miércoles, 20 de febrero de 2019

Mitología China

Desde la caída de los regímenes comunistas y después de siglos de aislamiento, el gigante asiático ha sufrido en apenas unas décadas los cambios más sustanciales de su larguísima historia, sobre todo en las zonas costeras e industriales, no tanto en las regiones agrícolas del interior. Sin embargo, inmersa en esta compleja situación, China parece resistirse a tener que elegir entre las innovaciones que vienen de Occidente y el inmovilismo tradicional de Oriente, decidida a acometer la modernización del país sin que ello suponga la pérdida de su propia identidad. Los seguidores de la llamada “religión popular china” conservan los ritos y el culto a los mitos tradicionales, pero también aceptan la incorporación de nuevos dioses, hasta conformar una fusión espiritual de difícil compresión para los occidentales. No obstante,  las peculiaridades geográficas, históricas y étnicas de China no deberían justificar el desconocimiento en Occidente de los aspectos esenciales de una de las culturas más antiguas y diversas del mundo. Conviene recordar que incluso en la concepción del comunismo en China se tuvieron en cuenta conceptos tradicionales de su cultura como datong (‘gran unidad’), pingjun(‘igualación’) o taiping (‘paz universal’).
Los principios del confucianismo, con su pretensión del gobierno correcto; los del taoísmo, religión ancestral aunque de carácter menos oficial, y los del budismo, de origen foráneo pero perfectamente asimilados en China, componen un sistema de creencias donde en ocasiones es difícil distinguir las peculiaridades de cada una de estas religiones. Incluso los principios de las grandes religiones monoteístas, como el cristianismo o el islamismo, pudieron ser incorporados por la sociedad china, siempre y cuando no se enfrentasen a la concepción china del estado y a la doctrina ética transmitida por la tradición.
Así, los diez infiernos de la mitología china son una adaptación de los del budismo, pues, sobre todo a partir de la dinastía Han (206 a.C.-220 d.C.), al mundo sobrenatural chino se incorporaron muchos elementos nuevos procedentes de la enseñanzas de Buda. Asimismo, resulta imposible no advertir una clara relación entre la concepción mágica del proceso creador del universo recogida por el taoísmo y los preceptos de la doctrina bahmánica. Por otra parte, el viaje que su fundador, Laozi, realizó a Occidente juega un papel decisivo en la concepción del taoísmo.
En un mismo templo chino puede rendirse culto a deidades pertenecientes a la tradición budista, cristiana o incluso folclórica. Como ejemplo actual del sincretismo característico del pensamiento chino conviene mencionar una nueva religión denominada I-kuan Tao (‘Religión de la Unidad Única’), que se basa en las enseñanzas de la más remota tradición china pero también en los preceptos de las religiones más importantes en el mundo.
Conceptos fundamentales del pensamiento chino
Mitología: historia, filosofía, política, religión y moral
A partir de la reforma de Confucio (K'ung Fu-Tzu o Kong Fuzi, 551-479) se inicia un proceso de “historización” del mito mediante el cual los hechos recogidos por la tradición son sometidos a un procedimiento de racionalización con el fin de dotarles de veracidad. Así, los grandes pensadores del confucianismo, un sistema letrado que sólo puede ser liderado por quienes detentan el conocimiento,  modificaron los relatos mitológicos relacionándolos, por ejemplo, con los primeros emperadores de la dinastía Xia (o Hsia).
Un hecho histórico puede ser reinterpretado como mítico si sus consecuencias fueron benefactoras para el imperio, como en el caso de los sacrificios sufridos por un emperador, convertido así en objeto de culto. De hecho, las “biografías” de emperadores como Yu o Shun incluyen no pocos elementos mágicos.
El proceso de fusión entre lo real y lo mítico abarca también la adoración a los elementos, la creencia en el poder de los talismanes o la existencia de lugares mágicos como las cinco montañas sagradas que más adelante describiremos. La falta de un límite entre lo real y lo imaginario hizo que los espacios míticos se convirtieran en objeto de innumerables expediciones, por supuesto siempre infructuosas; como en el caso de Penglai Shan, una de las moradas de los Inmortales según las creencias del taoísmo además de símbolo de la felicidad.
Como ejemplo de hasta qué punto el estudio de la mitología china obliga a detenerse en los campos de la política y la religión puede citarse el caso de Shangdi (T´ien sang-ti), que además de recibir el atributo de “señor de lo alto” y “señor del tiempo” es según la tradición el primer emperador de la dinastía Shang (1765-1122 a.C.). Su condición divina lo convierte además en el regulador del orden natural, que transmite a los emperadores para que éstos sepan dirigir a los hombres. Todos los atributos de Shangdi fueron heredados por Huangyi cuando el emperador Zhen Zhung (998-1023), de la dinastía Song del Norte, lo nombró “Autor del Universo” (1015). A partir de entonces, alrededor del Venerable Huangyi fue creada toda una corte celestial, fiel reflejo de la propia corte imperial.
Según los principios del confucianismo, establecido como sistema oficial en siglo II d.C. por el emperador Wudi, el máximo dirigente político del Imperio es también el intermediario supremo y el sacerdote del cielo, con la capacidad de aceptar o rechazar nuevos dioses y permitir nuevos ritos. Así, el llamado “Ministerio de los Ritos” estaba encargado de presentar los informes que ayudaban al emperador a decidirse a favor de la legalización de nuevas ceremonias (Li).
De acuerdo con los preceptos confucianistas, quien gobierna el Imperio debe ajustarse al Tao, ser conforme al orden cósmico y seguir el Tianming(‘mandato del cielo’), porque de no ser así estaría justificado su derrocamiento. Todo ello viene a confirmar la función del confucianismo como “religión oficial”, es decir, como instrumento político y burocrático que explica muchas de las peculiaridades de la política china.
En cuanto a la vinculación de la mitología china con la filosofía y la religión, tanto el confucianismo como el taoísmo encuentran en la morada de los dioses, especialmente en la figura de los emperadores míticos, el componente espiritual del que ninguna concepción filosófica oriental puede prescindir. Por citar dos ejemplos, el taoísmo parte de las enseñanzas del rey mítico Huang-Ti, y la “Regla de Yao” descrita en uno de los libros esenciales del confucianismo, el Shu-ching o Libro de historia, está basada en la vida del soberano mítico Yao.
También es difícil distinguir entre las doctrinas morales, políticas y religiosas de estas creencias, especialmente en el caso del confucianismo, según el cual la moral es el único elemento que puede regular toda relación social y por lo tanto también la política. El fin último del confucianismo es ofrecer un modelo de gobierno perfecto conforme al sentido del deber y la justicia.
Yin-Yang y Tao
No es posible acercarse a cualquier aspecto de la milenaria cultura china sin atender a dos conceptos fundamentales cuyo origen se encuentra en el pasado más remoto de su tradición: el Yin Yang y el Tao.
