También en la recopilación conocida como Edda Prosaica, en la sección llamada El engaño de Gylfi, se habla del dios tramposo, Loki, y de sus terribles hijos. El personaje de Loki es fundamental en la mitología nórdica y en la dinámica de grupo de los dioses. Loki es medio hermano de Odín y comparten la misma madre. Sin embargo, mientras que el padre de Odín, Bor, era uno de los dioses Æsir, el padre de Loki era un gigante. Eso implica que Loki disfruta de la peculiar distinción de pertenecer tanto al mundo de los dioses como al de los gigantes, que son enemigos naturales. Es esta indefinición y el conflicto entre las dos partes de la ascendencia de Loki lo que contribuye a su compleja naturaleza. A pesar de que los poemas de la Edda Poética fueron para Snorri una fuente capital mientras recopilaba su Edda Prosaica, sus representaciones de Loki no son siempre iguales.
Loki se nos presenta en las dos Eddas como alguien de naturaleza maligna. En la Profecía de la vidente, de la Edda Poética, Loki se nos describe en noruego antiguo como Lægiarnlíki Loki (ese Loki perverso) y tal imagen de Loki como maligno cuadra con su descripción en El engaño de Gylfi, que afirma que «Loki era de aspecto apuesto y agradable, pero de carácter maléfico y comportamiento caprichoso».
Sin embargo, aunque la Edda Poética retrata a Loki como malvado, no parece centrarse tanto en la manifestación de esa malignidad, sustanciada en trampas y trastadas. Por otro lado, los kennings poéticos que se enumeran en El lenguaje de la poesía (en la Edda Prosaica) suelen incidir en la vena trapacera del personaje. Al llamar a Loki enemigo de los dioses, Snorri sugiere que, pese a ser mitad dios y mitad gigante, su lealtad cae del lado de su ascendencia paterna. Es la antítesis de Thor, cuya madre era una giganta y siempre se muestra completamente leal a los Æsir. Tal cosa sugiere que es la sangre del padre lo que determina de manera última el comportamiento. La yuxtaposición de apariencia hermosa con maldad interior y fealdad moral también puede reflejar el mestizaje de Loki.
El fresno Yggdrasil, el lugar más sagrado de los dioses de Asgard. Grabado de Friedrich Wilhelm Heine realizado en 1886.
Otra manifestación de la naturaleza maligna de Loki es su prole monstruosa. El engaño de Gylfi pone de relieve el importante papel que Loki juega en la paternidad de la criatura que en último término es responsable de la destrucción de Odín. Snorri nos recuerda que todos estos hijos jugarán un importante papel en la batalla final: cuando la serpiente Midgard mate a Thor y Hel ayude a su padre con la tripulación de su barco. Dado que Snorri consigna que la razón para su malvada naturaleza es la igualmente maligna de su padre, queda claro que Loki es responsable del comportamiento de sus hijos.
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La naturaleza de Loki
Hay alguien entre los Æsir que es considerado por algunos como el más innoble de todos los dioses y hombres; él es el causante de la desgracia de los Æsir y el padre de todos los engaños. Su nombre es Loki. Es hijo del gigante Farbauti y su madre es Laufey. Tiene dos hermanos llamados Byleist y Helblindi.
Loki es hermoso de apariencia, pero maligno. No se puede confiar en él, es más astuto que nadie y experto en engaños. Solía causar daños a los Æsir y luego trataba de hurtarse a las consecuencias mediante artimañas.
Los hijos de Loki
Loki tuvo muchos hijos con diferentes mujeres. Con la llamada Sigyn, tuvo a Narfi. Con la giganta Angrboda tuvo a Fenrir el lobo; Jormungand, la serpiente de Midgard y a Hel.
