miércoles, 3 de abril de 2019

HERMES, un dios pluriempleado.

Hermes, hijo de Zeus y de
la ninfa Maya, hija de Atlante, es uno de los dioses olímpicos
más populares. Nacido en la montañosa Arcadia, región de
pastores, resulta ser un dios pastoril, pero también muy callejero
y sociable. Es una amable divinidad de características muy singulares,
y en el Himno homérico a Hermes se nos cuentan sus
andanzas infantiles, que revelan desde sus primeros días su
enorme talento para el engaño y la invención. Es enormemente
atractivo y sugerente ese antiguo texto, del siglo VI a. de C., que
nos describe cómo a poco de nacer, el dios se escapó de la
cuna para robar las vacas de Apolo, se las llevó enturbiando el
rastro, mató una tortuga para construirse la lira, hizo el primer
sacrificio a los dioses, inventó el fuego por frotamiento dé unas
maderas, volvió a ocultarse en su cuna, mintió al ser acusado
por Apolo y, al final, se reconcilió entre risas con él y fue admitido
entre los dioses.
Caracteriza bien al dios el epíteto de polytropos —que comparte
con Ulises y el zorro de las fábulas—, en alusión a su
modo de actuar con muchos trucos, versátil, decidido, astuto
y de gran movilidad. Eso le faculta para ejercer sus múltiples
oficios. Es protector de los caminantes, patrón de los heraldos,
los embajadores y los comerciantes, y también de los ladrones
arteros, a la vez que benefactor de los rebaños y conductor de
las almas de los muertos en su peregrinación al Hades. Y se encarga
de la preparación y brillo del festín de los olímpicos. Se
ocupa además de inspirar a los oradores en la asamblea, es un
dios del ágora, agoraios, y cuida también de los atletas en los
gimnasios. Es dios que tiene que ver con el paso a la efebía y
con los pasos iniciáticos. Y los dioses lo envían como mensajero
a los humanos en casos difíciles, e incluso Zeus lo emplea
como recadero en sus frecuentes amoríos con princesas en distintas
regiones.(No le queda tiempo para descansar con tantos
trabajos, según la queja del dios en un texto muy gracioso de
Luciano, Diálogos de los dioses, 24.)
Es un bastardo de Zeus que ha ascendido a su alta posición en
el panteón olímpico por méritos y sus numerosas tareas testimonian
sus capacidades. Nada raro es que sea un dios muy popular.
En las representaciones artísticas vemos que su figura va evolucionando.
Su representación más antigua es la del pilar, aún sin
forma humana. El montón de piedras, en griego herma, túmulo y
mojón al borde del camino, luego será sustituido por el pedestal
de su busto. En el Himno homérico es un niño de pañales, un bribonzuelo
travieso. En la cerámica arcaica y preclásica aparece
como un dios barbado y respetable —como Dioniso en esa misma
época—, más tarde, en la escultura clásica, tiene la figura de
un bello efebo de mirada picara. En el helenismo tardío vuelve a
aparecer como un dios barbado, con atributos de mago, como
Hermes Trimegisto, señor de la literatura hermética.
Hermes es un dios muy antiguo y de estirpe mediterránea.
Ya se le menciona (en la forma E-ma-a) en una tablilla micéni
ca. Es un personaje polimorfo, de silueta escurridiza y talante
artero y simpático, al que Zeus utiliza de mensajero y correveidile,
y de obediente lacayo (como se ve en el Prometeo encadenado
de Esquilo). Es un sagaz protector de héroes (de Ulises, al
que da la planta mágica moly para que pueda enfrentarse con
Circe) y de Perseo (a quien le presta su espada curva, las sandalias
aladas, el zurrón y el casco de Hades, y a quien guía en su
camino). Tiene amores furtivos con algunas ninfas y es padre
de un dios agreste y flautista, el caprípedo Pan, en su Arcadia
originaria. Es un tipo peregrino, que va y viene veloz, se disfraza
y desliza por cualquier pasaje (por el agujero de la cerradura,
por ejemplo), que sabe sonreír a tiempo y evita la solemne rigidez
de otros dioses. Es el tipo de dios que los antropólogos
denominan trickster, un bribón.
