a. Heracles había realizado esos diez trabajos en el término de
ocho años y un mes, pero Euristeo, descontando el segundo y el quinto, le
impuso dos más. El undécimo trabajo consistió en conseguir los frutos del
manzano de oro, regalo de bodas de la Madre Tierra a Hera con el que ésta se
había mostrado tan complacida que lo plantó en su jardín divino. Este jardín se
hallaba en las laderas del monte Atlas, donde los jadeantes caballos del carro
del Sol terminaban su viaje y donde las ovejas y las vacas de Atlante, mil rebaños
de cada clase de esos animales, vagaban por los pastos de su innegable
propiedad. Cuando un día descubrió Hera que las hijas de Atlante, las
Hespérides, a quienes había confiado el árbol, hurtaban las manzanas, hizo que
el dragón Ladón, siempre vigilante, se enroscara alrededor del árbol como su
guardián.
b. Algunos dicen que Ladón era hijo de Tifón y Equidna; otros que
era el hijo menor de Ceto y Forcis; otros que era hipo partenogenésico de la
Madre Tierra, Tenía cien cabezas y hablaba con varias lenguas.
c. Se discute igualmente si las Hespérides vivían en el monte
Atlas en el País de los Hiperbóreos, o en el monte Atlas de la Mauritania, o en
alguna parte más allá del Océano, o en dos islas situadas en las cercanías del
promontorio llamado el Cuerno Occidental, que se halla cerca de la Hesperia
etiópica, en las fronteras de África. Aunque las manzanas pertenecían a Hera,
Atlante sentía por ellas un orgullo de jardinero y, cuando Temis le advirtió:
«Un día, dentro de mucho tiempo, Titán, tu árbol será despojado de su oro por
un hijo de Zeus», Atlante, que todavía no había sido castigado con el terrible
trabajo de soportar el globo celestial sobre sus hombros, construyó sólidas
murallas alrededor del huerto y expul só de su territorio a todos los extranjeros;
puede muy bien haber sido él quien puso a Ladón como guardián de las manzanas.
d. Heracles, quien no sabía en qué dirección se hallaba el Jardín
de las Hespérides, marchó a través de Iliria hasta el río Po, el hogar del dios
marino oracular Nereo. En el camino cruzó el Equedoro, pequeño arroyo macedonio
donde Cicno, hijo de Ares y Pirene, le desafió a un duelo. Ares actuó como
segundo de Cicno y puso en orden a los combatientes, pero Zeus lanzó un rayo
entre ellos y renunciaron a la lucha. Cuando por fin Heracles llegó al Po, las
ninfas del río, hijas de Zeus y Temis, le mostraron a Nereo dormido. Él asió al
viejo y venerable dios marino y, sujetándolo a pesar de sus muchas
transformaciones proteicas, le obligó a profetizar cómo se podían conseguir las
manzanas de oro. Algunos dicen, no obstante, que Heracles acudió a Prometeo,
para que le diese esa información.
e. Nereo había aconsejado a Heracles que no arrancase las manzanas
personalmente, sino que emplease a Atlante como su agente, aliviándolo
entretanto de su carga fantástica; en consecuencia, cuando llegó al Jardín de
las Hespérides le pidió a Atlante que le hiciera ese favor. Atlante habría
realizado casi cualquier trabajo con tal de tener una hora de respiro, pero
temía a Ladón, al que Heracles mató inmediatamente con una flecha que disparó
por encima de la pared del jardín. Heracles inclinó la espalda para recibir el
peso del globo celestial y Atlante se alejó y volvió poco después con tres
manzanas arrancadas por sus hijas. La sensación de libertad le pareció
deliciosa. «Yo mismo llevaré sin falta estas manzanas a Euristeo —dijo— si tú
sostienes el firma- mento durante unos pocos meses más.» Heracles simuló que
accedía pero como Nereo le había advertido que no debía aceptar oferta alguna
de esa clase pidió a Atlante que soportase el globo durante sólo un momento
más, mientras él se ponía un almohadón en la cabeza. Atlante se dejó engañar
fácilmente, dejó las manzanas en el suelo y volvió a ponerse el firmamento en
los hombros; inmediatamente Heracles recogió las manzanas y se alejó con una
despedida irónica.
f. Al cabo de algunos meses Heracles le llevó las manzanas a
Euristeo, quien se las devolvió; él las entregó entonces a Atenea, quien las
dio otra vez a las ninfas, pues era ilegal que la propiedad de Hera saliese de
sus manos.
