a. El último, y el más difícil, trabajo de Heracles fue sacar al
perro Cerbero del Tártaro. Como medida preliminar, fue a Eleusis, donde
solicitó que le permitiesen participar en los Misterios y llevar la corona de
mirto.
En nuestros tiempos cualquier griego de buena reputación puede ser iniciado en
los misterios de Eleusis, pero en la época de Heracles sólo se admitía a los
atenienses, por lo que Teseo sugirió que lo adoptase cierto Filio. Filio lo
hizo, y cuando Heracles quedó purificado de su matanza de los centauros, porque
nadie que tuviera las manos manchadas con sangre podía presenciar los
Misterios, le inició debidamente Museo, el hijo de Orfeo, actuando Teseo como
su padrino.
Pero Eumolpo, el fundador de los Misterios Mayores, había ordenado que no se
admitiese a ningún extranjero, y en consecuencia los eleusinos, poco dispuestos
a rechazar el pedido de Heracles, pero dudando de que su adopción por Filio lo
calificara como un verdadero ateniense, establecieron los Misterios Menores
para favorecerle. Otros dicen que Deméter misma le honró fundando en esa
ocasión los Misterios Menores.
b. Todos los años se realizan dos series de Misterios eleusinos:
los Mayores en honor de Deméter y Core, y los Menores en honor de Core
solamente. Los Misterios Menores, una preparación para los mayores, son un
recuerdo dramático del destino de Dioniso que realizan los eleusinos en Agre,
junto al río Iliso, en el mes Antesterión. Los ritos principales son el
sacrificio de una cerda, que los iniciados lavan primeramente en el río
Cántaro, y su subsiguiente purificación por un sacerdote que lleva el nombre de
Hidrano.
Luego tienen que esperar por lo menos un año para que puedan participar en los
Misterios Mayores, que se realizan en Eleusis mismo en el mes de Boedromio, y
además deben jurar ante el mistagogo que guardarán secreto antes de ser
preparados para ello. Entretanto no se les permite entrar en el templo de Deméter
y esperan en el vestíbulo durante las solemnidades.
c. Una vez purificado y preparado de este modo, Heracles descendió
al Tártaro desde el Ténaro laconio; o, según dicen algunos, desde la península
Aquerusia, cerca de Heraclea en el Mar Negro, donde se muestran todavía las
marcas de su descenso a una gran profundidad. Le guiaron Atenea y Hermes, pues
siempre que, agotado por sus trabajos, llamaba desesperado a Zeus, Atenea se
apresuraba a descender para consolarle.
Aterrado por el ceño de Heracles, Caronte lo condujo a través del río Estigia
sin vacilar, en castigo por lo cual Hades lo tuvo encadenado durante todo un
año. Cuando Heracles desembarcó de la desvencijada embarcación todos los
espíritus huyeron, excepto Meleagro y la gorgona de Medusa. A la vista de
Medusa desenvainó la espada, pero Hermes le tranquilizó diciéndole que sólo era
un fantasma; y cuando apuntó con una flecha a Meleagro, quien llevaba puesta
una armadura brillante, Meleagro le dijo sonriendo: «Nada tienes que temer a
los muertos», y ambos conversaron amistosamente durante un rato; al final
Heracles se ofreció a casarse con la hermana de Meleagro, Deyanira.
d. Cerca de las puertas del Tártaro Heracles encontró a sus amigos
Teseo y Pirítoo atados a sillas crueles; arrancó a Teseo de su silla y lo puso
en libertad, pero se vio obligado a dejar allí a Pirítoo. Luego retiró la
piedra bajo la cual Deméter había aprisionado a Ascálafo; y a continuación,
deseoso de complacer a las ánimas con un regalo de sangre caliente, mató una de
las vacas de Hades. Su pastor, Menetes o Menecio, hijo de Ceutónimo, le desafió
a luchar, pero Heracles le asió por la cintura y le rompió las costillas. Al
ver eso Perséfone, que había salido de su palacio y saludado a Heracles como un
hermano, intervino y le suplicó que perdonara la vida a Menetes.
