a. «Salgamos inmediatamente —dijo Menelao— mientras se mantiene el
viento.» «No —le replicó Agamenón—, primeramente hagamos sacrificios a Atenea.»
«¡Nosotros, los griegos, nada le debemos a Atenea! —le dijo Menelao—. Defendió
durante demasiado tiempo la ciudadela troyana.» Los hermanos se separaron
disgustados el uno con el otro y nunca más volvieron a verse, pues en tanto que
Agamenón, Diomedes y Néstor tuvieron un buen viaje de vuelta a su patria, a
Menelao le azotó una tormenta enviada por Atenea y perdió todas sus naves menos
cinco. Éstas fueron arrastradas a Creta, desde donde cruzó el mar hasta Egipto
y pasó ocho días en aguas meridionales sin poder volver. Visitó Chipre,
Fenicia, Etiopía y Libia, cuyos príncipes le recibieron hospitalariamente y le
hicieron muchos valiosos regalos. Por fin llegó a Faros, donde la ninfa Idotea
le aconsejó que capturase a su padre profético, el dios marino Proteo, que era
el único que podía decirle cómo le sería posible romper el hechizo adverso y
conseguir un viento favorable. En consecuencia, Menelao, y tres compañeros se
disfrazaron con pieles de foca malolientes y esperaron en la orilla del mar
hasta que se les unieron al mediodía centenares de focas que formaban el rebaño
de Proteo. Luego apareció Proteo mismo y se durmió entre las focas; entonces
Menelao y sus compañeros se apoderaron de él, y aunque se transformó
sucesivamente en león, serpiente, pantera, jabalí, agua corriente y árbol
frondoso, lo retuvieron firmemente y le obligaron a profetizar. Anunció que
Agamenón había sido asesinado, y que Menelao debía hacer otra visita a Egipto y
propiciar a los dioses con hecatombes. Así lo hizo, y tan pronto como erigió un
cenotafio a Agamenón junto al río de Egipto comenzaron a soplar por fin vientos
favorables. Llegó a Esparta acompañado por Helena el mismo día en que Orestes
vengó el asesinato de Agamenón.
b. Muchas naves, aunque no transportaban a caudillos notables,
naufragaron en la costa de Eubea, porque Nauplio había encendido un fuego de
señal en el monte Cafareo para atraer a sus enemigos a la muerte, simulando que
los guiaba al refugio del golfo Pagaseo; pero este crimen llegó a conocimiento
de Zeus, y por culpa de un fuego de señal falso Nauplio encontró la muerte muchos
años después.
c. Anfíloco, Calcante, Podalirio y otros pocos fueron por tierra a
Colofón, donde murió Calcante, como se había profetizado, al encontrarse con un
adivino más sabio que él, nada menos que Mopso, el hijo de Apolo y de Manto, la
hija de Tiresias. En Colofón crecía una higuera silvestre cubierta con frutos,
y Calcante, con el deseo de avergonzar a Mopso, le desafió así:
—¿Puedes, querido colega, decirme exactamente cuántos higos se
podrán recoger de este árbol?
Mopso cerró los ojos, como quien confía en la visión interior más
que en el cómputo vulgar, y contestó:
—Desde luego: primeramente diez mil higos, luego una fanega
egineta de higos, cuidadosamente pesada; sí, y sobrará un higo.
Calcante rió desdeñosamente por ese higo sobrante, pero cuando
arrancaron los higos del árbol se demostró que la intuición de Mopso era
infalible.
—Para descender de miles a cantidades menores, querido colega
—dijo a su vez Mopso con una sonrisa—, ¿puede decirme cuántos cochinillos hay
en el vientre de esta cerda preñada, y cuántos de cada sexo parirá, y cuando?
—Ocho cochinillos, todos machos, y los parirá dentro de nueve días
—contestó Calcante al azar, con la esperanza de irse antes que se pudiera
comprobar su cálculo.
—Yo soy de diferente opinión —replicó Mopso, volviendo a cerrar
los ojos—. Yo calculo tres cochinillos y sólo uno de ellos macho; y. nacerán
mañana al mediodía, ni un minuto antes ni un minuto después.
Mopso acertó una vez más y Calcante murió de angustia. Sus
compañeros lo enterraron en Nothium.