Como sentía sed después de este trabajo, Heracles golpeó la tierra con los pies
e hizo surgir una corriente de agua que más tarde salvó la vida de los
argonautas cuando estaban a punto de morirse de sed en el desierto de Libia.
Entretanto Hera, que lloraba a Ladón, puso su imagen entre las estrellas como
la constelación de la Serpiente.
g. Heracles no volvió a Micenas por un camino directo.
Primeramente atravesó la Libia, cuyo rey Anteo, hijo de Posidón y de la Madre
Tierra, tenía la costumbre de obligar a los extranjeros a luchar con él hasta
dejarlos exhaustos, matándolos después; pues no sólo era un atleta fuerte y
hábil, sino que además cuando tocaba la tierra se renovaba su fuerza. Guardaba
los cráneos de sus víctimas para techar un templo dedicado a Posidón.
No se sabe si Heracles, que estaba decidido a poner fin a esa práctica bárbara,
desafió a Anteo o si Anteo le desafió a él. Sin embargo, Anteo demostró que no
era una víctima fácil; era un gigante que vivía en una cueva situada bajo un
alto risco, donde se alimentaba con la carne de los leones y dormía en la
tierra desnuda para conservar y aumentar su fuerza ya colosal. La Madre Tierra,
que todavía no era estéril después de haber dado a luz al gigante, había
concebido a Anteo en una cueva libia y tenía más motivos para jactarse de él
que inclu sive de sus monstruosos hijos mayores, Tifón, Ticio y Briareo. Les
habría ido mal a los olímpicos si hubiera luchado contra ellos en las Llanuras
de Flegras.
h. En preparación para la lucha los dos combatientes se quitaron
sus pieles de león, pero mientras que Heracles se frotaba con aceite a la
manera olímpica, Anteo se derramó arena caliente sobre los miembros por si el
contacto con la tierra por medio de las plantas de los pies resultaba
insuficiente. Heracles se proponía reservar su fuerza y cansar a Anteo, pero
cuando consiguió tenderlo en tierra le sorprendió ver que los músculos del
gigante se hinchaban y que el contacto con la Madre Tierra infundía nueva vida
a sus miembros. Los combatientes volvieron a asirse y al poco tiempo Anteo se
dejó caer por su propia voluntad sin esperar a que Heracles lo derribase, lo
que hizo que este último comprendiera lo que sucedía y, en vista de ello, lo
levantó a gran altura en el aire, le rompió las costillas y, a pesar de los
hondos gemidos de la Madre Tierra, lo mantuvo en alto hasta que murió.
i. Algunos dicen que esta lucha se realizó en Lixo, una pequeña
ciudad de Mauritania situada a unos ochenta kilómetros de Tánger, cerca del
mar, donde se muestra una loma como la tumba de Anteo. Los nativos creen que si
se sacan de esa loma unas pocas canastas de tierra lloverá y seguirá lloviendo
hasta que las vuelvan a poner en su lugar. También se pretende que los Jardines
de las Hespérides se hallaban en la isla cercana, donde hay un altar de
Heracles; pero, con excepción de unos pocos acebuches, no queda allí rastro
alguno de huerto. Cuando Sertorio se apoderó de Tánger abrió la tumba para ver si el esqueleto de Anteo era tan
grande como lo describía la tradición. Con gran asombro suyo vio que medía
sesenta codos, por lo que imediatamente volvió a cerrar la tumba y ofreció a
Anteo sacrificios de héroe. Se dice en la localidad que o bien Anteo fundó
Tánger, llamada anteriormente Tingis, o bien que Sófax, el hijo que Tinger, la
viuda de Anteo, tuvo con Heracles, reinó en ese país y dio a la ciudad el
nombre de su madre. El hijo de Sófax, Diodoro, dominó a muchas naciones
africanas con un ejército griego reclutado entre los colonos micénicos que
Heracles había instalado allí.
