a. Pélope heredó el trono paflagonio de su padre Tantalo y durante
un tiempo residió en Enete, en las costas del Mar Negro, desde donde gobernó
también a los lidios y frigios. Pero los bárbaros lo expulsaron de Paflagonia y
entonces se retiró al monte Sípilo en Lidia, su sede ancestral. En vista de que
Ilo, rey de Troya, no le dejaba vivir en paz ni siquiera allí, sino que le
ordenó que reanudara su viaje, Pélope llevó sus tesoros fabulosos a través del
mar Egeo. Estaba resuelto a encontrar un nuevo hogar para él y la gran horda de
sus seguidores, pero
antes quería pedir la mano de Hipodamía, hija del rey Enómao, el arcadio, que
gobernaba en Pisa y Elide.
b. Algunos dicen que Enómao era hijo de Ares y Harpina, hija del
dios fluvial Asopo; o de la pléyade Asteria; o de Astérope; o de Eurítoe, hija
de Dánao; en tanto que otros dicen que era hijo de Alxión, o de Hipéroco.
c. Por su esposa Esterope, o Evarete, hija de Acrisio, Enómao fue
padre de Leucipo, Hipodamo y Disponteo, fundador de Disponte; y de una hija,
Hipodamía.
Enómao era famoso por su amor a los caballos, y prohibió a sus subditos bajo
pena de maldición aparear yeguas con asnos. Hasta el presente, si los eleáticos
necesitan muías, tienen que llevar sus yeguas al exterior para aparearlas y
para que paran.
d. No se sabe con certeza si le advirtió un oráculo que su yerno
le mataría o si él mismo se había enamorado de Hipodamía; pero el caso es que
Enómao ideó un nuevo medio dé impedir que ella se casara. Desafió a cada uno de
los pretendientes de Hipodamía por turno a una carrera de carros desde Pisa,
situada junto al río Alfeo, frente a Olimpia, hasta el altar de Posidón en el
Istmo de Corinto. Algunos dicen que los carros eran tirados por cuatro caballos;
otros dicen que por dos. Enómao insistió en que Hipodamía debía cabalgar junto
a cada pretendiente, para distraer su atención de los caballos, pero les
concedió una ventaja de media hora en la partida mientras él sacrificaba un
carnero en el altar de Zeus Marcial en Olimpia. Ambos carros debían correr
hacia el Istmo y si el pretendiente era alcanzado, debía morir, pero si ganaba
la carrera sería suya Hipodamía y moriría Enómao.
Pero como Psila y Harpina, las yeguas engendradas por el viento que le había
dado Ares, el padre de Pélope, eran con mucho las mejores de Grecia y más
rápidas que el Viento Norte,
y como su carro, hábilmente conducido por Mirtilo, estaba construido especialmente
para las carreras, jamás había fracasado en su propósito de alcanzar a su rival
y de traspasarle con su lanza, otro regalo de Ares.
e. De esta manera Enómao se deshizo de doce o, según dicen
algunos, de trece príncipes, cuyas cabezas y miembros clavó sobre las puertas
de su palacio, mientras sus troncos eran amontonados bárbaramente en la tierra.
Cuando mató a Marmax, el primer pretendiente, mató también a sus yeguas
Partenia y Erifa y las enterró junto al río Partenia, donde se muestra todavía
su tumba. Algunos dicen que el segundo pretendiente, Alcatoo, fue enterrado
cerca del Excita-Caballos en el hipódromo de Olimpia y que es su espectro
rencoroso el que pone obstáculos a los aurigas.
f. Mirtilo, el auriga de Enómao, era hijo de Hermes y Teóbule o
Cleóbule, o la danaide Fetusa; pero otros dicen que era hijo de Zeus y Clímene.
También él se había enamorado de Hipodamía, pero no se atrevió a intervenir en
la competencia.