.
d. El tímido Podalirio, en vez de preguntar a sus amigos
proféticos dónde debía establecerse, prefirió consultar a la Pitonisa de
Delfos, la que le aconsejó irritada que fuera a donde no sufriera daño alguno
aunque se cayera el firmamento. Después de pensarlo mucho eligió un lugar de
Caria llamado Sirmo. Rodeado de montañas. Esperaba que sus cumbres soportaran
el firmamento azul si alguna vez a Adas se le resbalase de los hombros. Los
italianos erigieron a Podalirio un altar de héroe en el monte Drío de Daunia,
en la cumbre del cual el ánima de Calcante mantiene ahora un oráculo basado en
los sueños.
e. Entre Mopso y Anfíloco se produjo una disputa. Habían fundado
juntos la ciudad de Malo en Cilicia, y cuando Anfíloco se retiró a su ciudad,
Argos Anfíloca, Mopso, quedó como único soberano. Anfíloco, disgustado con el
estado de las cosas en Argos, volvió al cabo de doce meses a Malo con la
esperanza de reasumir sus poderes anteriores, pero Mopso le dijo rudamente que
se fuera. Cuando los perplejos habitantes de Malo sugirieron que se decidiese
la disputa mediante un combate singular, los dos rivales lucharon y se mataron
mutuamente. Las piras fúnebres estaban colocadas de modo que Mopso y Anfíloco
no pudieron intercambiar impropias miradas ceñudas durante su cremación, pero
sus almas se unieron de algún modo en una amistad tan afectuosa que
establecieron un oráculo común, el cual ha logrado una reputación de verídico
todavía mayor que el de Apolo en Delfos. Todas las preguntas se hacen por
escrito en tablillas de cera, y las respuestas se dan en sueños, al precio
notablemente bajo de dos monedas de cobre por cada una.
f. Neoptólemo se embarcó para su patria tan pronto como hubo
ofrecido sacrificios a los dioses y al ánima de su padre; y evitó la gran tempestad
que alcanzó a Menelao e Idomeneo po'r haber seguido el consejo profético de su
amigo Heleno y haberse dirigido apresuradamente a Molosia. Después de matar al
rey Fénix y de casar a su madre con Heleno, quien así se hizo rey de los
molosios y fundó una nueva capital, Neoptólemo llegó por fin a Yolco.
Allí heredó el reino de su abuelo Peleo, a quien habían expulsado los hijos de
Acasto,
pero por consejo de Heleno no se quedó para disfrutarlo. Quemó sus naves y fue
tierra adentro al de Pambrotis en el Epiro, cerca del oráculo de Dodona, donde
le recibió un grupo de parientes lejanos. Vivaqueaban bajo mantas soportadas
por lanzas clavadas en tierra. Neoptólemo recordó las palabras de Heleno:
«Cuando encuentres una casa con cimientos de hierro, paredes de madera y techo
de lana, detente, haz sacrificios a los dioses y construye una ciudad.» Allí
tuvo dos hijos más con Andrómaca, a saber Píelo y Pérgamo.
g. Su fin no fue glorioso. Fue a Delfos y pidió satisfacción por
la muerte de su padre Aquiles, a quien, según se decía, Apolo, disfrazado de
Paris, había matado en su templo de Troya. Cuando la Pitonisa se lo negó
fríamente, saqueó y quemó el templo. Luego fue a Esparta y alegó que Menelao le
había prometido a Hermíone en matrimonio delante de Troya, pero que el abuelo
de ella, Tindáreo, se la había dado en cambio a Orestes, el hijo de Agamenón.
Como a Orestes le perseguían las Erinias y pesaba sobre él una maldición divina
era justo, según él, que Hermíone fuese su esposa. A pesar de las protestas de Orestes,
los espartanos aceptaron su alegato y el casamiento se realizó en Esparta. Pero
como Hermíone resultó estéril, Neoptólemo volvió a Delfos, entró en el templo
ennegrecido por el humo que Apolo había decidido reconstruir y preguntó por qué
había de ocurrir eso.
h. Se le ordenó que ofreciera sacrificios aplacadores al dios y,
mientras los hacía, se encontró con Orestes en el altar. Orestes le habría
matado allí mismo si Apolo, previendo que Neoptólemo debía morir por otra mano
ese mismo día, no lo hubiera impedido. Ahora bien, la carne de los sacrificios
ofrecidos al dios en Delíos ha sido siempre un derecho de los servidores del
templo, pero Neoptólemo, que lo ignoraba, no pudo soportar que la carne de los
bueyes que había degollado fuese retirada ante sus ojos y trató de impedirlo
por la fuerza. «¡Librémonos de este pendenciero hijo de Aquiles!», dijo la
Pitonisa lacónicamente; y al momento un fociante llamado Maquereo mató a
Neoptólemo con el cuchillo de los sacrificios.