Los mauritanos son de origen oriental y, como los farusios, descendían de
ciertos persas que acompañaron a Heracles al África; pero algunos sostienen que
son descendientes de los cananeos a los que el israelita Josué expulsó de su
país.
j. A continuación Heracles hizo una visita al Oráculo de Amón,
donde solicitó una entrevista con su padre Zeus; pero Zeus se mostró renuente a
manifestarse y, como Heracles insistió, desolló un carnero, se cubrió con el
vellón, con la cabeza del carnero ocultando la suya, y le dio ciertas
instrucciones. De aquí que los egipcios den a sus imágenes de Zeus Amón una
cara de carnero. Los tebanos sacrifican carneros sólo una vez al año, cuando al
final del festival de Zeus, desuellan a un solo carnero y utilizan su vellón
para cubrir la imagen de Zeus, después de lo cual los adoradores se golpean el
pecho en señal de duelo por la víctima y la entierra en una tumba sagrada.
k. Heracles se dirigió luego hacia el sur y fundó una ciudad de
cien puertas llamada Tebas en honor de su ciudad natal; pero algunos dicen que
Osiris la había fundado ya. Durante todo este tiempo el rey de Egipto era el
hermano de Anteo, Busiris, un hijo de Posidón y Lisianasa, la hija de Épafo, o,
según dicen otros, de Anipe, hija del río Nilo.
Ahora bien, el reino de Busiris había sufrido en un tiempo la sequía y el
hambre durante ocho o nueve años y él había mandado llamar a unos augures
griegos para que le aconsejasen. Su sobrino, un adivino chipriota culto llamado
Frasio, Trasio o Tasio, hijo de Pigmalión, anunció que el hambre cesaría si
cada año se sacrificaba a un extranjero en honor de Zeus. Busiris comenzó con
Frasio mismo y después sacrificó a otros huéspedes casuales, hasta que llegó
Heracles, quien dejó que los sacerdotes lo arrastraran al altar. Le ataron el
cabello con una venda y Busiris, invocando a los dioses, estaba a punto de
levantar el hacha de los sacrificios cuando Heracles rompió sus lazos y mató a
Busiris, al hijo de Busiris, Anfídamas, y a todos los sacerdotes presentes.
l. Luego Heracles atravesó Asia y se detuvo en Termidrae, el
puerto de la Lindo rodia, donde desunció uno de los bueyes del carro de un
labrador, lo sacrificó, y comió su carne, mientras el dueño aguardando en
cierta montaña, le maldecía desde lejos. De aquí que los lindios, sigan
profiriendo maldiciones cuando hacen sacrificios a Heracles. Por fin llegó a
las montañas del Cáucaso, donde Prometeo había estado encadenado durante
treinta años —o mil, o treinta mil años— mientras todos los días un buitre,
nacido de Tifón y Equidna, le desgarraba el hígado. Hacía tiempo que Zeus se
había arrepentido de su castigo, porque desde entonces Prometeo le había
advertido bondadosamente que no se casase con Tetis, para que no engendrase a
alguien más importante que él; y ahora, cuando Heracles le suplicó que
perdonase a Prometeo, se lo concedió sin vacilar.
Pero como le había condenado a un castigo eterno, Zeus estipuló que, para que
Prometeo siguiese pareciendo un prisionero, llevase un anillo hecho con sus
cadenas y engastado con una piedra caucasia, y éste fue el primer anillo que
llevó un engaste. Pero los sufrimientos de Prometeo estaban destinados a durar
hasta que algún inmortal fuera voluntariamente al Tártaro en su lugar; en consecuencia
Heracles recordó a Zeus que Quirón deseaba renunciar al don de la inmortalidad
desde que había sufrido una herida incurable. Por lo tanto, ya no quedaba
impedimento alguno y Heracles, invocando a Apolo Cazador, mató al buitre
atravesándole el corazón y puso a Prometeo en libertad.
m. La humanidad comenzó a llevar anillos en honor de Prometeo, y
también guirnaldas, porque cuando quedó en libertad se ordenó a Prometeo que se
coronase con una guirnalda de sauces, y Heracles, para acompañarle, se puso una
de acebuche.
n. Zeus Omnipotente puso la flecha entre las estrellas como la
constelación de Sagitario; y hasta el presente los habitantes de las montañas
del Cáucaso consideran al buitre como el enemigo de la humanidad. Queman sus
nidos con dardos llameantes y le tienden trampas para vengar los sufrimientos
de Prometeo.
1.
