a. Todavía perseguido por las Erinias que
no habían hecho caso de las palabras elocuentes de Atenea, Orestes fue
desesperado a Delfos, donde se tendió en el suelo del templo y amenazó con
quitarse la vida si Apolo no lo salvaba de sus azotes. En respuesta, la Pitia
le ordenó que se embarcara para el Bosforo y navegara hacia el norte a través
del Mar Negro; sus infortunios no terminarían hasta que se apoderase de una
antigua imagen de madera de Artemis adorada en su templo del Quersoneso táurico
y la llevara a Atenas, o (según dicen algunos) a Argólide.
b. Ahora bien, el rey de los taurios era
el rápido Toante, hijo de Dioniso y Ariadna y padre de Hipsípila; y sus
subditos, llamados taurios porque Osiris en una ocasión unció toros (tauroi) y
aró su tierra, eran de origen escita.
Siguen viviendo de la rapiña, como en la época de Toante; y siempre que uno de
sus guerreros hace un prisionero lo decapita, lleva la cabeza a su casa y allí
la empala en una alta estaca colocada sobre la chimenea, para que su familia
pueda vivir bajo la protección del difunto. Además, todo marinero que ha
naufragado o ha sido arrojado a su puerto por el vendaval, es sacrificado
públicamente a Artemis Tauria. Después de realizar ciertos ritos preparatorios
lo derriban con un garrote y clavan su cabeza cortada a una cruz; después de lo
cual entierran el cadáver o lo arrojan al mar desde un precipicio coronado por
el templo de Artemis. Pero si cae en sus manos un extranjero principesco, lo
mata con una espada la sacerdotisa virgen de la diosa y arroja su cadáver al
fuego sagrado, proveniente del Tártaro, que arde en el recinto divino. Sin
embargo, algunos dicen que la sacerdotisa, aunque inspecciona los ritos y
realiza la lustración preliminar y corta el pelo a la víctima, no la mata
personalmente. La antigua imagen de la diosa de la que Orestes tenía la orden
de apoderarse había caído del cielo. Este templo está sostenido por grandes
columnas y se sube a él por cuarenta escalones; su altar de mármol blanco está
constantemente manchado de sangre.
c. Artemis Tauria tiene varios títulos
griegos, entre ellos Artemis Tauropolus o Taurópola, Artemis Dictina, Artemis
Ortia, Toantea y Hécate, y para los latinos es Trivia.
d. Ahora bien, Ifigenia se libró de ser
sacrificada en Aulide gracias a Artemis, que la envolvió en una nube y la llevó
al Quersoneso táurico, donde inmediatamente la nombró Suma Sacerdotisa y le
concedió el derecho exclusivo de manejar la imagen sagrada. Los taurios se
dirigían a ella en adelante llamándola Artemis, Hécate u Orsíloca. Ifigenia
aborrecía los sacrificios humanos, pero obedecía piadosamente a la diosa.
e. Orestes y Pílades no sabían nada de
esto; seguían creyendo que Ifigenia había muerto sacrificada en Aulide. Sin
embargo, se apresuraron a ir al país de los taurios en una embarcación de
cincuenta remeros; al llegar anclaron la embarcación, guardada por sus remeros,
mientras ellos se ocultaban en una cueva marina. Su propósito era acercarse al
templo al anochecer, pero les sorprendieron antes unos pastores crédulos que,
tomándolos por los Dioscuros o alguna otra pareja de inmortales, se postraron
ante ellos y los adoraron. En ese momento Orestes se enloqueció una vez más y
comenzó a mugir como un ternero y a ladrar como un perro; confundió a un rebaño
de terneros con las Erinias y salió corriendo de la cueva, espada en mano, para
matarlos. Los pastores desilusionados dominaron a los dos amigos, quienes, por
orden de Toante, fueron conducidos al templo para ser sacrificados
inmediatamente.
