domingo, 4 de agosto de 2013

136 Ónfale

a. Heracles fue llevado a Asia y ofrecido en venta como un esclavo anónimo por Hermes, patrón de todas las transacciones financieras importantes, quien después entregó el dinero de la compra, tres talentos de plata, a los huérfanos de Ifito. Sin embargo, Éurito prohibió tercamente que sus nietos aceptasen una compensación monetaria, alegando que sólo con sangre se podía pagar la sangre; y lo que sucedió con la plata sólo Hermes lo sabe. Como había predicho la Pitonisa, Heracles fue comprado por Ónfale, reina de Lidia, mujer que sabía hacer buenos negocios; y él le sirvió fielmente durante un año o durante tres, liberando el Asia Menor de los bandidos que la infestaban.

b. Esta Ónfale, hija de Yárdano y, según algunos autores, madre de Tántalo, había heredado el reino de su infortunado esposo Tmolo, hijo de Ares y Teógona cuando cazaba en el monte Carmanorio —llamado así en honor de Carmanor, hijo de Dioniso y Alexírroe, quien fue muerto allí por un jabalí— Tmolo se enamoró de una cazadora llamada Arripe, casta acompañante de Artemis. Arripe, sorda a las amenazas y las súplicas de Tmolo, huyó al templo de su señora, donde, sin tener en cuenta su santidad, él la violó en el lecho mismo de la diosa. Arripe se colgó de una viga después de invocar a Artemis, quien inmediatamente soltó a un toro enloquecido; Tmolo fue lanzado al aire, cayó sobre estacas puntiagudas y piedras afiladas y murió atormentado. Teoclímeno, su hijo con Ónfale, lo enterró donde yacía y cambió el nombre de la montaña por el de Tmolo; una ciudad del mismo nombre edificada en sus laderas fue destruida por un gran terremoto durante el reinado del emperador Tiberio.

c. Entre los muchos trabajos secundarios que Heracles realizó durante su servidumbre figuró la captura de los dos Cercopes efesios que constantemente le impedían dormir. Eran dos hermanos mellizos llamados Pásalo y Acmón; u Oíos y Euríbato; o Silos y Tribalos, hijos de Océano y Tía, y los tramposos y mentirosos más consumados que ha conocido la humanidad, y recorrían el mundo realizando continuamente nuevos engaños. Tía les había advertido que se apartaran de Heracles, y sus palabras: «Mis trascritos blancos, todavía tenéis que encontraros con el gran trasero negro» se han hecho proverbiales y «trasero blanco» significa ahora «cobarde, vil o lascivo». Solían zumbar alrededor del lecho de Heracles como moscones, hasta que una noche los asió, los obligó a reasumir su forma natural y se los llevó colgando cabeza abajo de un palo que llevaba al hombro. Ahora bien, el trasero de Heracles, que no quedaba cubierto por la piel del león, se había quemado y puesto tan negro como un escudo de cuero viejo a causa de la exposición al sol y de las respiraciones ígneas de Caco y el toro de Creta, y los Cercopes se echaron a reír de una manera inmoderada al verse colgados cabeza abajo y contemplándolo. Su alborozo sorprendió a Heracles, y
cuando se enteró de la causa se sentó en una roca y se echó a reír con tantas ganas que ellos le convencieron para que los dejase en libertad. Pero aunque conocemos una ciudad asiática que se llama Cercopia, las guaridas de los Cercopes y una roca llamada «Trasero Negro» se exhiben en las Termopilas, por lo que es probable que este episodio se haya producido en otra, ocasión.

d. Algunos dicen que los Cercopes fueron transformados en piedras por haber tratado de engañar a Zeus; otros, que Zeus castigó su fraude transformándolos en monos con largo pelo amarillo y enviándolos a las islas italianas llamadas Pitecusas.

e. En un barranco lidio vivía un tal Sileo, quien solía apoderarse de todos los extranjeros que pasaban por allí y los obligaba a trabajar en su viña; pero Heracles arrancó las vides por sus raíces. También, cuando los lidios de Itona comenzaron a saquear el territorio de Ónfale, Heracles recuperó el botín y arrasó su ciudad. Y en Celenes vivía Litierses el labrador, hijo bastardo del rey de Minos, quien ofrecía hospitalidad a los viajeros, pero les obligaba a competir con él en la recolección de la cosecha. Si su fuerza se debilitaba los azotaba, y por la noche, cuando había ganado ya la competencia, los deca pitaba y ocultaba sus cuerpos en gavillas, y mientras lo hacía cantaba lúgubremente. Heracles hizo una visita a Celenes para rescatar al pastor Dafnis, un hijo de Hermes que, después de haber buscado por todo el mundo a su amada Pimplea, raptada por los piratas, por fin la había encontrado entre las esclavas de Litierses. Dafnis fue desafiado a la competencia de la cosecha, pero Heracles ocupó su lugar y venció a Litierses, a quien decapitó con una hoz, arojando luego su tronco al río Meandro. Dafnis no sólo recuperó a su Pimplea, sino que además Heracles le dio a ésta como dote el palacio de Litierses. Los segadores frigios todavía cantan en honor de Litierses un canto fúnebre de la cosecha que se parece mucho al que se canta en honor de Mañeros, hijo del primer rey de Egipto, quien también murió en el campo de la cosecha.