Entretanto los olímpicos habían decidido intervenir y poner fin a la matanza,
porqué Enómao se jactaba de que un día construiría un templo con cráneos, como
habían hecho Eveno,
Diómedes y Anteo. En
consecuencia, cuando Pélope desembarcó en Elide y suplicó a su amante Posidón,
a quien invocó con un sacrificio en la costa, que le diera el carro más rápido
del mundo para cortejar a Hipodamía o que contuviera el ímpetu de la lanza de
bronce de Enómao, Posidón le ayudó de muy buena gana. Pélope no tardó en ser
dueño de un carro de oro alado que podía correr por el mar sin que se le mojasen
los ejes y del que tiraba un tronco de caballos incansables, alados e
inmortales.
g. Después de visitar el monte Sípilo y de dedicar a Afrodita
Temnia una imagen hecha con madera de mirto verde, Pélope probó su carro
conduciéndolo a través del Egeo. Casi antes que hubiera tenido tiempo de mirar
a su alrededor llegó a Lesbos, donde su auriga Cilo, o Celas, o Cilas murió a
causa de la rapidez del viaje. Pélope pasó la noche en Lesbos y en sueños vio
que el ánima de Cilo se lamentaba por su suerte y suplicaba honores de héroe.
Al amanecer, Pélope quemó su cuerpo, levantó un túmulo sobre las cenizas y
fundó en las cercanías el templo de Apolo Cilano. Luego reanudó el viaje
conduciendo él mismo el carro.
h. Cuando llegó a Pisa se alarmó Pélope al ver la hilera de
cabezas clavadas sobre las puertas del palacio y comenzó a lamentar su
ambición. En consecuencias, prometió a Mirtilo, que si traicionaba a su amo, le
daría la mitad del reino y el privilegio de pasar la noche de bodas con
Hipodamía cuando la hubiese conseguido.
i. Antes de intervenir en la carrera —la escena está esculpida en
el gablete frontal del templó de Zeus en Olimpia— Pélope hizo un sacrificio a
Atenea Cidonia. Algunos dicen que se le apareció el ánima de Cilo y se
comprometió a ayudarle; otro, que fue su auriga Esfero; pero se cree más
generalmente que él mismo condujo su carro llevando a Hipodamía a su lado.
j. Entretanto, Hipodamía se había enamorado de Pélope y, lejos de
ponerle obstáculos en la carrera, se ofreció a recompensar generosamente a
Mirtilo si conseguía refrenar de algún modo la carrera de su padre. Mirtilo
quitó las pezoneras a los ejes del carro de Enómao y las sustituyó con otras de
cera. Cuando los carros llegaron al cuello del Istmo y Enómao, en su
persecución furiosa, levantaba la lanza para atravesar la espalda de Pélope,
las ruedas de su carro se desprendieron, quedó enredado entre los restos y
murió arrastrado por los caballos. Su ánima ronda todavía alrededor de la
estatua «excita-caballos» de Olimpia.
Hay quienes dicen, no obstante, que la rapidez del carro y los caballos alados
de Posidón permitieron fácilmente a Pélope adelantarse a Enómao y llegar al
Istmo antes que él, y que Enómao se mató desesperado, o le mató Pélope en el
poste que marcaba el final de la carrera. Según otros, la competencia se
realizó en el hipódromo de Olimpia, y Anfión le dio a Pélope un objeto mágico
que él enterró junto al excita-caballos de modo que las caballerías de Enómao
se desbocaron y destrozaron el carro. Pero todos están de acuerdo en que
Enómao, antes de morir, maldijo a Mirtilo y rogó que pereciera a manos de
Pélope.
k. Entonces Pélope, Hipodamía y Mirtilo salieron para hacer una
excursión nocturna a través del mar. «¡Ay! —exclamó Hipodamía—. No he bebido
nada durante todo el día; me abrasa la sed.» El sol se ponía y Pélope se detuvo
en la isla desierta de Helene, que se halla no lejos de la isla de Eubea, y fue
a la ribera en busca de agua. Cuando volvió con el yelmo lleno, Hipodamía
corrió llorando hacia él y se quejó de que Mirtilo había tratado de violarla.
Pélope reprendió severamente a Mirtilo y le golpeó en el rostro, pero él
protestó indignado: «Esta es la noche de bodas, en la que me juraste que
gozaría a Hipodamía. ¿Acaso piensas faltar a tu juramento?» Pélope no contestó,
pero le quitó las riendas a Mirtilo y siguieron adelante.