Las
diferentes ubicaciones de las Hespérides representan diferentes opiniones
acerca de lo que constituía el Lejano Oeste. Una versión colocaba el escenario
de este trabajo en Berenice, anteriormente llamada la ciudad de las Hespéridas
(Plinio: Historia natural v.5), Eusperides (Herodoto: iv.171), o Eusperites
(Herodoto: iv.198), pero que cambió su nombre por el de la esposa de Tolomeo
Evergetes. Estaba construida en Pseudopenias (Estrabón: xvii.3.20), el
promontorio occidental del Golfo de Sirtes. Esta ciudad, bañada por el río
Latón, o Letón, tenía un bosquecillo sagrado llamado «Jardines de las
Hespérides». Además, el Latón desembocaba en un Lago Hesperio; y en las
cercanías había otro, el Lago Tritonis, que encerraba a una islita con un
templo de Afrodita (Estrabón: loc. cit.; Plinio: loc. cit.), al cual se decía a
veces que pertenecía el manzano (Servio sobre la Eneida de Virgilio iv.485).
Herodoto (loc. cit.) lo describe como una de las pocas partes fértiles de la
Libia; en los mejores años la tierra producía el céntuplo.
2.
Además
de estas disputas geográficas había varias explicaciones racionales del mito.
Una opinión era que las manzanas eran en realidad hermosas ovejas (melón significa
tanto «oveja» como «manzana»), u ovejas con una lana roja peculiar que parecía
de oro, las cuales eran guardadas por un pastor llamado Dragón, al que las
hijas de Héspero, las Hespérides, solían llevar la comida. Heracles se llevó
las ovejas (Servio sobre la Eneida de Virgilio: loc. cit.; Diodoro Sículo:
iv.26) y mató (Servio: loc. cit) o raptó al pastor (Palefato: 19). Palefato
(loc. cit) hace a Héspero natural de la Mileto caria, que era todavía famosa
por sus ovejas, y dice que aunque Héspero había muerto mucho tiempo antes de la
llegada de Heracles, sus dos hijas le sobrevivían.
3.
Otra
opinión era que Heracles rescató a las hijas de Atlante, que habían sido
raptadas en el huerto de su familia por sacerdotes egipcios, y Atlante,
agradecido, no sólo le dio el objeto de su trabajo, sino que además le enseñó
la astronomía por añadidura. Pues Atlante, el primer astrónomo, sabía tanto que
llevaba el globo celestial en los hombros, por decirlo así; y de aquí que se
diga que Heracles le tomó el globo (Diodoro Sículo: iii.60 y iv.27). Heracles
se convirtió ciertamente en el Señor del Zodíaco, pero el titán astrónomo a
quien reemplazó era Ceo (alias Thoth) y no Atlante (véase 1.3).
4.
La
verdadera explicación de este trabajo se debe encontrar, no obstante, en el
ritual más bien que en la alegoría. Se demostrará (véase 148.5) que el
candidato a la dignidad del rey tenía que vencer a una serpiente y apoderarse
de su oro; y eso fue lo que hizo Heracles tanto en este caso como en su lucha
con la Hidra. Pero el oro del que se apoderó no debía tener la forma de
manzanas de oro; éstas se las dio al final de su reinado la diosa Triple como
su pasaporte para el Paraíso. Y en este contexto fúnebre la Serpiente no era su
enemiga, sino la forma que su ánima oracular asumiría después de haber sido
sacrificado. Ladón tenía cien cabezas y hablaba con diversas lenguas porque
muchos héroes oraculares podían llamarse «Heracles»: es decir, que habían sido
representantes de Zeus y se habían dedicado al servicio de Hera. El Jardín de
las tres Hespérides —cuyos nombres las identifican con la puesta del sol (véase
33.7 y 39.1)— es situado en el Lejano Oeste, porque la puesta del sol era un
símbolo de la muerte del rey sagrado. Heracles recibió las manzanas al final de
su reinado, correctamente registrado como un Gran Año de cien lunaciones. Había
tomado la carga del rey sagrado de su predecesor, y con ella el título de
«Atlante», «el que sufre largamente». Es probable que la carga fuese
originalmente no el globo, sino el disco solar (véase 67.2).
5.