e. Cuando Heracles pidió que le entregaran a Cerbero, Hades, quien
se hallaba junto a su esposa, le contestó torvamente: «Es tuyo, si puedes
dominarlo sin emplear la clava ni las flechas.» Heracles encontró al perro
encadenado a las puertas del Aqueronte y lo asió resueltamente por el cuello,
del cual salían tres cabezas, cada una con una cabellera de serpientes. Cerbero
levantó el rabo cubierto de púas para golpearle, pero Heracles, protegido por
la piel de león, no aflojó su apretón hasta que Cerbero se sintió ahogado y
cedió.
f. Cuando volvía del Tártaro Heracles se tejió una corona con el
árbol que Hades había plantado en los Campos Elíseos en recuerdo de su amante,
la bella ninfa Leuce. Las hojas exteriores de esa corona siguieron siendo
negras, porque ése es el color del mundo subterráneo, pero las que rozaban con
las sienes de Heracles se pusieron de un color blanco plateado a causa de su
sudor glorioso. De aquí que se le consagre el álamo blanco, o tiemblo; su color
significa que Heracles trabajó en ambos mundos.
g. Con la ayuda de Atenea, Heracles volvió a cruzar el río Estigio
sin peligro, y luego medio arrastró y medio llevó a Cerbero por el precipicio
de las cercanías de Trecén, por el que Dioniso había conducido a su madre
Sémele. En el templo de Artemisa Salvadora, construido por Teseo, sobre la boca
de ese precipicio, hay ahora altares dedicados a las divinidades infernales. En
Trecén se muestra también una fuente descubierta por Heracles y que lleva su
nombre frente al lugar donde estaba anteriormente el palacio de Hipólito.
h. Según otra versión, Heracles arrastró a Cerbero, atado con
cadenas adamantinas, por un camino subterráneo que llevaba a la sombría cueva
de Acone, cerca de Mariandina en el Mar Negro. Como Cerbero se resistía,
desviando los ojos de la luz y del sol y ladrando furiosamente con sus tres
bocas, su baba salió volando a través de los campos verdes e hizo brotar la
planta venenosa llamada acónito, y también hecateis, porque Hécate fue la
primera que la utilizó. Según otra versión, Heracles volvió al aire superior
por el Ténaro, famoso por su templo parecido a una cueva delante del cual había
una imagen de Posidón; pero no se sabe si algún camino llevaba alguna vez allí
al Infierno, pues ha estado cerrado desde entonces. Por fin, algunos dicen que
salió por el recinto de Zeus Lafistio, en el monte Lafistio, donde hay una
imagen de Heracles el de los Ojos Alegres.
i. Pero todos están de acuerdo por lo menos en que cuando Heracles
llevó a Cerbero a Micenas, Euristeo, que estaba ofreciendo un sacrificio, le
entregó una porción de esclavo, reservando los mejores trozos para sus propios
parientes; y en que Heracles manifestó su justo resentimiento matando a tres de
los hijos de Euristeo: Perimedes, Euribio y Erípilo.
j. Además del acónito, Heracles descubrió también los siguientes
simples: el heracleón u «orégano silvestre» que lo cura todo; el heracleón
siderio, con su tallo delgado, su flor roja y sus hojas parecidas a las del
coriandro, el cual crece en las cercanías de los lagos y ríos y es un remedio
excelente para todas las heridas causadas por el hierro; y la hiosciamina, o
beleño, que causa el vértigo y la locura. El heracleón ninfeo, que tiene una
raíz parecida a una clava, se llamó así por cierta ninfa abandonada por
Heracles y que murió de celos; hace impotentes a los hombres durante doce días.
1.