En la concepción china del mundo, el Tao es el principio creador de todas las cosas, resultado de la fusión de los dos elementos abstractos, el Yin y el Yang, de cuya alternancia resultan todos los cambios, según se descubre en el I-Ching o Libro de las transformaciones. Así, de los cinco elementos, el metal y el agua son Yin, el fuego y la madera se identifican con el Yang, y la tierra se encuentra entre el Yin y el Yang. En general, se debe tener el cuenta que el Ying Yang condiciona el pensamiento chino del tal forma, que sólo desde este sistema se explica por qué en esta mitología los valores emocionales siempre se subordinan a un orden estructurado con anterioridad.
Para el taoísmo, el “Tao” es un concepto filosófico esencial que representa la fuerza y la razón, considerado por Laozi como “la madre del mundo”. Según la doctrina taoísta, este ideal se consigue sólo a través de la espontaneidad y dejando vía libre a la naturaleza, lo que explica la importancia de la libertad individual. La persona debe someterse al Tao, que como principio inmutable es superior al hombre y al orden cósmico. Por ejemplo, el personaje de la mitología china Pengzi no consiguió alcanzar la edad de ochocientos años con la ayuda de ninguna fórmula mágica sino a través del Tao, que le permitió sincronizar su ritmo vital con el de la naturaleza.
En cambio, el sistema confucianista se preocupa más por la vertiente moral de estos conceptos. Durante la dinastía Han, la base tradicional del naturalismo del Yin Yang fue adoptada por la ética confuciana trasladando la relación de los elementos contrarios de la naturaleza (por ejemplo lluvia-sequía) al ámbito social (bondad-maldad). Por otra parte, y frente a la "amenaza" del budismo, durante la época Song los miembros de la doctrina neoconfucianista también incidieron en los valores éticos del Tao.
Concepción china del tiempo (Shih)
El concepto del tiempo es indudablemente una de las características más importantes del pensamiento chino. Muy distinto al tiempo fenomenológico, que determina la vida de los seres, es para los chinos el tiempo cósmico “innombrable”; en palabras del propio Laozi “el Tao que puede ser expresado con palabras no es el Tao eterno” (Dao De Jing). El taoísmo concibe el tiempo que transcurre desde la vida a la muerte como algo cíclico, de la misma manera que la doctrina brahmánica hindú. La determinación del tiempo sólo puede concebirse a partir de los cambios que conforman los ciclos anuales, que como se repiten una y otra vez no merecen ser medidos. La “parte física” del tiempo es su reflejo en la naturaleza, con las etapas de floración, gestación, etc., que tan directamente han marcado la vida de la sociedad china. Así, por citar un ejemplo, durante la época de los reinos feudales, el periodo comprendido entre 771-476 a.C. recibe el nombre de "era de las Primaveras y Otoños". 
En cuanto a lo que la Astronomía tradicional china pudiera aportar a la comprensión científica del tiempo, conviene mencionar la teoría huntian, formulada por el astrónomo chino Chan Heng (78-139 d.C.), Según esta teoría, la tierra es un fluido que, como veremos adelante, se originó de la yema del huevo cósmico y está rodeada por el cielo (la clara del huevo). Así, la teoría huntian afirma que el movimiento ascendente y descendente de la tierra origina las distintas estaciones del año. De acuerdo con esta teoría, el Sol se encuentra por las mañanas más cerca de la Tierra.
El investigador Joseph Fericgla señala que en el pensamiento chino la verdadera importancia radica en el instante, como tratan de reflejar los haikai (ohaiku), que buscan transcribir la instantánea de un momento, la impresión del instante, en tan sólo tres versos. Esto se debe a la trascendencia que el pensamiento chino otorga al tiempo subjetivo, entendido como un estado de consciencia, el Shih, que nada tiene que ver con una concepción del tiempo como algo computable. Según el pensamiento chino tradicional, no es necesario comprender el tiempo cósmico, pues lo realmente importante es la “calidad del momento”, que puede ser cuantificada por el oráculo, en cuanto el tiempo concreto viene a ser una sucesión de instantes. De hecho, el concepto chino de “calendario” (Shi Ling) no implica la división del año en meses y días, sino que hace referencia al impulso vital que motiva las estaciones y a partir del cual se determina desde el color que debe ser predominante en el vestuario, hasta los sonidos, la alimentación, etc.
Asimismo, la importancia ya mencionada de la armonía explica el papel preponderante que el pensamiento tradicional chino concede a la coincidencia del tiempo del cosmos con el tiempo de la tierra y los humanos, algo que condiciona la actividades en apariencia más intrascendentes pero también las decisiones de los gobiernos. En definitiva, se trata de armonizar el Cielo y la Tierra con el propósito de establecer el orden perfecto, de ahí que a cada estación del año le correspondan unos ritos determinados.
Por último, conviene mencionar que en la lengua china, en lugar de la concreción temporal característica de las lenguas occidentales, lo fundamental es reflejar la trascendencia del momento, de acuerdo con esta concepción particular del tiempo.
Inmortalidad
Aunque la mitología china presenta muchas de las características de la estructura social, tan jerarquizada -con la figura del dios como gobernante supremo frente a otras divinidades inferiores-, en el vasto panteón chino existen deidades de muy diversa naturaleza. Los líderes religiosos que hubieran sido fieles al concepto ancestral del Tao (‘camino, sabiduría’) podían convertirse en mitos si su obra alcanzaba verdadera trascendencia, como en el caso de Laozi (o Lao Tzu, ‘viejo maestro’), longevo filósofo chino que en el siglo VI a.C. escribió la obra esencial del taoísmo, Dao De Jing (‘Libro del camino’), aunque este movimiento religioso no fue sistematizado hasta ocho siglos después. En la vida de Laozi, que fue deificado como dios director del panteón de los inmortales y normalmente se representa a lomos de un búfalo, lo legendario y lo biográfico se unen de tal forma que incluso llega a ser discutida su existencia.
En la mitología china la inmortalidad puede ser atributo no sólo de los sabios, sino también de gobernantes, militares o héroes de la tradición folclórica. De hecho, el fin último del taoísmo es precisamente alcanzar la inmortalidad y cualquiera que consiga la armonía con la naturaleza puede conseguirlo.
Así, en la tradición taoísta, Baxian (o Cao Guoji) es el nombre genérico que reciben siete hombres y una mujer que lograron convertirse en dioses. Cada uno de ellos, precisamente por esta condición “democrática” de la inmortalidad, representa un estado distinto de la condición humana (masculino-femenino, madurez-juventud, aristocracia-plebe y pobreza-riqueza). Sus nombres son: Cao Guoji, Han Xiangzi, He Xiangu, Lancaihe, Li Tieguai, Lu Dongbin, Zhan Guolo y Zhongli Quan; todos ellos viven en las montañas y tienen el poder de hacerse invisibles. Desde la dinastía Yuan, los componentes de Baxian se convirtieron en un motivo iconográfico muy habitual, ya sea individualmente o en grupo. Para más información, véase Ocho Inmortales.