En el marco del politeísmo un ser divino se define por sus
oposiciones y contrastes con los demás. La divinidad más
opuesta a Hermes es la diosa Hestia, la del hogar y el fuego familiar,
encerrada siempre y atenta a lo doméstico. Hermes, en
cambio, es el dios de los encuentros inesperados, en los caminos
y lugares públicos y es sumamente inquieto y versátil,
atento a los riesgos y ventajas del mundo exterior. Junto a
Apolo, con el que se lleva muy bien después de haberle robado
sus vacas y haberle regalado, en buen pago, la lira recién inventada,
se muestra un buen camarada. El uno es un personaje
solemne y luminoso, mientras que Hermes tiene sus aficiones
oscuras y sus trucos nocturnos, pero con su ingenio sabe ganarse
el favor de su apolíneo hermano. Con Dioniso se lleva
también muy bien. Ambos sienten afectos populares y gustan
del disfraz, de la transgresión de algunas normas y de las
fiestas alegres. (Una de las más conocidas estatuas de Praxiteles
muestra a Hermes alzando en su mano con cariño a un pequeño
Dioniso.)
Dominio suyo es el ámbito de las comunicaciones y del intercambio
provechoso. Es el dios de los pactos y los mensajes.
Los heraldos están bajo su protección. Y también los intérpretes,
mediadores cualificados y necesarios de los tratos. Intérprete
se dice en griego hermeneús, y hermeneía es el arte de la
interpretación y traducción. La hermeneútica es, en efecto, específico
dominio del sutil Hermes.
Conviene invocarlo en los pasos difíciles, los caminos no
marcados y las encrucijadas, como genio benéfico. (Hay una
diosa maléfica y nocturna de esos parajes funestos, Hécate,
invocada por las brujas, que produce el espanto con los aullidos
de sus perros, y es opuesta a Hermes.) Es escurridizo, volátil
y capaz de atravesar cualquier obstáculo. Por eso, como
ya dijimos, ejerce de puntual recadero y de diplomático cuando
la ocasión lo requiere. Su palabra es persuasiva y provechosa.
Por ello en la litada es el compañero benévolo que escolta
de noche al viejo rey Príamo cuando va a entrevistarse,
en una patética escena, con el sanguinario Aquiles. Es a él
quien envía Zeus a Calipso en la Odisea para decirle a la ninfa
que permita ya regresar a Ulises. A Hermes hospitalario, proxenios,
dedica en la Odisea un sacrificio de acción de gracias
el buen Eumeo cuando ha recibido buenas nuevas del retorno
de su dueño.
Por ese don de la persuasión, peithó, y su gracia, cháris, se le
asocia muchas veces a Afrodita, tanto en el culto como en las
bodas. No olvidemos que ella también ama la persuasión y los
engaños, y es como Hermes «tejedora de engaños», dolóplokos.
De Afrodita y Hermes nació Hermafrodito, ambiguo y bisexual.
Y de Hermes es hijo Pan, como dijimos, de feo aspecto,
lúbrico y lascivo como un macho cabrío, perseguidor de las
ninfas. Y también Autólico, un redomado ladrón, afamado por
su astucia, abuelo de Ulises.
En el mito de la creación de Pandora, interviene Hermes de
un modo decisivo: modeló el taimado interior de la mujer y le
dio un cínico pensar y una seductora labia. Como dios de los
buenos encuentros, es muy comprensible que reciba honra en
las bodas. El matrimonio es intercambio y encuentro, y Hermes
acompaña a la novia de una casa, la de los padres, a la otra,
la del marido. Guarda el umbral de la casa y es el dios del gozne
y del giro de la puerta, strophaios, según un epíteto de Aristófanes
{Pluto, 1.154) Como guía avezado entre dos mundos es
el que guía la procesión de las almas hacia el Hades, psychopompós,
el psicopompo por excelencia, y al llegar al Aqueronte
hace la entrega de las sombras al barquero Caronte para su
traslado a la otra orilla. (Pueden verse buenas pinturas de esas
escenas en el libro de F. Díaz de Velasco, Los caminos d e la
muerte, Madrid, 1995.)
A pesar de la aparente diversidad de sus funciones, se puede
observar un claro eje unitario en su múltiple personalidad.
Como señala L. Kahn-Lyotard, hay dos palabras clave en su
modo de actuar: la mediación en los pasos arriesgados y la astucia,
esa sagacidad que es habilidad para la trampa a la vez que
inteligencia práctica, metis. «Dios de los pastores y los viajeros,
inventor del montón de piedras que marca los caminos, dios de
la astucia y del robo, pero a la vez maestro del intercambio y
del contrato, retorcido en su palabra y tortuoso en su marcha,
psicopompo y mensajero de Zeus, en fin maestro del sueño, el
nombre de Hermes se inscribe en el espacio de lo imprevisto y
de la movilidad que califican incluso las modalidades" de su
acceso a la divinidad.»