Cuando se acercaban al cabo Geresto —el promontorio más meridional de Eubea,
ahora coronado con un notable templo de Posidón— Pélope dio de pronto a Mirtilo
un puntapié que lo mandó de cabeza al mar, y Mirtilo, mientras se hundía,
maldijo a Pélope y a toda su familia.
l. Hermes puso la imagen de Mirtilo entre las estrellas como la
constelación del Auriga, pero su cadáver fue llevado por el agua a la costa de
Eubea y lo enterraron en la Feneo arcadia, detrás del templo de Hermes; una vez
al año se le ofrecen allí sacrificios nocturnos como héroe. El Mar Mirtoano,
que se extiende desde Eubea, pasando por Helene, hasta el Egeo, se cree
generalmente que recibió su nombre de Mirtilo más bien que, como insisten los
cúbeos, de la ninfa Mirto.
m. Pélope siguió adelante, hasta que llegó a la corriente
occidental del Océano, donde Hefesto le purificó de su culpa de homicidio;
luego volvió a Pisa y ocupó el trono de Enómao. Pronto subyugó casi todo el
territorio de lo que se llamaba entonces Apia, o Pelasgiótide, nombre que
cambió él, por el de Peloponeso, que significa «la isla de Pélope». Su valor,
su buen juicio, su riqueza y sus numerosos hijos le ganaron la envidia y la
veneración de toda Grecia.
n. Pélope le quitó Olimpia al rey Epeo y la anexó a su reino de
Pisa; pero como no pudo vencer al rey Estínfalo de Arcadia por la fuerza de las
armas, lo invitó a un debate amistoso, lo descuartizó y diseminó sus miembros
por todas partes; crimen que causó un hambre en toda Grecia. Pero su
celebración de los Juegos Olímpicos en honor de Zeus, alrededor de una
generación después de Endimión, fue la más espléndida jamás realizada.
o. Para reparar el asesinato de Mirtilo, que era hijo de Hermes,
Pélope construyó el primer templo de Hermes en el Peloponeso; trató también de
aplacar al ánima de Mirtilo construyéndole un cenotafio en el hipódromo de
Olimpia y rindiéndole honores de héroe. Algunos dicen que ni Enómao, ni el
rencoroso Alcátoo, ni el objeto mágico que enterró Pélope son el verdadero
espantador de los caballos: es el espíritu de Mirtilo.
p. Sobre la tumba de los infortunados pretendientes de Hipodamía,
en el lado más lejano del río Alfeo, erigió Pélope un alto túmulo y les rindió
también a ellos honores de héroes; y alrededor de un estadio de distancia, más
o menos, se halla el templo de Ártemis Cordas llamado así porque los seguidores
de Pélope celebraron allí sus victorias bailando la Danza de la Cuerda, que
habían llevado de Lidia.
q. El templo de Pélope, donde se conservan sus huesos en un cofre
de bronce, fue dedicado por Heracles Tirintio, su nieto, cuando fue a celebrar
los Juegos Olímpicos; y los magistrados eleáticos todavía ofrecen a Pélope el
sacrificio anual de un carnero negro, asado en un fuego de maderas de. álamo
blanco. A los que comen de esa víctima se les prohibe entrar en el templo de
Zeus hasta que se han bañado, y el cuello le corresponde tradicionalmente al
guardabosque. El templo se llena todos los años con visitantes; los jóvenes se
flagelan en el altar de Pélope y le ofrecen una libación de su sangre. Se
exhibe su carro en el techo del Anactorio de Hiasia; los sicionios conservan su
espada con puño de oro en su tesoro de Olimpia, y su cetro en forma de lanza,
en Queronea, es quizá la única obra auténtica de Hefesto todavía existente.
Zeus se lo envió a Pélope por medio de Hermes y Pélope lo legó al rey Atreo.
r. A Pélope se le llama también «croniano» y «Apaleador de
caballos» y los aqueos lo consideran su antecesor.
1.