También consiguieron la inmortalidad, por ejemplo, Tong Fangshuo, ministro del emperador Wudi, de la dinastía Han, después de comer melocotones robados del jardín de Xiwangmu; Liu Hai, de la dinastía Jin (265-419), gracias a su benevolencia; o Guan Di, dios de la guerra, personaje real que destacó en el ejercicio de las armas durante la época de los Tres Reinos (222-265). Otro héroe mitológico, Li Bing, gobernador del reino de Shu durante el mandato del rey Zhao de Qin, alcanzó la inmortalidad tras dar muerte al dios del río y acabar así con el sacrificio de doncellas.
Por otra parte, el confucianismo, especialmente en la obra La Lámpara de la Cámara Oscura, de temática tanto moral como religiosa, incide en que del mismo modo que el alma del difunto puede acceder a la divinidad si éste ha llevado una vida heroica o ha sido un benefactor de la humanidad, también puede ser condenada a vidas inferiores.
La actitud impasible frente al final de la vida es, por otra parte, una de las más claras influencias del budismo en el pensamiento chino; por ejemplo, según la tradición, uno de los siete sabios viajaba acompañado por un sirviente encargado de llevar una botella y una azada para enterrarle cuando llegara su final. La creencia en una vida más prometedora después de la muerte predicada por Buda vino a satisfacer el deseo de hallar una respuesta a las calamidades sufridas por la población china durante el periodo de crisis entre los siglos III y VI. Para más información, véase China: Historia (Prehistoria-siglo X).
La mayoría de los mitos chinos tiene su origen en el tradicional culto a los antepasados, uno de los pilares de la cultura china. Tras la muerte de un familiar, los chinos inician unos ritos destinados a que el difunto consiga la inmortalidad. Serán precisamente las ofrendas y los ritos ofrecidos por los familiares lo que permitirá que tras la separación del hun (principio activo o yang, que equivale a la inteligencia) y el po (principio pasivo o yin, que representa el alma), el difunto conserve su espíritu, satisfecho con su estancia en el paraíso de los inmortales. De no ser así podría convertirse en un espíritu errante (guei) que regresaría al mundo de los vivos para recordar a su familia que no se preocupó de rendirle el obligado culto.
Los antepasados se suelen representar mediante tablillas que se guardan en santuarios (ts´eu-tang) y donde aparecen el nombre del difunto y sus títulos tras las palabras: “Sitio del alma de”. La mitología china cuenta incluso con un dios encargado de proteger a los integrantes de una familia de las críticas externas. Este dios debe ser invocado quemando varillas de incienso cada mañana y cada noche.
En los Diálogos de Confucio y en el Libro de los ritos se describe detalladamente cómo deben comportarse los familiares de un difunto. Llama la atención, por ejemplo, que el hijo del fallecido debe volver a comer a los tres días “para enseñar al pueblo que los difuntos no dañan a los vivos y que el dolor excesivo no debe destruir la vida”.
La naturaleza mítica
Culto a la naturaleza y fecundidad
Los campesinos de la Edad Media china celebraban fiestas relacionadas con los ciclos de la naturaleza, especialmente durante las fases de recolección o los periodos invernales. Las celebraciones del Gran Nao y Pa Cha representan así la muerte de la naturaleza que volverá a resurgir. En la mitología china, la custodia de este orden natural corresponde al dios supremo Shangdi.
Asimismo, para la mitología china son sagrados los ríos, cuyas aguas, se creía, podían fecundar a las vírgenes; de ahí la existencia de un rito primitivo que consistía en que las mujeres cruzasen el río. Los cursos fluviales tienen asimismo su propia divinidad, que se encarga de proteger a los humanos de las riadas y conseguir el mayor beneficio de sus aguas. Según una leyenda mitológica, la diosa de los Ríos dejó las huellas de sus manos en el monte Huashang y las de sus pies en las montañas de Shouyang, después de obligar al río Huang He a realizar su serpenteo característico.
De forma periódica, las aguas de éste y otros ríos asolaban los campos del Imperio. Como reflejo de la importancia de las inundaciones en la cultura china, diversas leyendas mitológicas describen la necesidad de controlar las riadas: cuando la diosa Kun (‘pez’), madre del emperador mítico Yu, fue incapaz de detener unas inundaciones perdió todos sus poderes; asimismo, el éxito de su hijo en el control de las aguas le convirtió en el líder de las tribus chinas.
El papel esencial de la actividad agraria en China (la religión oficial era agraria), unido a la concepción del tiempo anteriormente expuesta explican la preocupación por la exacta coincidencia en la tradición china entre los ciclos estacionales y los ciclos agrarios. Pero también esta sincronía se reproduce entre estos ciclos y los distintos periodos que conducen a la fecundidad. Según la tradición, es durante la primavera cuando los jóvenes buscan pareja y los matrimonios celebran sus contactos sexuales. Convencidos de sus beneficios, los sabios confucianistas buscaron la forma de regular los mecanismos que explicarían estas coincidencias.
Los ritos de la primavera, como el cruce del río o los diversos juegos y cánticos, buscan garantizar para los humanos la misma fecundidad que se refleja en los campos. Según la tradición, la pareja alcanza el prometedor acuerdo de su unión cuando la mujer acepta las flores o las semillas que el hombre le ofrece.
Con el invierno llega el recogimiento, los ancianos se visten de luto y se celebra la estación muerta, que trae consigo el periodo de improductividad. Con estas fechas coinciden los cultos a No y a Pa Tscha. En el antiguo reino de Wei, durante este periodo se celebraba un rito que consistía en arrojar a una doncella a un río con el propósito de que se produjera un matrimonio entre ambos.
Todo ello guarda relación con una sociedad, fundamentalmente la de la época Shang, de características matriarcales. Una de las diosas más veneradas de China, Mazu, disponía de la capacidad de dominar la naturaleza, y fue capaz incluso de evitar que su padre, un humilde pescador, muriera ahogado; de ahí que sea la patrona de los pescadores. Por otra parte, la única guerrera de la mitología china, Mulan (o Hua Mulan), se hizo pasar por un hombre después de que se le exigiera a su padre que mandase a un varón para sustituirle en el ejército. Al no tener hermanos varones, fue Mulan quien haciéndose pasar por hombre consiguió las más elevadas distinciones militares. Sin embargo, después de abandonar el ejército, cuenta la leyenda que Mulan volvió a casa para atender a sus padres.
Los cambios sociales provocaron que fuera el hombre quien pasara a ocupar el primer lugar también en el terreno espiritual, aunque, como ya se expuso, en el pensamiento chino el poder creador sólo puede proceder de la unión de las dos fuerzas antagónicas, el yin y el yang.
