a. Una noche de otoño los argonautas llegaron a la bien recordada
playa de Págasas, pero no encontraron en ella a nadie que los recibiera. En
Tesalia había circulado el rumor de que todos habían muerto y en consecuencia
Pelias se había atrevido a matar a los padres de Jasón, Esón y Polimela, y a un
hijo infante, Promaco, nacido después de la partida del Argo. Pero Esón pidió
permiso para quitarse él mismo la vida y, como se accedió a su súplica bebió
sangre de toro y así expiró; después de lo cual Polimela se mató con una daga
o, según dicen algunos, con una cuerda, después de maldecir a Pelias, quien
despidadamente hizo saltar los sesos de Prómaco golpeándole la cabeza contra el
piso del palacio.
b. Cuando Jasón se enteró de esos dolorosos acontecimientos por un
barquero solitario, le prohibió que difundiera la noticia de la vuelta del Argo
y convocó un consejo de guerra. Todos sus compañeros opinaron que Pelias
merecía la muerte, pero cuando Jasón exigió un ataque inmediato a Yolco, Acasto
observó que no se podía esperar que él se opusiese a su padre, y los otros creyeron
más prudente dispersarse, yendo cada uno a su propia patria, y allí si era
necesario, reunir contingentes para una guerra en favor de Jasón. La verdad era
que Yolco parecía contar con una guarnición demasiado fuerte para que la
atacase un grupo tan pequeño como el que ellos formaban.
c. Habló, no obstante, Medea, quien se comprometió a dominar la
ciudad ella sola. Pidió a los argonautas que se ocultaran con su nave en una
playa boscosa y retirada desde la cual podía verse Yolco. Cuando vieran ondear una
antorcha en el techo del palacio esto significaría que Pelias había muerto, que
las puertas estaban abiertas y que podían tomar la ciudad.
d. Durante su visita a Anafe Medea había encontrado una imagen
hueca de Artemis y la había llevado al Argo. Ahora vistió a sus doce esclavas
feacias con extraños disfraces y las condujo, cada una de ellas llevando la
imagen por turno, hacia Yolco. Al llegar a las puertas de la ciudad, Medea, que
se había dado el aspecto de una vieja arrugada, ordenó a los centinelas que la
dejaran pasar. Gritó con voz chillona que la diosa Artemis había llegado del
brumoso país de los Hiperbóreos en un carro tirado por serpientes voladoras
para llevar la buena suerte a Yolco. Los asombrados centinelas no se atrevieron
a desobedecer, y Medea con sus esclavas, recorriendo las calles de la ciudad
enfurecidas como ménades, despertaron a los habitantes provocando en ellos un
frenesí religioso.
e. Interrumpido su sueño, Pelias preguntó aterrado qué deseaba de
él la diosa. Medea respondió que Artemis se disponía a agradecer su piedad
rejuveneciéndolo, permitiéndole así engendrar herederos en lugar de su mal hijo
Acasto, quien había muerto hacía poco tiempo en un naufragio frente a la costa
de Libia. Pelias ponía en duda esta promesa, hasta que Medea, quitándose el
aspecto de anciana que se había impuesto, se transformó otra vez en joven
delante de sus propios ojos: «¡Tal es el poder de Artemis!», exclamó. Pelias
observó luego cómo ella descuartizaba un viejo carnero de ojos legañosos en trece
pedazos y los haría hervir en una caldera. Empleando ensalmos colquideos, que
él tomó equivocadamente por hiperbóreos, e invocando solemnemente a Artemis
para que le ayudase, Medea simuló que rejuvenecía al carnero muerto, pues un
cordero retozón estaba oculto, junto con otros utensilios mágicos, dentro de la
imagen hueca de la diosa. Pelias, completamente engañado, consintió en
acostarse en un lecho, en el que Medea no tardó en dormirlo mediante
encantamientos. Luego ordenó a sus hijas, Alcestis, Evadne y Anfínome, que lo
despedazasen exactamente como ellas le habían visto hacer con el carnero, e
hirviesen los pedazos en la misma caldera.
f. Alcestis se negó piadosamente a derramar la sangre de su padre
por buena que fuera la causa, pero Medea, dando una nueva prueba de sus poderes
mágicos, convenció a Evadne y Anfínome para que manejaran sus cuchillos con
resolución. Una vez terminado el trabajo, las llevó al tejado, cada una con una
antorcha, y les explicó que debían invocar a la Luna mientras hervía la caldera.