Estos tres hijos fueron criados en Giantland, pues los Æsir temían que fuesen la fuente de multitud de desgracias. Y tenían tal convencimiento por tres razones: las profecías proclamadas acerca de que ellos serían motivo de desastres; que su madre, una giganta, era enemiga de los Æsir y que su padre, Loki, tenía una naturaleza en la que no se podía confiar. Para prevenir desastres, Odín Padre Supremo ordenó que llevasen a los hijos de Loki a su presencia. Cuando los dioses llevaron a Fenrir el lobo, Jormungand y Hel ante Odín, este decidió el destino de cada uno de ellos.
A Jormungand la serpiente, Odín la arrojó al mar profundo que rodea el mundo. Es conocido como el océano de Midgard y, por tal razón, a Jormungand se la denomina la serpiente Midgard. Allí, en ese gran océano, Jormungand creció hasta hacerse tan larga que su cuerpo rodeó el mundo entero y su cola se encontró con sus mandíbulas y pudo mordérsela. Se dice que, cuando suelte la cola, será el fin del mundo.
Hel fue arrojada al Niflheim (un reino creado antes que el mundo y en cuyo centro hay un gran manantial del que fluyen diez ríos; estaba próximo a las Puertas de Hel). A ella se le dio autoridad sobre nueve mundos y gobierna sobre aquellos que mueren de enfermedad y vejez. En ese reino vive en un salón llamado Eliudnir, y Hambre es el nombre del plato en el que come. Privación, el nombre del cuchillo con el que come, Traspiés se llama el vestíbulo de su casa, Lecho de Dolor su cama, e Infortunio los cortinajes que protegen su descanso. A Hel se la reconoce con facilidad porque es mitad negra y mitad sonrosada. Su aspecto es fiero y su mirada abate.
Por último, Odín permitió que el lobo Fenrir viviera entre los Æsir. Pero, de todos los Æsir, solo el dios Tyr osó acercarse al lobo; así de feroz era. Solo Tyr se atrevió a alimentarlo. El lobo se hizo día a día más grande y más fuerte, y los Æsir temieron que llegara a cometer los actos terribles que las profecías habían vaticinado. Entonces, planearon cómo aherrojarlo para que no pudiese causarles daño.
La prisión del lobo Fenrir
Para evitar que Fenrir sembrase la destrucción entre ellos, los Æsir forjaron una cadena lo bastante fuerte como para contenerle. A la cadena la pusieron por nombre Leyding, y los Æsir desafiaron al lobo a probar sus fuerzas contra ella. El lobo observó la cadena y decidió que, aunque era fuerte, su poderío lupino era aún mayor. Así que aceptó ser encadenado y, con un gran tirón, consiguió quebrar a Leyding.
Sin desanimarse, los Æsir crearon una segunda cadena. A esta la llamaron Dromi. De nuevo desafiaron al lobo para que se dejase encadenar y, para convencerlo, le dijeron que lograría gran fama si conseguía liberarse de una cadena tan fuerte. Fenrir valoró la cadena y reflexionó sobre lo fuerte que era, pero también sabía que había ganado él mismo en fortaleza desde que quebrase la primera cadena. Envalentonado por tal pensamiento, aceptó ser encadenado por segunda vez, ya que la fama que ganaría si rompía la cadena bien valía el riesgo de dejar que los Æsir lo sujetaran. Cuando se vio encadenado por segunda vez, ejerció de nuevo toda su fuerza y quebrantó la segunda cadena, ¡de igual forma a la que hiciera la otra vez con la primera! Por eso los hombres dirían «Liberado de Leyding» y «Quebrantado de Dromi» al describir algo que se había logrado con gran esfuerzo. Al manifestarse así, rememoran las hazañas de Fenrir.