Este
mito parece haber sido deducido de una ilustración que mostraba a Heracles
descendiendo al Tártaro, donde Hécate, la Diosa de los Muertos, le recibía en
la forma de un monstruo de tres cabezas —quizá con una cabeza por cada una de
las estaciones (véase 31.1 y 75.2)— y, como una consecuencia natural de su
obsequio de las manzanas de oro, lo conducía a los Campos Elíseos; en realidad
era Cerbero el que llevaba a Heracles, y no al contrario. La versión familiar
es un resultado lógico de su elevación a la divinidad: un héroe debe permanecer
en el Infierno, pero un dios puede salir de él y llevarse a su carcelero.
Además, la deificación de un héroe en una sociedad que anteriormente adoraba
solamente a la diosa implica que el rey ha desafiado a la costumbre inmemorial
y se ha negado a morir por ella. Así la posesión de un perro de oro era prueba
de la soberanía del rey supremo aqueo y de haber eludido la tutela matriarcal
(véase 24.4). La presencia de Menetes en el Tártaro, y el robo por Heracles de
una de las reses de Hades, demuestran que el décimo trabajo es otra versión del
duodécimo: una perturbación en el Infierno (véase 132.1). A juzgar por el
correspondiente mito gales, el padre de Menetes, aunque deliberadamente «sin
nombre», era el dios-aliso Bran, o Foroneo, o Crono; lo que está de acuerdo con
el contexto del décimo trabajo.
2.
Los
misterios Mayores de Eleusis eran de origen cretense y se realizaban en el mes
Boedromión («corriendo en busca de ayuda»), que en Creta era el primer mes del
año, aproximadamente septiembre, y se llamaba así, según Plutarco (Teseo 27),
para conmemorar la derrota de las amazonas por Teseo, lo que significa su
supresión del sistema matriarcal. Originalmente, los Misterios parecen haber
sido la preparación del rey sagrado, en el equinoccio de otoño, para su próxima
muerte en el solsticio hiemal —de aquí la corona de mirto premonitoria (véase
109.4)— en la forma de un drama sacro, que le avisaba qué podía esperar en el
Infierno. Después de la abolición de los sacrificios del varón regio, una
característica del matriarcado, los Misterios quedaron abiertos para todos
aquellos a los que se juzgaba merecedores de la iniciación; como en Egipto,
donde el Libro de los Muertos daba un consejo análogo, cualquier hombre de
buena reputación podía convertirse en un Osiris purificándose de toda impureza
y pasando por una muerte fingida. En Eleusis, Osiris estaba identificado con
Dioniso. Las hojas del álamo blanco eran un símbolo sumerio de renacimiento y
en el calendario de los árboles celta el álamo blanco representaba al
equinoccio otoñal (véase 52.3).
3.
Los
Misterios Menores, que se convirtieron en una preparación para los Mayores,
parecen haber sido un festival pelasgo independiente que se basaba también en
la esperanza del renacimiento, pero se ralizaba a comienzos de febrero, en la
Candelaria, cuando los árboles echan por primera vez hojas, que es lo que
significa «Antesterión».
4.
Ahora
bien, puesto que a Dioniso se le identificaba con Osiris, Sémele tiene que ser
Isis; y sabemos que Osiris no sacó a Isis del Infierno, sino que ella le sacó a
él. Por lo tanto, la ilustración de Trecén mostraría a Sémele llevando a
Dioniso de vuelta al aire superior. La diosa que guía igualmente a Heracles es
también Isis; y su rescate de Alcestis se dedujo probablemente de la misma
ilustración: él es conducido, no conduce. Su salida por el recinto del monte
Lafistio constituye una variante interesante. No hay caverna alguna en la
cumbre, y el mito tiene que referirse a la muerte y la resurrección del rey
sagrado que se celebraba allí, rito que contribuyó a formar la leyenda del
Vellocino de Oro (véa- se 70.2 y 148.10).
5.
