miércoles, 3 de abril de 2019

SIRENAS: SEDUCCIONES Y METAMORFOSIS: OTROS TEXTOS SUELTOS

1ULISES BAJO EL AGUA. AGUSTÍ BARTRA
Los relatos y poemas con los que en su Odiseo Agustí Bartra recuenta su versión del regreso de Ulises (publicada en México, 1953 en catalán y 1955 en castellano) son de una sorprendente originalidad.110 Pero aquí me limitaré a comentar su tratamiento del encuentro del viajero, ya no en su nave, sino solitario, bañándose desnudo en el mar, con las sirenas. Ellas son dos y le llaman seductoras para atraerle al fondo de las aguas. Las sirenas tienen nombres propios: Oríala y Elia. Una de ellas parece ofrecerle placer sexual, la otra la paz del espíritu. Tienen bellos cuerpos femeninos, sin cola ni alas y se sumergen y arrastran a Ulises, hacia abajo y hacia arriba, como en un juego subacuático. Citaré unos pocos renglones:
Al llegarle el agua a la garganta, Ulises oyó de nuevo la voz de la primera muchacha cantando en los peñascos:
‘¡Oh ven, ven tú que te vas.
y en el mar sin fin te acunas!’
Sobre mi cuerpo hallarás
una surgencia de lunas’.
Tras un corto silencio, la segunda voz cantó:
‘La vasta paz del espíritu
si vinieras te daría.
Para ti la eterna noche
día eterno cantaría’.
Vuelto el rostro hacia el cielo y dejando flotar su cuerpo al azar de las olas, Ulises, sonriendo, escuchaba. La música de la canción sonaba a sus oídos con una dulzura lánguida y capitosa. Mecido por la canción y el mar, iba apoderándose de él un inefable deliquio, un adormecimiento en que sus sentidos y sus pensamientos oscilaban entre la realidad y el sueño…
La música penetraba en él como un aroma matinal. ¿Partir? ¿Hacia dónde? No había dónde. Todo giraba en la Gran Rueda, con el ritmo de la canción que descendía de las peñas…
Ulises está a punto de perecer sumergido, zarandeado por las juguetonas sirenas en el fondo de las aguas, pero emerge al final y, ya desde el peñasco, deja de escuchar a las sirenas y contempla silencioso el mar…

2SIRENA REVISITADA. AUGUSTO MONTERROSO

Brevilocuente y fantasioso, el uruguayo Augusto Monterroso imaginó un nuevo encuentro de Ulises con las sirenas, es decir, con una sirena demasiado insistente.
Usó todas sus voces, todos sus registros; en cierta forma se extralimitó; quedó afónica quién sabe por cuánto tiempo.
Las otras pronto se dieron cuenta de que era poco lo que podían hacer, de que el aburridor y astuto Ulises había empleado una vez más su ingenio, y con cierto alivio se resignaron a dejarlo pasar.
Esta no; esta luchó hasta el fin, incluso después de que aquel hombre, tan amado y deseado, desapareció definitivamente.
Pero el tiempo es terco y pasa y todo vuelve.
Al regreso del héroe, cuando sus compañeras, aleccionadas por la experiencia, ni siquiera tratan de repetir sus vanas insinuaciones, sumisa, con la voz apagada, y persuadida de la inutilidad de su intento, sigue cantando.
Por su parte, más seguro de sí mismo, como quien había viajado tanto, esta vez Ulises se detuvo, desembarcó, le estrechó la mano, escuchó el canto solitario durante un tiempo según él más o menos discreto, y cuando lo consideró oportuno la poseyó ingeniosamente; poco después, de acuerdo con su costumbre, huyó.
De esta unión nació el fabuloso Higrós, o sea ‘el Húmedo’ en nuestro seco español, posteriormente proclamado patrón de las vírgenes solitarias, las pálidas prostitutas que las compañías navieras contratan para entretener a los pasajeros tímidos que en las noches deambulan por las cubiertas de sus vastos trasatlánticos, los pobres, los ricos y otras causas perdidas.111