Es venerado como el dios de los límites y fronteras, y por
eso en su honor se alzan los mojones de piedra en los linderos
de los campos y los bustos con su rostro barbado y un falo
erguido en los cruces y encrucijadas. Recordemos la más famo
sa anécdota histórica relacionada con ese culto. En una madrugada
del 415 a. de C. aparecieron mutilados todos los pilares
de Hermes en las calles de Atenas. Eran las vísperas de
la expedición naval a Sicilia y el escándalo fue tremendo en la
ciudad. Se exigieron responsabilidades por el sacrilegio y varios
ciudadanos fueron acusados de la siniestra gamberrada.
Entre ellos estuvo el famoso Alcibiades, designado estratego
de la expedición, que tuvo que exiliarse para evitar el proceso
de impiedad. El ultraje a los emblemas del dios de los buenos
encuentros fue, desde luego, fatal para la ciudad. La expedición
acabó, como se sabe, en una desastrosa derrota, que lastró
la etapa final de la guerra del Peloponeso. Comenzada
con tan pésimos augurios, la expedición a Sicilia fue una
catástrofe, debida en parte a la sustitución del audaz Alcibiades
por el piadoso Nicias. Es muy temerario menospreciar a
Hermes.
Es el dios de los hallazgos felices y de las ganancias, tanto
en los ganados como en los mercados. Hermaion es sinónimo
de un negocio afortunado o una ganga, hermaion es un éxito
inesperado. En latín Hermes se llama Mercurio, lo que acentúa
su patronazgo del mercado, de las mercaderías y las mercedes.
El Hermes griego va ligero de equipaje, con su sombrero de
alas anchas y buena sombra, el p éta sos de los viajeros, sus
áureas sandalias aladas y su bastón de caminante —que es también
el bastón del heraldo y la varita de oro mágica—, el caduceo.
(Ese bastón de mago lleva unas alas en su parte superior y
en torno a su fuste se enroscan un par de serpientes.) Ese símbolo
relaciona también al dios con su función en la sexualidad
productiva de los animales, y a tal efecto se destaca también su
aspecto fálico, muy notorio en sus pilares, adornados con un
falo enhiesto y coronados por el busto del dios, que se alzaban
en los cruces de caminos y calles.
Hermes no ama la violencia, sino el intercambio de favores.
Si bien alguna vez tuvo que actuar, obedeciendo a Zeus, como
asesino de un gigante, y mató a Argos, que vigilaba con sus cien
ojos a la vacuna lo, y de ahí su epíteto de Argifonte, «el matador
de Argos», procura evitar la violencia. En la litada está a
punto de enfrentarse en al refriega a la diosa Leto, pero desiste
pronto de la pelea. Cuando ayuda a los héroes, como Heracles,
Perseo o Ulises, lo hace prestándoles instrumentos mágicos
para sus hazañas y aventuras.
Entre sus habilidades descuella su invención de instrumentos
musicales: fabricó la primera lira de un caparazón de tortuga
y la primera siringe con unas cañas bien unidas. Luego le entregó
la lira a Apolo como regalo de amistad. La flauta agreste la toca
a menudo su hijo el rústico Pan. Es también, según el Himno
homérico, el inventor del sacrificio en honor de los doce dioses.
Es el dios de los hallazgos afortunados y el buscador de los
objetos perdidos. Es, como vimos, el mensajero e introductor
en el otro mundo. En el mundo cristiano y musulmán esas funciones
las desempeñan figuras distintas: como son el arcángel
Gabriel (en la Anunciación y en el viaje de Mahoma a los cielos)
y san Antonio, por caso.
En época helenística fue potenciado su papel como dios de
la magia. Y en el ámbito alejandrino se sincretizó con el egipcio
Thot y adoptó el nombre de Hermes Trismégistos, el tres veces
máximo. Se convirtió así en el señor de los alquimistas y el patrón
de los secretos mistéricos de los textos codificados en la
compilación del llamado Corpus hermeticum. Tambiéñ ahí estaba
en su papel como un sabio mediador, pero ahora sólo al
alcance de los iniciados en esos misterios, entre los dos mundos.
Como los mensajes de esos textos eran sólo asequibles a
quienes entendían su cifrado lenguaje, y el nombre de Hermes
era como su sello distintivo y mistérico, de ahí vino que se lia
mara «hermético» a algo bien cerrado. Así el nombre del dios
de los espacios abiertos vino a ser emblema de un mundo cifrado
y laberíntico, cerrado a los profanos.

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