La relación entre la naturaleza y la política se refleja en la importancia que la cultura china atribuye a los presagios, que, por lo general, suponen la interpretación de un fenómeno natural como el anticipo de un acontecimiento político.
Feng Shui: animismo chino
El complejo sistema chino de Feng Shui, relacionado tanto con la topografía como con la geomancia, parte de una concepción animista de la naturaleza; Feng Shui significa ‘viento y agua’, “incomprensible como el viento, inasible como el agua”. El dragón azul (macho, fuerza positiva) y el tigre blanco (hembra, fuerza negativa) componen las fuerzas de la naturaleza que dan vida a la corteza terrestre; de hecho, las montañas son los miembros del dragón. En cualquier lugar estos animales irradian su energía espiritual, que debe ser medida antes de decidirse la localización de cualquier edificio.
La importancia en el pensamiento chino de este sistema, que adquirió su forma definitiva durante la dinastía Song aunque ya era ya muy tenido en cuenta en época Han, se refleja claramente en la iconografía tradicional. Es la metafísica Feng Shui el motivo de esos extraños perfiles antropomórficos o animales que se diluyen tras de la representación pictórica de paisajes naturales. En muchas de las pinturas pertenecientes a la época Tang (618-907) que representan montañas pueden descubrirse motivos tan dispares como rostros demoníacos o pelos del buey.
Las palabras de uno de los más destacados pensadores de la época Song, Jao Tzujan, ejemplifican con claridad esta concepción animista: “Las montañas deberán tener pulsaciones, de suerte que sean como cuerpos vivos y no como cosas muertas”.
Como se verá más tarde, no debemos olvidar que según la cosmogonía china cada uno de los elementos de nuestro Universo procede de una de las partes del cuerpo del dios creador Pan Gu.
Las cinco montañas sagradas
Las cinco montañas sagradas (Taishan, montaña del Este; Huashan, montaña del Oeste; Hengshan, montaña del Norte; Hengshan, montaña del Sur, y Sungshan, montaña del centro) fueron divinizadas en los tiempos remotos de la civilización china. En la tradición más próxima al taoísmo, cada una de estas montañas está asociada a un color, una orientación y un elemento, de forma que en conjunto representan el sistema de los cinco elementos (Wuxing), de enorme importancia durante la dinastía Han. Del mismo modo, según la cosmogonía china, las cinco grandes montañas proceden de distintas partes del cuerpo del dios creador Pan Gu y también representan las cinco regiones en las que Nuwa dividió el mundo.
Taishan (‘monte Tai’) se encuentra en la provincia de Shandong y es uno de los lugares donde habitan los dioses. Su culto se inició durante la dinastía Zhou y presenta unas características claramente animistas. En los templos dedicados al culto de esta montaña se suele leer la inscripción: “Procura la vida a todos los seres, su autoridad preside el mecanismo de la vida”. En cuanto a la presencia del culto al monte Tai en la doctrina confucianista, conviene destacar que Taishan se halla muy cerca de lugar donde nació Confucio, quien, según la leyenda, advirtió la pequeñez del mundo visto desde su cima. El mismísimo emperador, también sumo sacerdote, se encargaba de celebrar en la cima de Taishan un rito de agradecimiento (feng) al Cielo por la prosperidad del reino.
Ubicada en la provincia de Shaanxi, la montaña Huashan (o montaña del Oeste) debe su nombre a su intenso colorido (el término chino hua significa ‘florido’). Cuenta con 2.604 m de altura, lo que la convierte en una de las cotas más elevadas de la región central china y en un lugar de difícil acceso. Motivo de infinidad de obras pictóricas y poemas, en Huashan se celebraban los ritos de adoración a Xiwangmu, Diosa Madre de Occidente.
Hengshan (o montaña del Sur), ubicada en la provincia meridional de Hunan, ha sido tradicionalmente el lugar elegido para infinidad de cultos tanto taoístas como budistas. Fue en la cumbre de Hengshan donde uno de los representantes más destacados de la escuela taoísta maoshan, Wei Huacun, hija de un ministro del emperador Wu alcanzó el estado místico del Tao.
El papel más destacado de Hengshan (o montaña del Norte, cuya trascripción a caracteres occidentales coincide con la montaña del Sur, no así su nombre chino original) ha sido siempre su función defensiva contra las invasiones procedentes de los territorios del norte.
Por último, Sungshan (o montaña del Centro) está ubicada en la provincia de Henan. Su importancia mística abarca tanto a la tradición taoísta como al budismo channa o zen, y también ha sido inspiración de artistas tan destacados como el poeta Wang Wei, durante la dinastía Tang. En una de las pagodas que pueblan esta montaña se conserva una tablilla grabada por el emperador Xuanzong a mediados del siglo VIII, donde el envejecido gobernante solicita a los sabios el elixir que permita conservar su amor a Yang Guifei, su concubina favorita.
Los árboles mitológicos
El árbol sagrado es uno de los motivos más frecuentes en la mitología china. Según la leyenda de la creación del universo y el ordenamiento del caos, los árboles y las hierbas se formaron a partir de los cabellos de Pan Gu.
Durante el periodo de los Reinos Combatientes (475-221 a.C.) aparece la figura del árbol cósmico que sirve de eje del mítico monte Kunlun (o Kuenlun) en su movimiento rotatorio. Su importancia fundamental radica en su condición de pilar entre el mundo celestial y el terrenal, por lo que Fuxi, uno de los Tres Augustos Soberanos, pudo utilizarlo de escalera para ascender al cielo.
De acuerdo con las creencias taoístas en un mundo ultraterrenal, las almas de los inocentes podían ser enviadas por el dios Yama a la Tierra de la Extremada Felicidad de Occidente, donde residían la esposa del Señor del Cielo, los dioses inmortales y las almas de los bienaventurados. Se trataba de un lugar de enorme belleza, rodeado de una vegetación eternamente primaveral y en el que podía hallarse el Árbol de la Inmortalidad, de cuyos frutos se alimentaban las almas de los justos.
El emperador Qinshi Huangdi (220-206 a.C.) ordenó la búsqueda del Árbol de los Melocotones de la Longevidad, que según la tradición taoísta se encontraba en Penglai, una de las Islas de los Inmortales. Por último, la morera llamada Fusang servía según la mitología china para que el Sol ascendiera y descendiera.
Los astros y los dioses
La adoración al Sol y la Luna es uno de los más extendidos en la tradición china, y guarda relación tanto con los cultos oficiales como con los más populares. Suelen representar la personificación de distintos dioses y en su honor se realizaban sacrificios. En relación al Yin Yang, la Luna es considerada como el elemento pasivo (Yin) y el Sol como el principio activo (Yang), por lo que ambos se oponen y se necesitan mutuamente.
Aunque se conocían sus causas desde antiguo y a pesar de que el taoísmo desprecia la hechicería, para el pensamiento tradicional chino los eclipses son nefastos. Según se describe en los Anales de primavera y Otoño de Ch´un-chiu en referencia al eclipse del año 719 a.C., nada bueno puede traer que la luna-hembra (Yin) oculte tras de sí al sol-macho (Yang).
