a. Aletes, el hijo de Egisto, usurpó el reino de Micenas creyendo
en el rumor malicioso [¿difundido por Éax?] de que Orestes y Pílades habían
sido sacrificados en el altar de Ártemis Táurica. Pero Electra, dudando de que
eso fuera cierto, fue a consultar el Oráculo de Delfos. Ingenia acababa de
llegar a Delfos y [¿Éax?] se la señaló a Electra como la matadora de Orestes.
Para vengarse tomó una tea del altar y, como no reconoció a Ingenia al cabo de
tanto tiempo, estaba a punto de cegarla con ella cuando se presentó Orestes y
lo explicó todo. Los hijos de Agamenón, otra vez reunidos, volvieron
alegremente a Micenas, donde Orestes puso fin a la contienda entre la Casa de
Atreo y la Casa de Tiestes dando muerte a Aletes, cuya hermana Erígone, según
se dice, habría perecido también a sus manos si Ártemis no se la hubiera
llevado al Ática. Pero más tarde, Orestes se desenojó con ella.
b. Algunos dicen que Ifigenia murió en Braurón o en Megara, donde
tiene ahora un templo; otros, que Artemis la inmortalizó como Mecate la Joven.
Electra se casó con Pílades y le dio a Medonte y Estrofio el Segundo; está
enterrada en Micenas. Orestes se casó con su prima Hermíone, y estuvo presente
en la muerte sacrificial de Neoptólemo, el hijo de Aquiles, con quien ella
estaba desposada. Por
ella llegó a ser padre de Tisámeno, su heredero y sucesor, y por Erígone, su
segunda esposa, de Pentilo.
c. Cuando murió Menelao, los espartanos invitaron a Orestes a que
se erigiera en su rey, pues le preferían, como nieto de Tindáreo, a Nicóstrato
y Megapentes, engendrados por Menelao con una muchacha esclava. Orestes, quien,
con la ayuda de soldados proporcionados por los aliados focenses, había
agregado ya una gran parte de Arcadia a sus dominios micénicos, se adueñó
también de Argos, pues el rey Cilarabes, nieto de Capaneo, no dejó sucesión.
Dominó también a Arcaya, pero obedeciendo el Orcáculo de Delfos, finalmente
emigró de Micenas a Arcadia, donde, a la edad de setenta años, murió a
consecuencia de una mordedura de serpíente en Orestio, u Orestia, ciudad que
había fundado durante su destierro.
d. Orestes fue enterrado en Tegea, pero en el reinado de
Anaxandrides, co-rey con Aristón, y el único laconio que tuvo dos esposas y
ocupó dos casas al mismo tiempo, los espartanos, desesperados porque hasta
entonces habían perdido todas las batallas libradas contra los tegeos, fueron a
Delfos en busca de consejo y se les ordenó que poseyeran ellos mismos los
huesos de Orestes. Como no se conocía su paradero, enviaron a Licas, uno de los
benefactores de Esparta, a que solicitara más información. Le dieron la
siguiente respuesta en hexámetros:
Nivela y allana la llanura de la Tegea
arcadia. Ve
adonde dos vientos están siempre, por
fuerte necesidad, soplando;
donde el golpe suena sobre el golpe, donde
el mal yace sobre el mal,
allí la tierra fecundísima encierra al
príncipe que buscas.
¡Llévalo a tu casa y sé así el señor de
Tegea!
A causa de la tregua temporal entre los dos Estados, Licas no tuvo
dificultad alguna en su visita a Tegea, donde se encontró con un herrero que
forjaba una espada de hierro en vez de bronce, y al ver aquella cosa nueva para
él se quedó con la boca abierta. «¿Te sorprende este trabajo? —le preguntó el
herrero jovial— ¡Pues bien, tengo aquí algo que te sorprenderá todavía más! Es
un ataúd de siete codos de longitud que contiene un cadáver del mismo tamaño y
que encontré bajo el piso de la fragua cuando excavaba aquel pozo.»