—Enterradlo bajo el umbral de nuestro nuevo santuario —ordenó la
Pitonisa—. Era un guerrero famoso y su alma lo guardará contra todos los
ataques. Y si se ha arrepentido sinceramente de su insulto a Apolo, dejadle que
presida las procesiones y los sacrificios en honor de los héroes como él.
Pero algunos dicen que Orestes instigó el asesinato.
i. El ateniense Demofonte hizo escala en la Tracia a su regreso a
Atenas, y allí Filis, una princesa bisalta, se enamoró de él. Se casó con ella
y se convirtió en rey. Cuando se cansó de Tracia y decidió reanudar su viaje,
Filis nada pudo hacer para retenerlo. «Debo ir a Atenas y saludar a mi madre, a
la que no veo desde hace once años», dijo Demofonte. «Debías haber pensado en
eso antes de aceptar el trono —le respondió Filis, llorando—. No es legal que
te ausentes durante más de unos pocos meses a lo sumo.» Demofonte juró por
todos los dioses del Olimpo que estaría de vuelta dentro del año, pero Filis
sabía que mentía. Le acompañó hasta el puerto llamado Eneodo y allí le dio un
cofrecito. «Esto contiene un talismán —le dijo—. Ábrelo solamente cuando hayas
abandonado toda esperanza de volver a mí.»
j. Demofonte no tenía intención de ir a Atenas. Siguió hacia el
sudeste en dirección a Chipre, donde
fijó su residencia; y cuando pasó el año Filis le maldijo en
nombre de la Madre Rea, tomó un veneno y murió. A esa misma hora la curiosidad
hizo que Demofonte abriese el confrecito y la vista de su contenido —¿quién
sabe lo que era?— le enloqueció. Montó en su caballo y se alejó al galope presa
del pánico, golpeándose la cabeza con el plano de la espada, hasta que tambaleó
y cayó. La espada se le escapó de la mano, se clavó en tierra con la punta
hacia arriba y le traspasó al ser arrojado por la cabeza del caballo.
Se relata la historia de otra princesa tracia llamada Filis que se
enamoró de Acamante, el hermano de Demofonte, y cuando las tormentas demoraron
su regreso de Troya, murió de pena y se transformó en un almendro. A estas dos
princesas se las ha confundido con frecuencia
k. Diomedes, como Agamenón y otros, experimentó la enemistad
enconada de Afrodita. Primeramente naufragó en la costa de Licia, donde el rey
Lico lo habría sacrificado a Ares si la princesa Calírroe no le hubiera ayudado
a escapar; y, cuando llegó a Argos, se encontró con que a su esposa Egialea la
había convencido Nauplio para que viviera en adulterio con Cometo, o, según
dicen algunos, con Hipólito. Se retiró a Corinto y allí supo que su abuelo Éneo
necesitaba ayuda contra ciertos rebeldes. En consecuencia, se embarcó para Etolia
y volvió a ponerlo firmemente en el trono. Pero algunos dicen que Diomedes se
había visto obligado a salir de Argos mucho antes de la guerra de Troya, a su
regreso de la afortunada campaña tebana de los Epígonos; y que luego Agamenón
le ayudó a reconquistar su reino.
Pasó el resto de su vida en la Daunia italiana, donde se casó con Evipe, hija
del rey Dauno, y construyó muchas ciudades famosas, incluyendo Brundisium
(Brindisi), que puede haber sido por lo que Dauno, impulsado por los celos, le
asesinó cuando era ya anciano y lo enterró en una de las islas llamadas ahora
Diomedanas. Pero según otra versión, desapareció de pronto en virtud de un acto
de magia divina, y sus compañeros se transformaron en aves apacibles y
virtuosas que todavía anidan en esas islas. Los sacerdotes de Atenea en la
Lucería apulia conservan su armadura dorada y le adoran como dios en el Véneto
y en toda la Italia meridional.
l. Nauplio había inducido también a la infidelidad a Meda, la
esposa de Idomeneo. Tomó como amante a un tal Leuco, pero éste no tardó en
arrojar a ella y a Clisitera, la hija de Idomeneo, del palacio y mató a las dos
en un templo en el que se habían acogido a sagrado. Luego Leuco indujo a diez
ciudades a retirar su fidelidad al rey legítimo y usurpó el trono. Sorprendido
por una tormenta cuando se dirigía a Creta, Idomeneo juró que dedicaría a
Posidón la primera persona que encontrase, y dio la casualidad de que fuese su
propio hijo, o, según dicen algunos, otra de sus hijas. Estaba a punto de
cumplir su promesa cuando una pestilencia afectó a la región e interrumpió el
sacrificio. Leuco tenía ahora una buena excusa para desterrar a Idomeneo, quien
emigró a la región salentina de Calabria y vivió allí hasta su muerte.
