domingo, 4 de agosto de 2013

131 El noveno trabajo: El cinturón de Hipólita

a. El noveno trabajo de Heracles fue conseguir para Admete, la hija de Euristeo, el cinturón de oro de Ares que llevaba Hipólita, la reina de las Amazonas. En un barco, o, según dicen algunos, en nueve, y con una compañía de voluntarios, entre los que se hallaban Yolao, Telamón de Egina, Peleo de Yolco y, según algunas versiones, Teseo de Atenas, Heracles se embarcó para el río Termodonte.

b. Las amazonas eran hijas de Ares y la náyade Harmonía, nacidas en los valles de la Acmonia frigia; pero algunos llaman a su madre Afrodita, u Otrere, hija de Ares. Al princopio vivían junto al río Amazonio, que ahora lleva el nombre de Tanáis, en honor a un hijo de la amazona Lisipe, quien ofendió a Afrodita con su desprecio del matrimonio y su afición a la guerra. En venganza, Afrodita hizo que Tanáis se enamorara de su madre, pero en vez de ceder a una pasión incestuosa se arrojó al río y se ahogó. Para evitar los reproches de su ánima Lisipe condujo a sus hijas alrededor de la costa del Mar Negro a una llanura situada junto al río Termodonte, que nace en las altas montañas amazonias. Allí formaron tres tribus, cada una de las cuales fundó una ciudad.

c. Entonces, como ahora, las amazonas sólo reconocían la descendencia materna y Lisipe había dispuesto que los hombres debían realizar todas las tareas domésticas, mientras las mujeres luchaban y gobernaban. En consecuencia rompían los brazos y las piernas de los niños recién nacidos con el fin de incapacitarlos para pelear o viajar. Estas mujeres contranaturales, a las que los escitas llamaban eórpatas, no mostraban respeto por la justicia ni por la decencia, pero eran guerreras famosas y las primeras que emplearon la caballería. Llevaban arcos de bronce y cortos escudos en forma de media luna; sus yelmos, ropas y ceñidores estaban hechos con pieles de fieras. Lisipe, antes de emprender la lucha, fundó la gran ciudad de Temiscira y venció a todas las tribus hasta el río Tañáis. Con el botín de sus campañas erigió templos a Ares y otros a Artemis Taurópola, cuyo culto estableció. Sus descendientes extendieron el imperio amazónico hacia el oeste, a través del río Tanáis, hasta Tracia, y en la costa meridional hacia el oeste, a través del Termodonte, hasta Frigia. Tres famosas reinas amazonas, Marpesa, Lampado e Hipo, se apoderaron de gran parte del Asia Menor y Siria y fundaron las ciudades de Efeso, Esmirna, Cirene y Mirina. Otras fundaciones de las amazonas son Thiba y Sinope.

d. En Efeso erigieron una imagen de Artemis debajo de un haya, donde Hipo ofreció sacrificios, después de lo cual sus acompañantes realizaron primeramente una danza de escudos y luego una danza en círculo, con aljabas ruidosas, golpeando la tierra al unísono, con acompañamiento de caramillos, pues Atenea no había inventado todavía la flauta. El templo de Artemis Efesia, construido posteriormente alrededor de su imagen y al que no iguala en magnificencia ni siquiera el de Apolo en Delfos, figura entre las siete maravillas del mundo; dos arroyos, ambos llamados Seleno y que fluyen en direcciones opuestas, lo rodean. Fue en esa expedición cuando las amazonas se apoderaron de Troya. Príamo era todavía un niño. Pero mientras algunos destacamentos del ejército de las amazonas volvían a su país cargados con un botín cuantioso, las demás, que se quedaron para consolidar su poder en el Asia Menor, fueron expulsadas por una alianza de tribus bárbaras y perdieron a su reina Marpesia.