Una leyenda mitológica cuenta que después del gran diluvio la diosa Nuwa pudo arreglar el pedazo de bóveda celeste que había caído a la Tierra, pero el cielo quedó inclinado al noroeste y la tierra hacia el sureste, lo que explica la dirección de los astros hacia el oeste y el fluir de los ríos hacia el sureste.
En la mitología china, la diosa Xihe es la madre de los diez soles. Esta diosa en tiempos del emperador Yao, tuvo diez hijos, a quienes el Señor del Cielo ordenó que cada día uno de ellos descendiera hasta el mundo de los mortales; el Shanhaijingngng (Clásico de las montañas y los ríos) describe a estos diez soles míticos descansando sobre las ramas del árbol Fusang. Los diez soles se rebelaron contra esta imposición y decidieron marchar juntos hacia el mundo de los seres humanos, lo que provocó la más terrible de las sequías. El Señor del Cielo decidió recurrir al arquero Hou Yi, uno de los héroes mitológicos más destacados del panteón chino. Éste consiguió acabar con la vida de nueve de los diez soles, ya que el emperador Yao le advirtió que la vida en la tierra necesitaba de un Sol. Más tarde, Hou Yi moriría a manos de la encarnación de la envidia en la mitología china, Feng Meng, gracias a los efectos mágicos de un garrote fabricado con madera de melocotonero.
La esposa de Hou Yi se llamaba Chang´e, y es uno de los más célebres personajes mitológicos relacionados con la Luna. Después de que su marido consiguiera vencer a los nueve soles, el matrimonio fue recompensado por la diosa Xiwangmu con el elixir de la Inmortalidad. Pero la felicidad de ambos fue interrumpida para siempre cuando Chang´e se vio obligada a beberse todo el elixir con el fin de evitar que la poción mágica cayera en manos de los malvados discípulos de su marido. Convertida en inmortal, Chang´e hizo de la Luna su nueva morada. Otra leyenda cuenta que Chang´e arrebató a su marido el elixir y huyó a la Luna, pero los dioses la encontraron para convertirla en rana. En esta leyenda se basa un motivo habitual en la iconografía china: la sombra de una rana proyectada sobre la Luna.
El amor entre el heroico arquero Hou Yi y su esposa Chang´e también es utilizado por la mitología china para explicar de un modo poético el equinoccio de otoño: Hou Yi trató de alcanzar a su amada pero sólo llegó hasta el Sol, por lo que este equinoccio se interpreta como la unión anual de los dos amantes.
Con el nombre de Sanxing (‘tres estrellas’) se conoce en China al conjunto celestial formado por los dioses de la Longevidad (Shouxing), que vive en el Polo Sur y en cuyo jardín se encuentra la planta de la inmortalidad; de la Felicidad, y de la Prosperidad (Cai Shen o Luxing), que se considera la reencarnación del sabio de siglo XIII a.C. Bi Gan.
La importancia de la seda a lo largo de la historia de China (véase Ruta de la seda) explica la existencia de diversos leyendas mitológicas sobre su procedencia. Comúnmente se le atribuye a Leizi, también llamada Dama Xiling, su descubrimiento. Una de las leyendas más interesantes es la del mito del dios estelar de la Muchacha Tejedora, creado ya en época histórica. Junto a otro personaje mítico, el Pastor de Bueyes (Vaquero), la Tejedora se funde a la Vía Láctea (o Río Celestial, Tianhe) con la llegada de la primavera, lo que supone el comienzo de la época de lluvias y la aparición del arco iris; este momento también coincide con la reencarnación de los muertos. Tal vez lo más importante sea destacar que tanto la labor de la Muchacha Tejedora como la del Pastor de Bueyes, que consiste en poner el yugo al buey, nunca llega a su fin, lo que guarda una estrecha relación con la concepción china del tiempo antes expuesta.
A partir de la dinastía Han, el mito de la Tejedora fue enriquecido con la leyenda del amor entre ésta, hija del Soberano del Cielo, y el Pastor de Bueyes. Pero la distinta naturaleza de los amantes hizo que fueran condenados a vivir separados eternamente por la Vía Láctea excepto un día al año, que coincide con el 7 de julio del calendario lunar, durante el cual los esposos pueden estar juntos.
Por último, uno de los motivos iconográficos más representativos del arte chino es el chi (o qi), especie de nube que viene a representar la espiritualidad o la “energía vital interior”. En el proceso de su evolución formal, el chi tomó forma de manto que envuelve el cielo o los elementos de la naturaleza, o de traje de dragón que cubre el cuerpo de un humano protegido por los dioses.
Otros mitos relacionados con la naturaleza
Suiren (‘el que produce el fuego’) es un personaje legendario cuya naturaleza se sitúa entre lo humano y la divino. Fue un sabio anterior a la época del emperador Fuxi, que recibió de un pájaro las enseñanzas necesarias para la producción del fuego, lo que más tarde le permitió enseñar a los humanos a cocinar alimentos.
En la mitología china Lei Gung es el encargado de regular las lluvias. Durante la época Han presentaba aspecto humano pero, más tarde y por influencia del budismo, fue representado como un pájaro con cara de mono.
Existen muchas leyendas mitológicas sobre Magu, la diosa del Cáñamo, relacionada también con la longevidad y los buenos augurios. Según la tradición, vivió en el siglo II a.C. y suele representarse como una muchacha apoyada en una caña de bambú y con las uñas muy largas.
En la leyenda del héroe mitológico Hou Ji de Zhou, que recibe el sobrenombre de “el Abandonado” son los animales los que hicieron ver a la madre del héroe, Jiangyuan, que su hijo poseía atributos divinos. Cuando Jiangyuan, que temía que su hijo fuera portador de desgracias, abandonó a su hijo en un bloque de hielo, los pájaros fueron a cubrir al niño para que no muriera de frío. La vinculación de este dios con la naturaleza lo convirtió en el dios de la Agricultura, además de atribuírsele la introducción del cultivo del mijo en China; en chino ji significa ‘mijo’.
Por último, conviene destacar la importancia de los peces en la iconografía tradicional china. Los chinos convirtieron a los animales acuáticos en seres mágicos como los peces-dragón. En la cerámica neolítica Yangshao aparecen ya unos seres que vienen a representar la unión entre los peces y los humanos. Al ser uno de sus motivos más habituales, el desarrollo de sus distintos significados, así como la evolución técnica en el dibujo de las distintas clases de peces, facilita la distinción de las distintas etapas de la porcelana china.
El reino de las almas y el infierno
El reino de las almas representa un mundo completamente al margen del terrenal, con sus campos y sus ciudades propios. Una de sus ciudades más importantes, Fong-tu, estaba rodeada por el río Nai-ho. Para cruzar este río existían tres puentes: el construido en oro sólo era utilizado por los dioses, las almas justas podían utilizar el de plata y el tercero, que suponía un grave peligro pues era muy estrecho y había sido construido con barro, estaba asignado a las almas pecadoras.