El
comportamiento de Nereo sigue el modelo del de Proteo (véase 169.a), a quien
Menelao consultó en Faros (Homero: Odisea iv.581 y ss.). Se dice que Heracles
remontó el Po porque llevaba al País de los Hiperbóreos (véase 125. b). Sabemos
que los regalos envueltos en paja que los hiperbóreos enviaban a Délos
siguieron esa ruta (Herodoto: iv. 33). Pero aunque su país era en un sentido
Gran Bretaña —como centro del culto de Bóreas— en otro era Libia y en otro el
Cáucaso; y el Paraíso se hallaba en el Lejano Oeste o en lo recóndito del
Viento Norte, la región misteriosa a la que volaban los gansos silvestres en el
verano (véase 161.4). Las andanzas de Heracles ilustran esta incertidumbre. Si
iba en busca del Paraíso libio debía haber consultado con el rey Proteo de
Faros (véase 169.a); si iba en busca del Paraíso caucásico, con Prometeo (lo
que es, en verdad, la versión de Apolodoro); si iba en busca del nórdico, a
Nereo, quien vivía cerca de las fuentes del Po y cuyo comportamiento se parecía
al de Proteo.
6.
Los
huesos de Anteo eran probablemente los de una ballena varada, alrededor de la
cual nació una leyenda en Tánger: «Esto tiene que haber sido un gigante. Sólo
Heracles pudo haberlo matado. ¡Heracles, que erigió esas enormes columnas en
Ceuta y Gibraltar!» Una lucha entre el candidato a la dignidad de rey y los
campeones locales era una costumbre muy extendida: la lucha con Anteo por la
posesión del reino, como la lucha de Teseo con Escirón (véase 96.3), o la de
Odiseo con Filomelides (véase 161./), deben ser entendidas en este sentido.
Praxiteles, el escultor del Partenón, consideraba la derrota de Anteo como un
trabajo aparte (Pausanias: iv.11.4).
7.
Una
antigua asociación religiosa unía a Dodona con Amón; y el Zeus adorado en cada
una de ellas era original mente un rey pastor sacrificado anualmente, como en
los montes Pelión y Lafistio. Heracles hizo bien en visitar a su padre Zeus
cuando pasó por Libia; Perseo había hecho lo mismo en su viaje al Oriente, y
Alejandro Magno siguió su ejemplo siglos después.
8.
El
dios Set era pelirrojo, y los busirios necesitaban, por lo tanto, víctimas con
cabello de ese color para ofrecerlas a Osiris, a quien asesinó Set. Los
pelirrojos eran raros en Egipto, pero comunes entre los helenos (Diodoro
Sículo: i.88; Plutarco: Sobre Isis y Osiris 30, 33 y 73). La muerte de Busiris
por Heracles puede referirse a alguna acción punitiva realizada por los
helenos, cuyos compatriotas habían sido acechados y muertos; hay pruebas de una
colonia helena primitiva en Chemmis.
9.
Las
maldiciones proferidas durante los sacrificios a Heracles (véase 143.a)
recuerdan la bien establecida costumbre de maldecir e insultar al rey desde una
colina cercana mientras lo coronan, con el fin de guardarlo de los celos
divinos. A los generales romanos se les insultaba igualmente en sus triunfos
mientras asumían la personalidad de Marte. Pero los sembradores maldecían
también a la semilla mientras la diseminaban en los surcos.
10. La liberación de Prometeo parece haber
sido una fábula moral inventada por Esquilo y no un mito auténtico (véase
39.h). El hecho de que llevara una guirnalda de sauce —corroborado en un espejo
etrusco— indica que había sido dedicado a la diosa Luna Anatha, o Neitii, o
Atenea (véase 9.1). Quizá originalmente se le ataba con tiras de sauce al altar
del sacrificio en el festival otoñal de la diosa (véase 116.4).
11. Según una leyenda, Tifón mató a Heracles
en Libia, y Yolao le volvió a la vida aplicando una codorniz a las ventanas de
su nariz (Eudoxo de Cnido:. Circuito de la Tierra i, citado por Ateneo: ix.ll).
Pero fue al tirio Heracles Melkarth a quien el dios Esmún («el que evocamos»),
o Asclepio, resucitó de ese modo. El significado es que el año comienza en
marzo con la llegada de las codornices desde el Sinaí, y que entonces se celebraban
orgías en honor de la diosa (véase 14.3).
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