3UNA SIRENA DE FERIA EN TIERRAS DE CASTILLA. IGNACIO SANZ
Ignacio Sanz dedica en Mascarones de proa,112 libro de memorables y curiosos relatos, un amenísimo capítulo: “Genealogía de las sirenas castellanas”, a las aventuras y andanzas de sirenas por comarcas de la vieja Castilla, tan alejadas del mar.
Vivimos atrapados por los tópicos y los convencionalismos. Para su desgracia, esta tierra no cuenta con la autoridad indiscutible de un Homero que haya legitimado su presencia en estos pagos. Las sirenas son, en efecto, originarias del mar. Pero algunas, impulsadas por un afán de aventura, han remontado su hábitat natural y han llegado al interior. A juzgar por la abundancia iconográfica, Castilla fue, durante siglos, una tierra de atracción para las sirenas.
Como testimonio de esa afición de algunas sirenas a las tierras castellanas, cita nuestro narrador dos casos dignos de recuerdo. El primero dice que proviene del famoso doctor Laguna (humanista segoviano del siglo XVI) y trata de una sirena que se hizo monja y murió en el monasterio de San Pedro de Arlanza, “en olor de santidad”. El segundo habla de una sirena que viajó como atracción de feria por fiestas y pueblos unos siglos después y, nostálgica, fue devuelta al mar Atlántico por el curso del Duero. Vale la pena citar algunos párrafos de esta estupenda prosa y esas misteriosas historias.
Recuerda Laguna que apetecían las riberas de los ríos o los sotos frescos del piedemonte serrano. Y sostiene que los frailes de San Pedro de Arlanza aprohijaron una en el siglo XV. Debió de llegar allí remontando el curso del Duero y luego el del Arlanza; siempre a contracorriente, como una brava salmona. Por su condición femenina, el prior, urgido por los monjes, solicitó dispensa a Roma para darle cobijo bajo su techo. Se cree que, tras pacientes jornadas, le inculcaron las reglas de la monástica y que vivió como una cartuja recalcitrante, repartiendo sus horas entre el estanque, los claustros umbríos, algún chapuzón en el Arlanza vecino y, en las escasas horas de asueto, se entregó al bisbiseo de los rezos y a su gran pasión: el gregoriano. La vida monacal hizo de ella una auténtica virtuosa. Cabe pensar, no obstante, que despertara pasiones lúbricas y secretas entre los frailes. Cuando murió fue enterrada en un sepulcro de la capilla mayor en olor de santidad.
La otra historia es la de una sirena capturada en una isla del Atlántico y adoptada por un indiano que la desembarcó en el puerto gallego de La Coruña y la llevó consigo, en una cubeta con agua salada transportada en un carro, hacia el interior de la meseta. El indiano ganaba mucho dinero en sus exhibiciones en ferias y romerías, y la anatomía de la sirena y también sus cantos atraían a multitudes. Dos años tardaron así en llegar a la villa de Sepúlveda, donde con la fortuna ganada en el camino, él hizo construir un palacio dotado en el patio de una amplia pileta, pero allí acabó el gozo que la sirena sentía en el viaje. Aunque el tal Matías pensaba convivir con ella toda la vida, el final del vagabundeo fue el fin de la felicidad común de ambos. Recordaré el último lance:
Se ve que la vida sedentaria no se aviene con el espíritu de las sirenas, pues ella sintió una fuerte nostalgia del mar, una nostalgia incapaz de vencer. Con el corazón desgarrado por tanto duelo, accedió Matías a franquearle el camino hasta el mar… Como en un cortejo fúnebre fue trasladada hasta la fuente de la Salud, seguida por todo el pueblo. La sirena se despidió de Matías con un manantial de lágrimas en los ojos… Una vez en el lecho del río, se deslizó aguas abajo hasta Peñafiel, donde el Duratón desagua en el cauce anchuroso del Duero… Y así, dos días más tarde, la sirena alcanzó en Oporto la mar indócil y brava que tanto había añorado.

