miércoles, 3 de abril de 2019

Robinson

Quizá podríamos encontrarle algún prfecedente
antiguo. Por ejemplo, un tipo algo robinsoniano, a la fuerza, es
Filoctetes, abandonado por sus compañeros aqueos en una isla
desierta y obligado a cazar con su arco para mantenerse en vida
durante años. Y aún más el náufrago Espíntaro al que Luciano
(según cuenta en sus fabulosos Relatos verídicos) encontró de
tro de la cavernosa panza de la gran ballena, que ya se había
construido una choza y labrado unos campos en su pequeña
parcela, plantando un viñedo muy de acuerdo con la idea helénica
de colonizar una isla. Pero esos dos ejemplos son de relatos
fantásticos y muy lejanos y poco realistas.
Robinsón Crusoe (1719) es, en cambio, una novela moderna
y realista, una de las primeras novelas europeas y tiene mucho
de ejemplo ilustrado, inspirado en los relatos de un náufrago
real. No en vano es la única novela que J. J. Rousseau recomienda
plenamente como lectura para jóvenes, «obra básica de
toda educación». (Véase el análisis de la obra en su contexto
que se encuentra en el ya clásico estudio de I. Watt, The Rise o f
the Novel. Robinson Crusoe es la primera novela que Watt analiza,
subrayando muy bien el individualismo, el interés por lo
económico y la ideología puritana de la obra; pero señalando a
la vez su interés como relato mítico.)
Nada de eso impide que, en efecto, podamos ver a Robinsón
como un personaje mítico, que se enfrenta en solitario con
las armas de la técnica y la paciencia del obrero ilustrado a un
mundo salvaje y natural para construirse un ámbito civilizado a
su medida. Robinsón es un europeo a la conquista de un nuevo
espacio, en la época del colonialismo. De ahí que sea un símbolo
de los nuevos tiempos. Y no es casual que, con su talante
práctico y laborioso, sea un héroe novelesco muy adaptado a su
época. Lo señala bien E. Saïd en su Cultura e imperialismo·.
«Robinsón Crusoe es la novela realista prototípica moderna:
ciertamente no por azar trata acerca de un europeo que crea un
feudo para sí mismo en una distante isla no europea» (ob. cit.,
p. 13). Pero, y es mérito del mismo Said reconocerlo, Daniel
Defoe no está muy interesado en defender por medio de sus
novelas una propaganda o un enfoque colonialista, sino que lo
que ha hecho en su impactante narración es dar vida a un per
sonaje aventurero que sirve de emblema a todo un tipo mítico.
«No menos significativo es que en Inglaterra la novela sea inaugurada
por Robinsón Crusoe, cuyo protagonista es el fundador
de un nuevo mundo que domina y al que reclama para Inglaterra
y la cristiandad. Es verdad que mientras Crusoe está, de
modo explícito, enrolado en la ideología de la expansión de ultramar,
lo cual se conecta directamente, en estilo y forma, con
los relatos dé viaje y de exploración de los siglos XVI y XVII que
sentaron las bases de los grandes imperios coloniales, las novelas
mayores que vienen después de la de Defoe, y también las
obras posteriores del mismo Defoe, no parecen estar muy obsesionadas
por las estimulantes posibilidades de ultramar»
(ob. cit., p. 126). Las novelas que Saïd considera ligadas al auge
del colonialismo no tienen mucho que ver con nuestro Robinsón.
El mito del náufrago robinsoniano se refleja en muchas novelas,
pero me parece que alcanza su expresión más amable y
más repetida en varias muy conocidas de Julio Verne, de ideología
progresista muy clara. El naufragio, la isla desierta, con
sus fieras o sus salvajes, invitan a construir un mundo civilizado
nuevo, aprovechando su ingenio técnico y los recursos naturales.
En Julio Verne hay siempre un fresco optimismo, y de ahí
cierta superficialidad, y sus muchos atractivos e incentivos para
un público juvenil. Cierto es que sus héroes jóvenes y amistosos
son mucho más sociales que el protagonista de Defoe. Pero
esos relatos de ficción se construyen sobre un esquema novelesco
y mítico, que tiene en Robinsón su prototipo1. Hay muchas
novelas sobre ese fondo mítico, a veces con variantes muy
intrigantes y con un grupo plural de robinsones. Un buen
ejemplo contra la tesis progresista de Robinsón es la admirable
ficción de William Golding El señor de las moscas, una pesimista
novela de tesis antirousseaunianas. Otro relato atractivo,
más optimista, es la novela de M, Tournier, Viernes o los limbos
d el Pacífico (1967).

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