a. El tercer trabajo de Heracles consistió en apoderarse de la
Cierva de Cerinia y llevarla viva de Énoe a Micenas. Este animal veloz y
moteado tenía patas de bronce y cuernos de oro como los de un ciervo, por lo
que algunos dicen que era un ciervo.
Estaba consagrada a Artemis, quien, cuando era niña, vio cinco ciervas, más
grandes que toros, paciendo en las orillas del río tesalio de guijarros negros
llamado el Anauro, al pie de los Mintes Parrasios; el sol centelleaba en sus
cuernos. Corriendo en su persecución, se apoderó de cuatro de ellas, una tras otra,
con sus propias manos, y las unció a su carro; la quinta huyó a través del río
Celadón a la Colina Cerinia, tal como había previsto Hera, quien ya pensaba en
los trabajos de Heracles. Según otra versión, esta cierva era un monstruo
indómito que solía hacer estragos en los campos y al que Heracles, tras una
dura lucha, sacrificó a Artemis en la cumbre del monte Artemisio.
b. Poco dispuesto a matar o herir a la cierva, Heracles realizó
este trabajo sin ejercer la menor fuerza. La persiguió incansablemente durante
todo un año, y esa cacería lo llevó hasta Istria y el País de los Hiperbóreos.
Cuando, agotada por fin, la cierva se refugió en el monte Artemisio, y desde
allí descendió al río Ladón, Heracles disparó una flecha con la que le sujetó
las patas delanteras haciéndola pasar entre el hueso y el tendón sin derramar
sangre. Luego la recogió, se la puso sobre los hombros y se apresuró a volver
por la Arcadia a Micenas. Sin embargo, algunos dicen que empleó redes; o que
siguió la pista de la cierva hasta que la encontró dormida bajo un árbol.
Ártemis salió al encuentro de Heracles y le reprendió por haber maltratado a su
animal sagrado, pero él alegó que le había sido necesario hacerlo y echó la
culpa a Euristeo. Así aplacó la ira de la diosa, quien le dejó que llevara la
cierva viva a Micenas.
c. Otra versión de la fábula es que esta cierva era la que la
pléyade Táigete, hermana de Alcíone, había dedicado a Ártemis en agradecimiento
por haberla transformado temporalmente en cierva y haber podido eludir así los
abrazos de Zeus. Sin embargo, a Zeus no se le podía engañar durante mucho
tiempo y tuvo con ella a Lacedemón; inmediatamente ella se ahorcó en la cumbre
del monte Amicleo, que en adelante se llamó monte Taigeto. La sobrina y
homónima de Táigete se casó con Lacedemón y tuvo con él a Hímero, a quien
Afrodita hizo que violara sin saberlo a su hermana Cleódice, una noche de
jarana promiscua. Al día siguiente, cuando supo lo que había hecho, Hímero se
arrojó al río, al que a veces se denomina con su nombre, y no se le volvió a
ver; pero con más frecuencia se llama al río Eurotas,
porque el predecesor de Lacedemón, el rey Eurotas, habiendo sufrido una derrota
ignominiosa por los atenienses —por no haber querido esperar a la luna llena
para librar la batalla— se ahogó en sus aguas. Eurotas, hijo de Miles, el
inventor de los molinos de agua, era padre de Amidas y abuelo de Jacinto y
Eurídice, quien se casó con Acrisio.
1.
Este
tercer trabajo es de una clase diferente de la mayoría de los otros.
Históricamente puede referirse a la toma por los aqueos de un templo en que se
adoraba a Ártemis como Elafio («parecida a la cierva»); las cuatro ciervas de
su carro representan a los años de la Olimpiada y a la terminación de cada una
se perseguía hasta matarla a una víctima vestida con piel de venado (véase
22.1). En todo caso se dice que Elafio fue la nodriza de Ártemis, lo que
significa que era Ártemis misma (Pausanias: vi.22.II). Míticamente, sin
embargo, el trabajo parece concernir a Heracles el Dáctilo (véase 52.3),
identificado por los galos con Ogmius (Luciano: Heracles i), quien inventó el
alfabeto Ogham y todo el saber de los bardos (véase 132.3). La caza de la
cierva, o corza, simbolizaba la persecución de la Sabiduría, y se la encuentra,
según la tradición mística irlandesa, refugiada bajo un manzano silvestre
(Diosa Blanca, página 285). Esto explicaría por qué nadie dice, con excepción
del mal informado Eurípides, que Heracles hiciera daño alguno a la corza, sino
que la persiguió infatigablemente y sin interrupción, durante un año entero,
hasta el País de los Hiperbóreos, expertos en esos mismos misterios. Según
Pollux, a Heracles le llamaban Melón («de manzanas») porque le ofrecían
manzanas probablemente en agradecimiento por su sabiduría; pero esa sabiduría la
adquirió solamente con la muerte, y su persecución de la cierva, como su visita
al Jardín de las Hespérides, fue en realidad un viaje al Paraíso celta. Zeus
había perseguido también a Táigete, que era hija de Atlante, en consecuencia un
personaje no helénico.
2.
En
Europa solamente el reno tiene cuernos, y noticias acerca de ellos pueden haber
llegado desde el Báltico por la Ruta del Ámbar; el reno, a diferencia de los
otros venados, puede naturalmente ser uncido a un carro.
3.
El
ahogamiento del hijo de Táigete, Hímero, y de su suegro Eurotas, sugiere que a
los reyes primitivos de Esparta se los sacrificaba habitualmente al monstruo
acuático Eurotas, arrojándolos, envueltos en ramas, a un estanque profundo. Así
se hizo, al parecer, con Tántalo (véase 108.3), otro hijo de Táigete (Higinio:
Fábula 82). Lacedemón significa «demonio del lago» (véase 124.2) y Laconia es
el dominio de Lacona («dama del lago»), cuya imagen fue rescatada de los
invasores dorios por un tal Préugenes y llevada a Pairas en Acaya (Pausanias:
vii.20.4). Las metamorfosis de Táigete parecen basarse en que los
conquistadores aqueos de Esparta se llamaban a sí mismos Zeus y a sus esposas
Hera. Cuando Hera llegó a ser adorada como vaca, el culto lélege de Artemis
Corza fue suprimido. Quizá se celebrara un casamiento ritual entre Zeus como
toro y Hera como vaca, lo mismo que en Creta (véase 90.7).
4.
Noches
de jarana promiscua se realizaban en varios Estados griegos (véase 44.a) y
durante las fiestas Albanas en Roma; era una concesión a las costumbres
sexuales arcaicas que precedieron a la monogamia.
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