Según
Pausanias y Apolodoro, Tántalo nunca salió del Asia Menor; pero otros
autógrafos se refieren a él y a Pélope como reyes nativos de Grecia. Esto
indica que sus nombres eran títulos dinásticos llevados por los primitivos
colonos griegos al Asia Menor, donde fueron atestiguados con altares de héroes;
y traídos de vuelta por emigrantes con anterioridad a la invasión aquea del
Peloponeso en el siglo XII a. de C. Sabemos por las inscripciones hititas que
hubo reyes helenos en Pamfilia y en Lesbos ya en el siglo XIV a. de C. Los
pelopo-tantálidas parecen haber expulsado a la dinastía cretanizada de «Enómao»
de la Monarquía Suprema del Peloponeso.
2.
El
caballo, que había sido un animal sagrado en la Grecia pelásgica mucho antes
del culto del carro solar, era un caballito europeo nativo dedicado a la Luna,
no al Sol (véase 75.3). El caballo transcaspiano mayor llegó a Egipto con los
invasores hicsos en 1850 a. de C. —los carros tirados por caballos desplazaron
a los carros tirados por asnos en las fuerzas armadas egipcias alrededor del
año 1500 a. de C.— y a Creta antes de la caída de Cnosos un siglo después. La
prohibición religiosa de Enómao respecto a las mulas estaría asociada quizá con
la muerte de Cilo: en Grecia, como en Roma, fue suprimido el culto del asno
(véase 83.2) cuando el carro del sol se convirtió en el símbolo de la realeza.
Casi la misma reforma religiosa tuvo lugar en Jerusalén (2 Reyes xxiii. 11),
donde en la época de Josefo sobrevivía la tradición de un culto del asno
anterior (Josefo: Contra Apion ii.7 y 10). Helio del carro solar, deidad aquea,
se identificó entonces en diferentes ciudades con el Zeus solar o el Posidón
solar, pero el asno se convirtió en el animal de Crono, a quien Zeus y Posidón
habían destronado, o de Pan, Sileno y otras divinidades secundarias anticuadas.
Había también un Apolo solar; puesto que Píndaro menciona su aborrecimiento de
los asnos, habrá sido el Apolo de Cileno al que los hiperbóreos ofrecían
hecatombes de asnos (Píndaro: Odas píticas x.30 y ss.).
3.
Enómao,
que representaba a Zeus como el Sol encarnado, es llamado, en consecuencia,
hijo de Asteria, que gobernaba el Cielo (véase 88.2) más bien que de una
Pléyade del mismo nombre; y la reina Hipodamía, mediante el matrimonio con la
cual llegó a ser rey, representaba a Hera como la Luna encarnada. La
descendencia siguió siendo matrilineal en el Peloponeso, lo que aseguraba la
buena voluntad de los campesinos conservadores. El reinado del rey no podía
prolongarse más allá del Gran Año de cien meses, en el ultimo de los cuales
coincidían el calendario solar y el lunar; entonces estaba destinado a ser
muerto por caballos. Como una nueva concesión al culto anterior de Pisa, donde
el representante de Zeus era muerto por su heredero en cada solsticio estival
(véase 53.5), Enómao accedió a morir fingidamente en siete solsticios estivales
sucesivos, designando en cada ocasión un sustituto para que ocupara su lugar
durante veinticuatro horas y fuera en el carro del sol junto a la reina. Al
término de este día el sustituto moría en un accidente de carro y el Rey salía
de la tumba donde había estado escondido (véase 41.2 y 123.4) para reanudar su
reinado. Esto explica el mito de Enómao y los pretendientes, otra versión del
cual aparece en el de Eveno (véase 74.e). Los mitógrafos deben estar
equivocados cuando mencionan «doce o trece» pretendientes. Estas cifras se
refieren a las lunaciones —alternativamente doce y trece— de un año solar, no a
los sustitutos; así en la carrera de carros de Olimpia se daba doce veces la
vuelta al estadio en honor de la diosa Luna. Pélope es el modelo del octavo
príncipe afortunado (véase 81.8) que se libra del accidente del carro y puede
matar al rey viejo con su propio cetro-lanza.
4.
