viernes, 5 de abril de 2019

El pecado del cacique de Guatwita

En tiempos muy atrasados, que es como el cronista nos dice castizamente eso de
en tiempos antiguos, hubo un cacique de Guatavita que tenía especial amor hacia una
de sus esposas por ser de buenas partes en sangre y hermosura. La joven no
correspondió a la estimación de que era objeto y se enamoró de otro indígena (un
caballero de los de la corte, le llama Simón). Supo el cacique la traición de que era
objeto y realizó un escarmiento sumamente atroz, como fue cortarle al indio los
genitales y guisarlos en una comida que le obligó a deglutir a su amante. Luego
ordenó empalar al indio y estableció una fiesta periódica en la que, al parecer, se
comía y bebía mientras los indios cantaban el delito cometido por la cacica. De esta
forma estimaba que serviría por escarmiento de la demás mujeres y castigo de la
adúltera.
La cacica soportó las humillaciones hasta que no pudo más, especialmente
después de dar a luz una hija de la que era padre el cacique. Convaleciente todavía
del parto, escapó del poblado en compañía de una muchacha que transportaba en sus
brazos a la hijita recién nacida. Llegó a la iaguna con sigilo para no delatar su
presencia a los indios que vivían en sus riberas, y echó al agua a las dos niñas,
tirándose luego ella. Las tres se ahogaron sin que los indios pudieran hacer nada por
impedirlo.

Dos visiones de la ceremonia de la laguna de Guatavita: reconstrucción realizada
en la película El Dorado, de Carlos Saura, de inminente estreno

 Balsa ceremonial en oro de estilo mwiska

Al día siguiente se avisó al cacique, que llegó presto a la laguna. Apesadumbrado
por lo que había sucedido, mandó a los sacerdotes o mohanes que buscasen los
cuerpos de las víctimas. El sacerdote mayor procedió a realizar una ceremonia de
adivinación y se sumergió luego en la laguna, regresando con la noticia de que la
cacica estaba viva (Simón dice que fue embuste que el demonio puso en su
imaginación), en compañía del dragón (culebra) de la laguna, con quien también
estaba la hija del cacique. Según manifestó al sacerdote, no pensaba abandonar dicho
lugar.
El cacique de Guatavita quedó consternado, pero pidió al sacerdote que al menos
sacara a su hija. El mohán volvió a sumergirse y salió con el cadáver de la niña que
estaba sin ojos por habérselos comido el dragón. El cacique quedo desconsolado y
mandó echar el cadáver al agua.
A partir de entonces, comenzaron las ofrendas a la cacica, a la cual se tomó por
protectora de la comunidad. La laguna se convirtió en uno de los más importantes
santuarios indígenas a donde acudían indios desde regiones lejanas, para hacer sus
solicitudes de favores a cambio de sacrificios, como alimentos, joyas, oro y
esmeraldas. Algunos naturales afirmaron haber visto a la cacica sobre las aguas,
vestida con un faldin rojo y con el torso desnudo, vaticinando sucesos importantes.
Para hacer sus ofrendas cruzaron los indios la laguna con dos cuerdas, que servían
para sujetar las balsas de enea y palos con que se iba hasta el centro de la misma. Allí
se decían ciertas palabras e ceremonias, y echaban en ella las ofrendas. Esto, al
parecer, lo hacían toda clase de indios, pero la ofrenda más valiosa era obviamente la

que hacía el propio cacique de Guatavita, según la descripción que vimos antes del
indio Dorado. Cabe pensar que la harían en algunos momentos importantes, como al
nombrar un nuevo cacique, cuando había sequía, inundaciones, hambres, etcétera.

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