a. El quinto trabajo de Heracles consistió en limpiar en un día
los sucios establos del rey Augías. Euristeo se imaginaba alegremente el asco
que sentiría Heracles al tener que cargar el estiércol en cestos y llevarlos
lejos de allí en hombros. Augías, rey de Elide, era hijo de Helio o Eleo y
Naupidame, hija de Anfidamante; o, según dicen algunos, de Ifíboe. Otros dicen
que era hijo de Posidón. En manadas y rebaños era el hombre más rico de la tierra,
pues, por designio divino, los suyos eran inmunes a todas las enfermedades e
inimitablemente fértiles, y además no malparían jamás. Aunque en casi todos los
casos producían hembras, Augías contaba, no obstante, con trescientos toros
negros con patas blancas y doscientos toros sementales rojos; además con doce
magníficos toros plateados consagrados a su padre Helio. Estos doce defendían a
sus rebaños contra las fieras que merodeaban por allí, provenientes de las
colinas boscosas.
b. Ahora bien, en los establos y los rediles de Augías no habían
recogido el estiércol desde hacía muchos años, y aunque el hedor apestoso no
afectaba a los animales mismos, difundía su pestilencia por todo el Peloponeso.
Además, los prados del valle estaban cubiertos por una capa de estiércol tan
espesa que no se los podía arar para cultivar los cereales.
c. Heracles saludó a Augías desde lejos y se comprometió a limpiar
los establos antes del anochecer, a cambio de la décima parte del ganado.
Augías rió incrédulamente y llamó a Fileo, su hijo mayor, para que fuese
testigo del ofrecimiento de Heracles. «Jura que realizarás el trabajo antes del
anochecer», exigió Fileo. El juramento que hizo Heracles en nombre de su padre
fue el primero y el último que hizo durante toda su vida. Augías juró también
que cumpliría su parte del trato. En aquel momento Faetonte, el guía de los
doce toros blancos, atacó a Heracles confundiéndolo con un león; Heracles le
asió por el cuerno izquierdo, le obligó a bajar el cuello y lo derribó por la
fuerza.
d. Por consejo del eleo Menedemo y con la ayuda de Yolao, Heracles
primeramente abrió la pared de los establos en dos lugares y luego desvió los
ríos vecinos Alfeo y Penco, o Menio, de modo que sus aguas corrieron a través
de los establos, los limpiaron y luego limpiaron también los rediles y los
pastos del valle. Así Heracles realizó este trabajo en un solo día, saneando el
territorio y sin siquiera mancharse el dedo meñique. Pero Augías, al enterarse
por Copreo de que Heracles había limpiado los establos por orden de Euristeo,
se negó a pagarle la recompensa y hasta se atrevió a negar que Heracles había
cerrado un trato.
e. Heracles sugirió que se sometiese el caso a un arbitraje, pero
cuando los jueces ocuparon sus asientos y Fileo, citado por Heracles,
testimonió la verdad, Augías se levantó irritado y los expulsó a ambos de Elide
afirmando que le había engañado Heracles, pues los dioses fluviales, y no él,
habían hecho el trabajo. Para empeorar las cosas, Euristeo no quiso contar este
trabajo como uno de los doce, porque Heracles había estado a sueldo de Augías.
f. Fileo fue luego a Duliquio, y Heracles a la corte de Dexámeno,
rey de Oleno, a cuya hija Mnesímaca liberó posteriormente del centauro
Euritión.
1.
Este
mito confuso parece fundarse en la leyenda de que a Heracles, como a Jasón, se
le ordenó que domase dos toros, los unciese, limpiase una colina cubierta con
matorrales y luego la arase, sembrase y recogiese la cosecha en un solo día:
las tareas habituales que se imponían a un candidato a la dignidad de rey
(véase 152.3). En este caso la colina tenía que ser limpiada, no de árboles y
piedras, como en las versiones celtas del mito, sino de estiércol,
probablemente porque el nombre del heraldo de Euristeo que transmitió la orden
era Copreo («hombre del estiércol»). Sir James Frazer, comentando a Pausanias
(v.10.9), cita un cuento escandinavo, «El ama», en el que un príncipe que desea
conquistar a la hija de un gigante tiene que limpiar primeramente tres
establos. Por cada horquilla de estiércol que extrae reaparecen diez. La
princesa le aconseja entonces que de vuelta a la horquilla y utilice el mango.
Así lo hace, y pronto quedan limpios los establos. Frazer sugiere que en la
versión original Atenea puede haber dado a Heracles el mismo consejo; más
probablemente, no obstante, el cuento escandinavo es una variante de este
Trabajo. El ganado de Augías no viene al caso en la fábula, excepto para
explicar la gran cantidad de estiércol que había que sacar. El estiércol del
ganado, como demuestra el mito, no era apreciado por los agricultores griegos.
Hesíodo, en sus Trabajos y Días, no lo menciona; y H. Mitchel (Economics of
Anciens Greece) demuestra que el apacentamiento del ganado en las tierras en
barbecho estaba prohibido en varios arrendamientos antiguos. El perro Argo de
Odiseo se acostaba, ciertamente en un estercolero utilizado para abonar las
tierras (Odisea xvii.299), pero dondequiera que pueda haber sido escrita la
Odisea —y ciertamente no lo fue en el continente griego— las referencias a la
agricultura y a la arboricultura indican una supervivencia de la práctica
cretense. Según algunos mitógrafos, Augías era hijo de Eleo, que significa nada
más que rey de Elide; según otros, era hijo de Posidón, lo que sugiere que era
eolio. Pero aquí se confunde Eleo con Helio, el dios Sol corintio; y en
consecuencia se atribuye a Augías un rebaño de ganado sagrado, como el que
poseía Sísifo (véase 67.1). El número de cabezas de esos rebaños era 350, que
representaba doce lunaciones completas menos los cinco días de fiesta sagrados
del año egipcio (véase 42.1). Que se trataba de ganado lunar lo demuestran sus
colores, rojo, blanco y negro (véase 90.3); y los toros blancos representan
esas doce lunaciones: estos ganados sagrados se robaban con frecuencia —como
hizo el mismo Heracles en su décimo trabajo— y la consecuencia de su disputa
con Augías fue que consiguió también esos doce toros.
2.
El
quinto trabajo, que propiamente se relaciona sólo con las tareas del arado, la
siembra y la recolección de la cosecha, de hecho ha sido confundido con otros
dos: el décimo, o sea el robo de los bueyes de Gerión, y el séptimo, o sea la
captura del toro blanco de Posidón en Creta, el cual, sin embargo, no fue
utilizado para arar. En el culto de Posidón —de quien se dice también que era
el padre de Augías— los jóvenes luchaban con toros, y la lucha de Heracles con
Faetonte, como la de Teseo con el Minotauro, se comprende mejor como un rito de
la coronación: mediante el contacto mágico con el cuerno del toro se adquiría la
capacidad de fertilizar la tierra y ganaba el título de Potidan, o Posidón, que
se daba al amante elegido de la diosa Luna. De igual modo, en una disputa
amorosa, Heracles luchó con el río Aqueloo, representado como un hombre con
cabeza de toro, y le rompió su cornucopia (véase 141.d). La desviación del
Alfeo indica que la ilustración de la que se ha deducido este episodio mostraba
a Heracles retorciendo al toro de Creta por los cuernos, a la orilla de un río
donde pacía numeroso ganado. Se confundió a este toro con un dios fluvial y se
interpretó la escena como significando que había desviado el río para limpiar
los campos con el fin de que se pudiesen arar.
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