viernes, 2 de agosto de 2013

122 La locura de Heracles

a. La derrota de los minias por Heracles lo convirtió en el más famoso de los héroes; y su recompensa fue casarse con la hija mayor del rey Creonte, Megara o Megera, y que se le designase protector de la ciudad; en tanto que Ificles se casó con la hija menor. Algunos dicen que Heracles tuvo dos hijos con Megara, otros que tuvo tres, cuatro y hasta ocho. Se los llama los Alcides.

b. Heracles venció luego a Pirecmes, rey de los eubeos, aliado de los minias, cuando marchó sobre Tebas; y difundió el terror en toda Grecia ordenando que su cuerpo fuera dividido por unos potros y abandonado sin enterrarlo junto al río Heracleo, en un lugar llamado los Potros de Pirecmes, que produce un eco como de relincho cuando beben allí los caballos.

c. Hera, ofendida por los excesos de Heracles, lo enloqueció. En primer lugar atacó a su querido sobrino Yolao, el hijo mayor de Ificles, quien consiguió escapar a sus violentas arremetidas; y luego, tomando por enemigos a seis de sus propios hijos, los mató y arrojó sus cuerpos al fuego, juntamente con otros dos hijos de Ificles con quienes realizaban ejercicios militares. Los tebanos celebran un festival anual en honor de las ocho víctimas. El primer día ofrecen sacrificios y arden fogatas durante toda la noche; el segundo día se realizan juegos fúnebres y al vencedor se le corona con mirto blanco. Los celebrantes se lamentan recordando el brillante futuro que estaba reservado a los hijos de Heracles. Uno iba a gobernar en Argos, ocupando el palacio de Euristeo, y Heracles le había puesto en los hombros su piel de león; otro iba a ser rey de Tebas y Heracles le había puesto en la mano derecha la maza de defensa, don engañoso de Dédalo; a un tercero se le había prometido Ecalia, que Heracles asoló posteriormente; y para todos ellos se habían elegido las novias más selectas que significaban alianzas con Atenas, Tebas y Esparta. Heracles quería tanto a esos hijos que muchos niegan su delito y prefieren creer que fueron muertos a traición por sus huéspedes; por Lico quizá, o, como ha sugerido Sócrates, por Augías.

d. Cuando Heracles recobró la razón se encerró en una habitación oscura durante varios días, evitando toda comunicación con seres humanos y, después de ser purificado por el rey Tespio, fue a Delfos, para preguntar qué debía hacer. La Pitonisa, dirigiéndose a él por primera vez como Heracles y no como Palemón, le aconsejó que residiera en Tirinto, sirviera a Euristeo durante doce años y realizara los trabajos que le impusiese, en compensación por lo cual se le concedería la inmortalidad. Al oír esto, Heracles se sumió en una profunda desesperación, pues aborrecía servir a un hombre al que consideraba muy inferior a él, pero temía oponerse a la voluntad de su padre Zeus. Muchos amigos acudieron a consolarle en su angustia, y por fin, cuando el transcurso del tiempo había aliviado algo su dolor, se puso a disposición de Euristeo.

e. Sin embargo, algunos sostienen que Heracles no se volvió loco hasta su regreso del Tártaro; que mató a sus hijos; que mató también a Megara y que la Pitonisa le dijo entonces: «¡En adelante ya no te llamarás Palemón! ¡Febo Apolo te llama Heracles, pues por Hera gozarás de una fama imperecedera entre los hombres», como si le hubiera hecho a Hera un gran servicio. Otros dicen que Heracles era amante de Euristeo y que realizó los doce trabajos para complacerle, y otros aún que se comprometió a realizarlos con la condición de que Euristeo anulase la sentencia de destierro dictada contra Anfitrión.