e. Cuando Heracles fue a visitar a las amazonas todas ellas habían vuelto ya al río Termodonte y sus tres ciudades eran gobernadas por Hipólita, Antíope y Melanipa. En el camino se detuvo en la isla de Paros, famosa por su mármol, que el rey Radamantis había legado a Alceo, un hijo de Androgeo; pero cuatro hijos de Minos, Eurimedonte, Grises, Nefalión y Filolao, se habían establecido también allí. Cuando un par de los tripulantes de Heracles desembarcaron para ir en busca de agua, los hijos de Minos los asesinaron y Heracles, indignado, mató a los cuatro y apremió a los parios de tal modo que le mandaron enviados ofreciéndole, en compensación por la muerte de los marineros, a cualesquiera dos hombres que eligiera para que fuesen sus esclavos. Satisfecho con esta propuesta, Heracles levantó el sitio y eligió al rey Alceo y a su hermano Esténelo, a quienes llevó a bordo de su barco. Luego navegó a través del Helesponto y el Bosforo hasta Mariandino en Misia, donde le hospedó el rey paflagonio Lico, hijo de Dáscilo y nieto de Tántalo. En recompensa, apoyó a Lico, en una guerra con los bébrices y mató a muchos, incluyendo a su rey Migdón, hermano de Amico, y reconquistó gran parte de la Paflagonia que estaba en poder de los bébrices; se la devolvió a Lico, quien llamó al territorio Heraclea en su honor. Más tarde Heraclea fue colonizada por los megarenses y tanagrenses por consejo de la Pitonisa de Delfos, quien les dijo que instalaran una colonia junto al Mar Negro, en una región dedicada a Heracles.

f. Cuando llegó a la desembocadura del río Termodonte, Heracles ancló su barco en el puerto de Temiscira, donde Hipólita le hizo una visita y, atraída por su cuerpo musculoso, le ofreció el cinturón de Ares como prenda de amor. Pero entretanto Hera había ido de un lado a otro, disfrazada de amazona, difundiendo el rumor de que aquellos extranjeros se proponían raptar a Hipólita, en vista de lo cual las guerreras, irritadas, montaron en sus caballos y se lanzaron contra el navio. Heracles, sospechando una traición, mató a Hipólita inmediatamente, le quitó el cinturón, se apoderó de su hacha y de otras armas y se preparó para defenderse. Dio muerte una tras otra a todas las caudillas de las amazonas y puso en fuga a su ejército tras una gran matanza.

g. Algunos dicen, sin embargo, que Melanipa cayó en una emboscada y fue rescatada por Hipólita al precio del cinturón; o viceversa. O que Teseo se apoderó de Hipólita y regaló su cinturón a Heracles, quien, en cambio, le permitió hacer a Antíope su esclava. O que Hipólita se negó a dar a Heracles su cinturón y ambos libraron una batalla campal; ella fue derribada de su caballo y él se lanzó sobre ella con la clava en la mano y le ofreció perdonarle la vida, pero Hipólita prefirió morir antes que rendirse. Inclusive se dice que el cinturón pertenecía a una hija de Briareo, el de las Cien Manos.

h. A su regreso de Temiscira, Heracles pasó otra vez por Mariandino e intervino en los juegos fúnebres de Priolao, el hermano del rey Lico, quien había sido muerto por los misios y por quien se entonan todavía cantos fúnebres. Heracles libró un pugilato con el campeón mariandino Ticia, le arrancó todos los dientes y lo mató con un golpe en la sien. En prueba de su pesar por este accidente subyugó a los misios y los frigios en beneficio de Dáscilo, pero también venció a las bitinios hasta la desembocadura del río Rebas y la cumbre del monte Colone, y reclamó su reino para él. Los paflagonios de Pélope se le rindieron voluntariamente. Sin embargo, tan pronto como se fue Heracles los bébrices a las órdenes de Ámico, hijo de Posidón, se apoderaron de nuevo del territorio de Lico y extendieron su frontera hasta el río Hipio.

i. Desde allí Heracles se dirigió a Troya y liberó a Hesíone de un monstruo marino; luego continuó su viaje a Eno, en Tracia, donde le hospedó Poltis; y en el momento en que se iba a hacer a la mar otra vez mató en la playa de Eno al insolente hermano de Poltis, Sarpedón, un hijo de Posidón. Luego venció a los tracios establecidos en Tasos y donó la isla a los hijos de Androgeo, a los que había llevado de Paros; y en Torone le desafiaron a una lucha Polígono y Telégono, hijos de Proteo,
y mató a los dos.

j. Cuando volvió por fin a Micenas, Heracles entregó el cinturón a Euristeo, quien se lo dio a Admete. En cuanto al resto del botín tomado a las amazonas, ofreció sus ricas túnicas al templo de Apolo en Delfos, y el hacha de Hipólita a la reina Ónfale, quien la incluyó entre las regalías sagradas de los reyes lidios. Posteriormente la llevaron a un templo cario de Zeus Labrador y la colocaron en la mano de su imagen divina.