f. Durante los ritos preliminares Orestes
conversó en griego con Ifigenia; pronto descubrieron alegremente su identidad
mutua y cuando se enteró de la naturaleza de su misión, Ifigenia comenzó a
levantar la imagen para que él se la llevara. Pero Toante se presentó de
pronto, impaciente por la lentitud con que se realizaba el sacrificio, y la
ingeniosa Ifigenia simuló que estaba apaciguando la imagen. Explicó a Toante
que la diosa había apartado su mirada de las víctimas que él había enviado,
pues uno de ellos era matricida y el otro su cómplice, por lo que ninguno de
los dos servía para el sacrificio. Debía enviarlos, juntamente con la imagen
que habían mancillado con su presencia, para que se limpiasen en el mar, y
ofrecer a la diosa un sacrificio de corderitos a la luz de las antorchas.
Entretanto Toante debía purificar el templo con una antorcha, cubrirse la
cabeza cuando salieran los extranjeros y ordenar que todos se quedasen en sus
casas para evitar la contaminación.
g. Toante, completamente engañado,
permaneció un rato admirado por tanta sagacidad y luego comenzó a purificar su
templo. Ifigenia, Orestes y Pílades se apresuraron a llevar la imagen a la
costa a la luz de las antorchas, pero en vez de bañarla en el mar la
introdujeron en la embarcación. Los servidores del templo taurio que habían ido
con ellos sospecharon la traición y ofrecieron resistencia. Fueron dominados
tras una dura lucha y después los remeros de Orestes se alejaron con la
embarcación. Pero se desencadenó de pronto un vendaval que los llevó de vuelta
a la costa rocosa y todos habrían perecido si Posidón no hubiera calmado el mar
a instancias de Atenea; con un viento favorable llegaron a la isla de Esmintos.
h. Allí vivían Crises, el sacerdote de
Apolo, y su nieto del mismo nombre, cuya madre Criseida propuso que los
fugitivos fueran entregados a Toante. Pues, aunque algunos sostienen que Atenea
visitó a Toante, quien preparaba una flota para salir en persecución de los
fugitivos, y le engatusó con tan buen éxito que inclusive consintió en
repatriar a las esclavas griegas de Ifigenia, lo que sí es cierto es que llegó
a Esmintos con intenciones siniestras. Luego Crises el Viejo, enterado de la
identidad de sus huéspedes, reveló a Crises el Joven que no era, como Criseida
había pretendido siempre, hijo de Apolo, sino de Agamenón, y por lo tanto
hermanastro de Orestes e Ifigenia. Al saber eso, Crises y Orestes se unieron
contra Toante, a quien consiguieron matar, y Orestes, apoderándose de la
imagen, navegó felizmente hasta Micenas, donde las Erinias abandonaron por fin
su persecución.
i. Pero algunos dicen que una tormenta
llevó a Orestes a Rodas, donde, de acuerdo con el Oráculo Heliano, colocó la
imagen en una muralla de la ciudad. Otros dicen que, como el Ática era el
territorio al que Apolo había ordenado que llevase la imagen, Atenea le visitó
en Esmintos y le señaló como destino la ciudad fronteriza de Braurón; debía
alojarla allí en un templo de Artemis Taurópola y aplacarla con sangre extraída
de la garganta de un hombre. Designó a Ifigenia sacerdotisa de ese templo, en
el que estaba destinada a terminar su vida pacíficamente; recibiría, entre
otras cosas, las ropas de las mujeres ricas que morían de sobreparto. Según
esta versión, el barco llegó por fin al puerto de Braurón, donde Ifigenia
depositó la imagen y luego, mientras se construía el templo, fue con Orestes a
Delfos; encontró a Electra en el templo y la llevó de vuelta a
Atenas para que se casase con Pílades.
