a. La ascendencia y el origen de Tántalo son motivo de discusión.
Su madre era Pluto, hija de Cronos y Rea, o, según dicen algunos, de Océano y
Tetis;
y su padre Zeus o Tmolo, el dios con corona de roble del monte Tmolo que, con
su esposa Ónfale, gobernaba en el reino de Lidia y había juzgado el certamen
entre Pan y Apolo. Sin
embargo, algunos llaman a Tántalo rey de Argos o de Corinto; y otros dicen que
fue al norte desde el monte Sípilo en Lidia para gobernar el país de
Paflagonia, de donde, por haber incurrido en la ira de los dioses, fue
expulsado por el frigio Ilo, a cuyo hermano menor Ganimedes había raptado y seducido.
b. Por su esposa Eurianasa, hija del dios fluvial Pactólo; o por
Euritemiste, hija del dios fluvial Janto; o por Clitia, hija de Anfidamante; o
por la pléyade Dione, Tántalo fue padre de Pélope, Níobe y Bróteas.
Sin embargo, algunos llaman a Pélope bastardo, o hijo de Atlante y la ninfa
Linos.
c. Tántalo era amigo íntimo de Zeus, quien lo admitía en los
banquetes de néctar y ambrosía del Olimpo, hasta que la buena suerte le
trastornó la cabeza, reveló los secretos de Zeus y robó los manjares divinos
para compartirlos con sus amigos mortales. Antes que se descubriera este delito
cometió otro peor. Habiendo invitado a los olímpicos a un banquete en el monte
Sípilo, o quizás en Corinto, Tántalo descubrió que los alimentos que tenía en
la despensa eran insuficientes para los invitados y entonces no se sabe si para
poner a prueba la omnisciencia de Zeus, o simplemente para poner de manifiesto
su buena voluntad, despedazó a su hijo Pélope y agregó los pedazos al guisado
preparado para los dioses, como habían hecho los hijos de Licaón con su hermano Níctimo cuando agasajaron a Zeus en Arcadia.
Todos los dioses reconocieron lo que tenían en el plato, y lo rechazaron con
horror, todos menos Deméter, quien, trastornada por haber perdido a Perséfone,
comió la carne de la paletilla izquierda.
d. Por estos dos delitos fue castigado Tántalo con la ruina de su
reino y, después de su muerte por la mano de Zeus, con el tormento eterno en
compañía de Ixión, Sísifo, Ticio, las Danaides y otros. Ahora cuelga, consumido
perennemente por la sed y el hambre, de la rama de un árbol frutal que se
incuria sobre un lago pantanoso. Sus olas le llegan a la cintura, y a veces a
la barbilla, pero cuando se inclina para beber retroceden y no dejan más que el
negro cieno a sus pies; o, si alguna vez logra recoger un puñado de agua, ésta
se desliza entre sus dedos y lo único que consigue es humedecer sus labios
agrietados, quedándose más sediento que antes. Él árbol está cargado de peras,
manzanas brillantes, higos dulces, olivas y granadas maduras, pero cada vez que
tiende la mano para tomar un fruto suculento una ráfaga de viento lo pone fuera
de su alcance.
e. Además, una piedra enorme, un risco del monte Sípilo, sobresale
por encima del árbol y amenaza eternamente con aplastar el cráneo de Tántalo.
Este es su castigo por un tercer delito: el robo, agravado con el perjurio. Un
día, cuando Zeus era todavía un infante en Creta y le amamantaba la cabra
Amaltea, Hefesto le hizo a Rea un mastín de oro para que guardara al niño; este
mastín llegó a ser luego el guardián de su templo en Dicte. Pero Pandáreo, hijo
de Merope, nativo de la Mileto lidia, o quizá cretense —si, en verdad, no era efesio—
se atrevió a robar el mastín y lo llevó a Tántalo para que lo custodiara en el
monte Sípilo. Cuando terminó la alarma causada por el robo, Pandáreo pidió a
Tántalo que le devolviera el mastín, pero Tántalo juró por Zeus que nunca había
visto ni oído hablar de un perro de oro. Cuando este juramento llegó a oídos de
Zeus, ordenó a Hermes que investigara el asunto, y aunque Tántalo siguió
perjurando, Hermes recuperó el perro por la fuerza o mediante una estratagema,
y Zeus aplastó a Tántalo bajo un risco del monte Sípilo. Todavía se muestra el
lugar cerca del lago Tantálido, guarida de cisnes-águilas blancos. Más tarde,
Pandáreo y su esposa Harmótoe huyeron a Atenas, y de allí a Sicilia, donde
perecieron miserablemente.