El
acónito, un veneno y paralizante, era utilizado por las hechiceras tesalias
para preparar su ungüento flotante; entumecía los pies y las manos y daba la
sensación de elevarse del suelo. Pero como era también un febrífugo, a
Heracles, que ahuyentó a las aves de la fiebre de Estinfalia, se le atribuyó su
descubrimiento.
6.
El
orden de sucesión de las hazañas de Heracles varía considerablemente. Diodoro
Sículo e Higinio disponen los Doce Trabajos en el mismo orden que Apolodoro,
excepto que ambos colocan al cuarto antes que el tercero, y al sexto antes que
el quinto; y que Diodoro coloca al duodécimo antes que el undécimo. Casi todos
los mitógrafos están de acuerdo en que la muerte del León de Nemea fue el
primer trabajo, pero en el orden de sucesión que establece Higinio de «los doce
trabajos de Heracles impuestos por Euristeo» (Fábula 30) le precede el
estrangulamiento de las serpientes. En un lugar Diodoro Sículo asocia la muerte
de Anteo y de Busiris con el décimo trabajo (iv.17-18); en otro, con el
undécimo (iv.27). Y en tanto que algunos autores hacen que Heracles navegue con
los argonautas en su juventud (Silio Itálico: i.512), otros colocan esta
aventura después del cuarto trabajo (Apolonio de Rodas: i.122); y otros después
del octavo (Diodoro Sículo: iv.15). Pero algunos le hacen realizar el noveno
(Valerio Flaco: Argonautica v.91) y el duodécimo (ibid.: ii.382), y romper los
cuernos de «ambos toros» (ibid.: i.36) antes de partir con los argonautas; y
otros niegan que navegara con ellos, fundándose en que entonces servía como
esclavo a la reina Ónfale (Herodoto, citado por Apolodoro: i.9.19).
7.
Según
Licofrón 1328, Heracles fue iniciado en los Misterios de Eleusis antes de
emprender el noveno trabajo; pero Filócoro (citado por Plutarco: Teseo 26) dice
que Teseo le había iniciado en el método de su ejecución (ibid.: 30), y que él
le sacó del Tártaro durante el duodécimo trabajo (Apolodoro: ii.5.12). Según
Pausanias (i.27.7), Teseo sólo tenía siete años más cuando Heracles llegó a
Trecén con la piel del león; y despejó el Istmo de malhechores en su viaje a
Atenas, en la época en que Heracles servía a Ónfale (Apolodoro: ii.6.3).
Eurípides creía que Heracles había luchado con Cicno, el hijo de Ares, antes de
emprender el octavo trabajo (Alcestes 501 y ss.); Propercio (iv.19.41), que ya
había visitado el Tártaro cuando mató a Caco; y Ovidio (Fasti v.388), que
Quirón murió accidentalmente cuando Heracles casi había terminado sus trabajos,
y no durante el cuarto.
8.
Albrico
(22) da la lista de los siguientes doce trabajos en este orden, con
explicaciones alegóricas: derrota de los centauros en una boda; muerte del
león; rescate de Alcestis del Tártaro y encadenamiento de Cerbero; conquista de
las manzanas de las Hespérides; destrucción de la Hidra; lucha con Aqueloo;
muerte de Caco; robo de las yeguas de Diomedes; derrota de Anteo; captura del
jabalí; robo del ganado de Gerión; sostén del firmamento.
9.
Varios
trabajos y hazañas secundarias de Heracles estaban representados en el trono de
Apolo en Amidas (Pausanias: iii.18.7-9), y en el altar de bronce de Atenea en
la acrópolis espartana (Pausanias: iii.17.3). Las esculturas de Praxíteles en
el gablete del templo de Heracles en Tebas mostraban la mayoría de los doce
trabajos, pero faltaban las aves estinfálicas, y la lucha con Anteo reemplazaba
a la limpieza de los establos de Augías. El evidente deseo de muchas ciudades
de asociarse con los trabajos de Heracles indica que casi el mismo drama ritual
de las tareas matrimoniales, como preliminares de la coronación, se
representaba en una extensa zona.
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