m. Pocos de los otros griegos volvieron a sus casas, y los que lo
hicieron encontraron que sólo les esperaban perturbaciones. Filoctetes fue
expulsado por rebelde de su ciudad de Melibea en Tesalia y huyó a la Italia
meridional, donde fundó Petelia y Crimisa cerca de Cretona, y envió a algunos de
sus seguidores a que ayudaran a Egesto a fortificar Egesta en Sicilia. Dedicó
su famoso arco en Crimisa, en el templo de Apolo Demente, y cuando murió lo
enterraron junto al río Síbaris.
n. Vientos contrarios obligaron a Guneo a ir al río Cinips en Libia
y allí fijó su residencia. Fidipo con sus coanos fue primeramente a Andros y
desde allí a Chipre, donde se había establecido también Agapenor. Menesteo no
reanudó su reinado en Atenas, pero aceptó el reino vacante de Melos; algunos
dicen, no obstante, que murió en Troya. Los seguidores de Elcnor naufragaron
en las costas del Epiro y ocuparon
Apolonia; los de Protesilas cerca de Pelene, en el Quersoneso Tracio; y los
rodios de Tlepólemo en una de las islas Ibéricas, desde donde un grupo de ellos
navegó otra vez hacia el oeste con rumbo a Italia y recibieron la ayuda de
Filoctetes en su guerra contra los bárbaros lucanios.
La fábula de los viajes de Odiseo es ahora un entretenimiento homérico para
veinticuatro noches.
o. Solamente Néstor, quien se había mostrado siempre justo,
prudente, generoso, cortés y respetuoso con los dioses, volvió sano y salvo a
Pilos, donde gozó de una ancianidad feliz, sin que le perturbasen las guerras,
y rodeado por hijos valientes e inteligentes. Pues así lo decretó Zeus Omnipotente.
1.
Los
autógrafos hacen que Afrodita luche contra los griegos porque, como diosa del
Amor, había apoyado el rapto de Helena por París. Pero era también la diosa del
Mar a la que invocaban los troyanos para destruir la confederación comercial
patrocinada por Posidón; y las tormentas supuestamente desencadenadas por
Atenea y Posidón para que los victoriosos no pudieran volver con seguridad
tuvieron que ser primeramente atribuidas a ella. Este principio de venganza
permitía a muchas ciudades de Italia, Libia, Chipre y otras partes pretender
que habían sido fundadas por héroes que naufragaron a su regreso de Troya, más
bien que por refugiados de la invasión doria de Grecia.
2.
Enterrar
a un joven guerrero bajo el umbral de un templo era una práctica común, y como
Neoptólemo había incendiado el viejo templo de Delfos, la Pitonisa lo eligió
naturalmente como víctima cuando sobre sus ruinas se erigió un nuevo templo.
Los anteriores guardianes del umbral eran Agamedes y Trofonio (véase 84.b).
3.
Rea,
quien santificó el objeto misterioso encerrado en el cofrecito de Demórente, se
llamaba también Pandora, y este mito puede ser, por tanto, una versión anterior
de cómo Pandora, la esposa de Epimeteo, abrió la caja de rencores (véase 39.;):
una advertencia para los hombres que curiosean los misterios de las mujeres,
más bien que lo contrario, «Mopso» era un título regio en Cilicia en el siglo
VIII a.de C.
4.
Las
aves en que se transformaron los seguidores de Diomedes son descritas como
«virtuosas» evidentemente para distinguirlas de sus crueles aves vecinas, las
Sirenas (véase 154.2 y 3, 170.7).
5.
Meandro
(«buscando un hombre») hizo un voto como el de Idomeneo cuando dedicó a la
Reina del Qelo la primera persona que le felicitase por su toma de Pesinunte
por asalto; y esa persona fue su hijo Arquelao («gobernante del pueblo»).