f. Según otros, sin embargo, fue Tántalo quien robó el mastín de
oro y Pandáreo aquel a quien lo confió y quien, por haber negado que lo había
recibido, fue destruido, juntamente con su esposa, por los dioses airados, o
convertido en piedra. Pero las hijas huérfanas de Pandáreo, Merope y Cleotera,
a las que algunos llaman Camiro y Clitia, fueron criadas por Afrodita con
cuajadas, miel y vino dulce. Hera las dotó con belleza y una sabiduría más que
humana; Artemis las hizo altas y fuertes; Atenea las instruyó en todas las
artes manuales conocidas. Es difícil comprender por qué estas diosas mostraron
tal solicitud, o eligieron a Afrodita para que ablandara el corazón de Zeus con
respecto a esas huérfanas y arreglara buenos casamientos para ellas, a menos,
por supuesto, que hubieran animado a Pandáreo para que cometiese el robo. Zeus
tuvo que haber sospechado algo, pues mientras Afrodita estaba encerrada con él
en el Olimpo, las Harpías se apoderaron de las tres muchachas con su
consentimiento y las entregaron a las Erinias, quienes les hicieron sufrir
sustitutívamente por los pecados de su padre.
g. Este Pandáreo fue también el padre de Aedón, esposa de Zeto, a
quien dio como hijo Itilo. A Aedón le atormentaba la envidia que sentía por su
hermana Níobe, quien gozaba del amor de seis hijos y seis hijas, y cuando trató
de matar a Sípilo, el mayor de ellos, mató por error a Itilo; Zeus la
transformó inmediatamente en un ruiseñor que, a comienzos del verano, lamenta
todas las noches a su hijo asesinado,
h. Después de castigar a Tántalo, Zeus se dio el placer de
resucitar a Pélope; para ello ordenó a Hermes que recogiera los miembros y los
volviera a hervir en la misma caldera, sobre la cual pronunció un hechizo.
Entonces la Parca Cloto los rearticuló; Deméter le dio una paletilla de marfil,
para sustituir a la que había comido, y Rea le insufló la vida, mientras Pan
danzaba alegremente.
i. Pélope salió de la caldera mágica revestido con una belleza tan
radiante que Posidón se enamoró de él al instante y lo llevó al Olimpo en un
carro tirado por caballos de oro. Allí le nombró su copero y compañero de
lecho, como Zeus posteriormente nombró a Ganimedes, y le alimentó con ambrosía.
Pélope advirtió por primera vez que su hombro izquierdo era de marfil cuando se
desnudó el pecho para florar a su Níobe. Todos los verdaderos descendientes de
Pélope están marcados de ese modo, y después de su muerte la paletilla de
marfil fue guardada en Pisa.
j. Entretanto, Eurianasa, la madre de Pélope, lo buscaba
diligentemente, pues ignoraba su ascensión al Olimpo; se enteró por los
marmitones de que lo habían hervido y servido a los dioses, que parecían haber
comido hasta el último trozo de su carne. Esta versión de la fábula se hizo
corriente en toda Lidia; muchos la creen todavía y niegan que el Pélope a quien
Tántalo hirvió en la caldera era el mismo Pélope que le sucedió.
k. Bróteas, el hijo feo de Tántalo, talló la imagen más antigua de
la Madre de los Dioses, la que todavía se halla en la Peña Codina, al norte del
monte Sípilo. Era un cazador famoso, pero se negaba a honrar a Artemis, y ésta
lo enloqueció; gritando que ninguna llama podía quemarlo, se arrojó sobre una
pira encendida y dejó que las llamas lo consumieran. Pero algunos dicen que se
suicidó porque todos aborrecían su fealdad. El hijo de Bróteas y su heredero
fue llamado Tántalo en honor de su abuelo.
1.
Según
Estrabón (xii.8.21), Tántalo, Pélope y Níobe eran frigios; y cita a Demetrio de
Scepsis, y también a Calístenes (xiv.5.28), según los cuales la familia
derivaba su riqueza de las minas de Frigia y el monte Sípilo. Además, en Niobe
de Esquilo (citado por Estrabón: xii.8.21) se dice que los Tantálidas tenían
«un altar de Zeus, su dios paternal, en el monte Ida»; y Sípilo es situado en
«la tierra idea». Democles, a quien Estrabón cita de segunda mano, interpreta
racionalmente el mito de Tántalo diciendo que su reinado se caracterizó por
violentos terremotos en Lidia y Jonia, hasta Tróade; aldeas enteras
desaparecieron, el monte Sípilo se derrumbó, los pantanos se convirtieron en
lagos y Troya quedó sumergida (Estrabón: i.3.17). Según Pausanias, también una
ciudad situada en el monte Sípilo desapareció en una sima, que luego se llenó
de agua y se convirtió en el lago Saloé, o Tántalis. Las ruinas de la ciudad
podían ser vistas en el fondo del lago hasta qué éste quedó obstruido por el
aluvión de una corriente de agua montañesa (Pausanias: vii.24.7). Plinio
conviene en que Tántalis fue destruida por un terremoto (Historia natural
ii.93), pero constata que se construyeron tres ciudades sucesivas en su sitio
antes que quedara sumergida finalmente (Historia natural v.31).
