domingo, 13 de octubre de 2013

El asesinato de Osiris

Cuando el dios Sol decidió marchar de Egipto, la gente que se había salvado de la furia de Hathor sentía rabia y miedo.

Cuando la tierra se oscureció todos echaban la culpa al vecino. Los hombres fabricaron las primeras armas y atacaron a todo aquel que pudiera ser un enemigo del dios Sol. Ra miró hacia atrás y comprendió que, de ahora en adelante, el hombre siempre mataría al hombre en Egipto. Habló con tristeza a la Vaca Divina:

-Llévame adonde me sea posible ver a la humanidad, pero que sea lejos de su alcance.

Entonces el cuerpo de la Vaca Divina se convirtió en el cielo, sostenido como un gran arco sobre la tierra, y Ra hizo las estrellas y las derramó por el vientre de Nut. A continuación, el Rey de los Dioses creó el Campo de la Paz y el Campo de las Cañas, residencias de los bienaventurados difuntos. Nut empezó entonces a temblar, pues se hallaba muy arriba. Y Ra creó a los dioses Heh, los Dos Crepúsculos, para que la sostuvieran y mandó al aéreo Shu que permaneciera entre el cielo y la tierra.

Después, Ra llamó a Thot y le dijo:

-Mira, desde estas alturas deseo brillar e iluminar el cielo de arriba y al cielo de abajo. Tú me representarás en la tierra y serás el responsable de registrar las acciones de los hombres.

Entonces creó la forma de ibis para Thot y lo hizo encargado del registro.

Cuando Ra iluminaba el cielo de abajo, la tierra estaba a oscuras y los hombres tenían miedo y lloraban la pérdida del dios Sol. Ra les oyó y también transformó a Thot n el Gran Mandril Blanco. Thot brilló con una luz plateada y la humanidad ya no tuvo nunca más miedo de una puesta de sol, porque Ra les había regalado a la Luna. Y así, Thot con la cabeza de ibis fue el sabio Escribiente de los Dioses, y Thot como mandril brilló en el cielo de la noche. De esta forma fue como Ra se compadeció de los hijos de sus lágrimas.

Finalmente, Ra ordenó a Nun y Geb que protegieran la tierra de las serpientes del caos e hizo a Osiris rey de Egipto y a Isis reina.

Osiris demostró ser un soberano sabio y bondadoso, enseñó al pueblo de Egipto la forma de labrar la tierra, les dio leyes y les enseñó también a adorar a los dioses. Incluso emprendió un viaje por los demás países de la Tierra para favorecerles con los mismos dones.

Seth estaba celoso de él y le hubiera gustado apoderarse de Egipto mientras su hermano estaba fuera, pero Isis se había quedado para gobernar el reino. Ella nunca se había fiado de Seth.

Cuando Osiris hubo regresado sano y salvo de Egipto, hubo una gran alegría e incluso Seth simuló estar contento. Ya había empezado a conspirar contra su hermano y había encontrado un grupo de hombres ambiciosos y descontentos que deseaban ayudarle. Seth esperó pacientemente a que llegara su oportunidad y finalmente, una noche fue invitado a un banquete en casa de su hermano, en el cual Isis no iba a estar.

En el mismo instante de llegar, el hermano del rey se puso a hablar de una caja maravillosa que le habían acabado de hacer. Cuando todos ya habían bebido mucho vino, Seth mandó a buscar la caja y todos los invitados admiraron la exquisita madera y los ricos dorados. Con una sonrisa en los labios, Seth prometió que daría la caja a aquel que encajara en ella perfectamente.

Seth sabía que solo había un hombre a quien la caja ajustara perfectamente, porque había sobornado a uno de los criados para saber las medidas exactas del rey. Después de que todos los invitados hubieron fracasado, los conspiradores rodearon a Osiris e insistieron para que la probara.

Confiadamente, Osiris se metió en la caja. Se tendió en su interior y todos vieron que entraba en ella perfectamente, con la cabeza y los talones que tocaban justo los extremos de la  caja. Los más inocentes rieron al pensar que Seth había perdido la apuesta en favor de su hermano. Osiris mismo también sonrió a Seth y empezó a hablar, pero su hermano, en ese justo instante, hizo una señal a los conspiradores y de repente, la tapa de la caja se cerró y los cerrojos se deslizaron. Mientras los conspiradores retenían a los invitados, Seth selló la caja con plomo fundido y de esta forma Osiris murió.

La caja, convertida en ataúd, fue llevada de noche cerca de uno de los numerosos brazos del Nilo, desde donde los conspiradores la lanzaron al agua, esperando que la corriente la arrastrara hasta el mar y allí se perdiera para siempre. Después, Seth anunció la muerte de su hermano y se coronó como nuevo rey.

Cuando Isis oyó la terrible noticia, se volvió como loca de pena. Se cortó un mechón de cabellos y se vistió con ropa oscura. Después salió a buscar el cuerpo de su marido.

Corrían rumores extravagantes por todas partes, pero durante mucho tiempo nada pudo descubrir. Fue a pie de un pueblo a otro, interrogando a todos los que encontraba y, finalmente, habló con unos niños que habían visto cómo tiraban la caja al Nilo y se alejaba río abajo.

La diosa siguió aquel brazo del Nilo hasta el mar. De cuando en cuando daba con alguien que le decía que hacía unos días le había parecido ver una caja dorada que iba hacia el Norte, e Isis salió de Egipto y cruzó países desconocidos siguiendo la costa, hasta que llegó al reino de Biblos. Las gentes de la zona no pudieron decirle mucho, aparte de que un árbol milagroso había crecido de repente en la playa.