Meandro lo mató y luego el remordimiento le hizo arrojarse al río (Plutarco:
Sobre los ríos ix-1). Una versión más conocida del mismo mito se encuentra en
Jueces xi.30 ss, donde Jefté promete a Jehová sacrificarle a su hija sí triunfa
en la guerra. Estas variantes indican que Idomeneo prometió el sacrificio de un
varón a Afrodita, y no a Posidón; como hizo Meandro a la Reina del Cielo y
Jephté sin duda a Anatha, quien exigía tales ofrendas quemadas en sus montañas
sagradas de Judea. Parecería, ciertamente, que el sacrificio de un príncipe
real en agradecimiento por una campaña afortunada era en un tiempo una práctica
común —Jonatán habría sido'muerto por su padre, el rey Saúl, después de la
victoria en las cercanías de Michmash, si el pueblo no hubiera protestado— y
que la interrupción del sacrificio de Idomeneo, como la del de Abrahán en el
monte Moriah, o la del Ataníante en el monte Lafistio (véase 70.d) era una
advertencia de que esta costumbre ya no agradaba al Cielo. La sustitución de un
príncipe por una princesa, como en la fábula de Jephté, o en el relato del
Primer Mitógrafo Vaticano acerca del juramento de Idomeneo, señala la reacción
anti-matriarcal característica de la saga heroica.
6.
Los
viajes de Menelao por el Mediterráneo meridional están en relación con las
piraterías aqueas y las tentativas de colonización. Según Janto, un historiador
lidio primitivo, la ciudad fenicia de Ascalón fue fundada por Aséalo
(«inculto»), hermano de Pélope, y por tanto antepasado colateral de Menelao.
Asimismo, cuando Josué conquistó Canaán en el siglo XIII a. de C., los hombres
de Gibeón (Agabón en un texto de la versión griega de los Setenta, con el
significado de Astu Achaivon, «la ciudad de los aqueos») fueron como
suplicantes a ver a Josué a la manera griega y alegaron que no eran cananeos
nativos, sino hivitas, es decir, aqueos del otro lado del mar. Josué reconoció
sus derechos como guardianes de los bosques sagrados y extractores del agua
sagrada (Josué ix). Parece por el versículo 9 que recordaron a Josué la antigua
liga marítima de Keftiu presidida por
Minos de Cnosos y a la que habían pertenecido en un tiempo tanto los aqueos
como la gente de Abrahán. Abrahán que fue al Delta con los reyes hicsos, casó a
su hermana Sara con el «Faraón», es decir, con el gobernante cnosiano de Faros,
entonces el principal depósito comercial de la confederación. Pero en la época
de Menelao, Cnosos yacía en ruinas, los confederados se habían convertido en
piratas y los habían derrotado los egipcios en la batalla de Piari (1229 a. de
C.) —«Los atrapé como aves de caza, fueron arrastrados, encerrados y muertos en
la playa, sus naves y mercaderías cayeron en el mar»— y Faros, que ya no era el
puerto más grande del mundo antiguo, se convirtió en un mero criadero de focas.
Un desastre submarino había sumergido las obras del puerto (véase 39.2) y en
los tiempos clásicos primitivos el comercio exterior pasaba por Naucratis, el
entrepót milesio (véase 25.6).
7.
La
lucha de Menelao con Proteo es una versión degenerada de un mito conocido: la
diosa Foca Tetis ha sido masculinizada convirtiéndola en Proteo, y Menelao, en
vez de esperar a que se quite la piel de foca y luego abrazarse amorosamente a
la diosa, como hizo Peleo (véase 81.1-3), utiliza una piel de foca como
disfraz, llama a tres hombres para que le ayuden y no exige a su cautivo más
que una respuesta oracular. Proteo se transforma rápidamente, como hizo Tetis
con Peleo, o como hizo Dioniso-Zagreo, asociado con Faros (véase 27.7), cuando
le amenazaron los titanes. La lista homérica de sus transformaciones es
confusa: se han enchufado dos o tres órdenes de sucesión de las estaciones. El
león y el jabalí son emblemas inteligibles de un año de dos estaciones (véase
69.1); y también lo son el toro, el león y la serpiente de agua de un año de
tres estaciones (véase 27.4 y 123.1); la pantera está consagrada a Dioniso
(véase 27.4); y el «árbol frondoso», paralelo en la fábula de Periclímeno, se
refiere, quizás, a los árboles sagrados de los meses (véase 53.3 y 139.1). Los
cambios de Proteo constituyen una novela divertida, pero son completamente
inapropiados para el contexto oracular a menos que la verdadera fábula sea que,
tras un reinado de ocho años y la muerte anual de un interrex a la manera
cretense, Menelao se convirtió en el héroe oracular de una colonia establecida
junto al Río de Egipto (véase 112.j).
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