Los diez infiernos de la mitología china están presididos por Sinkuang, juez de los difuntos. Las características de estos infiernos fueron tomadas del budismo, así como la figura de su supremo emperador, el dios Yama (Yeng-vang); según la tradición, Augusto de Jade sustituyó a éste por Tsi´in-Kuang-vang, después de que, debido a su extrema bondad, Yama permitiera la entrada de todas las almas a la Tierra de la Extremada Felicidad de Occidente sin recibir castigo alguno.
El dios Niu-t´eu (Cabeza de Buey) y la diosa Ma-miem (Cabeza de Caballo) son los encargados de conducir el alma del difunto frente al supremo emperador del infierno. Pero antes de llegar ante Tsi´in-Kuang-vang las almas son juzgadas por los dioses de los Muros y los Fosos. Además de proteger cada una de las localidades del Imperio, estos dioses pertenecen al Ministerio Celeste de la Justicia, que tiene la capacidad de permitir la liberación inmediata tras un interrogatorio. Tsi´in-Kuang-vang conduciría entonces a los culpables frente a un espejo (Sieking t´a) que refleja todos sus pecados. Si éste no reflejaba nada el alma del inocente es liberada.
En la ciudad de Fong-tu se encuentra el palacio de Ts´in-kuang-vang y cada uno de los diez infiernos. El primero de ellos está presidido por el Primer Gran Rey. En el décimo, el Gran Emperador de las Almas decide finalmente la duración de la condena y la trasmigración del alma en humano o animal después de cumplida la condena en el infierno correspondiente, pero no antes de que el espíritu beba el “caldo del olvido”. Cada uno de los restantes ocho infiernos cuenta con un rey especializado en el juicio de distintas clases de pecadores: funcionarios desleales y médicos incapaces son juzgados en el segundo recinto; prevaricadores, malos subordinados, malas esposas y calumniadores en el tercero; avaros ricos, estafadores y blasfemos en el cuarto recinto; personas lujuriosas y pecadores religiosos son sometidos a la justicia del infierno en el quinto recinto; los sacrílegos en el sexto; en el séptimo se juzga a quienes dañan las sepulturas; en el octavo a los que no cumplen sus obligaciones piadosas con la familia, y, por último, en el noveno a los artistas obscenos.
Todos los meses celebran una reunión los dioses supremos de cada uno de los Ministerios Celestes en el palacio del Venerable Celeste Augusto de Jade, ubicado en algún lugar del Cielo (T´ien, término que en chino contiene más sentidos espirituales que físicos). El Señor del Cielo puede entonces ordenar las ascensos, descensos o destituciones de sus funcionarios, en función de su competencia.
La tradición budista describe la existencia de dieciséis infiernos subterráneos, ocho de fuego y ocho de hielo, donde los condenados son sometidos a temperaturas extremas, una vez juzgados por un tribunal formado por el “juez que todo lo huele” y “el juez que todo lo ve”.
Mediante el culto a la diosa Ti-tsang (equivalente a la budista Kshitigarbha) se puede lograr la salvación de las almas de los muertos que ya se encontrasen en la prisión infernal, y conseguir así que pasen a morar en la Tierra Pura (Ts´ing-tsing), un lugar repleto de riquezas y exento de cualquier dolor moral o físico.
Además de su lógica relación con los castigos infernales, el papel que juegan los demonios en la mitología china es tan importante que pueden servir para explicar incluso los males físicos producidos por las enfermedades. Por ejemplo, la malaria se interpreta como la acción de tres demonios: uno armado con un martillo (que produce la cefalea), otro con un horno (responsable de las fiebres altas) y otro con un cubo de agua helada (causante de los escalofríos).
Pan Gu, el principio de todas las cosas
Según la leyenda del huevo cósmico narrada por Xu Zheng, perteneciente al Periodo de los Tres Reinos, el artífice del Universo fue el dios Pan Gu (o P´an-ku). Este dios puso fin al caos al lograr la separación entre el cielo (clara del huevo, naturaleza líquida, yang) y la tierra (yema del huevo, naturaleza sólida, yin), que en un primer momento estaban unidos en una especie de huevo cósmico que mantenía preso al propio Pan Gu (pan ‘cascote’ y gu‘antiguo’).
Con el progresivo aumento del tamaño de Pan Gu el cielo y la tierra se fueron separando. Tras su muerte, las distintas partes del cuerpo del dios se convirtieron en el sol (ojo izquierdo), la luna (ojo derecho), el viento (su aliento), la lluvia (el sudor) los ríos (su sangre), los metales (dientes), los árboles y las hierbas (sus cabellos y la barba), etc.
Aunque ésta es la versión más extendida, existen otras leyendas que relacionan a Pan Gu con el origen del Universo. Según una de ellas, este dios era un enano nacido en un huevo, de cuya parte superior emergieron los cielos y de la inferior la tierra. De los ojos del dios surgieron el Sol y la Luna y de su cabeza las cinco montañas sagradas. En otros casos se dice que tras surgir de los cinco elementos, Pan Gu creó la tierra y el cielo con martillo y cincel. Este dios aparece en ocasiones representado como un enano velludo con cuernos que lleva un cincel en una mano y un martillo en la otra, dispuesto a romper la roca primigenia. Pan Gu suele estar acompañado por cualquiera de los animales míticos de la tradición china, el Unicornio, el dragón, el Fénix o la tortuga gigante.
Parece ser que el culto a este dios se originó en el sur del país, donde aún pervive en algunas regiones. No obstante, en la actualidad se representa con cuerpo de hombre y cabeza de perro y recibe el nombre de rey Pan. Una leyenda cuenta que este dios contrajo matrimonio con la hija de Gao Xin, después de llevar a este emperador la cabeza del mayor enemigo del Imperio.
Otro personaje relacionado con la cosmogonía china que conviene destacar es Hun Tun, “el dios sin rostro”. En un principio se trataba de un pájaro, más tarde se convirtió en un ser sin ojos, nariz, orejas ni boca y finalmente en un dios abstracto, imposible de definir, un concepto cosmogónico cercano al de caos original.
Xiwangmu, Diosa Madre de Occidente
Los ritos relacionados con esta diosa, que podría considerarse la diosa china de la Inmortalidad, son antiquísimos. Su nombre aparece inscrito en huesos y caparazones de tortuga que datan de los tiempos de la dinastía Shang. A partir de la dinastía Han, y siempre relacionada con los mitos de creación del mundo y con el Yin Yang, Xiwangmu se convierte en un motivo recurrente en todo tipo de obras artísticas, representada frecuentemente con tocado y rodeada de animales. El taoísmo adaptó su figura para convertirla en la madre de Laozi, identificada como Madre del Metal que nació del aliento del Tao. Los gobernantes de la dinastía Tang también dotaron de oficialidad los cultos relacionados con esta diosa.