e. Licas conjeturó que los vientos mencionados en los versos del
oráculo tenían que ser los que producían los fuelles del herrero, los golpes
los del martillo, y el mal que yacía sobre el mal la cabeza del martillo que
golpeaba la espada de hierro, pues la Edad del Hierro trajo consigo días
crueles. Inmediatamente volvió con la noticia a Esparta, donde los jueces, por
sugerencia suya, simularon condenarle por el delito de violencia; luego huyó a
Tegea como si tratara de eludir la ejecución, y convenció al herrero para que
le ocultara en la fragua. A medianoche sacó los huesos del ataúd y se apresuró
a volver con ellos a Esparta, donde los volvió a enterrar cerca del templo de
las Parcas; todavía se muestra allí la tumba. Desde entonces los ejércitos
espartanos vencieron siempre a los legeos.
f. La lanza-cetro de Pélope, que también empuñó su nieto Orestes,
fue descubierta en Fócide más o menos en esa época; estaba enterrada con un
montón de oro en la frontera entre Queronea y Fanotea, donde la había ocultado
probablemente Electra. Cuando se hizo una indagación sobre el hallazgo de ese
tesoro los fanoteos se contentaron con el oro, pero los queronenses se quedaron
con el cetro y ahora lo adoran como su deidad suprema. Cada sacerdote de la
lanza, designado por un año, la guarda en su casa y ofrece víctimas diarias a
su divinidad, además de mesas pródigamente servidas con alimentos de todas
clases.
g. Sin embargo, algunos niegan que Orestes muriera en Arcadia.
Dicen que cuando terminó su destierro allí un oráculo le ordenó que fuera a
Lesbos y Ténedos y fundara colonias con pobladores llegados de varias ciudades,
entre ellas, Amidas. Él lo hizo y llamó a los nuevos pobladores eolios, porque
Eolo era su antepasado común más próximo, pero murió poco después de edificar
una ciudad en Lesbos. Esta migración se realizó, según dicen, cuatro
generaciones antes que la jónica. Otros, sin embargo, declaran que fue el hijo
de Orestes, Pentilo, y no Orestes mismo, quien conquistó Lesbos; que su nieto
Gras, ayudado por los espartanos, ocupó la región que se extiende entre Jonia y
Misia, llamada ahora Eólide; y que otro nieto, Arquelao, llevó colonos eolios a
la actual ciudad de Cicicene, cerca de Dascilio, en la costa meridional del Mar
de Mármara.
h. Entretanto Tisámeno heredó los dominios de su padre, pero lo
expulsaron de las capitales, Esparta, Micenas y Argos, los hijos de Heracles, y
se refugió con su ejército en Acaya. Su hijo Cometes emigró al Asia.
1.
Ifigenia
parece haber sido un título de la Ártemis anterior, que era no sólo doncella,
sino también ninfa —«Ifigenia» significa «sirviendo de madre a una raza
fuerte»— y mujer vieja, o sea las Solemnes o la Triple Hecate. Se dice que
Orestes reinó en tantos lugares que su nombre también tiene que ser considerado
como un título. Su muerte a causa de la mordedura de una serpiente en la
Orestea arcadia lo vincula con otros reyes primitivos, como Apesanto, hijo de
Acrisio (véase 123.e), identificable con Ofeltes de Nemea (véase 106.g);
Múnito, hijo de Atamante (véase 168.e); Mopso el lapita (véase 154.f), mordido
por una serpiente libia; y el egipcio Ra, un aspecto de Osiris, también mordido
por una serpiente libia. Estas mordeduras son siempre en el talón; en algunos
casos, entre ellos los de los centauros Quirón y Folo, el cretense Talo, el
mirmidón Aquiles y el eubeo Filoctetes, el veneno parece haber sido transmitido
en una punta de flecha (véase 92.10). El arcadio Orestes era en realidad un
pelasgo con conexiones libias.
2.
La
salvación de Erígone de la venganza de Orestes realizada por Ártemis es un
episodio más de la contienda entre la casa de Tiestes, ayudada por Ártemis, y
la casa de Atreo, ayudada por Zeus, El nombre de Tisámeno («Fuerza vengadora»)
indica que la enemistad fue legada a la siguiente generación, porque, según uno
de los relatos de Apolodoro (Epítome vi.28) era hijo de Erígone y no de
Hermíone. En toda la fábula de esta contienda debe recordarse que la Ártemis
que mide sus fuerzas con Zeus es la Ártemis matriarcal primitiva y no la
afectuosa melliza de Apolo, la cazadora virgen; los mitógrafos han hecho todo
lo posible para oscurecer la participación activa de Apolo, del lado de Zeus,
en esta querella divina.
3.
