriendo.
Entonces llamó
a su señora y en pocos momentos toda la casa se llenó de alboroto como si se
hubiera producido fuego o si hubiera habido una inundación. La mujer rica cogió
al hijo en brazos y corrió de casa en casa, pero los vecinos tenían demasiado
miedo de ayudarla.
Cuando Isis
supo lo que había sucedido, muró a Horus que dormía plácidamente y sintió pena
de la mujer rica.
-No dejaré que
una criatura inocente muera por mi causa –dijo la diosa, e hizo que la llamaran
para que le trajera a su hijo.
Temblando de
miedo, la mujer llevó al niño a la cabaña de la muchacha pobre. La criatura
quemaba de fiebre y casi no podía respirar. Isis se levantó y puso las manos
sobre el niño, ordenando al veneno que saliera de aquel cuerpo.
-¡Soy Isis, la Señora de la Magia. Todas las criaturas
venenosas me obedecen. Que la criatura viva y el veneno muera!. ¡Que Horus se
conserve bien para su madre y que este niño se conserve bien para su madre!
La fiebre
desapareció al instante, la piel de la criatura volvió a estar fría de nuevo y
su respiración se fue acompasando.
Ahora que la
mujer rica sabía quién era aquella a la que había negado la entrada en su casa,
se sintió más trastornada que nunca. Se llevó a su hijo, lo metió en la cama y
después llevó las cosas más valiosas que poseía a la cabaña de la hija del
pescador, para complacer de esta forma a la diosa.
Isis se alegró
de ver a la pobre joven recompensada por su bondad y, a la mañana siguiente,
ella y su hijo continuaron su viaje. Pronto llegaron a los pantanales de
Tshemmis sin problemas e Isis escondió al joven dios entre las malezas de
papiro y los estanques de lotos. Cuando salía de los pantanales para ir a
buscar algo de comida, Isis se disfrazaba de pordiosera, pero no siempre dejaba
un guardián con Horus. Nunca se imaginó que le pudiera pasar nada mientras
jugaba cerca de las aguas tranquilas.
Un día, cuando
Isis regresó Horus no se le acercó como de costumbre para saludarla. El pequeño
niño divino estaba tendido boca arriba en el lodo, con agua que le salía de los
ojos y de la boca. Tenía el cuerpo flácido y cuando Isis le escuchó el corazón,
los latidos eran casi imperceptibles.
La diosa
recitó encantamientos, pero como no sabía el nombre de la enfermedad de su hijo
no lo podía exorcizar. Cuando vio que la magia le fallaba, Isis empezó a llorar.
¿A quién podía acudir? Su marido estaba muerto, su hermano era un enemigo
mortal y su hermana era del todo impotente para ayudarla. Los dioses estaban
lejos, pero los hombres estaban cerca en un pueblecito de pescadores, al final
de los pantanales. Isis se dirigió hacia allí con Horus colgando del cuello lo
más rápido que pudo.
Al oír los
gritos angustiados de Isis, los pescadores salieron de sus cabañas y la
compadecieron de la misma forma que hubieran compadecido a cualquier madre con
un niño enfermo. Los pescadores probaron los remedios sencillos que conocía,
pero Horus estaba cada vez más débil. Entonces, uno de ellos, fue a buscar a
una sabia anciana que vivía en el mismo pueblo.
Compareció con
un poderoso amuleto, el Signo de la
Vida , y cogió a Horus en brazos.
-No tengas
miedo, Horus –murmuró la sabia-. Madre de dios, no desesperes. Horus está
protegido de la malevolencia de su tío en los pantanales de Tshemmis. Seth no
osa entrar aquí, pero debe haber enviado a una serpiente o a un escorpión para
que le inyectara su veneno.
Entonces Isis
se arrodilló para oler el aliento del pequeño y vio que le sabia tenía razón.
Horus había sido envenenado.
Horus empezó a
gemir de dolor, mientras las gentes del lugar lo miraban impotentes. De pronto
apareció Neftis. Había oído la pena de su hermana y fue corriendo a Tshemmis.
La acompañaba Selkis, la diosa Escorpión. Mientras Neftis lloraba apoyando a su
hermana, Selkis examinó a la criatura. Muy pronto se dio cuenta que nada podía
hacer, la fiebre hacía estragos en el cuerpo del pequeño y pronto se moriría.
-Isis, tienes
que implorar al cielo –dijo Selkis-. ¡Haz que se detenga la Barca del Sol! Y el viento
cósmico dejará de soplar y el tiempo se parará hasta que Horus sane. ¡Rápido!.
Isis miró
hacia arriba, allí donde los dioses llevaban a Ra a través del firmamento,
remando en la Barca
de Millones de Años y lanzó un grito espantoso. Toda la Tierra se estremeció y el
Sol se detuvo, porque Isis, que conocía el nombre secreto de Ra, tenía poder
sobre él.
Cuando el Rey
de los Dioses vio su barca no podía avanzar, envió a Thot a Egipto para que
investigara qué estaba pasando.
-¿Qué pasa
Isis? –preguntó Thot-. Espero que no le haya pasado nada a Horus. ¿Por qué has
parado la Barca
del Sol y has traído la oscuridad a las tierras que deberían estar iluminadas?
-Horus ha sido
envenenado –contestó Isis amargamente-, y la culpa es de Seth.
-No temas,
Isis; no llores, Neftis. He traído el aliento de la vida para curar a tu hijo.
Y el dios
empezó a recitar un encantaminto:
-¡Atrás,
veneno! ¡Serás vencido por el poder del mismo Ra! El Rey de los Dioses te
ordena salir de este niño. La
Barca del Sol permanecerá inmóvil y medio mundo se secará y
se quemará y el otro medio permanecerá a oscuras hasta que Horus no se restablezca.
Entonces el
veneno empezó a dejar a Horus y Thot anunció:
-La fiebre ha
bajado, ¡el veneno ha sido vencido! ¡Horus se ha curado, para alegría de su
madre!
-Ra en persona
protegerá a Horus –prometió el dios sabio-, y el poder de su madre lo guardará,
porque hará que todo el mundo lo quiera. Ahora tengo que regresar a la Barca del Sol, porque sin mí
no pueden remar. Debo llevar a Ra la buena noticia de la curación de Horus y de
la alegría de su madre.
Y diciendo
esto Thot regresó al cielo e Isis se llevó a su hijo, con una inmensa alegría,
a los pantanales, donde esperaría la hora de la venganza contra Seth, quien
tanto daño les había causado hasta ese momento.
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