viernes, 2 de agosto de 2013

123 El primer trabajo: El león de Nemea

a. El primer trabajo que impuso Euristeo a Heracles cuando fue a residir en Tirinto fue el de matar y desollar al león de Nemea o de Cleonas, una fiera enorme con una piel a prueba del hierro, el bronce y la piedra.

b. Aunque algunos dicen que este león descendía de Tifón, o de la Quimera y el perro Ortro, otros dicen que Selene lo parió con un estremecimiento espantoso y lo dejó caer en la tierra sobre el monte Treto, cerca de Nemea, junto a una cueva de dos bocas; y que, como castigo por un sacrificio no realizado, hizo que devorara a su propia gente, y los que más sufrieron fueron los bambineanos.

c. Otros dicen que, por deseo de Hera, Selene creó al león con espuma de mar encerrada en un gran cofre, y que Iris lo ató con su ceñidor y lo llevó a las montañas nemeas. Éstas se llamaban así por el nombre de una hija de Asopo, o de Zeus y Selene; y todavía se muestra la cueva del león a unos tres kilómetros de la ciudad de Nemea.

d. Al llegar a Cleonas, entre Corinto y Argos, Heracles se alojó en la casa de un peón o pastor llamado Molorco, a cuyo hijo había matado el león. Cuando Molorco se disponía a ofrecer un carnero para propiciar a Hera, Heracles se lo impidió. «Espera treinta días —le dijo—. Si vuelvo a salvo, sacrifícalo a Zeus Salvador; si no vuelvo, ¡sacrifícamelo a mí como héroe!»

e. Heracles llegó a Nemea al mediodía, pero como el león había despoblado a la vecindad, no encontró a nadie que lo orientase, ni se veían rastros de la fiera. Primeramente registró el monte Apesas, llamado así por Apesanto, un pastor al que había matado el león; aunque algunos dicen que Apesanto era un hijo de Acrisio, quien murió por haberle mordido una serpiente en el talón. Luego Heracles fue al monte Treto y al poco tiempo divisó al león que volvía a su guarida, salpicado con la sangre de la matanza del día. Le lanzó una andanada de flechas, pero rebotaron en la espesa piel sin hacerle daño y el león se lamió las quijadas y bostezó. Luego Heracles utilizó la espada, que se dobló como si hubiera sido de plomo; finalmente levantó la clava y descargó con ella tal golpe contra el león en el hocico que el animal se introdujo en su cueva de doble boca sacudiendo la cabeza, no a causa del dolor, sin embargo, sino porque le zumbaban los oídos. Heracles, lanzando una triste mirada a su clava rota, cubrió con una red una de las entradas de la cueva y se introdujo en ella por la otra. Habiéndose dado cuenta de que el monstruo era inmune a todas las armas, se puso a luchar con él a brazo partido. El león le arrancó un dedo de un mordisco, pero, tomando su cabeza debajo del brazo, Heracles lo apretó hasta estrangularlo.

f. Llevando el cuerpo de la fiera en los hombros, Heracles volvió a Cleonas, adonde llegó al cabo de treinta días, y encontró a Molorco a punto de ofrecerle un sacrificio de héroe; en su lugar, ofrecieron juntos un sacrificio a Zeus Salvador. Una vez hecho eso, Heracles se cortó una nueva clava y, después de introducir varias modificaciones en los Juegos Nemeos que hasta entonces se celebraban en honor de Ofeltes, y de dedicarlos en cambio a Zeus, llevó el cuerpo del león a Micenas. Euristeo, pasmado y aterrado le prohibió volver a entrar en la ciudad; en el futuro debía exhibir los frutos de sus trabajos fuera de las puertas.

g. Durante un tiempo Heracles se quedó perplejo, sin saber cómo desollar al león, hasta que por inspiración divina se le ocurrió emplear las propias garras del animal, afiladas como navajas, y no tardó en poder llevar la piel invulnerable como armadura y la cabeza como yelmo. Entre tanto, Euristeo ordenó a sus herreros que le forjaran una urna de bronce, que ocultó bajo la tierra. En adelante, cada vez que le anunciaban la llegada de Heracles se refugiaba en esa urna y enviaba sus órdenes por medio de un heraldo, un hijo de Pélope llamado Copreo a quien había purificado de un asesinato.

h. Los honores que recibió Heracles de la ciudad de Nemea en agradecimiento por su hazaña los cedió posteriormente a sus fieles aliados de Cleonas, que lucharon a su lado en la guerra de Elea, donde murieron trescientos sesenta. En cuanto a Molorco, fundó la ciudad vecina de Molorquia, y plantó el Bosque Ñemeo, donde se realizan los Juegos Nemeos.

i. Heracles no fue el único hombre que estranguló a un león en aquella época. Realizó la misma hazaña su amigo Filio como la primera de las tres tareas amorosas que le impuso Cicno, un hijo de Apolo e Hiria. Filio también tuvo que apresar vivas a varias aves monstruosas devoradoras de hombres, parecidas a los buitres, y después de luchar a brazo partido con un toro feroz, llevarlo al altar de Zeus. Una vez realizados los tres trabajos. Cicno exigió además un buey que Filio había ganado como premio en ciertos juegos fúnebres. Heracles aconsejó a Filio que se negase a hacer eso y le instó a que llegase a un acuerdo con Cicno, quien, desesperado, se arrojó a un lago, que desde entonces se llamó el lago cicneano. Su madre Hiria se mató del mismo modo y ambos fueron transformados en cisnes.