Los
huesos de los gigantes, habitualmente identificados con los de un antepasado de
la tribu, eran considerados como medios mágicos de proteger a una ciudad; así
los atenienses, por inspiración del oráculo, recuperaron de Esciros los que,
según pretendían, eran los huesos de Teseo y los llevaron a Atenas (véase
104.i). Éstos pueden muy bien haber sido extraordinariamente grandes, pues una
raza de gigantes —de los cuales descienden los watusis hamíticos que viven en
el África Ecuatorial— floreció en la Europa neolítica y sus esqueletos de dos
metros de longitud se han encontrado incluso a veces en Gran Bretaña. Los
anakim de Palestina y Caria (véase 88.3) pertenecían a esta raza. Sin embargo,
si Orestes era un aqueo del período de la guerra de Troya, los atenienses no
pueden haber encontrado y medido su esqueleto, pues los nobles homéricos
practicaban la cremación y no la inhumación en el estilo neolítico.
4.
«El
mal que yace sobre el mal» es interpretado habitualmente como la espada de
hierro que es forjada sobre un yunque de hierro; pero, por regla general, se
utilizaban los yunques de piedra hasta una época relativamente reciente, y la
cabeza del martillo que se posa sobre la espada es la explicación más probable,
aunque, en verdad, los martillos de hierro eran también raros hasta la época
romana. El hierro era un metal demasiado sagrado e infrecuente para que lo
utilizaran comúnmente los micénicos —pues no se extraía de la mina, sino que se
lo recogía en forma de meteoritos enviados por los dioses— y cuando por fin se
importaron en Grecia armas de hierro provenientes de Tibarene en el Mar Negro,
el procedimiento de la fundición y la manufactura siguió siendo secreto durante
un tiempo. A los herreros se los siguió llamando «trabajadores del bronce»
inclusive en el período helenista. Pero tan pronto como alguien pudo poseer un
arma o una herramienta de hierro la era del mito llegó a su fin, aunque sólo
fuera porque el hierro no estaba incluido entre los cinco metales consagrados a
la diosa y vinculados a los ritos de su calendario, a saber, la plata, el oro,
el cobre, el estaño y el plomo (véase 53.2).
5.
La
lanza-cetro de Pélope, señal de soberanía, pertenecía evidentemente a la
sacerdotisa gobernante; así, según Eurípides, la lanza con que fue muerto
Enómao —probablemente el mismo instrumento— estaba oculta en el dormitorio de
Ifigenia; Clitemestra pretende luego poseerla (Sófocles: Electra 651); y
Pausanias dice que Electra la llevó a Fócide. Los griegos del Asia Menor se
complacían en creer que Orestes había fundado allí la primera colonia eolia,
pues su nombre era uno de los títulos regios de éstos. Quizá se atenían a una
tradición que atañía a una nueva etapa en la historia de la monarquía: cuando
el rey terminaba su reinado se le perdonaba la muerte y se sacrificaba a un
sustituto —homicidio que explicaría el segundo destierro de Orestes—, después
de lo cual podía llevar una colonia al otro lado del mar. Los mítógrafos que
explicaron que los espartanos preferían Orestes a los hijos de Menelao porque
éstos habían nacido de una mujer esclava, no se daban cuenta de que la
descendencia era todavía matrilineal. Orestes, como mícénico, podía reinar por
su casamiento con la heredera espartana Hermíone; sus hermanos tenían que
buscar reinos en otras partes. En Argólide una princesa podía tener hijos
nacidos libres con un esclavo; y nada había que impidiera que el marido
campesino de Electra en Micenas criase pretendientes al trono.
6.
La
tradición del salmista de que «los días de un hombre son tres veintenas y diez»
se funda, no en la observación, sino en la teoría religiosa: siete era el
número de la santidad y diez el de la perfección. Orestes, análogamente, llegó
a los setenta años.
7.
La
violación por Anaxándrides de la tradición monogámica puede haberse debido a
una necesidad dinástica; quizás Aristo, su co-rey, murió demasiado pronto antes
del término de su reinado para justificar una nueva coronación y, como había
gobernado en virtud de su casamiento con una heredera, Anaxándrides le
sustituyó como rey y como marido.
8.
Las
crónicas hititas demuestran que ya había un reino aqueo en Lesbos a fines del
siglo xiv a. de C.
¡
No hay comentarios:
Publicar un comentario