a. Algunos dicen que Agamenón y Menelao
tenían ya edad suficiente para detener a Tiestes en Delfos; otros, que cuando
Egisto mató a Atreo eran todavía infantes y que su nodriza tuvo la serenidad
necesaria para salvarlos. Tomándolos uno bajo cada brazo, huyó con ellos al
palacio de Polifides, el vigesimocuarto rey de Sición, a instancias del cual
fueron confiados luego a Éneo el etolio. Se conviene, no obstante, en que
después de haber pasado algunos años en la corte de Éneo, el rey Tindáreo de
Esparta les devolvió sus bienes. Marchó sobre Micenas y obligó a Tiestes, que se
había refugiado en el altar de Hera, a jurar que legaría el cetro a Agamenón,
como heredero de Atreo, e iría al destierro para no volver jamás. Tiestes
partió inmediatamente para Citera, mientras Egisto, temiendo la venganza de
Agamenón, huía al palacio del rey Cilarabes, hijo del rey argivo Esténelo.
b. Se dice que Zeus dio poder a la casa de
Éaco, sabiduría a la casa de Amitaón y riqueza a la casa de Atreo. Y
ciertamente tenía riqueza: los reyes de Micenas, Corinto, Cleonas, Orneia,
Aratírea, Sición, Hiperasia, Gonoesa, Pelene, Egium, Egíalo y Hélice pagaban
tributo a Agamenón, tanto en la tierra como en el mar.
c. Agamenón hizo primeramente la guerra
contra Tántalo, rey de Pisa, hijo de su feo tío Bróteas, le mató en batalla, y
se casó por la fuerza con su viuda Clitemestra, hija de Leda y del rey Tindáreo
de Esparta. Los Dioscuros, hermanos de Clitemestra, marcharon por lo tanto
sobre Micenas, pero Agamenón había acudido ya como suplicante a su benefactor
Tindáreo, quien le perdonó y le permitió que se quedara con Clitemestra.
Después de la muerte de los Dioscuros, Menelao se casó con su hermana Helena y
Tindáreo abdicó en su favor.
d. Clitemestra dio a Agamenón un hijo,
Orestes, y tres hijas: Electra o Laódice, Ifigenia o Ifianasa, y Crisótemis; aunque
algunos dicen que Ifigenia era sobrina de Clitemestra, hija de Teseo y Helena,
de la que se compadeció y a la que adoptó.
e. Cuando París, el hijo del rey Príamo de
Troya, raptó a Helena y con ello provocó la guerra troyana, Agamenón y Menelao
estuvieron diez años ausentes de su patria, pero Egisto no se unió a la
expedición y prefirió quedarse en Argos para buscar la forma de vengarse de la
Casa de Atreo.
f. Ahora bien, Nauplio, el marido de
Clímene, al no obtener satisfacción por parte de Agamenón y de los otros
caudillos griegos por la lapidación de su hijo Palamedes, se alejó de Troya y
recorrió la costa del Ática y el Peloponeso incitando al adulterio a las
esposas solitarias de sus enemigos. Cuando Egisto se enteró de que Clitemestra
figuraba entre las más ansiosas de dejarse convencer por Nauplio, se propuso no
sólo hacerse su amante, sino también matar a Agamenón con su ayuda tan pronto
como terminara la guerra de Troya.
g. Hermes, enviado a Egisto por el
omnisciente Zeus, le aconsejó que renunciara a su proyecto, basándose en que
cuando Orestes llegara a la edad viril sin duda vengaría a su padre. Pero a
pesar de toda su elocuencia Hermes no pudo disuadir a Egisto, quien fue a
Micenas con valiosos regalos pero odio en el corazón. Al principio Clitemestra
rechazó sus requerimientos, porque Agamenón, informado de la visita de Nauplio
a Micenas, había ordenado al bardo de su corte que la vigilara atentamente y le
comunicara por escrito la menor señal de infidelidad. Pero Egisto se apoderó del
viejo bardo y lo abandonó sin alimentos en una isla solitaria, donde las aves
no tardaron en picotear sus huesos. Entonces Clitemestra se entregó a los
brazos de Egisto y él celebró su inesperado triunfo con holocaustos a Afrodita
y regalos de tapices y oro a Ártemis, quien sentía rencor por la Casa de Atreo.
