miércoles, 3 de abril de 2019

CRONO

De los dioses más antiguos, Urano y Gea (Cielo y
Tierra) nacieron vástagos muy poderosos por su fuerza monstruosa;
los Hecatonquiros de cien brazos, los Cíclopes de un
ojo único y los Titanes. De estos últimos sabemos los nombres
de Océano, Crío, Japeto, Hiperión y Crono. Urano, siempre
ansioso de abrazar y acaparar a la Tierra, lanzó al profundo
abismo del Tártaro a los Cíclopes y los Hecatonquiros, pero los
Titanes se rebelaron contra él acaudillados por Crono. Gea los
incitó a hacerlo. Y Crono, armado con una afilada hoz, segó los
genitales de su padre, cuando descendía al abrazo amoroso de
Gea. (Arrojó luego por encima de su hombro el sexo sangriento
al mar, el semen divino produjo una rara espuma y de ahí
nació Afrodita.) Y expulsado Urano, Crono reinó en su lugar,
liberando a los Titanes y manteniendo en el abismo a los otros
Uránidas. Se casó luego con su hermana Rea.
Para evitar ser destronado por alguno de sus hijos, tal como
le había profetizado en su maldición Urano, los devoraba apenas
nacían de Rea. Pero cuando la diosa dio a luz al sexto vástago
—ya antes le nacieron Hades, Poseidón, Hestia, Deméter y
Hera—, lo escondió y entregó a Crono en su lugar una piedra
envuelta en pañales. Crono la engulló, como había hecho con
sus hijos anteriores. Zeus, oculto en una cueva del monte Ida en
Creta, amamantado por la cabra Amaltea y arrullado por las
danzas de los Curetes, se crió y creció hasta poder enfrentarse a su
padre. Cuando lo hizo, lo derrotó y le obligó a vomitar a sus hermanos,
que surgieron de las entrañas de Crono en pleno vigor y
se pusieron a su lado para combatir a los Gigantes y Titanes.
Tremendo fue el combate cósmico entre los hijos de Crono
y los Titanes, acaudillados por Atlante, que acudieron a ayudar
a Crono. Zeus liberó a los Cíclopes y a los Hecatonquiros para
tenerlos como aliados. Hades con su casco de la invisibilidad,
Poseidón con su gran tridente y Zeus armado con el rayo, que
habían fabricado para él los fogosos Cíclopes, lograron el
triunfo. Crono y los Titanes fueron desalojados del cielo y la
tierra. Los Crónidas vencedores se repartieron el dominio del
mundo: Hades obtuvo el ámbito de las sombras, el imperio de
los muertos, que lleva su nombre; Poseidón todo el mar y cierto
dominio bajo tierra, como señor de los terremotos; y Zeus el
cielo y la tierra, como soberano del Olimpo.
Algunos estudiosos de la mitología griega han subrayado
cómo el mito de la sucesión de los tres dioses —Urano-Crono-
Zeus— en el dominio del mundo, que nos ofrece Hesíodo, tiene
un claro precedente oriental, en un mito hurrita, que conocemos
por textos hititas (hallados en Hattusas, de hacia el
siglo XIV a. de C.). Ese mito hurrita-hitita de la «sucesión en el
reino celeste» cuenta cómo el dios supremo Anu (que ya había
destronado a Alalu) fue vencido por el dios Kumarbi, quien no
sólo lo desplazó, sino que lo castró devorando su sexo. Pero al
tragarse su falo, quedó preñado con un nuevo ser divino, que
será Teshub, el dios de las tormentas. Para evitar ser destronado
a su vez por ese hijo, tal como se lo profetiza Anu, Kumarbi
escupe el semen de éste y se traga una gran piedra, con intención
de purgarse. Pero Teshub nace y destrona, con ayuda de
Anu, a Kumarbi. A su vez éste intenta una rebelión de antiguos
seres primordiales en contra del nuevo soberano. La lucha se
entabla con la ayuda de un tremendo monstruo, Ullikummi,
(que en el mito griego encuentra un paralelo en el mostruoso
Tifón, sometido por Zeus). Pero el dios de las tormentas ·—como
Zeus en la mitología griega— logra la victoria sobre los dioses
sublevados.
No vamos a entrar ahora en el análisis de este precedente
del relato de Hesíodo. La semejanza del esquema básico y de
algunos episodios y detalles es evidente. No menos interesante
son los contrastes de detalle: el dios griego castra con la hoz a
su padre, pero no lo emascula de un mordisco y se traga su
sexo, como en el mito hitita. Kumarbi se ve muy agobiado por
el hecho de quedar preñado por la simiente de su padre y por el
lugar de su cuerpo por donde parirá el nuevo dios. (No está
muy claro por dónde sale éste; quizá por la nariz o por la cabeza,
como Atenea al nacer de Zeus, tras tragarse éste a la diosa
Metis.) Kumarbi se traga la piedra como purgante para aniqui
lar al feto de sus entrañas, mientras que Crono se la traga engañado
por Rea, creyendo engullir a su hijo recién nacido. La versión
griega es menos cruda y está elaborada con un nuevo sentido,
dando más lugar a la astucia en el conflicto. Algunos
estudiosos —P. Walcot, J. Fontenrose, etcétera— han insistido
en la dependencia del relato hesiódico respecto del mito hurrita
e hitita. G. S. Kirkha destacado y comentado los aspectos en
que el mito griego difiere de su modelo oriental. (Cf. G. S. Kirk,
El m ito, 2a ed., 1990, pp. 222 y ss.; y A. Pérez Jiménez en su
prólogo a la traducción de Hesíodo, Obras y fragm en tos BCG,
Madrid, 1978, pp. 30 y ss.)
En la tradición griega posterior Crono (Krónos) se confundió
con el Tiempo (que se llamaba de forma muy semejante:
Khrónos) y se interpretó así simbólicamente el hecho del dios
que devora a sus hijos. El Tiempo —que tenía un lugar destacado
en ciertas mitologías griegas marginales, como la de los
órficos y la de Ferecides— no era un dios importante en la Teogonia
de Hesíodo ni en la religión popular. Pero también a él se
le representaba alguna vez armado de una hoz, y también de algún
modo el Tiempo devora, en una fácil imagen y alegoría, a
sus criaturas.
Crono es Saturno en la mitología romana. Es el dios más
antiguo, el de la edad primera y primitiva, dorada y feliz, pero
que quedó arrumbado y jubilado por el progreso, inevitable incluso
entre los dioses. Según cuenta Píndaro (en la Olímpica II)
Zeus perdonó a Crono y lo llevó a las islas Afortunadas, donde
reina feliz el viejo dios, asesorado por el sabio Radamantis, sobre
los héroes privilegiados que tras la muerte han merecido
habitar ese paraíso. Por contraste con los duros tiempos del
mundo humano se idealizó también la edad primera, la Edad
de Oro, en la que reinaba Crono. La expresión latina «reinado
de Saturno», Saturnia régna, y las fiestas saturnales romanas
celebraban la rara felicidad del mundo primitivo, próximo al
caos, y no oprimido por las reglas del orden y los avatares de la
historia social.

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