Desde su emboscada los argonautas vieron el lejano resplandor de las antorchas
y, acogiendo de buena gana la señal, corrieron a introducirse en Yolco, donde
no encontraron oposición.
g. Jason, no obstante, temiendo la venganza de Acasto, le cedió el
reino y no discutió la sentencia de destierro que pronunció contra él el
Consejo de Yolco, pues esperaba ocupar un trono más rico en otra parte.
h. Algunos niegan que Esón se viese obligado a quitarse la vida y
declaran que, al contrario, Medea, después de extraerle del cuerpo la sangre
gastada, le devolvió la juventud por medio de un elixir mágico, como había
hecho con Macris y las ninfas hermanas suyas en Corcira; y lo presentó, fornido
y vigoroso, a Pelias en las puertas del palacio. Después de convencer así a
Pelias para que se sometiera al mismo tratamiento, le engañó omitiendo los
encantamientos apropiados, por lo que murió miserablemente.
i. En los juegos fúnebres de Pelias, realizados al siguiente día,
Eufemo venció en la carrera de carros de dos caballos; Pólux en el pugilato,
Meleagro en el lanzamiento de jabalina, Peleo en la lucha cuerpo a cuerpo,
Zetes en la carrera pedestre más corta, y su hermano Calais (o, según dicen
algunos, Ificles) en la más larga; y Heracles, que había vuelto de su visita a
las Hespérides, en la lucha libre. Pero durante la carrera de carros de cuatro
caballos, que ganó Yolao, el auriga de Heracles, Glauco, hijo de Sísifo, fue
devorado por sus caballos, a los
que Afrodita había
enloquecido con hipómanes.
j. En cuanto a las hijas de Pelias: Alcestis se casó con Admeto de
Peras, con quien estaba comprometida desde hacía mucho tiempo; Evadne y
Anfínome fueron desterradas por Acasto a Mantinea en Arcadia, donde, después de
purificarse, consiguieron casarse honorablemente.
1.
Los
cretenses y micénicos utilizaban sangre de toro, muy diluida en agua, como un
elemento mágico para fertilizar las mieses y los árboles; sólo la sacerdotisa
de la Madre Tierra podía bebería pura sin envenenarse (véase 51.4).
2.
A
los mitógrafos clásicos se les hace difícil decidir hasta qué punto Medea era
una ilusionista y embaucadora y hasta qué punto su magia era auténtica. Las
calderas de regeneración son comunes en el mito celta (véase 148.5-6); de aquí
que Medea pretenda ser una diosa hiperbórea, lo que puede significar británica.
La teoría religiosa básica parece haber sido que en el solsticio estival el rey
sagrado, llevando una máscara de carnero negra, era descuartizado en la cumbre
de una montaña y sus pedazos cocidos en una sopa que debían comer las
sacerdotisas; su espíritu pasaría entonces a una de ellas, para nacer de nuevo
como niño en la siguiente estación de los corderos. El hecho de que Frixo
evitara ese destino había sido la causa original de la expedición de los
argonautas (véase 70.2 y 148.d).
3.
El carro tirado por serpientes de Medea —las
serpientes son animales infernales— tenía alas porque ella era al mismo tiempo
diosa de la tierra y diosa de la luna. Aquí aparece en tríada como
Perséfone-Deméter-Hécate: las tres hijas de Pelias desmembrando a su padre. La
teoría de que el rey Sol se casa con la reina Luna, la cual luego le invita
graciosamente a subir en su carro (véase 24.m), cambió al fortalecerse el
sistema patriarcal; en la época clásica el carro tirado por serpientes era
propiedad indiscutida de Helio, y en el mito posterior de Medea y Teseo (véase
154.J) se lo prestó a su nieta Medea sólo porque se hallaba en peligro de
muerte (véase 156.d). La diosa Tierra india del Ramayana también viaja en un
carro tirado por serpientes.
4.
Calimaco
parece atribuir a la cazadora Cirene el triunfo en la carrera pedestre
realizada en los juegos fúnebres de Pelias (véase 82.a).
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