h. Clitemestra tenía pocos motivos para
amar a Agamenón, quien, después de dar muerte a su anterior marido Tántalo y al
hijo recién nacido que estaba amamantando, se había casado con ella por la fuerza
y luego se había marchado a una guerra que prometía no terminar nunca; también
había autorizado el sacrificio de Ingenia en Áulide y —lo que para ella era aún
más difícil de soportar— se decía que llevaba de vuelta a la hija de Príamo, la
profetisa Casandra, como su esposa en todo menos en el nombre. Es cierto que
Casandra había dado a Agamenón dos hijos mellizos: Teledamo y Pélope, pero no
parece que él tratara de afrentar a Clitemestra. El informante de ésta era Éax,
el hijo sobreviviente de Nauplio, quien, para vengar la muerte de su hermano,
le provocaba maliciosamente a cometer el asesinato.
i. En consecuencia, Clitemestra conspiró
con Egisto para matar a Agamenón y Casandra. Pero temiendo que llegaran
inesperadamente, escribió a Agamenón una carta pidiéndole que encendiera una
señal luminosa en el monte Ida cuando cayese Troya; ella, por su parte, dispuso
una cadena de fuegos que transmitirían la señal hasta Argólide pasando por el
cabo Hermeo en Leamos, y los montes de Athos, Macisto, Mesapio, Qterón,
Egiplancto y Aracne. Apostó también un vigía en el techo del palacio de
Micenas; era un fiel servidor de Agamenón que pasó un año entero agazapado como
un perro, mirando hacia el monte Aracne y lleno de tristes presentimientos. Por
fin, una noche oscura, el vigía vio el resplandor distante de la señal luminosa
y corrió a despertar a Clitemestra. Ella celebró la noticia con sacrificios de
acción de gracias, aunque, en verdad, habría deseado que el sitio de Troya
durara eternamente. Egisto apostó inmediatamente a uno de sus hombres en una
atalaya cerca del mar y le prometió dos talentos de oro por la primera noticia
del desembarco de Agamenón.
j. Hera había salvado a Agamenón de la
violenta tormenta que destruyó muchas de las naves que regresaban a Grecia y
arrastró a Menelao a Egipto; por fin un viento favorable le llevó a Nauplia.
Tan pronto como desembarcó se inclinó para besar la tierra, llorando de
alegría. Entretanto el vigía corrió a Micenas para recibir su gratificación y
Egisto eligió veinte de los guerreros más valientes, los apostó en una
emboscada dentro del palacio, mandó preparar un gran banquete y luego, montando
en su carro, fue a recibir a Agamenón.
k. Clitemestra recibió a su marido cansado
por el viaje simulando que se hallaba muy contenta, hizo tender para él una
alfombra de púrpura y lo condujo a la casa de baños, donde las esclavas le
habían preparado un baño caliente; pero Casandra se quedó fuera del palacio,
sumida en un arrobamiento profético, y se negó a entrar gritando que olía
sangre y que la maldición de Tiestes pendía sobre el comedor. Cuando Agamenón
se lavó y hubo sacado un pie de la bañera, dispuesto a participar en el
banquete ya servido en las mesas, Clitemestra se le acercó como para envolverlo
en una toalla, pero en lugar de eso le arrojó a la cabeza una prenda de malla
tejida por ella misma y que no tenía aberturas para el cuello y los brazos. Y
así, enredado en esa red como un pez, Agamenón pereció a manos de Egisto, quien
le hirió dos veces con una espada de doble filo.
Cayó hacia atrás en el baño de paredes de plata, donde Clitemestra vengó sus
agravios cortándole la cabeza con un hacha.
Luego corrió afuera para matar a Casandra con la misma arma, sin molestarse en
cerrar los ojos y la boca de su marido, pero se limpió en su cabello la sangre
que le había salpicado, para dar a entender que él mismo había sido el causante
de su muerte.
l. Una feroz batalla se libraba en el
palacio entre la guardia de Agamenón y los partidarios de Egisto. Los guerreros
eran muertos como cerdos para el banquete de un rico, o yacían heridos y
gimiendo junto a las mesas servidas revolcándose en la sangre; pero Egisto
triunfó. Afuera, la cabeza de Casandra rodó por el suelo y Egisto tuvo también
la satisfacción de matar a los dos hijos mellizos que la profetisa había tenido
con Agamenón; sin embargo, no consiguió deshacerse de otro de los bastardos de
Agamenón, llamado Haleso o Halisco. Haleso logró escaparse y, después de andar
largo tiempo errante en el destierro, fundó la ciudad italiana de Falerios y
enseñó a sus habitantes los Misterios de Hera, que todavía se celebran allí a
la manera argiva.
m. Esta matanza se realizó el día 13 del
mes Gamelión [enero] y, sin temor al castigo divino, Clitemestra decretó que se
celebrara en ese día un festival mensual con danzas y ofrendas de ovejas a sus
deidades guardianas. Algunos aplauden su resolución, pero otros sostienen que
infligió una deshonra eterna a todas las mujeres, incluso a las virtuosas.