2.
Sin
embargo, la opinión histórica de Estrabón, aunque arqueológicamente admisible,
no explica la relación de Tántalo con Argos, Corinto y la Mileto cretense. La
roca que pende sobre él en el Tártaro, siempre a punto de caer, lo identifica
con Sísiío de Corinto, cuyo castigo igualmente perpetuo se dedujo de una
representación gráfica que mostraba al titán Sol empujando trabajosamente el
disco solar hacia arriba por k ladera del Qelo hasta el cénit (véase 67.2). El
escoliasta sobre Píndaro se daba cuenta vagamente de esta identificación, pero
explicó racionalmente el castigo de Tántalo señalando que «algunos entienden
que la piedra representa al sol, y Tántalo a un físico que sufre el castigo por
haber demostrado que el sol es una masa de metal incandescente» (Escoliasta
sobre las Odas olímpicas de Píndaro i.97). Confusamente, esta representación
gráfica del titán Sol se ha combinado con otra: la de un hombre que atisba
angustiado a través de un entrelazamiento de ramas cargadas de frutos y con el
agua hasta la barbilla, castigo que los retóricos utilizaban como una alegoría
del destino que esperaba a los ricos y codiciosos (Servio sobre la Eneida de
Virgilio vi.603; Fulgencio: Compendio mitológico ii.18). A las manzanas, peras,
higos y otros frutos que cuelgan sobre los hombros de Tántalo les llama
Fulgencio «frutos del Mar Muerto», de los que dice Tertuliano que «tan pronto
como se toca con el dedo la mangana se convierte en cenizas».
3.
Para
comprender esta escena es necesario recordar que al padre de Tántalo, Tmolo, se
le describe como habiendo sido enguirnaldado con roble, y que su hijo Pélope,
uno de cuyos nietos se llamaba también Tántalo (véase 112.c), gozaba de los
ritos de héroe en Olimpia en los que intervenía el «guardamontes de Zeus».
Puesto que, como se conviene ahora generalmente, los criminales del Tártaro
eran dioses o héroes de la época preolímpica, Tántalo representaría al rey
sagrado anual, vestido con ramas llenas de frutos, como las que se llevaban en
las Oscoforias (véase 98.w) y que era arrojado a un río como pharmacos,
costumbre sobreviviente en el ritual de Jorge Verde en los Balcanes descrito
por Frazer. El verbo tantalize,
derivado de este mito, ha impedido que los eruditos se den cuenta de que la
agonía de Tántalo es causada no por la sed, sino por el temor de ahogarse o de
la subsiguiente inmolación en una pira, que fue el destino de su feo hijo
Bróteas.
4.
Platón
(Cratilo 28) puede tener razón cuando deriva Tantalus de talan tatos, «muy
desdichado», formado de la misma raíz, tla, «sufriente» o «paciente», que da
los nombres de Atlante y Telamón, ambos héroes del roble. Pero talanteuein
significa «pesar moneda» y puede ser una referencia a sus riquezas; y
talanteuesthai puede significar «tambalear de lado a lado», que es el modo de
andar del rey sagrado con el muslo lisiado (véase 23.1). Parece, en
consecuencia, que Tántalo es a la vez un titán Sol y un rey selvático, cuyo
culto fue llevado de Grecia al Asia Menor por la vía de Creta —a Pandáreo se le
describe como cretense— a mediados del segundo milenio a. de C. y se volvió a
importar en Grecia hacia su final, cuando el derrumbe del imperio hitita obligó
a los ricos colonos de habla griega del Asia Menor a abandonar sus ciudades.
5.