4IMPRECACIONES DE UN REMERO. LUIS MARTÍNEZ DE MERLO
Esta calma, esta bruma, este silencio.
Solo el sonar del remo. Ni una brisa.
Ni una ola al romper. Nada que brille.
Flota un aroma extraño. ¿Dónde estamos?
¿Qué inquieta a nuestro rey? ¿Y qué escudriña
acodado en el puente? De pasada
ayer le oí decirse: ‘He de escucharlas’.
Nunca lo he visto así. ¿Qué anda tramando?
¿Qué es esta cera que su mano ablanda?
¿Por qué le atan al mástil? Algo vibra
dulcísimo en el aire. ¡Ah, ya comprendo!
No me tapéis, oh sordos, los oídos,
y amarradme con él. Yo también quiero
escuchar el cantar de las sirenas.113

5VENTURA DE UNA SIRENITA AFORTUNADA. LUIS ALBERTO DE CUENCA
Como parodia de la sirenita enamorada, el muy ingenioso poema de Luis Alberto de Cuenca titulado “La sirenita” vuelve a evocar la misma trama, pero con un rápido final feliz. (El poeta encuentra a la sirena y se casa con ella). Citaré solo la primera mitad del poema, para destacar su tono irónico jovial:
Con tus cinco guapísimas hermanas
y tu abuela y tu padre eras feliz,
en el fondo del mar, donde la vida
hierve bajo el conjuro silencioso
que urde la vara mágica del agua.
Pero ser feliz cansa, y aún abruma,
como cansa y abruma la familia,
de manera que un día decidiste
romper con tu pasado y buscar novio
entre los hombres de la superficie.
Por si eso fuera poco, alguien te dijo
que si te enamorabas de un humano
serías inmortal, lo que sonaba
bien, aunque no acabaras de creértelo.
El caso es que una bruja te dio piernas
(y alguna cosa más que ahora me callo),
y, satisfecha con tu nuevo cuerpo,
pusiste rumbo a tierra. Era en agosto
y a nadie le extrañó verte en la playa,
desnuda y sonriente, con tus piernas
recién inauguradas, vacilantes
aún, pero tan largas y perfectas
como las de la diosa del amor
en el lienzo de Sandro Botticelli…114

6 CANCIONCILLA. WALTER DE LA MARE

En el folktale y la lírica de la literatura moderna abundan las sirenas acuáticas de escamosas colas, juguetonas y bellísimas, que arrastran a los incautos jóvenes al fondo de las aguas, sea con sus cantos o con encantos. Podríamos citar ejemplos numerosos de textos poéticos, como estos cantarines versos del poeta inglés Walter de la Mare115
But Farmer Turvey,
On twirling toes
Up’s with his gaiters,
And in he goes:
Down where the mermaids
Pluck and play
On their twangling harps
In a sea-green day;
Down where the mermaids
Finned and fair,
Sleek with their combs
Their yellow hair…
(Pero el granjero Turvey, / con sus pies revoloteantes, / se sube las polainas, / y adentro que se mete: / abajo, donde las sirenas / pulsan y tocan / sus vibrantes arpas / en un día verde mar; / abajo, donde las sirenas / hermosas con sus colas / se alisan con sus peines / sus rubios cabellos…). Traducción de Luis Gago.

7“ECHANDO DE MENOS A LAS SIRENAS”. JOSÉ EMILIO PACHECO

De cuando acá
las sirenas son monstruos
o están así por castigo divino
Más bien sucede lo contrario
Son libres
son instrumentos de poesía
Lo único malo es que no existen
Lo realmente funesto es que sean imposibles.
8‘A CIRCE’. JULIO TORRI
Pero quiero citar ahora otro texto más desconocido, pero no menos aguzado, sobre el silencio de las sirenas. Es el del mexicano Julio Torri, que lo escribió hacia 1916. (Es decir, algo antes de que Kafka redactara el suyo). Se titula “A Circe” y, puesto en boca de Ulises, dice así:
¡Circe, diosa venerable! He seguido puntualmente tus avisos. Mas no me hice amarrar al mástil cuando divisamos la isla de las sirenas, porque iba resuelto a perderme. En medio del mar silencioso estaba la pradera fatal. Parecía un cargamento de violetas errante por las aguas.
¡Circe, noble diosa de los hermosos cabellos! Mi destino es cruel. Como iba resuelto a perderme, las sirenas no cantaron para mí.116

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