k. Todavía hay amazonas en Albania, cerca de Cólquide, pues las llevaron allá desde Temiscira al mismo tiempo que a sus vecinos los gargarenses. Cuando estuvieron a salvo en las montañas de Albania los dos pueblos se separaron: las amazonas se instalaron al pie de las montañas del Caucase, alrededor del río Mermodas, y los gargarenses inmediatamente al norte. En un día señalado de cada primavera grupos de jóvenes amazonas y de jóvenes gargarenses se reúnen en la cumbre de la montaña que separa sus territorios y después de realizar un sacrificio conjunto, pasan dos meses juntos gozando del trato sexual durante la noche. Tan pronto como una amazona queda encinta vuelve a su territorio. Las niñas que nacen se hacen amazonas y a los niños los envían a los
gargarenses, quienes, como no tienen medio de averiguar su paternidad, los distribuyen echando suertes entre sus chozas. En tiempos recientes la reina de las amazonas Minicia salió de su corte albanesa al encuentro de Alejandro Magno en Hircania, lugar frecuentado por los tigres y pasó en su compañía trece días, con la esperanza de tener hijos con él, pero murió poco después sin haberlos tenido.

l. A estas amazonas del Mar Negro hay que distinguirlas de las aliadas libias de Dioniso que en un tiempo habitaban en Héspera, una isla del lago Tritonis tan rica en árboles frutales, ovejas y cabras que no necesitaban cultivar cereales. Después de apoderarse de todas las ciudades de la isla, con excepción de la sagrada Mene, la sede de los comedores de pescado etíopes (que explotan minas de esmeraldas, rubíes, topacios y sarda) vencieron a los libios y nómadas de la vecindad y fundaron la gran ciudad de Quersoneso, llamada así por estar edificada en una península. Desde esta base atacaron a los atlantes, la nación más civilizada al oeste del Nilo, cuya capital se halla en la isla atlántica de Cerne. Mirina, la reina amazona, contaba con una fuerza de treinta mil guerreras a caballo y tres mil de infantería. Todas ellas llevaban arcos que, cuando se retiraban, utilizaban para lanzar flechas certeras a sus perseguidores, y estaban acorazadas con las pieles de las casi increíblemente grandes serpientes libias.

m. Mirina invadió el país de los atlantes, les infligió una derrota decisiva, pasó a Cerne y se apoderó de la ciudad; luego pasó a cuchillo a todos los hombres, esclavizó a las mujeres y los niños y arrasó las murallas de la ciudad. Cuando los restantes atlantes accedieron a rendirse, los trató con justicia, se hizo amiga de ellos y, en compensación por la pérdida de Cerne, construyó la nueva ciudad de Mirina, donde instaló a los cautivos y a todas las otras personas que deseaban vivir allí. Como los atlantes se ofrecieron a rendirle honores divinos, Mirina los protegió contra la tribu vecina de los gorgones, a muchos de los cuales mató en una batalla campal, además de tomar no menos de tres mil prisioneros. Pero aquella noche, mientras las amazonas celebraban la victoria con un banquete, los prisioneros les robaron las es- padas y, a una señal, el cuerpo principal de los gorgones que se había reunido y ocultado en un robledal, se lanzó desde todos lados y dio muerte a las compañeras de Mirina.

n. Mirina consiguió escapar —sus seguidoras muertas yacen enterradas bajo tres grandes túmulos llamados todavía los Túmulos de las Amazonas— y, después de atravesar la mayor parte de Libia, entró en Egipto con un nuevo ejército, protegió al rey Horus, el hijo de Isis, y emprendió la invasión de Arabia. Algunos sostienen que fueron estas amazonas libias, y no las del Mar Negro, quienes conquistaron el Asia Menor; y que Mirina, después de elegir los lugares más convenientes de su nuevo imperio, fundó varias ciudades en la costa, entre ellas Mirina, Gime, Pitane, Priene y otras tierra más adentro. También se apoderó de algunas de las islas del Egeo, entre ellas Lesbos, donde construyó la ciudad de Mitilene, el nombre de una hermana que la había acompañado en la campaña. Mientras Mirina se dedicaba todavía a conquistar las islas una tormenta alcanzó a su flota, pero la Madre de los Dioses hizo que todas las naves llegaran a salvo a Samotracia, entonces deshabitada, y que Mirina consagró a la diosa, erigiéndole altares y ofreciéndole sacrificios espléndidos.

o. Mirina pasó luego a la Tracia, donde el rey Mopso y su aliado, el escita Sípilo, la vencieron en un gran combate en el que murió Mirina. El ejército de las amazonas no se recuperó de esa derrota; vencidas por los tracios en frecuentes encuentros, las amazonas sobrevivientes se retiraron finalmente a Libia.