f. Finalmente, junto al río Ságaris de Lidia Heracles mató a una serpiente gigantesca que destruía a los seres humanos y las cosechas, y la agradecida Ónfale, quien por fin descubrió su identidad y ascendencia, lo dejó en libertad y lo envió de vuelta a Tirinto cargado con regalos; y Zeus creó la constelación Ofiuco para conmemorar la victoria. Este río Ságaris, dicho sea de paso, se llamaba así por un hijo de Mindón y Alexírroe, quien, enloquecido por la Madre de los Dioses por haber menospreciado sus Misterios e insultado a sus sacerdotes eunucos, se ahogó en sus aguas.

g. Ónfale había comprado a Heracles como un amante más bien que como un luchador. Él engendró con ella a tres hijos, a saber: Lamo, Agelao, antepasado del famoso rey Creso que trató de inmolarse en una pira cuando los persas se apoderaron de Sardes; y Laomedonte. Algunos añaden un cuarto, Tirreno, o Tirseno, que inventó la trompeta y condujo a emigrantes lidios a Etruria, donde adoptaron el nombre de tirrenios; pero es más probable que Tirreno fuera hijo del rey Atis y un remoto descendiente de Heracles y Ónfale. Por una de las mujeres de Ónfale, llamada Malis, Heracles era ya padre de Cleodeo o Cleolao, y de Alceo, fundador de la dinastía lidia que el rey Creso desalojó del trono de Sardes.

h. A Grecia llegaron informes de que Heracles había desechado su piel de león y su corona de álamo temblón y llevaba en cambio collares de joyas, brazaletes de oro, turbante femenino, mantón de púrpura y ceñidor meonio. Pasaba el tiempo, según los rumores, rodeado por lascivas muchachas jonias, cardando lana que tomaba de un cesto bruñido, o hilando; y temblando, mientras hacía eso, cuando su ama le reprendía. Ella le golpeaba con su chinela dorada cuando sus dedos torpes rompían el huso, y le obligaba a relatar sus anteriores hazañas para entretenerse; sin embargo, al parecer, él no se avergonzaba. De aquí que los pintores mostraran a Heracles vestido con faldas amarillas y dejándose peinar y manicurar por las doncellas de Ónfale, mientras ella aparecía vestida con la piel del león y manejando su clava y su arco.

i. Sin embargo, lo que había sucedido no era más que esto: un día en que Heracles y Onfale visitaban las viñas de Tmolo, ella con una túnica purpúrea con bordados de oro y el cabello perfumado, y él sosteniendo galantemente una sombrilla dorada sobre la cabeza de ella, Pan los vio desde una alta colina. Se enamoró de Ónfale y se despidió de las diosas de la montaña exclamando: «¡En adelante ella sola será mi amor!». Ónfale y Heracles llegaron a su destino, una gruta apartada, donde se divirtieron cambiando las ropas. Ella le puso un cinturón de malla absurdamente pequeño para su cintura y su túnica purpúrea. Aunque Ónfale aflojó las cintas todo lo posible, él rompió las mangas, y los lazos de sus sandalias eran demasiado cortos para abarcar el empeine de Heracles.


j. Después de cenar fueron a dormir en lechos separados, pues habían prometido hacer al amanecer un sacrificio a Dioniso, quien exige la pureza marital de sus devotos en esas ocasiones. A la medianoche Pan se deslizó en la gruta y buscando a tientas en la oscuridad encontró lo que creía que era el lecho de Ónfale, porque quien dormía en él estaba vestido de seda. Con manos temblorosas levantó las sábanas del lecho desde el fondo y se introdujo en él, pero Heracles se despertó, extendió una pierna y lo arrojó de una patada como un gusano a través de la gruta. Al oír un fuerte estrépito y un grito, Ónfale saltó de su lecho y pidió luces, y cuando éstas llegaron, ella y Heracles se echaron a reír hasta llorar al ver a Pan tendido en un rincón y curándose las magulladuras. Desde ese día Pan aborrece las vestimentas y exige que sus funcionarios asistan desnudos a sus ritos; fue él quien se vengó de Heracles difundiendo el rumor de que su caprichoso cambio de ropas con Ónfale era habitual y perverso.

1.      Carmanor tiene que haber sido un título de Adonis (véase 18.7), también muerto por un jabalí. No se puede fechar la profanación del templo de Artemis por Tmolo, ni tampoco la orden de que Heracles debía compensar a Éurito por el asesinato de su hijo. Sin embargo, ambos acontecimientos parecen tener un origen histórico. Es probable que Ónfale represente a la Pitonisa, la guardiana del omphalus de Delfos, quien concedió la compensación, haciendo a Heracles esclavo de un templo hasta que la pagase, y que, como «Ónfale» era también el nombre de una reina india, los mitógrafos cambiaran el escenario de la esclavitud para ajustado a otra serie de tradiciones.