Este
accidente anual del carro se representaba en el hipódromo. El sustituto podía
conducir sus caballos —los cuales, a juzgar por el mito de Glauco (véase 71.2),
parecen haber sido enloquecidos con drogas— por el trecho recto sin que le
ocurriera nada, pero cuando daba la vuelta alrededor de la estatua de mármol
blanco, llamada el Marmaranax («rey de mármol») o el Excita-Caballos, la rueda
exterior se desprendía por falta de pezonera, el carro se derrumbaba y los
caballos arrastraban al sustituto y le mataban. El mirto era el árbol de la
muerte, el del decimotercer mes al término del cual se producía el accidente
del carro (véase 101.2); de aquí que se diga que Mirtilo quitó las pezoneras de
metal y las sustituyó por otras de cera —la fusión de la cera causó también la
muerte de Icaro, el sustituto del rey Sol— y maldijo a la casa de Pélope.
5.
En la segunda mitad del mito se confunde a
Mirtilo con el sustituto. Como interrex, el sustituto tenía derecho a acompañar
a la reina en el carro del sol y a dormir con ella durante la única noche de su
reinado; pero al amanecer del siguiente día el rey viejo le destruía y,
metafóricamente, continuaba el viaje en su carro solar al extremo oeste, donde
se purificaba en la corriente del Océano. La caída de Mirtilo del carro al mar
es una condensación de mitos: a unas pocas millas al este del Hipódromo en que
se realizaban los Juegos ístmicos (véase 71.b) el sustituto «Melicertes», en
cuyo honor se habían fundado, era arrojado desde un risco (véase 96.3) y una
ceremonia idéntica se realizaba probablemente en Geresto, donde murió Mirtilo. También
en Tebas y Yolcos (véase 71.b) había Espantadores de Caballos, lo que indica
que también allí se representaban en los hipódromos los accidentes de los
carros. Pero como el Hipódromo de Olimpia, consagrado al Zeus solar, y el
Hipódromo del Istmo, consagrado al Posidón solar, estaban asociados con la
leyenda de Pélope, los mitógrafos han presentado la competencia como una
carrera a campo traviesa entre ellos. Lesbos entra en la fábula quizá porque
«Enómao» era un título dinástico lesbio.
6.
La entrada de Anfión en este mito, aunque era
tebano, se explica porque era también nativo .de Sición en el Istmo (véase
76.0). «Mirto» sería un título de la diosa del Mar como destructora, y la
primera sílaba significaba «mar», como en Mirtea, «diosa del mar»; Mirtoesa,
forma más larga de Mirto, era uno de los títulos de Afrodita. Por lo tanto,
Mirtilo puede significar originalmente «falo del mar»: myr-tylos.
7.
Pélope descuartiza a Estínfalo, como según se
dice había hecho con él Tántalo; esta forma más antigua del sacrificio del rey
ha sido correctamente referida desde Arcadia. Efectivamente, los pelópidas
parecen haber patrocinado varios cultos locales además del carro del sol: a
saber, el culto pastoril arcadio del roble y el carnero, atestiguado por la
relación de Pélope con Tántalo y su sacrificio de un carnero negro en Olimpia;
el culto de la perdiz en Creta, Troya y Palestina, atestiguado por la danza
cordax; el culto de los Titanes, atestiguado por el título de «Croniano» de
Pélope; el culto de la marsopa (véase 108.,5) y el culto del dios asno, en
cuanto que el espíritu de Cilo le ayudó en la carrera.
8.
La matanza de las yeguas de Mármax puede
referirse a la ceremonia de coronación de Enómao (véase 81.4), que implicaba el
sacrificio de yeguas. Una «manzana cidonia», o membrillo, tendría en la mano la
diosa de la Muerte, Atenea, a la que hizo el sacrificio Pélope, como su
salvoconducto para los Campos Elíseos (véase 32.1, 53,5 y 133.4); y el álamo
blanco, utilizado en sus ritos heroicos, simbolizaba la esperanza de
reencarnación (véase 31.5 y Í34.f), después de haber sido descuartizado, porque
a los que iban al Elíseo se les concedía la prerrogativa del renacimiento
(véase 31.c).Una estrecha semejanza con el derramamiento de sangre en el altar
olímpico de Pélope tiene la flagelación de los jóvenes espartanos atados a la
imagen de Artemis Erguida (véase 116.4). Pélope era, en realidad, la víctima y
sufrió en honor a la diosa Hipodamía (véase 110.3).
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