Los Æsir comenzaron a temer que nunca serían capaces de reducir al gran lobo. Fue en ese momento cuando Odín, Padre Supremo, eligió a uno de los criados de confianza de Freyr para llevar a cabo un encargo especial. Freyr —regente de la lluvia, el sol y de cuanto crece en la tierra— era uno de los dioses Æsir, pero descendía de la raza de los Vanir a través de su padre, Niord, dios del viento, el mar y el fuego. El sirviente de Freyr se llamaba Skirnir y Odín lo envió al reino de los elfos negros, donde los enanos se ocuparon de forjar una tercera cadena, que sería la que por fin sujetase a Fenrir. La cadena se llamaba Gleipnir y estaba hecha de tres cosas que de otra manera serían imposibles de encontrar: el sonido de las pisadas de un gato, la barba de una mujer y las raíces de una montaña. Y eso lo mezclaron con tendones de oso, aliento de pez y saliva de pájaro. Con todo ello hicieron una cadena tan suave y lisa como la seda, pero de fuerza inmensa.
Llevaron aquellos grilletes suaves —Gleipnir—, a los Æsir, que quedaron muy contentos con ellos. Citaron al lobo a una isla en mitad del lago Amsvartnir que se llamaba Lyngvi. Allí mostraron a Gleipnir a Fenrir y le informaron de que era más fuerte de lo que parecía, pero que estaban seguros de que el lobo podría romperla. Fenrir observó con detenimiento esos grilletes con forma de cinta de seda y manifestó que, en apariencia, poca fama obtendría al liberarse por la fuerza de una cadena así, pero también se preguntó si ahí habría más de lo que parecía a simple vista y se mostró reacio a probarla. Los Æsir respondieron que, si no podía romperla, ya no le temerían y ¡que lo liberarían!
La promesa de los Æsir no tranquilizó al lobo, que respondió que, si se veía preso por aquella cadena con forma de cinta y no podía romperla, ¡dudaba de que los Æsir se diesen prisa en liberarlo! Pero tampoco quería que su valor fuese puesto en tela de juicio y por eso preguntó si uno de los Æsir pondría su mano entre sus mandíbulas, como prueba de buena voluntad por ambas partes.
El dios Tyr pierde su mano en las fauces de Fenrir
Ninguno de los Æsir estaba dispuesto a meter la mano en las mandíbulas del gran lobo, porque sabían que mordería si la cadena lo retenía. Por fin, el dios Tyr dio un paso adelante y puso la mano derecha entre sus grandes fauces. Entonces Fenrir aceptó ser encadenado a Gleipnir.
Cuando estuvo sujeto, el lobo dio un tirón como había hecho otras veces. Pero, cuanta más fuerza empleaba, mayor firmeza demostraba aquella banda. Así que al final quedó sujeto y reducido. Todos los Æsir rieron al ver al lobo por fin sojuzgado. El único que no rio fue Tyr, ¡porque el lobo le mordió la mano derecha!
La prisión de Fenrir
Una vez que el lobo estuvo sujeto, los Æsir lo aseguraron con una cuerda enrollada alrededor de una gran roca. Luego tomaron esa roca y la aseguraron a su vez con firmeza, hundiéndola a mucha profundidad en la tierra. Por si todo eso no fuera suficiente, tomaron otra gran roca y la añadieron a la primera. La clavija petrea se hundió aún más abajo. Mientras hacían todo eso, el lobo se abalanzó sobre ellos con sus grandes fauces abiertas, tratando de morderlos. Pero los Æsir tomaron una espada y la plantaron en vertical entre sus mandíbulas, dejándolas abiertas. Al hacer eso, el lobo ya no podría acometerlos. Aullaba salvajemente y de su boca fluyó saliva bastante como para formar el río Hope. Ese será el destino del lobo Fenrir, hijo de Loki, hasta el día del Ragnarok.
Aunque estaba profetizado que el lobo llegaría un día a causar la muerte de Odín, Padre Supremo, los Æsir no lo mataron. De haberlo hecho, habrían contaminado su santuario con la sangre del lobo, por lo que se abstuvieron, por respeto al lugar. Fenrir aguarda encadenado desde entonces, con las mandíbulas abiertas y aullando, hasta el día en que por fin se desate el fin del mundo.
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