2.      Los Cercopes, como demuestran sus diversos pares de nombres, eran ceres, o rencores, que aparecían en la forma de sueños engañosos y malévolos, y se los podía contrarrestar apelando a Heracles, que era el único que tenía poder contra la Pesadilla (véase 35.3-4). Aunque al principio se los representaba como simples espectros, como Cécrope (cuyo nombre es otra forma de cercops) en obras de arte posteriores figuran como cercopithecoi, «monos» quizás a causa de la asociación de Heracles con Gibraltar, una de sus Columnas, desde donde los mercaderes y cartagineses los llevaban como animales favoritos a las damas griegas y romanas ricas. Los monos no parecen haber frecuentado las islas de Isquia y Prócida, situadas al norte de la bahía de Napóles y a las que los griegos llamaban Pitecusas; su nombre se refiere realmente a los pithoi, o cántaros, que se hacían allí (Plinio: Historia natural iii.6.12).

3.      La costumbre de los viñadores de apoderarse de un extranjero y matarlo en la estación de la vendimia, en honor del espíritu de la Vid, estaba muy difundida en Siria y el Asia Menor; y un sacrificio de la cosecha análogo se realizaba en esos países y en Europa. Sir James Frazer ha tratado este tema exhaustivamente en su Golden Eougb. A Heracles se le atribuye aquí la abolición del sacrificio humano, reforma social de la que los griegos se enorgullecían, inclusive cuando sus guerras se hacían cada vez más salvajes y destructoras.

4.      Los autores clásicos hicieron de la esclavitud de Heracles a Ónfale una alegoría de con qué facilidad un hombre fuerte se convierte en esclavo de una mujer lasciva y ambiciosa; y el hecho de que consideraran al ombligo como la sede de la pasión femenina explica suficientemente el nombre de Ónfale en este sentido. Pero la fábula se refiere, más bien, a una etapa anterior en la evolución del reinado sagrado del matriarcado al patriarcado, cuando el rey, como consorte de la reina, tenía el privilegio de representarla en las ceremonias y los sacrificios, pero sólo si se ponía las ropas de ella. Reveillout ha demostrado que éste era el sistema que se seguía en Lagash en la época sumeria primitiva, y en varias obras de arte cretenses aparecen hombres que.llevan vestimentas femeninas con propósitos sacrificiales, no sólo la falda pantalón moteada, como en el sarcófago de Hagia Triada, sino incluso, como en un fresco del palacio de Cnosos, la falda con volantes. La esclavitud de Heracles se explica por las costumbres matriarcales de los nativos del África Occidental: en Loango, Daura y los Abrons, como ha señalado Briffault, el rey es de origen servil y carece de poder; en Agonna, Latuka, Ubemba y otras partes sólo hay una reina, la cual no se casa, sino que toma amantes serviles. Además, un sistema análogo sobrevivió hasta la época clásica entre la antigua nobleza locrense que tenía el privilegio de enviar sacerdotisas a la Atenea troyana (véase 158.8}; se les obligó a emigrar en 683 a. de C. de la Grecia central a la Lócrida Epicefiria, en el extremo sur de Italia, «a causa del escándalo que causaban los amoríos indiscriminados de las mujeres nobles con esclavos» (véase 18.8). Estas locrenses, que eran de origen no heleno y hacían una virtud de la promiscuidad prenupcial al estilo cretense, cario o amerita (Clearco: 6), insistían en la sucesión estrictamente matrilineal (Dionisios: Descripción de la Tierra 365-7; Polibio: xii.ob). Las mismas costumbres deben de haber sido generales en la Grecia prehelénica e Italia, pero solamente en Bagnara, cerca de las ruinas de la Lócrida Epicefiria, se recuerda al presente la tradición matriarcal. Las mujeres de Bagnara llevan faldas largas y plisadas y hacen descalzas sus diligencias comerciales que duran varios días, dejando a los hombres el cuidado de los niños; pueden llevar en la cabeza hasta un peso de dos quintales. Los hombres se toman vacaciones en la primavera durante la estación del pez espada, ocasión en que muestran su habilidad con el arpón; y en el verano, cuando van a las colinas a hacer carbón de leña. Aunque el patrono oficial de Bagnara es San Nicolás, ninguna mujer de Bagnara reconoce su existencia, y el sacerdote de su parroquia se queja de que prestan más atención a la Virgen que a su Hijo, pues la Virgen ha sucedido a Core, la Doncella, por cuyo templo magnífico era famosa Lócride en la época clásica.

1 comentario:

  1. Esto que ocurría antes entre dioses, semidioses, humanos, todavía ocurre hoy aunque con distintos nombres y formas. El baile de los salones bajó hasta el pueblo. Las queridas o amantes de burgueses y terratenientes luego de perdida su virginidad y acostumbradas a ciertos lujos, se dan a la prostitución pues ya no saben vivir de otra manera. Obsérvese lo que pasa en los antros del cine para lograr un papel meritorio; y así sucesivamente.

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