Fundamentalmente Xiwangmu actúa como intermediaria entre los humanos y los seres inmortales, Se trata, incluso en la actualidad, de un modelo de mujer para los chinos, cuya adoración está muy extendida por todo el país. Se han levantado templos en su nombre en lugares tan emblemáticos como los montes Taishan y Huashan.
Los Tres Puros
Al igual que ocurre con otras mitologías, la existencia de tres dioses principales en el panteón chino se justifica por la sucesión divina. El Venerable Celeste del Primer Origen (Yuan-che o T´ien-te-suen) representa la figura del dios que gobernó en un pasado. El Venerable Celeste Augusto de Jade -que a menudo se confunde con Huangyi (Hang-ti, Augusto de Jade)- recibe también la denominación familiar de Señor del Cielo (Lao-t´ien-ye) o Emperador Yu (Yu Huang); este dios está relacionado con la deidad budista Brahma y es según la tradición china quien gobierna el mundo actualmente. En un futuro, el Venerable Celeste Augusto de Jade será sucedido por el Venerable Celeste de la Aurora de Jade de la Puerta Dorada (también llamado Kin-k´iueYu-tchen o T´ien-tsuen), que el taoísmo identifica con Laozi. El sincretismo religioso característico del pensamiento chino explica que en los templos budistas sean venerados estos tres dioses, bajo la denominación de “los Tres Puros”.
Las leyendas mitológicas chinas cuentan que en tiempos remotos el Venerable Celeste del Primer Origen delegó todo su poder al Señor del Cielo, que a su vez delegó en un Segundo Señor muchas de sus funciones. De hecho, el omnipresente orden estructural del pensamiento chino supone la existencia de una jerarquía divina perfectamente organizada. El Señor del Cielo recibe así la ayuda del Gran Emperador del Pico del Este (T´ai-yo ta-ti), que dirige desde su morada en el monte Taishan a cada uno de los dioses en frente de los distintos Ministerios Divinos (tal es la correspondencia con la sociedad y la política chinas): los dioses del Amor, la Justicia, la Verdad, el Poder o la Riqueza. Por supuesto, estos dioses cuentan con subalternos que se encargan de diversos departamentos dedicados a cuestiones más concretas.
Emperadores míticos, entre la realidad y el mito
Debido a la estrechísima relación entre mitología, política e historia en el sistema de creencias chino, a menudo se recurrió al mito para explicar, no sólo los fenómenos “misteriosos” de la naturaleza, sino también cuestiones políticas, como la sucesión de los soberanos, o la creación de aspectos tan importantes en la sociedad china como la administración territorial o la agricultura. Por ejemplo, según el relato de Mencio (372-289 a.C.), discípulo de Confucio, fue el emperador Yu “el Grande”, dotado de una fuerza sobrenatural, quien expulsó de la tierra a los monstruos y canalizó las aguas con el propósito de fertilizar las tierras.
En todo caso, e independientemente de su realidad histórica, los siguientes emperadores pueden ser considerados como dioses fundamentales en el panteón chino.
Los Cinco Augustos Soberanos
Cada uno de los Cinco Augustos Soberanos representa en realidad el ciclo político de una dinastía; no conviene olvidar que la milenaria historia de China es en gran parte la de las distintas dinastías que alcanzaron el trono imperial. La dinastía Qin (221-207 a.C.) quiso perpetuarse en el poder durante “diez mil generaciones” y legitimar el ejercicio del poder a través de la vinculación con un antepasado supremo.
Así Huangdi, Zhuanxu, Gu, Yao y Shun dieron inicio, siempre desde un concepto de lo “histórico” que funde mito y realidad, a distintas dinastías que llegaron a su fin cuando el heredero dejó de recurrir a la virtud o el tianming (‘mandato del cielo’) como base de su gobierno. De acuerdo con la tradición, las acciones de estos gobernantes son esenciales en la creación de la civilización china.
Como personaje histórico, Huangdi está considerado el primer emperador de China, así figura en los Anales de los Cinco Emperadores, y destacó sobre todo por su inteligencia. Como dios de los Mundos Subterráneos -en contraposición a Shangdi, el Señor de lo Alto- su culto estuvo muy extendido durante las dinastía Han, aunque ya se registra en inscripciones de la época Shang. Está relacionado con el color amarillo (huang), con la tierra, los ritos de inmortalidad y con la medicina tradicional; a Huangdi se le atribuye la autoría del libro de medicina Huangdi neijing, así como la invención de la escritura, el calendario, el compás y de un carro que siempre se dirigía hacia el sur.
Según una de las innumerables leyendas mitológicas que rodean a Huangdi, éste se vio obligado a luchar contra Chi Yu, el primer rebelde de la historia china, después de que el emperador abriera las puertas de las montañas que permitieron a Chi Yu crear la metalurgia y fabricar armas de metal.
Su nieto Zhuanxu representa fundamentalmente el gobierno regido por el Cielo, pues basaba sus decisiones en los ciclos estacionales. Es el más claro ejemplo de lo expuesto anteriormente sobre la concepción de la naturaleza en el pensamiento tradicional chino: Zhuanxu fue capaz de dirigir las energías interiores y quiso pacificar a la naturaleza y a los hombres; sin embargo, sus herederos se convirtieron en la personificación de distintas epidemias.
La dinastía Shang recurrió a Gu para legitimar su derecho al trono. Este soberano se caracteriza por sus sabios conocimientos astronómicos, musicales y espirituales, así como por centrar su política en la formación intelectual de sus súbditos.
Los Tres Augustos Soberanos
También los Tres Augustos Soberanos fueron los creadores de muchos de los aspectos más relevantes de la sociedad china, convertidos por las leyendas mitológicas en verdaderos demiurgos.
Además de la creación de los otro trigramas del I Ching, a Fuxi, se le atribuye entre otros los "inventos" de la domesticación de animales, la pesca, la música y el matrimonio. Nuwa (Niu-kua o Nügua), su hermana y esposa, estrechamente relacionada con la fertilidad, es según la mitología china la creadora de los seres humanos. El nacimiento del ser humano también se relaciona con Huangdi, unos de los Cinco Augustos Soberanos, y el propio Fuxi. Éste y Nuwa suelen ser representados juntos y enrollados por sus colas de serpiente.