j. La que se hace pasar por la auténtica
imagen de madera de Artemis Tauria puede ser vista todavía en Braurón. Algunos
dicen, no obstante, que no es sino una copia y que de la original se apoderó
Jerjes durante su desdichada expedición contra Grecia y la llevó a Susa; añaden
que más tarde la regaló el rey Seleuco de Siria a los
laodiceos, quienes la
adoran hasta el presente. Otros,
que se resisten a atribuir el hecho a Jerjes, dicen que Orestes mismo, en el
viaje de regreso a la patria desde el Quersoneso taurio, fue .llevado por una
tormenta a la región ahora llamada Seleucia, donde dejó la imagen; y que los
nativos cambiaron el nombre del Monte Melantio, donde por fin se curó de su
locura, por el de Monte Amanón, que quiere decir «no loco», en su memoria. Pero
los lidios, que tienen un templo de Ártemis Aneitis, pretenden también poseer
la imagen, y lo mismo los habitantes de la Comana capadocia, cuya ciudad se
dice que tomó su nombre de las trenzas (comai) que en señal de luto depositó
allí Orestes cuando llevó los ritos de Ártemis Taurópola a Capadocia.
k. Otros más dicen que Orestes ocultó la
imagen en una gavilla de leña y la llevó a la Aricia italiana, donde murió y
fue enterrado, siendo trasladados sus huesos más tarde a Roma; y que la imagen
fue enviada de Aricia a Eparta, porque la crueldad de sus ritos desagradaba a
los romanos; y la colocaron en el templo de Ártemis Erguida.
l. Pero los espartanos alegan que la
imagen les pertenecía desde mucho tiempo antes de la fundación de Roma y que
Orestes la llevó cuando llegó a ser su rey y la ocultó en un saucedal. Dicen
que durante siglos se olvidó su paradero, hasta que un día Astrábaco y Alopeco,
dos príncipes de la casa real, entraron en el saucedal por casualidad y
enloquecieron a la vista de la tétrica imagen, que mantenían erguida las ramas
de un sauce enroscados a su alrededor, y de aquí sus nombres de Ortia y
Ligodesma.
m. Tan pronto como llevaron la imagen a
Esparta se produjo una pendencia siniestra entre los devotos rivales de
Ártemis, que hacían sacrificios conjuntamente en su altar; muchos de ellos
fueron muertos en el templo mismo y los restantes murieron apestados poco
tiempo después. Cuando un oráculo aconsejó a los espartanos que propiciaran a
la imagen empapando el altar con sangre humana, echaron suertes para elegir la
víctima y la sacrificaron; y esta ceremonia se repitió anualmente hasta que el
rey Licurgo, que aborrecía los sacrificios humanos, la prohibió, y ordenó que
en cambio se azotase a unos niños en el altar hasta que el lugar oliera
fuertemente a sangre.
Los niños espartanos compiten ahora una vez al año para ver quién puede
soportar más golpes. La sacerdotisa de Ártemis se halla presente sosteniendo la
imagen, que, aunque pequeña y liviana, adquirió tal apetencia de sangre en la
época en que los taurios le ofrecían sacrificios humanos que, inclusive ahora,
si los azotadores lo hacen suavemente, por que el niño es de cuna noble, o
excepcionalmente bello, se hace casi demasiado pesada para que la sacerdotisa
la sostenga y ésta increpa a los azotadores diciéndoles: «¡Más fuerte, más
fuerte! ¡Hacéis que no pueda soportar el peso!».
n. Poca fe se debe dar a la fábula de que
Helena y Menelao fueron en busca de Orestes y que cuando llegaron a la región
de los taurios, poco después de haber muerto él, ambos fueron sacrificados a la
diosa por Ifigenia.
1.
El anhelo de los mitógrafos de ocultar ciertas tradiciones
bárbaras se pone claramente de manifiesto en esta fábula y sus variantes. Entre
los elementos suprimidos se halla la manera en que Ártemis se venga de Agamenón
por el asesinato de Ifigenia y la manera en que Éax también se venga de
Agamenón por el asesinato de su hermano Palamedes. Originalmente, el mito parece
haber sido, más o menos, el siguiente: los jefes compañeros de Agamenón
incitaron a éste a ejecutar a su hija Ingenia por hechicera cuando la
expedición griega contra Troya quedó detenida por los vientos contrarios en
Áulide. Ártemis, a quien Ingenia había servido como sacerdotisa, hizo que
Agamenón le pagara esa ofensa y ayudó a Egisto a suplanterle y asesinarlo a su
regreso. También por inspiración suya, Éax se ofreció a llevar a Orestes en un
viaje al territorio ganado al río Escamandro y así le ayudó a escapar de las
Erinias, pues Atenea le protegería allí (véase 115.4). En lugar de eso, Éax lo
dejó en Braurón, donde Orestes fue aclamado como el pharmacos anual, víctima
propiciatoria por la culpabilidad del pueblo, y le degolló la virgen
sacerdotisa de Ártemis. Éax, en realidad, le contó a Electra la verdad cuando
se encontraron en Delfos: que Orestes había sido sacrificado por Ifigenia, que
parece haber sido un título de Ártemis (véase 117.1).
