domingo, 4 de agosto de 2013

165 La locura de Áyax

a. Cuando Tetis decidió conceder las armas de Aquiles al griego más valiente que quedaba vivo delante de Troya, solamente Ayax y Odiseo, que habían defendido juntos el cadáver, se atravieron a reclamarlas. Algunos dicen que Agamenón, quien aborrecía a toda la Casa de Éaco, rechazó las pretensiones de Áyax y repartió las armas entre Menelao y Odiseo, cuya buena voluntad estimaba mucho más; otros dicen que evitó lo odioso de una decisión remitiendo el caso a una reunión de los caudillos griegos, que la resolvieron en votación secreta; o que la remitió a los cretenses y los otros aliados; o que obligó a sus prisioneros troyanos a declarar cuál de los dos reclamantes les había hecho más daño Pero la verdad es que, mientras Ayax y Odiseo seguían jactándose competitivamente de sus hazañas, Néstor le aconsejó a Agamenón que por la noche enviase espías para que escuchasen al pie de las murallas de Troya la opinión imparcial de los enemigos al respecto. Los espías oyeron lo que decían unas muchachas que conversaban entre ellas: cuando una elogió a Ayax por haber retirado el cadáver de Aquiles del campo de batalla entre una tormenta de proyectiles, otra, por instigación de Atenea, replicó: «¡Tonterías! Hasta una esclava habría hecho lo mismo una vez que alguien le ha puesto un cadáver en los hombros; pero si le hubieran puesto armas en la mano habría estado demasiado asustada para utilizarlas. Odiseo, y no Ayax, sufrió el embate más fuerte de nuestro ataque».

b. En consecuencia, Agamenón concedió las armas a Odiseo. Él y Menelao nunca se hubiesen atrevido, por supuesto, a insultar a Ayax de esta manera si Aquiles hubiera estado vivo, pues Aquiles quería entrañablemente a su valiente primo. Fue el mismo Zeus quien provocó la querella.

c. Con una ira muda, Ayax decidió vengarse de sus compatriotas griegos aquella misma noche; pero Atenea le enloqueció e hizo que se lanzara espada en mano contra las vacas y las ovejas tomadas de las granjas troyanas como parte del botín común. Tras una gran matanza, encadenó a los animales sobrevivientes y los llevó al campamento, donde continuó su matanza. Eligió dos carneros de patas blancas, cercenó la cabeza y la lengua a uno de ellos, al que tomó por Agamenón o Menelao, y ató el otro a una columna, donde lo azotó con un ronzal, gritando insultos y llamándole pérfido Odiseo.

d. Por fin recobró el juicio y, completamente desesperado, llamó a Eurísaces, hijo con Tecmesa, y le entregó el enorme escudo séptuple del cual había recibido su nombre. «El resto de mis armas será enterrado conmigo cuando muera», dijo. Teucro, el hermanastro de Ayax e hijo de Hesíone, la hermana cautiva de Príamo, se hallaba en aquel momento en Misia, pero Áyax le dejó un mensaje designándolo guardián de Eurísaces, a quien debía llevar a casa de sus abuelos Telamón y Euribea en Salamina. Luego, después de decir a Tecmesa que eludiría la ira de Atenea bañándose en agua de mar y encontrando un trozo de tierra no hollada en el que pudiera enterrar con seguridad la espada, salió, decidido a matarse.

e. Fijó en tierra la espada —la misma que le había dado Héctor a cambio del tahalí de púrpura— con la punta hacia arriba, y después de pedir a Zeus que le hiciera saber a Teucro dónde se podía encontrar su cadáver; a Hermes que condujera su alma a los Campos de Asfódelos; y a las Erinias que le vengaran, se arrojó sobre ella. La espada, que detestaba lo que Ayax le pedía, se dobló en la forma de arco, y ya había amanecido cuando por fin consiguió suicidarse poniendo la punta bajo su axila vulnerable.

f. Entretanto Teucro volvió a Misia y estuvo a punto de que lo mataran los griegos, indignados por la matanza de su ganado. Calcante, a quien no se había otorgado la previsión profética del suicidio, llevó aparte a Teucro y le aconsejó que encerrara a Ayax en su tienda, pues le había enloquecido la ira de Atenea. Podalirio, hijo de Asclepio, se mostró de acuerdo; era un médico tan experto como su hermano Macaón el cirujano y el primero que diagnosticó la locura de Ajax por sus ojos llameantes. Pero Teucro se limitó a sacudir la cabeza, pues Zeus le había informado ya de la muerte de su hermano, y salió tristemente con Tecmeas en busca del cadáver.