Cuando los autógrafos alegaban que Tántalo era
un huésped frecuente del Olimpo, admitían que su culto había dominado en otro
tiempo en el Peloponeso y, aunque a los banquetes a los que los dioses
invitaban a Tántalo se los distingue cuidadosamente del banquete al que los
invitó él, en todos los casos el manjar principal sería la misma sopa de
menudos que los pastores antropófagos de Arcadia del culto del roble prepararon
para Zeus Lobuno (véase 38.b). Quizá no sea una coincidencia que en Normandía a
la víctima del Jorge Verde se la llame «Lobo Verde» y antiguamente se la
arrojara viva a la hoguera del solsticio estival. El acto de comer a Pélope,
sin embargo, no se relaciona directamente con el culto del lobo. La posición de
Pélope como valido de Posidón, su nombre, «rostro barroso o sucio», y la
leyenda de su paletilla de marfil indican más bien un culto de la marsopa en el
Istmo (véase 8.3 y 70.5) —«delfín» en griego incluye a la marsopa— y sugiere
que el Paladión, hecho según se decía con sus huesos (véase 159.3 y 166.h), era
un objeto de culto de marfil de marsopa. Esto explicaría por qué, según el
escoliasta sobre las Odas olímpicas de Píndaro (i.37), Tetis, la diosa del Mar,
y no Deméter, come la paletilla de Pélope. Pero la antigua estatua sedente de
Deméter de cabeza de yegua en Figalia tenía una paloma en la mano y un delfín
(o marsopa) en la otra; y, como dice directamente Pausanias: «El motivo por el
que se hizo así la imagen es evidente para cualquiera de inteligencia corriente
que haya estudiado mitología» (viii, 43.3). Quiere decir que ella presidía el
culto del caballo, el culto del roble y el culto de la marsopa.
6.
Este
antiguo mito puso en aprietos a los autógrafos posteriores. No contentos con
disculpar a Deméter de la acusación de haber comido deliberadamente carne
humana y negando con indignación que todos los dioses comían lo que se les
ponía delante, hasta el último bocado, inventaron una explicación
superracionalista del mito. Tántalo, escribieron, era un sacerdote que reveló los
secretos de Zeus a los no iniciados. En vista de lo cual los dioses lo
depusieron y afligieron a su hijo con una enfermedad repugnante, pero los
cirujanos lo cortaron y lo remendaron con injertos de hueso, dejando tantas
cicatrices que parecía que lo habían descuartizado y luego habían vuelto a unir
los pedazos (Tzetzes: Sobre Licofrón 152).
7.
El
robo del mastín de oro por Pandáreo debe ser interpretado como una continuación
del robo de Cerbero por Heracles, lo que indica que los aqueos desafiaban la
maldición mortal, simbolizada por un perro, apoderándose de un objeto de culto
consagrado a la diosa Tierra Rea (abuela de Tántalo) y confiriendo soberanía a
su poseedor. Las diosas olímpicas apoyaban claramente el robo de Pandáreo, y el
perro, aunque era propiedad de Rea, guardaba el templo del Zeus cretense que
moría anualmente; por tanto, el mito indica no una violación original por los
aqueos del altar de Rea, sino una recuperación temporal del objeto del culto
por los devotos de la diosa.
8.
La
naturaleza del objeto del culto robado es incierta. Puede haber sido un cordero
de oro, el símbolo de la soberanía pelópida; o el cetro con un cuclillo por
contera que, como se sabe, Zeus había robado a Hera; o el Paladión de marfil de
marsopa; o la bolsa de la égida con su contenido secreto. Es improbable que
fuera un perro de oro, pues el perro no era el objeto del culto, sino su
guardián; a menos que se trate de una versión del mito gales de Amathaon ap
Don, quien robó un perro a Arawn («elocuencia»), rey de Annwm («Tártaro»), y de
este modo pudo conocer el nombre secreto del dios Bran (Diosa Blanca, págs.
58-62).
9.
Las
tres hijas de Pandáreo, una de las cuales, Camiro, se llama igual que la más
joven de las tres Parcas rodias (véase 60.2), son la diosa triple, aquí
humillada por Zeus a causa de la rebelión de sus devotos. La lealtad de Tántalo
a la diosa se pone de manifiesto en las fíbulas de su hijo Bróteas, quien talló
su imagen en el monte Sípilo, y de su hija Níobe, sacerdotisa de la Diosa
Blanca, quien desafió a los Olímpicos y cuya ave era el cisne-águila blanco del
lago Tántalis. Ónfale, el nombre de la madre de Tántalo, indica un
templo-ombligo profético como el de Delfos.
10. El
pharmacos anual era elegido por su extrema fealdad, lo que explica a Bróteas.
Hay constancia de que en el Asia Menor al pharmacos primeramente se le golpeaba
en los órganos genitales con cebolla albarrana (véase 26.3) al son de flautas
lidias —Tántalo (Pausanias: ix.4) y su padre, Tmolo (Ovidio: Metamorfosis
ii.56), están asociados en la leyenda con las flautas lidias— y luego lo
quemaban en una pira de leña; más tarde arrojaban sus cenizas al mar (Tzetzes:
Historia xxiii, 726-56, citando a Hipponax, siglo vi a. de C). En Europa parece
haberse invertido el orden: al pharmacos del Verde Jorge primeramente le
zambullían en el agua, luego le golpeaban y por fin lo quemaban.
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