También Egisto dio gracias a la diosa que le había ayudado.
n. Los espartanos pretenden que Agamenón
está enterrado en Amidas, ahora no más que una aldea, donde muestran la tumba y
la estatua de Clitemestra, así como el templo y la estatua de Casandra; los
habitantes incluso creen que Agamenón fue muerto allí. Pero la verdad es que la
tumba de Agamenón se halla entre las ruinas de Micenas, cerca de las de su
auriga, sus compañeros asesinados por Egisto y los mellizos de Casandra.
o. Más tarde Menelao fue informado del
crimen por Proteo, el profeta de Faros, y, después de ofrecer hecatombes al
ánima de su hermano, construyó un cenotafio en su honor junto al río de Egipto.
Cuando volvió a Esparta, ocho años después, erigió un templo a Zeus Agamenón;
hay otros templos como ése en Laperse, Ática, y Clazómenas, Jonia, aunque
Agamenón nunca reinó en ninguno de esos lugares.
1.
El mito de Agamenón, Egisto, Clitemestra y Orestes ha sobrevivido
en una forma dramática tan estilizada que casi se han borrado sus orígenes. En
una tragedia de esta clase la clave la da habitualmente la manera en que muere
el rey; si es arrojado desde un risco como Teseo, quemado vivo como Heracles,
destrozado en un carro como Enómao, devorado por caballos salvajes como
Diomedes, ahogado en un estanque como Tántalo, o herido por un rayo como
Capaneo. Agamenón muere de una manera particular: con una red que le han
arrojado encima, un pie todavía en el baño y el otro en el piso, y en la casa
de baños anexa, es decir, «ni vestido ni desnudo, ni en el agua ni en la tierra
seca, ni en su palacio ni fuera de él», situación que recuerda la muerte en el
solsticio de verano, en el Mabinogion, del rey sagrado Llew Llaw, a manos de su
esposa traidora, Blodeuwedd, y a su amante Gronw.
Una fábula análoga relatada por Saxo Grammaticus a fines del siglo XII en su
Historia de Dinamarca, sugiere que Clitemestra puede también haber dado a
Agamenón una manzana para que la comiera, matándole cuando se la llevaba a la
boca, de modo que «ni ayunaba ni banqueteaba». Fundamentalmente, en
consecuencia, éste es el mito familiar del rey sagrado que muere en el
solsticio estival, la diosa que le traiciona, el heredero que le sucede y el
hijo que le venga. El hacha de Clitemestra era el símbolo cretense de la
soberanía, y el mito tiene afinidades con el asesinato de Minos, que también
tuvo lugar en un baño. Las señales luminosas de Egisto, una de las cuales,
según Esquilo, estaba hecha con brezos (véase 18J), son las fogatas del
sacrificio del solsticio estival. La diosa en cuyo honor fue sacrificado
Agamenón aparece en tríada como sus «hijas» Electra («ámbar»), Ifigenia
(«sirviendo de madre a una raza fuerte») y Crisótemis («orden áurea»)
2.
Esta antigua fábula se ha combinado con la leyenda de una disputa
entre dinastías rivales en el Peloponeso. Clitemestra era una heredera real
espartana; y la pretensión de los espartanos de que su antepasado Tindáreo
elevó a Agamenón al trono de Micenas, indica que fueron los vencedores en una
guerra contra los raicemos por la posesión de Amidas, donde recibían honores
tanto Agamenón como Clitemestra.
3.
«Zeus Agamenón», «Zeus muy resuelto», sería un título divino que
llevaban no sólo los reyes de Micenas, sino también los de Laperse y
Clazómenas; y, probablemente, también los reyes de una colonia dánaa o aquea
junto al Río de Egipto, al que no hay que confundir con el Nilo. El Río de
Egipto es mencionado en Josué xv.4 como marcando la frontera entre Palestina y
Egipto; más arriba de la costa, en Ascalón y cerca de Tiro, había otras
colonias dánaas o aqueas (véase 169.f).
4.
El día 13, observado
también como día festivo en Roma, donde se le llamaba los Idus, coincidía con
la luna llena en una época en que el mes del calendario era una simple
lunación. Parece que el sacrificio del rey se realizaba siempre en la luna
llena. Según la leyenda, la flota griega, al volver a fines de año de Troya,
encontró tormentas invernales; por lo tanto, Agamenón murió en enero y no en
junio.
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