2.
A los griegos patriarcales de una época posterior les debió
desagradar este mito, una versión del cual, que hacía a Menelao, y no a
Orestes, el objeto de la venganza de Ártemis, ha sido conservada por Focio.
Disculpaban a Agamenón del asesinato, y a Ártemis de oponerse a la voluntad de
Zeus, diciendo que ella sin duda salvó a Ingenia y se la llevó para que actuara
como sacerdotisa de los sacrificios, no en Braurón, sino entre los salvajes
taurios, por cuyos actos no se hacían responsables. Y aseguraban que no mató a
Orestes (ni a ninguna víctima griega), sino que, al contrario, le ayudó a
llevar la imagen tauria a Grecia por orden de Apolo.
3.
Esta fábula destinada a salvar las apariencias, influida por el
mito de la expedición de Jasón al Mar Negro —en la versión de Servio, Orestes
roba la imagen en Cólquide, no en el Quersoneso táurico— explicaba la tradición
de la degollación humana en Braurón, ahora modificada a la extracción de una
gota de sangre mediante un pequeño corte, y sacrificios análogos que se
realizaban en Micenas, Aricia, Rodas y Comana. «Taurópolas» indica el
sacrificio de toros cretense, que sobrevivió en las Bufonias atenienses
(Pausanias: i.28. 11); la víctima original es probable que fuera el rey
sagrado.
4.
Los ritos de la fertilidad espartanos, de los que se dice también
que comprendían en un tiempo el sacrificio humano, se realizaban en honor de
Ártemis Erguida. A juzgar por la práctica primitiva en otras partes del
Mediterráneo, la víctima era atada con tiras de sauce, llenas de magia lunar, a
la imagen, un tocón sagrado, quizás de peral (véase 74.6) y agotada hasta que
los latigazos producían una reacción erótica y la víctima eyaculaba,
fertilizando la tierra con el semen y la sangre. El nombre Alopeco y la conocida leyenda del muchacho que dejó que una zorra le royera sus partes
vitales sin gritar, sugiere que la diosa Zorra de Teumeso también era adorada
en Esparta (véase 49.2 y 89.8).
5.
A los meteoritos se les rendían con frecuencia honores divinos, y
lo mismo a pequeños objetos rituales de origen dudoso, que podían explicarse
como habiendo caído igualmente del cielo, como las puntas de lanza neolíticas
cuidadosamente trabajadas, identificadas con los rayos de Zeus por los griegos
posteriores (como a las flechas de pedernal se las llama «proyectiles de los
elfos» en el campo inglés), o con los almireces de bronce ocultos en la cofia
que llevaba la imagen de la Ártemis efesia. Las imágenes mismas, como la de
Ártemis Brauronia y la de madera de olivo de Atenea en el Erecteón, también,
según se decía, habían caído del cielo a través de un agujero en el techo
(véase 158.k). Es posible que la imagen de Braurón contuviera un antiguo
cuchillo de obsidiana destinado a los sacrificios —la obsidiana era un vidrio
volcánico de la isla de Melos— con el cual se cortaba el cuello a las víctimas.
6.
El arado por Osiris del Quersoneso táurico (la Crimea) parece
forzado, pero Herodoto insiste en que existía un vínculo estrecho entre
Cólquide y Egipto (ii.104) y aquí se ha confundido a Cólquide con el país de
los taurios. Se dice que Osiris, como Triptólemo, introdujo la agricultura en
muchos países (véase 24.fm).
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