La caja de Osiris había sido arrastrada hasta tierra por el agua y había quedado pegada entre las raíces de un arbolito. Fortalecido por el dios asesinado, ese vegetal se transformó en una sola noche en un árbol grande.

Cuando el rey de Biblos se enteró de aquel prodigio, envió a los carpienteros a cortar el árbol y les ordenó que lo llevaran a palacio para utilizarlo como pilar. Los carpinteros obedecieron. Pero nadie sospechaba que en el interior del árbol estaba escondido el féretro de un dios.

Cuando Isis tuvo conocimiento de este hecho, gracias a unos hombres que estaban deseosos de entablar conversación con una forastera, se dirigió rápidamente al centro de la ciudad de Biblos y se sentó al lado de una fuente que estaba muy cercana al palacio real.

Cuando unas criadas de la reina de Biblos fueron a la fuente a buscar agua, vieron a Isis y le preguntaron quién era. La diosa les dijo simplemente que era egipcia y una gran peluquera. Allí mismo les trenzó con ingenio los cabellos a las muchachas y les lanzó su aliento en la piel para que se impregnaran de fragancia divina.

Cuando regresaron a palacio, todos se admiraron de los fantásticos peinados y del maravilloso perfume. Las criadas hablaron a su señora, la reina Atenais, de la mujer egipcia de la fuente, y la soberana mandó que la fueran a buscar para traerla a su presencia.

La diosa le trenzó sus hermosos cabellos y la reina quedó tan encantada que le pidió a Isis que se quedara en palacio. La reina Atenais no tardó en tomarle un gran afecto y confianza a la forastera egipcia e Isis se convirtió en la nodriza del más pequeño de los dos príncipes de biblos.

Cada noche, cuando todo el palacio se ponía a dormir, Isis se deslizaba a la habitación donde estaba el pilar con el ataúd de su marido y lloraba. Durante el día cuidaba al príncipe infante.

Isis le tomó afecto al pequeño y decidió hacerlo inmortal. Una noche se lo llevó a la habitación del pilar y allí encendió un fuego. Pronunció encantamientos y colocó al niño medio dormido en medio de las llamas. El fuego empezó a quemar al pequeño príncipe, pero Isis no lo vigilaba. Se convirtió en una golondrina y voló y voló alrededor del pilar, lamentándose del asesinato de su marido con la voz aguda y triste del pájaro.

La reina Atenais, que dormía en la habitación de al lado, se despertó por el ruido de las llamas y se levantó para investigar de dónde venía. Abrió la puerta de la sala del pilar y chilló horrorizada al ver que su propio hijo se estaba quemando. La golondrina se convirtió en el acto en mujer y las llamas mágicas se extinguieron.

Isis contó a la horrorizada reina quién era y le advirtió que su hijo el pequeño príncipe nunca jamás podría ser inmortal.

Atenais lloró su error y le preguntó a la diosa cómo la podría servir. Isis le pidió el pilar y lo sacó del techo con facilidad, de la misma forma que hubiera podido coger un loto. La divinidad separó el tronco, derramó aceite en las maderas y las envolvió con un lienzo antes de darlas a Atenais para que las guardara y venerara en el templo de Biblos.

Le dio a Isis el mejor barco del puerto y una tripulación para gobernarlo, y luego subieron el féretro a bordo. Al llegar a las costas de Egipto, Isis mandó bajar el féretro a tierra, en un lugar solitario. Entonces quitó los sellos de la tapa.

El cuerpo de Osiris parecía que estuviera durmiendo e Isis lo abrazó con ternura, mientras sollozaba desconsoladamente.

Volvió a cerrar el ataúd y se dirigió hacia el Sur, a travé de las ciénagas del bajo Egipto. Una noche, mientras Isis dormía, Seth fue a cazar a las ciénagas y se encontró la caja. La reconoció en seguida y tuvo miedo. El cruel dios la abrió y al ver el cuerpo de su hermano lo despedazó. Luego los esparció por todo Egipto.

Cuando Isis descubrió la caja vacía, su grito de angustia llegó al cielo y su hermana Neftis se acercó a ayudarla. Si bien era la mujer de Seth, Neftis siempre había preferido a Isis y Osiris, y por tanto las dos hijas de Nut se pusieron juntas a buscar el cuerpo que había sido desparramado.

Durante años, largos y tristes, la fiel Isis y la dulce Neftis recorrieron Egipto de cabo a rabo, y en todos los sitios donde encontraban un fragmento de Osiris erigían un santuario.

Finalmente, consiguieron reunir todos los trozos e Isis se sirvió de un encantamiento más poderoso para volver a unirlos. Las dos diosas vigilaron el cuerpo en forma de halcones, haciéndole sombra con las alas, mientras Isis rogaba para que Osiris se recuperara.


Lo intentó todo, ayudada de todos los encantamientos que sabía, y consiguió resucitar a Osiris para una noche de amor con la esperanza de concebir el hijo prometido. Después, el cuerpo de Osiris quedó definitivamente muerto, pero su espíritu continuó vivo. Ra-Atum hizo a Osiris rey de los Muertos en el reino del Bello Oeste y desde entonces todo Egipto supo que no tenía que temer a la muerte, porque su espíritu continuaría en l reino de Osiris.

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