1.      Si Admete era el nombre de la princesa por la cual Heracles realizó todos estos trabajos nupciales, la acción de quitarle el ceñidor en la cámara matrimonial debía haber señalado el final de sus trabajos. Pero primeramente Admete habría tenido que luchar con él, como luchó Hipólita, y como luchó Pentesilea con Aquiles (véase 164.a y 2), o Thetis con Peleo (véase 81.k), cuya introducción en la fábula se explica así. En ese caso habría pasado por sus transformaciones habituales, lo que indica que la Hidra semejante al pulpo era Admete —la serpiente guardiana del oro a la que venció como Ladón (véase 133.a)— y que puede haberse transformado también en un cangrejo (véase 124.e), una cierva (véase 125.c), una yegua salvaje (véase 16.l) y una nube (véase  126.b) antes que él consiguiera conquistar su virginidad.

2.      Una tradición acerca de sacerdotisas armadas subsistía todavía en Éfeso y otras ciudades del Asia Menor; pero los mitógrafos griegos, habiendo olvidado la existencia anterior de colegios análogos en Atenas y otras ciudades de la Grecia misma, enviaron a Heracles en busca del cinturón de Hipólita al Mar Negro, donde seguían activas las tribus matriarcales (véase 100.1). Un sistema de tres tribus es la regla general en la sociedad matriarcal. Que el cinturón perteneciera a una hija de Briareo («fuerte»), uno de los gigantes de cien manos, indica una versión primitiva de la fábula de las pruebas nupciales en la Grecia septentrional.

3.      Admete es otro nombre de Atenea, quien sin duda aparecía en las ilustraciones aguardando y armada, observando las hazañas de Heracles y ayudándole cuando se hallaba en dificultades. Atenea era Neith, la diosa del Amor y la Batalla de los libios (véase 8.1); su equivalente en el Asia Menor era la gran diosa Luna Marian, Mirina, Ay-Mari, Mariamne o Marienna, que dio su nombre a Mariandina —«Duna de Marian»— y a Mirian, la ciudad de los lemnios ginocráticos (véase 149.1) y a quien adoraban los troyanos como «Mirina Saltadora» (Homero: Ilíada ii.814). «Esmirna» es también «Mirina» precedida por el artículo definido, Ma rienna, la forma sumeria, significa «Madre muy fértil», y la Artemis efesía era una diosa de la fertilidad.

4.      Se dice que a Mirina le sorprendió una tormenta y le salvó la Madre de los Dioses —en honor de la cual erigió altares en Samotracia—, porque ella misma era la Madre de los Dioses y sus ritos salvaban a los marineros del naufragio (véase 149.2). Casi del mismo modo se adoraba en la antigüedad a la diosa madre en Tracia, la región del río Tanáis (Don), Armenia y toda el Asia Menor y Siria. La expedición de Teseo a Amazonia, mito que sigue el modelo del de Heracles, confunde el tema y ha inducido a los mitógrafos a inventar la ficticia invasión de Atenas por las amazonas y los escitas unidos (véase l00.c).

5.       Que las amazonas instalaron una imagen bajo un haya efesia es un error cometido por Calimaco, quien, por ser egipcio, no sabía que las hayas no se dan tan al sur; debió de ser una palmera datilera, símbolo de fertilidad (véase 14.2) y un recuerdo del origen libio de la diosa, pues su estatua estaba adornada con grandes dátiles dorados, a los que generalmente se cometía el error de tomar por pechos. La derrota de las amazonas por Mopso es la fábula de la derrota de los hititas por los mosquianos alrededor de 1200 a. de C.; los hititas eran originalmente patriarcales, pero bajo la influencia de las sociedades matriarcales del Asia Menor y Babilonia habían aceptado el culto de la diosa. En Hattusas, su capital, Garstang ha descubierto recientemente une relieve escultórico que presenta a una diosa de la batalla; Garstang opina que el culto de la Artemis efesia es de origen hitita. Las victorias sobre las amazonas obtenidas por Heracles, Teseo, Dioniso, Mopso y otros recuerdan, en realidad, los reveses sufridos por el sistema matriarcal en Grecia, Asia Menor, Tracia y Siria.