g. Encontró a Ayax tendido en un charco de sangre y Teucro se quedó consternado. ¿Cómo podía volver a Salamina y hacer frente a su padre Telamón? Mientras se hallaba allí tirándose de los pelos se presentó Menelao y le prohibió enterrar a Ayax, a quien había que dejar a merced de los voraces milanos y los piadosos buitres. Teucro lo envió a paseo y, dejando que Eurísaces, vestido de suplicante, expusiera mechones de su cabello, del de Teucro y del de Tecmesa, para guardar así el cadáver de Ayax —sobre el que Tecmesa había extendido su túnica—, se presentó airado ante Agamenón. Odiseo intervino en la subsiguiente disputa y no sólo instó a Agamenón para que permitiera los ritos fúnebres, sino que además se ofreció a ayudar a Teucro a realizarlos. Teucro no aceptó ese servicio, aunque agradeció la cortesía de Odiseo. Finalmente Agamenón, por consejo de Calcante, permitió que Ayax fuese enterrado en un ataúd de suicida en el cabo Reteo, y no que fuera quemado en una pira como si hubiera caído honorablemente en la batalla.

h. Algunos sostienen que la causa de la querella entre Ayax y Odiseo fue la posesión del Paladio y que se produjo después de la caída de Troya. Otros niegan que Ayax se suicidara y dicen que, como era invulnerable al acero, los troyanos lo mataron con terrones de arcilla, como les había aconsejado un oráculo. Pero quizá se trataba de otro Ayax.

í. Posteriormente, cuando Odiseo visitó los Campos de Asfódelos, Ayax fue la única ánima que permaneció alejada de él, y rechazó sus excusas de que Zeus había sido responsable de su desgracia. Para entonces Odiseo había regalado prudentemente las armas a Neoptólemo, el hijo de Aquiles; aunque los eolios que más tarde se establecieron en Troya dicen que las perdió en un naufragio cuando regresaba a su casa y que Tetis consiguió que las olas las depositasen junto a la tumba de Ayax en Reteo. Durante el reinado del emperador Adriano la mar gruesa abrió la tumba y se descubrió que sus huesos eran de tamaño gigantesco; basta con decir que las rótulas eran tan grandes como los discos que emplean los muchachos en el pentatlón. Por orden del emperador los volvieron a enterrar inmediatamente.

j. Los habitantes de Salamina dicen que cuando murió Ayax apareció una flor nueva en su isla: blanca, con matices rojos, menor que un lirio y, como el jacinto, con letras que decían Ai! Ai! («¡Ay, ay!»). Pero se cree generalmente que la nueva flor nació de la sangre de Ayax cuando cayó, pues las letras también quieren decir Aias Aiacides: «Ayax el Eácida.» En la plaza del mercado de Salamina hay un templo de Ayax con una imagen de ébano; y no lejos del puerto se muestra un canto rodado en el que se sentó Telamón para contemplar la nave que se llevó a sus hijos a Aulide.

k. Teucro volvió por fin a Salamina, pero Telamón le acusó de fratricidio en segundo grado, pues no había apoyado la pretensión de Ayax a las armas en disputa. Le prohibió desembarcar y tuvo que defenderse desde el mar mientras los jueces le escuchaban en la orilla; el propio Telamón se había visto obligado a hacer lo mismo por su padre Éaco cuando le acusó de haber asesinado a su hermano Foco. Y así como Telamón había sido declarado culpable y desterrado, así también lo fue Teucro, fundándose en que no había llevado de vuelta los huesos de Ayax, ni a Tecmesa ni Eurísaces; lo que desmostraba negligencia. Se dirigió a Chipre, donde, con el favor de Apolo y el permiso del rey sidonio Belo, fundó  la  otra Salamina.

l. Los atenienses honran a Ayax como uno de sus héroes epónimos e insisten en que Fileo, el hijo de Eurísace, se hizo ciudadano ateniense y les entregó la soberanía de Salamina.

1.      Aquí el elemento mitológico es pequeño. Ayax quizás aparecía en alguna ilustración chipriota atando el carnero a una columna, no porque se hubiera vuelto loco, sino porque ésa era una forma de sacrificio introducida en Chipre desde Creta (véase 39.2).

2.      E1 jacinto de Homero es la espuela de caballero azul —hyacinthos grapta— que tiene en la base de sus pétalos marcas que se parecen a las letras griegas primitivas AI; estaba también consagrada al Jacinto cretense (véase 21.8).

3.      Los huesos de Ayax que ordenó volver a enterrar Adriano, como los de Teseo (véase 104.i), probablemente pertenecían a algún héroe mucho más antiguo. Pisístrato utilizó  la  supuesta relación de Ayax con el Ática para reclamar  la  soberanía de la isla de Salamina que ejercía anteriormente Megara, y se dice que apoyó su reclamación mediante la inserción de versos fraguados (véase 163.1) en el canón homérico (Ilíada ii.458-559; Aristóteles: Retórica i.15; Plutarco: Solón 10). Ata es una forma vieja de gata («tierra») y atas («Ayax») significaría «campesino».

4.      Matar a un hombre con terrones de arcil la  en lugar de hacerlo con espadas era un medio primitivo de evitar la culpabilidad por homicidio; y el asesinato de este otro Ayax debe de haber sido, por tanto, obra de sus parientes y no del enemigo troyano.

5.      Que Odiseo y Ayax disputaran la posesión del Paladio es históricamente importante, pero Sófocles ha confundido descuidadamente a Ayax el Grande con Ayax el Pequeño (véase 166.2).

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