1.      El combate ritual del rey sagrado con fieras forma una parte corriente del ritual de la coronación en Grecia, Asia Menor, Babilonia y Siria, en el que cada animal representaba una estación del año. Su número variaba según el calendario. En un año de tres estaciones consistían, como la Quimera, en el león, la cabra y la serpiente (véase 75.2), y de aquí la afirmación de que el león de Citerón era hijo de la Quimera y de Ortro, o sea Sirio (véase 34.j); o de toro, león y serpiente, que eran los cambios estacionales de Dioniso (véase 27.4), según las Bacantes de Eurípides; o el león, el caballo y el perro, como las cabezas de Hécate (véase 31.7). Pero en un año de cuatro estaciones habrán sido el toro, el carnero, el león y la serpiente, como las cabezas de Panes (véase 2.b) descritas en el Fragmento Órfico 63; o el toro, el león, el águila y el serafín, como en la visión de Ezequiel (Ezequiel i); o, más sencillamente, el toro, el león, el escorpión y la hidra, los cuatro signos del Zodíaco, que caían en los equinoccios y solsticios. Estos cuatro últimos parecen ser, a juzgar por los trabajos primero, cuarto, séptimo y undécimo, los animales con los que luchó Heracles; aunque el jabalí ha reemplazado al escorpión, pues éste sólo se conserva en la fábula de Orion, otro Heracles, a quien se le ofreció una princesa en matrimonio si mataba a ciertas fieras (véase 4l.a-d). La misma situación se repite en la fábula de Cicno y Filio —con su rara sustitución de la serpiente por buitres—, aunque Ovidio y Antoninus Liberalis le han impuesto un rasgo homosexual. Teóricamente, al domar a esos animales el rey obtenía el dominio de las estaciones del año regidas por ellos. En Tebas, la ciudad natal de Heracles, la diosa Esfinge gobernaba un año de dos estaciones; era una leona con alas y cola de serpiente (véase 105.3); de aquí que él llevara piel y máscara de león, más bien que una máscara de toro como Minos (véase 98.2). El león aparecía con los otros animales del calendario en el arco de la luna nueva, una ilustración que, según parece, dio origen a la fábula de Noé y el Diluvio y a la de Dioniso y los piratas (véase 27.5); de aquí que se dijera que lo creó Selene («la Luna»).

2.      Focio niega que Heracles perdiera un dedo en la lucha con el león; Tolomeo Hefestiono dice (Nova Historia ii) que le envenenó una pastinaca (véase 171.3). Pero es más probable que él mismo se lo arrancase de un mordisco para aplacar a las ánimas de sus hijos, como hizo Orestes cuando le perseguían las Erinias de su madre. Otra cueva de dos bocas se menciona incidentalmente en la Odisea xiii.103 y ss., como una cerca de la cual Odiseo durmió por primera vez a su regreso a Itaca frente a la bahía de Forcis. Su entrada septentrional era para los hombres y la meridional para los dioses; y contenía jarrones de dos asas utilizados como colmenas, jofainas de piedra y abundante agua de manantial. Había también telares de piedra (¿estalactitas?) en los que las náyades tejían telas de púrpura. Si Porfirio (Sobre la Cueva de las Ninfas) estaba en lo cierto al decir que en esta cueva se practicaban los ritos de la muerte y el renacimiento divino, las jofainas servían para la sangre y el agua para la lustración. Las tinajas serían en ese caso urnas para la inhumación sobre las que las almas revoloteaban como abejas (véase 90.3) y las Náyades (hijas del dios de la Muerte Forcis u Orco) serían las Parcas que tejían vestimentas con las marcas del clan regio para que se las pusiera el renacido (véase 10.i). La cueva del león de Nemea tiene dos bocas porque este primer trabajo inició el viaje de Heracles hacia su muerte ritual, después de la cual se hace inmortal y se casa con la diosa Hebe.

3.      La muerte de trescientos sesenta cleonianos indica un misterio del calendario, pues éste es el número de días del año sagrado egipcio, excluyendo a los cinco separados en honor de Osiris, Isis, Nephthys, Set y Horus. Las modificaciones que hizo Heracles en los Juegos Nemeos pueden haber implicado un cambio en el calendario local.

4.      Si el rey de Micenas, como el enemigo de Orion, Enopio de Hiria (véase 41.c), se refugió en una urna de bronce bajo tierra y salió de ella sólo después de haber pasado el peligro, sin duda simulaba anualmente una muerte mientras su sustituto reinaba durante un día, y luego reaparecía. Los hijos de Heracles figuraban entre esos sustitutos (véase 122.l).

5.      Apesanto era uno de varios héroes primitivos a los que había mordido una víbora en el talón (véase 177.1). Se le puede identificar con Ofeltes (véase 106.g) de Nemea, aunque no se dice qué parte del cuerpo de Ofeltes mordió la serpiente.

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