6.      Estéfano de Bizancio (sub Paros) constata la tradición de que Paros era una colonia cretense. La expedición de Heracles allá se refiere a una ocupación helena de la isla. Su dádiva de Tasos a los hijos de Androgeo, es una referencia a su captura por una fuerza de parios mencionada en Tucídides iv.104: esto sucedió hacia el final del siglo VIII a. de C. Los cúbeos colonizaron Torone más o menos en el mismo tiempo; se representa a Torone («reina chillona») como una hija de Proteo (Estéfano de Bizancio sub Torone). El hacha doble de Hipólita (labrys) no fue colocada, sin embargo, en la mano de Zeus Labrador en lugar de un rayo; era ella misma un rayo y Zeus la llevaba con permiso de la diosa cretense que gobernaba en Libia.

7.      Los gargarenses son los gogarenios a los que Ezequiel llama Gog (Ezequiel xxxviii y xxxix).

8.      En este relato de Mirina, Diodoro Sículo cita tradiciones libias primitivas que habían adquirido ya un viso de cuentos de hadas; se ha establecido, no obstante, que en el tercer milenio a. de C. emigrantes neolíticos salieron de Libia en todas direcciones, probablemente expulsados por una inundación de sus campos (véase 39.3-6). El Delta del Nilo estaba poblado en gran parte por libios.

9.      Según Apolonio de Rodas (i. 1126-9), Ticia era «uno de los tres únicos dáctilos («dedos») ideos que pronuncian sentencias». Nombra a otro dáctilo, «Cilenio». He demostrado (La Diosa Blanca p. 393) que en la magia de los dedos Ticia, el dáctilo, representaba al dedo del corazón; que Cilenio, alias Heracles, era el pulgar, y que Dáscilo, el tercer dáctilo, era el índice, como implica su nombre (véase 53.1). Estos tres dedos levantados, mientras el cuarto y el meñique están vueltos hacia abajo, hacían la «bendición frigia». Originalmente dada en nombre de Mirina, ahora la emplean los sacerdotes católicos en nombre de la Trinidad cristiana.

10.  Ticio, a quien mató Apolo (véase 21.d), puede ser una doble etimología de Ticia. La toma de la isla de Cerne por Mirina parece una adición tardía y no autorizada de la fábula. Cerne ha sido identificada con Fedallah, cerca de Fez; o con Santa Cruz, cerca del cabo Ghir, o (más verosímilmente) con Arguin, un poco al sur de Cabo Blanco. Fue descubierta y colonizada por el cartaginés Hanno, quien dijo que se hallaba tan lejos de las Columnas de Heracles como se hallan éstas de Cartago, y se convirtió en el gran emporio del comercio del África Occidental.

11.  Ya basta en cuanto a los elementos míticos del noveno trabajo. Sin embargo, la expedición de Heracles a Termodonte y sus guerras en Misia y Frigia no deben ser descartadas como completamente antihistóricas. Como el viaje del Argo (véase 148.10) registran las aventuras comerciales griegas en el Mar Negro, quizás hasta una época que se remonta a mediados del segundo milenio a. de C; y la intrusión de los minias desde Yolcos, los aqueos desde Egina y los argivos en esas aguas indican que, aunque Helena puede haber sido bella y haberse fugado con Paris de Troya, no fue su rostro el que hizo hacerse a la mar a un millar de naves, sino los intereses mercantiles. Aquiles, el hijo de Peleo; Ajax, el hijo de Telamón, y Diomedes el argivo se hallaban entre los aliados griegos de Agamenón que insistían en que Príamo debía concederles el libre paso por el Helesponto del que gozaban sus padres, a menos que quisiese que su ciudad fuera saqueada como lo había sido la de Laomedonte y por la misma razón (véase 137.1). De aquí la dudosa pretensión de los atenienses de que habían estado representados en la expedición de Heracles por Teseo, en el viaje del Argo por Palero y en Troya por Menesteo, Demofonte y Acamante. Con esto se proponían justificar su eventual dominio del comercio en el Mar Negro que les había dado la destrucción de Troya y la decadencia de Rodas (véase 159.2, 160.2-3 y 162.3).

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