La leyenda cuenta que al sentirse sola Nuwa moldeó con barro a los primeros hombres y mujeres, que enseguida dedicaron una danza a la diosa creadora. Según otra de las innumerables leyendas protagonizadas por esta diosa y soberana, fue Nuwa la encargada de ordenar el caos surgido tras una cruel batalla entre dos dioses enemigos, Kong Kong (dios del Agua) y el primitivo dios chino del Fuego (Zhu Rong). La encarnizada lucha entre ambos provocó la destrucción del monte que en los tiempos míticos sostenía el cielo, por lo que un gran pedazo celeste cayó sobre la tierra y trajo el caos. La diosa consiguió reconstruir el trozo de cielo mezclando distintas piedras de cinco colores y utilizó las cuatro patas de una tortuga para sostenerlo por cada uno de los cuatro polos. Así, de la intervención de Nuwa surgió la separación del mundo en cuatro cuadrantes.
Hasta la implantación durante la dinastía Han de la Escuela de las Cinco Fases, el meticuloso afán sistematizador chino se basaba en la división en cuatro partes. Con el término sifang (´cuatro direcciones`) se hace referencia a la división del mundo en cuatro tierras llenas de monstruos que se encuentran alrededor de un espacio central donde viven los hombres. Los espíritus sin rumbo deambulan por estos territorios y sólo los sacrificios pueden servir para recuperarlos. Cada una de estas tierras estaba dirigida por un dios y se relacionaba con una dirección, un color, una estación y un animal: norte (tortuga, negro, invierno), sur (pájaro, rojo, verano), este (dragón, azul, primavera) y oeste (tigre, blanco, otoño).
Al último de los Tres Augustos Soberanos, Shennong, se le atribuye la creación de las plantas, la medicina natural y la agricultura, cuya importancia esencial en la sociedad china no es necesario exponer. Fue también Shennong quien transmitió a los humanos el conocimiento de la música, cuyos valores positivos, independientes de su valor ritual, no experimentaron un verdadero empuje hasta la llegada del confucianismo.
Los Cuatro Reyes Celestiales 
En la entrada de los templos budistas chinos es fácil distinguir la figura de los Cuatro Reyes Celestiales, dos a cada lado, que se dedican a proteger a los fieles de los espíritus malignos.
Cada uno de ellos se ocupa de una de las cuatro direcciones. El guardián del norte, Molishou, tiene el rostro pintado de negro y una serpiente en sus manos. El rostro de Molihong, guardián del sur, está pintado de rojo y lleva un paraguas, con el que atrae o rechaza las fuerzas de la naturaleza. Miliqing, guardián del este, tiene el rostro pintado de blanco y es el portador de la espada mágica. Por último, Milihai, el guardián del oeste, tiene el rostro azul y lleva un laúd de cuatro cuerdas.
En la tradición taoísta, los Cuatro Reyes Celestiales son relacionados con los dioses Li, Ma, Zhao y Wen.
Dioses titulares
En el panteón chino también hay lugar para los dioses encargados de proteger una ciudad, una aldea, casa, familia, etc. Bastaba con invocar al dios adecuado para ver satisfecha cualquier necesidad. En todos los hogares estaba presente la imagen del dios del Hogar, generalmente un anciano sentado en un trono y acompañado de una mujer, de pie y rodeada de varios animales domésticos.
A cada gremio correspondía también un dios, a quien por lo general se le atribuye la invención del oficio en cuestión. Wen di (Wen Chang o Ven-tch´ang ti-kium) es además del dios de la Literatura, el representante celeste de los funcionarios civiles, de ahí que sea venerado especialmente por todos los candidatos a los exámenes para acceder a un puesto público en China. Wen Di aparece en la literatura taoísta en contraposición a Zhuyi, patrón de los estudiantes mal preparados. Es frecuente que la figura de Wen Di se asimile a la de Confucio.
En cuanto a la protección individual, en la mitología china existen tres espíritus distintos que se ocupan de cada persona: Sui Kuan (liberador de las desgracias), T´ien Kuan (dispensador de la felicidad) y Ti Kuan (que perdona los pecados).
Las cuatro criaturas sobrenaturales
Es en el Lijing (Libro de los ritos), escrito en el siglo II a.C., donde aparecen por primera vez agrupados los cuatro animales míticos de la mitología china (dragón, tortuga, unicornio y ave fénix) asociados a la creación del mundo; de ahí que suelan aparecer junto a Pan Gu.
En un principio, el dragón chino (long, término sánscrito con el significado de ‘dragón’ o ‘elefante’) es simplemente un ser con forma de serpiente bípedo o cuadrúpedo, cubierto de escamas y con llamas emergiendo de sus hombros. El carácter chino “yu”, nombre del emperador mítico, se basa, según expertos en mitología como Yang Kuan, en el carácter para “dragón”. Desde la época Han se convierte en un monstruo más sofisticado con espinas en la creta dorsal y dientes, asociado a infinidad de sentidos, algunos de ellos ya comentados anteriormente. Para más información, véase dragón.
Considerada el ayudante de los dioses en la creación del mundo, ya se ha mencionado en varias ocasiones a la tortuga como uno de los animales a los que más propiedades mágicas atribuye la mitología china. La tortuga suele estar relacionada con la bóveda celeste debido a la forma de su caparazón; de acuerdo con la leyenda de Nuwa, por ejemplo, el cielo está sostenido por las cuatro patas de una tortuga.
Según las doctrinas del confucianismo, el futuro puede predecirse leyendo el caparazón de las tortugas, mediante un rito denominado "Pu". El Pu sirve también para venerar a los dioses, elegir el momento más adecuado para los cultivos o los negocios y observar los preceptos. Según el Lijing (‘Libro de los ritos’) el que consultaba debía dirigir a la tortuga las siguientes palabras: “Para la elección del día nosotros tenemos confianza en ti, oh venerable tortuga que sigues reglas constantes y aseguradas”. Se sabe que ya durante la dinastía Shang los caparazones de las tortugas se utilizaban para inscribir los nombres de las distintas divinidades durante la celebración de ritos mágicos (jiaguwen)
El unicornio chino (qilin) tiene cuerpo de ciervo, cola de búfalo y piel cubierta de escamas. En realidad, “qilin” deriva de los nombres del unicornio macho (qi) y del unicornio hembra (lin). Fundamentalmente, el qilin está asociado a los buenos augurios para un nuevo gobierno (fusión del cielo y la tierra) o el amor (unión de hombre y la mujer).
El ave fénix chino (fenghuang) tiene cabeza de gallina, orejas humanas, frente de golondrina, cuello de reptil, torso de tortuga y cola de pez. De nuevo el nombre chino es la fusión del nombre del macho (feng) y la hembra (huang). Con la interpretación moral llevada a cabo por el confucianismo sobre los elementos de la mitología, cada una de las partes del cuerpo del fenghuang pasó a representar a una cualidad humana: cabeza (virtud), alas (deber), espalda (religiosidad), pecho (humanidad) y estomago (veracidad). Al igual que el qilin, el fenghuang está relacionado con la prosperidad, por lo que se oculta en los periodos de crisis.
También merece ser mencionado el taotie, que en principio representaba a un ser demoníaco. Se trata de un animal imposible de identificar, de aspecto agresivo y cola de dragón, que está relacionado con las ofrendas de alimentos.

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