f. Se ha dicho que cuando Heracles salió para realizar sus trabajos Hermes le dio una espada, Apolo un arco y flechas bien afiladas, adornadas con plumas de águila, Hefesto un peto de oro y Atenea una túnica. O que Atenea le dio el peto y Hefesto las grebas de bronce y un yelmo adamantino. Se añade que Atenea y Hefesto rivalizaban entre ambos para beneficiar a Heracles; ella le dio goces y placeres pacíficos, y él protección contra los peligros de la guerra. El regalo de Posidón fue un tiro de caballos; el de Zeus un escudo magnífico e impenetrable. Muchas eran las fábulas grabadas en el escudo en esmalte, marfil, electro, oro y lapislázuli; además, doce cabezas de serpiente grabadas alrededor del tachón entrechocaban sus mandíbulas siempre que Heracles se lanzaba a la batalla y aterraban a sus adversarios. La verdad, no obstante, es que Heracles desdeñaba la armadura y, después de su primer trabajo, rara vez llevaba ni siquiera una lanza, y confiaba más bien en la clava, el arco y las flechas. Utilizaba poco la clava con punta de bronce que le había dado Hefesto y prefirió las que él mismo cortó de olivos silvestres, primeramente en el Helicón y luego en Nemea. A esta segunda clava la reemplazó posteriormente con una tercera, también de acebuche, en la costa del mar Sarónico; fue la clava que cuando visitó Trecén apoyó contra la imagen de Hermes. Echó raíces, brotó y es ahora un árbol majestuoso.

g. Su sobrino Yolao participó en los trabajos como su auriga o escudero.

1.      La locura era la excusa griega clásica por el sacrificio de los niños (véase 27.e y 70.g); la verdad es que los niños que sustituían al rey sagrado (véase 42.2, 81.8 y 156.2) eran quemados vivos después de que él hubiese permanecido escondido durante veinticuatro horas en una tumba, simulando estar muerto, y reapareciendo luego para reclamar el trono una vez más.

2.      La muerte de Pirecmes, partido en dos por caballos salvajes, resulta familiar (véase 71.1). El título Palemón de Heracles lo identifica con Melicertes de Corinto, quien fue divinizado con ese nombre; Melicertes es Melkarth, el Señor de la Ciudad, el Heracles tirio. Los ocho alcideos parecen haber sido miembros de un grupo que bailaba con espadas y cuya actuación, como la de los ocho que bailaban la danza morisca en la Comedia de la Navidad inglesa, terminaba con la resurrección de la víctima. El mirto era el árbol del decimotercer mes de veintiocho días y simbolizaba la partida; el acebuche, el árbol del primer mes, simbolizaba el comienzo (véase 119.2). Los ocho hijos de Electrión (véase 118.a) pueden haber formado un grupo análogo en Micenas.

3.      Las relaciones homosexuales de Heracles con Hilas, Yolao y Euristeo y las descripciones de su lujosa armadura tienen por finalidad justificar la costumbre militar tebana. En el mito original habría amado a la hija de Euristeo y no a Euristeo mismo. Sus Doce Trabajos, según señala Servio, fueron finalmente considerados equivalentes a los doce signos del Zodíaco, aunque Homero y Hesíodo no dicen que fueran doce, ni la serie de los trabajos corresponde a la de los signos. Como el Dios del Año celta, celebrado en la Canción de Amergin irlandesa, el Heracles pelasgo parece haber hecho un curso a lo largo de un año de trece meses. En el mito irlandés y gales los emblemas sucesivos eran: ciervo o toro, diluvio, viento, gotas de rocío, halcón, flor, fogata, lanza, salmón, colina, jabalí, rompiente, sierpe marina. Pero las aventuras de Gilgamesh en la epopeya babilonia se relacionan con los signos del zodíaco y el Heracles tirio tenía mucho en común con él. A pesar de Homero y Hesíodo, las escenas representadas en los escudos antiguos no parecen haber sido obras de arte deslumbradoras, sino toscos pictogramas que indicaban el origen y la categoría del propietario, rayados a lo largo de la faja en espiral que revestía cada escudo.

4.      La ocasión en que los doce olímpicos hicieron regalos a Heracles fue sin duda su casamiento sagrado, y todos ellos debió entregárselos su novia sacerdotisa, Atenea, Auge, Yole o comoquiera que fuera su nombre, directamente o por medio de sus ayudantes (véase 81.1). Se armaba aquí a Heracles para sus trabajos, es decir, para sus combates rituales y sus hazañas mágicas.



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